Tener a Cristo en el corazón

“Por fin, amadísimos, hemos conocido el gran misterio. Escuchad. Caminaba con ellos, es acogido como huésped, fracciona el pan y es reconocido. No digamos nosotros que no conocemos a Cristo; lo conocemos si creemos. Ellos tenían a Cristo en el banquete; nosotros lo tenemos dentro, en el alma. Mayor cosa es tener a Cristo en el corazón que tenerlo en casa. Nuestro corazón nos es más interior de lo que lo es nuestra casa. ¿Dónde debe reconocerlo ahora el fiel? Lo sabe quien es fiel; pero el catecúmeno lo ignora. Mas nadie le cierra la puerta para que no entre”
 (Sermón 232, 7).

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