"Gran delicadeza, gran misericordia, gran mansedumbre. Pero sólo si no abusamos de su paciencia para aumentar nuestra maldad y, puesto que él carga con nuestros pecados, no los multiplicamos como para añadirle más peso, como para que cargue con más, aunque él no se fatiga al llevarlos. Nuestros pecados, que él todavía soporta al perdonarlos, demuestran su paciencia y acumulan nuestra carga. ¿Ignoras, dice, que la paciencia de Dios te conduce a la penitencia? Se trata de aquella paciencia llamada taciturnidad, refiriéndose a la cual dice: Callé, ¿acaso callaré siempre?"
(Sermón 47, 5).
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