No vamos a Cristo corriendo, sino creyendo; no se acerca uno a Cristo por el movimiento del cuerpo, sino por el afecto del corazón. Por eso, aquella mujer que tocó la orla de su vestido le toca más realmente que la turba que le oprime... No vayas a creer que eres atraído a pesar tuyo. Al alma la atrae el amor... ¿Qué es ser atraído por el placer? Pon tus delicias en el Señor y Él te dará lo que pide tu corazón. Hay un apetito en el corazón al que le sabe dulcísimo este pan celestial. Si, pues, el poeta pudo decir: "Cada uno va en pos de su afición", no con necesidad, sino con placer; no con violencia, sino con delectación, ¿con cuanta mayor razón se debe decir que es atraído a Cristo el hombre cuyo deleite es la verdad, y la felicidad, y la justicia, y la vida sempiterna, todo lo cual es Cristo?
(Comentario al evangelio de Juan 26, 3).
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