Nos alimenta con la Palabra

“Comenzad a realizar en el espíritu, viviendo santamente, lo que Cristo nos manifestó mediante la resurrección de su cuerpo. Pero no lo esperéis ahora; es decir, no esperéis ahora la realidad misma, la verdad, la incorrupción de la carne; es el salario de la fe, y el salario se otorga una vez acabada la jornada… Si él no me alimentase, yo no estaría hablando; como nos alimenta con la palabra, esto mismo hacemos quienes le predicamos no a vuestros vientres, sino a vuestras mentes. Hambrientos lo recibís y banqueteando prorrumpís en alabanzas; si es que no ha llegado ningún alimento a vuestras mentes, ¿por qué aclamáis? Pero ¿qué somos nosotros? Somos sus ministros, sus siervos; lo que os dispensamos a vosotros, no lo sacamos de nuestra cosecha, sino de su despensa. De ella vivimos también nosotros, puesto que somos consiervos vuestros… Con este fin te llama a trabajar como obrero. La Palabra se hizo carne. Ella misma te llama; la Palabra será tu alabanza, y el Señor, tu salario” 
(Sermón 229 E, 1).

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