Sana el ojo del corazón

"Todo nuestro esfuerzo, hermanos, en esta vida ha de consistir en sanar el ojo del corazón con que ver a Dios… Dios te hizo a ti, ¡oh hombre!, a su imagen. Dándote con qué ver el sol que Él hizo, ¿no te iba a dar con qué ver a quien te hizo, habiéndote hecho a su imagen? También te dio esto; te dio lo uno y lo otro. Pero si mucho es lo que amas estos ojos exteriores, mucho también lo que descuidas aquel interior; lo llevas cansado y herido. Si quien te fabricó quisiera mostrársete, te causaría dolor; es un tormento para tu ojo, antes de ser sanado y curado. Pues hasta en el paraíso pecó Adán y se escondió de la presencia de Dios. Mientras tenía el corazón sano por la pureza de conciencia, se gozaba con la presencia de Dios; después que, por el pecado, su ojo quedó dañado, comenzó a temer la luz divina, se refugió en las tinieblas y en la densidad del bosque, huyendo de la verdad y ansiando la oscuridad" 
(Sermón 88, 5-6).

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