"Por razón de esta fe, esperanza y caridad, con que empezamos a estar bajo la gracia, estamos ya muertos con Cristo y sepultados en El, por el bautismo, según dice el Apóstol: porque nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él; y hemos resucitado con él porque juntamente nos resucitó y juntamente nos hizo sentar en los cielos. De ahí procede aquella exhortación: Gustad las cosas de arriba, no las de la tierra… Mientras vivimos en esta esperanza, el cuerpo ha muerto por el pecado; pero el espíritu es vida por la justicia. Pero fíjate en lo que sigue: Y si el Espíritu, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en vosotros, quien resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará vuestros cuerpos mortales por su Espíritu, que en nosotros habita. Eso es lo que espera para el fin de los tiempos la Iglesia universal, que se encuentra en la peregrinación de la mortalidad; eso es lo que se le dio a entender de antemano en el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, que es el primogénito de los muertos, ya que su cuerpo, del que El es cabeza, no es otro que la Iglesia" (Carta 55, 2, 3).
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