La Escritura es un espejo

"Pero la rectitud de Dios no agrada al malvado. ¿Quieres que te agrade quien es recto? Sé tú mismo recto. Júzgate a ti mismo; no te perdones. Castiga, corrige, enmienda lo que en ti con razón te desagrada. Sea para ti la Sagrada Escritura como un espejo. El espejo tiene un resplandor que no miente, ni adula ni ama a unas personas con exclusión de otras. Eres hermoso; hermoso te ves allí; eres feo, feo te ves allí. Pero si te acercas siendo feo, y como tal allí te ves, no acuses al espejo. Vuelve a tu interior; el espejo no te engaña; no te engañes a ti mismo. Júzgate, entristécete de tu fealdad, para que al marchar y alejarte triste, corregida la fealdad, puedas retornar hermoso"
 (Sermón 49, 5).

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