"Escucha lo que te dice la caridad por boca de la sabiduría: Dame, hijo, tu corazón. Dame, dijo. ¿Qué? Hijo, tu corazón. Estaba enfermo cuando era tuyo y para ti. Eras arrastrado por frivolidades y amores lascivos y dañinos. Quítalo de allí. ¿A dónde lo traes? ¿Dónde lo pones? Dame, dijo, tu corazón. Sea para mí y no se perderá para ti. Nada quiso dejar en ti con lo que te ames, aun a ti mismo, quien dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. ¿Qué queda de tu corazón para que te ames a ti mismo? ¿Qué de tu alma? ¿Qué de tu mente? 'Con todo, dijo, Quien te hizo te exige todo'. Pero no te entristezcas como si nada te quedase en que puedas alegrarte. 'Regocíjese Israel no en él, sino en quien te hizo'"
(Sermón 34,7).
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