No te faltará Cristo como huésped

Quizá digas para ti: «¡Dichosos los que merecieron recibir a Cristo como huésped! ¡Si yo hubiera estado allí! ¡Si hubiera sido, al menos, uno de aquellos dos a los que encontró en el camino!»
Tú sigue en el camino y no te faltará Cristo como huésped.

¿Piensas que ya no te será posible acoger a Cristo? «¿Cómo -preguntas- voy a tener esa posibilidad? Después de resucitar se apareció a los discípulos y subió al cielo, donde está sentado a la derecha del Padre, y ya no volverá más que al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos; pero ha de venir revestido de gloria, no en debilidad; vendrá a otorgar el reino, no a solicitar hospitalidad». ¿Te olvidas de que, cuando venga a entregar el reino, ha de decir: Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeños, conmigo lo hicisteis?

Aunque rico, él sigue estando necesitado hasta el fin del mundo. Tiene necesidad, sí, pero no en la cabeza, sino en sus miembros. ¿Dónde está necesitado? En aquellos miembros por los que sintió dolor cuando dijo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Seamos, pues, obsequiosos con Cristo. Él está entre nosotros en sus miembros; está entre nosotros en nosotros mismos.
Sermón 239,6