Esta noche resplandece como el día

"¡Cuánto mayor ha de ser nuestra alegría en la observancia de esta vigilia, en cierto modo la madre de todas las santas vigilias, en la que todo el mundo está despierto!... Tanto resplandece en todo el orbe de la tierra la fama de esta vigilia que hasta obliga a estar despiertos en la carne a quienes no diré que duermen en sus corazones, sino que están sepultados en la impiedad infernal. También ellos pasan despiertos esta noche, en la que aparece visiblemente cumplido lo que mucho tiempo antes se había prometido: Y la noche resplandecerá como el día. Esto tiene lugar en los corazones piadosos, de quienes se dijo: Fuisteis tinieblas en otro tiempo; ahora, en cambio, sois luz en el Señor... En esta noche, pues, está en vela todo el mundo, tanto el mundo enemigo como el mundo reconciliado… Así, pues, nuestros enemigos, sin darse cuenta, nos indican cómo debemos permanecer en vela en beneficio nuestro, si por nuestra causa están despiertos quienes nos miran con recelo. En efecto, incluso entre aquellos que en ningún modo han sido señalados con el nombre de Cristo, son muchos los que esta noche no pueden dormir, unos por dolor, otros por pudor, y algunos que se van acercando a la fe, también por temor a Dios. Por diversos motivos los mantiene despiertos esta fiesta solemne. ¡Cuán gozosa ha de ser la vigilia del amigo de Cristo, si hasta el enemigo vela con dolor! Si el pagano se avergüenza de ir a dormir, ¡con cuánto ardor ha de permanecer en vela el cristiano, envuelto Cristo en tanta gloria! A quien ha entrado ya en esta gran casa, ¡cuán conveniente le es mantenerse en vela en tan gran fiesta, si ya lo está quien se dispone a entrar en ella! Permanezcamos, pues, en vela y oremos para celebrar esta vigilia exterior e interiormente. Háblenos Dios en sus lecturas; hablemos nosotros a Dios con nuestras preces. Si escuchamos en actitud obediente sus palabras, en nosotros habita aquel a quien dirigimos nuestra oración" (Sermón 219).

La túnica y la Unidad

“La túnica sorteada significa la unidad de las cuatro partes, que se halla en el vínculo de la caridad. Hablando de ella, el Apóstol dice: Os enseño un camino más excelente; y en otro lugar: sobre todo esto tened caridad, que es el vínculo de la perfección. Si, pues, la caridad es el camino más excelente, es mayor que la sabiduría y está sobre todos los preceptos, con razón la vestidura que la representa está tejida en una sola pieza. No tiene costuras para que no se descosa, y se la lleve uno solo, porque reúne a todos en una unidad. Y así como entre los apóstoles, que componían el número de doce, esto es, cuatro grupos de tres, al ser interrogados, solamente Pedro respondió: Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo; y a él le dijo; A ti te daré las llaves del reino de los cielos; como si él sólo hubiese recibido el poder de atar y desatar porque, habiendo respondido en nombre de todos, recibió este poder como representante de aquella unidad. Uno por todos, porque hay unión entre todos. Si esto lo referimos a lo que ella significa, nadie que pertenece al todo está fuera de él, y de este todo, según lo indica la lengua griega, le viene el nombre de católica a la Iglesia. ¿Qué se recomienda en la suerte sino la gracia de Dios? De este modo, en uno llegó a todos, cuando la suerte fue del agrado de todos; y la gracia de Dios en la unidad a todos llega; y cuando se echa la suerte, es concedida, no a la persona o méritos de uno, sino según los juicios ocultos de Dios” (Comentario a Juan 118, 4).

El triduo santo

“Considera ahora ese sacratísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y glorificado. El primer día, que significa la cruz, transcurre en la presente vida; los que significan la sepultura y la resurrección los vivimos en la fe y en la esperanza. Ahora se le dice al hombre: Toma tu cruz y sígueme… Por lo tanto, mientras nuestras obras tienden a destruir el cuerpo del pecado, mientras el hombre exterior se corrompe para que el interior se renueve de día, tiempo es de cruz. Estas son, en verdad, obras buenas, pero laboriosas; su galardón es el descanso. Se dice: gozando en esperanza para que pensando en el descanso futuro, nos ejercitemos con alegría en los trabajos; tal alegría está significada en la anchura de la cruz, en el brazo trasversal, en que se clavan las manos. Porque las manos significan la actividad, y por anchura entendemos la alegría del que trabaja, ya que la tristeza produce angostura. La altura de la cruz, o palo en que cae la cabeza, significa la esperanza del galardón de la sublime justicia de Dios, quien dará a cada uno según sus obras; dará la vida eterna a los que buscan la gloria, el honor y la incorrupción en la tolerancia de la actividad buena. La longitud, en la que se extiende el cuerpo entero, significa la misma tolerancia, que por eso mismo se llama longanimidad. La profundidad de la cruz o parte que se clava en tierra significa el misterio simbólico” (Carta 55, 24-25).

Via Crucis

Este año, el Via Crucis que el papa preside en el Coliseo de Roma ha sido escrito por Sor Maria Rita Piccione, osa, una monja agustina del monasterio de Santi Quattro.

Podéis leer las meditaciones aquí

Ante la Cruz




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Encuentro de bloggers en el vaticano

Quizás pueda haber una discusión semántica entre si decir blogger o decir blogueros, pero nos estamos refiriendo a las personas que hacen cosas como nuestro blog.

La verdad es que nos referimos a personas que hacen cosas muchísimo mejor que nuestro blog, pero de un modo inesperado y totalmente sorprendente hemos sido invitados a participar.

Espero que aprendamos mucho
(aquí la lista completa de los invitados)

Gran Misericordia

“Abundantísima es la misericordia y amplio el amor de quien nos redimió con la sangre de su Hijo cuando nada éramos a causa de nuestros pecados. Fue ya una gran cosa la que hizo cuando creó al hombre a su imagen y semejanza. Mas, puesto que nosotros al pecar quisimos aniquilarnos y heredamos de nuestros padres la herencia de la mortalidad y nos convertimos en una masa de pecado, masa de ira, Él tuvo a bien redimirnos por su misericordia a precio tan alto. Entregó por nosotros la sangre de su Hijo único, quien nació, vivió y murió inocentemente. Quien nos redimió a precio tan elevado, no quiere que perezcan aquellos a quienes compró. No los compró para que se pierdan, sino para vivificarlos. Si nuestros pecados nos abruman, Dios no olvida lo que pagó por nosotros, es decir, un precio muy alto. Pero no nos halaguemos mucho con su misericordia si no nos hemos esforzado en la lucha contra nuestros pecados" (Sermón 22, 9).

La solemnidad de la Pasión

“Con toda solemnidad leemos y celebramos la pasión de quien con su sangre borró nuestras culpas para reavivar gozosamente nuestro recuerdo a través de estas prácticas anuales y hacer que mediante la afluencia de gente, irradie mayor claridad nuestra fe. La solemnidad me pide hablaros, en la medida que el Señor quiera concedérmelo, de su pasión. Ciertamente, en cuanto sufrió de parte de sus enemigos, nuestro Señor se dignó dejarnos un ejemplo de paciencia para nuestra salvación, útil para esta vida por la que hemos de pasar” (Sermón 218, 1).

Enseñanzas de la cruz

 “Gloriémonos, pues, también nosotros en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para nosotros, y nosotros para el mundo. Cruz que hemos colocado en la misma frente para que no nos avergoncemos. Y si nos esforzamos por explicar cuál es la enseñanza de paciencia que se encierra en esta cruz o cuán saludable es, ¿encontraremos palabras adecuadas a los contenidos o tiempos adecuados a las palabras? ¿Qué hombre que crea con toda verdad e intensidad en Cristo se atreverá a enorgullecerse, cuando es Dios quien enseña la humildad no sólo con la palabra, sino también con su ejemplo?” (Sermón 218 C, 4).

Llevaba la cruz

“Marchaba, pues, Jesús para el lugar donde debía ser crucificado, llevando su cruz. Extraordinario espectáculo: a los ojos de la impiedad, grande irrisión; a los ojos de la piedad, grande misterio; a los ojos de la impiedad, grande documento de ignominia; a los ojos de la piedad, firmísimo cimiento de la fe; a los ojos de la impiedad, la mofa de un rey que lleva por cetro el madero de su suplicio; a los ojos de la piedad, un rey que lleva, para en ella ser crucificado, la cruz que había de fijar en la frente de los reyes; en ella había de ser despreciado por los ojos de los impíos, y ella ha de ser la gloria del corazón de los santos, como diría después san Pablo: No quiero gloriarme sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Él recomendaba su cruz llevándola sobre sus hombros; llevaba el candelabro de la lucerna encendida, que no debía ser puesta debajo del celemín. Llevando a cuestas la cruz, salió para el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Según la narración de los otros evangelistas, estos dos con los cuales y en medio de los cuales fue crucificado Jesús eran dos ladrones, cumpliéndose así la profecía acerca de Jesús: y fue contado entre los malvados” (Comentario a Juan 117, 3).

Mete la espada en la vaina

“No obstante, el Señor recriminó el hecho a Pedro, prohibiéndole pasar más adelante, diciendo: Mete la espada en la vaina. ¿No he de beber el cáliz que me dio el Padre? Con su acción quiso el discípulo defender al Maestro, sin detenerse a pensar en sus consecuencias. Por eso fue necesario exhortarlo a la paciencia y consignarlo para enseñanza nuestra. Mas, al decir que el cáliz de la pasión se lo ha dado el Padre, ciertamente alude a aquello del Apóstol: Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? El cual no perdonó a su propio Hijo, entregándole por todos nosotros. Pero también es autor de este cáliz el mismo, que lo bebe. Y así dice el Apóstol: Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como oblación y víctima, a Dios en olor de suavidad” (Comentario a Juan 112, 5).

Prender a Jesús

“Conocía, dice, Judas el traidor aquel lugar… Allí el lobo, cubierto con piel de oveja y tolerado por el Padre de familia en sus altas disposiciones, aprendió dónde por breve tiempo podía dispersar el rebaño, tendiendo asechanzas al pastor. Y sigue diciendo: Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y ministros de parte de los príncipes y fariseos, fue allá con linternas, teas y armas. La cohorte no fue de judíos, sino de soldados. Por tanto, debemos entender que fue enviada por el presidente como para prender a un reo, guardando el orden de poder legítimo, a fin de que nadie osase oponerse a quienes le llevaban, aunque se había reunido tan grande pelotón y tan bien armado, que era capaz de aterrar y rechazar a cualquiera que se atreviese a defender a Cristo. De este modo escondía su poder y manifestaba su debilidad, pareciendo esto a sus enemigos necesario contra quien nada fuera suficiente sino lo que Él quisiese; utilizando el bueno a los malos y sacando bienes de los males, para hacer de los malos buenos” (Comentario a Juan 112, 2).

Vida presente y vida futura

"En su pasión, nuestro Señor Jesucristo pone ante nuestros ojos las fatigas y dolores del mundo presente; en su resurrección, la vida eterna y feliz del mundo futuro. Toleremos lo presente y esperemos lo futuro. Por eso, en estas fechas nos encontramos en los días que significan las fatigas del siglo presente –la mortificación de nuestras almas con el ayuno y las prácticas cuaresmales-; en las fechas próximas, en cambio, significamos los días del siglo futuro, al que aún no hemos llegado. He dicho ‘significamos’, no ‘tenemos’. Por tanto, hasta el día de la pasión estamos en tiempo de contrición; después de la resurrección, en tiempo de alabanza. Así, pues, en aquella vida, en el reino de Dios, nuestra ocupación será esta: ver, amar, alabar” (Sermón 211 A).

Hagamos lo que podamos

"Durante cuarenta días ayunó Moisés, el ministro de la ley; durante cuarenta días ayunó, igualmente, Elías, el más destacado de los profetas, y durante cuarenta días también el Señor, de quien dieron testimonio la ley y los profetas. Con esta finalidad se manifestó en el monte, en compañía de ellos dos. Nosotros, que no podemos soportar ayuno tan largo, pasando, como lo hicieron ellos, tantos días y tantas noches sin probar alimento, hagamos, al menos, lo que podamos. Exceptuando los días que por ciertos motivos la costumbre de la Iglesia prohíbe ayunar, agrademos a Dios nuestro Señor con el ayuno diario o, al menos, frecuente” (Sermón 210, 9).

Vivid unánimes, sed fieles

“Y vosotros que ayunáis también en los restantes días, aumentad en estos lo que ya hacéis. Los que a diario crucificáis el cuerpo con la continencia perpetua, en estos días uníos a vuestro Dios con oraciones más frecuentes e intensas. Vivid todos unánimes, sed todos fieles, suspirando en esta peregrinación por el deseo de aquella única patria e hirviendo en su amor. Que nadie en­vidie en el otro el don de Dios que él no posee ni se burle de él. En cuanto a bienes espirituales, considera tuyo lo que amas en el hermano, y él considere suyo lo que ama en ti. Que nadie bajo capa de abstinencia, pretenda cambiar antes que atajar los placeres, buscando, por ejemplo, preciosos manjares porque no come carne, o raros licores porque no bebe vino, no sea que la disculpa de domar la carne sirva para aumentar el placer" (Sermón 205, 2).

La medicina para la soberbia

"Tal es nuestro ejemplo de humildad, medicina para nuestra soberbia. ¿Por qué te hinchas, oh hombre? ¿Por qué te extiendes, pellejo muerto? Pus fétido, ¿por qué te hinchas? Jadeas, te lamentas, te sofocas porque no sé quién te injurió. ¿En base a qué reclamas venganza? ¿Por qué la sed de ella te quema las fauces, hasta el punto que sólo desistes de ir tras ella cuando te hayas vengado de quien te hirió? Si eres cristiano, contempla a tu rey; que se vengue antes Cristo, pues aun no se ha vengado quien por ti padeció tantos males, a pesar de que su majestad es tal que podía o no haber padecido nada o haberse vengado al instante... Vomitad cuanto de deleitable os haya inoculado el mundo de las cosas temporales; aunque brame asperezas cosas terribles, despreciadlo. Quien se comporte así, no dude que se asocia a las huellas de Cristo, hasta poder decir, con razón, en compañía del apóstol Pablo: 'Nuestra vida está en los cielos'... Pero la virtud solamente podrá salir invicta si la caridad no es fingida. Quien derrama en nuestros corazones la caridad es quien nos da la verdadera virtud" (Sermón 304, 3-4).

Litiga con tu corazón

“Obsérvate, examínate. Ahora vas a rezar, perdona de corazón. Quieres entrar en litigio con tu enemigo, litiga antes con tu corazón. Litiga, repito; litiga con tu corazón. Di a tu corazón: no odies. Aquel tu corazón, tu alma, odia todavía. Di a tu alma: no odies. ¿Cómo podré orar, cómo podré decir: perdóname nuestras deudas? Ciertamente puedo decir esto, pero ¿cómo me atreveré a decir lo que sigue: como nosotros? ¿Qué cosa? Como nosotros perdonamos. ¿Dónde está la fe? Haz tú lo que dices: Como nosotros. Si tu alma no quiere perdonar y se entristece porque le dices: No odies, respóndele: ¿Por qué estás triste, alma mía, por qué te conturbas? o: ¿Por qué me conturbas? Espera en Dios. Languideces, jadeas, te lastima la enfermedad. No puedes eliminar de ti el odio. Espera en Dios, que es el médico. Por ti pendió de un madero y aún no se ha vengado. ¿De qué quieres tú vengarte? Odias sólo con el fin de vengarte. Contempla colgado a tu Señor, contémplalo colgado y como dándote órdenes a ti desde el tribunal que es el madero. Contémplale colgado y haciendo de su sangre una medicina para ti, que estás enfermo. Contémplale colgado. ¿Quieres vengarte? ¿Deseas vengarte? Contémplale colgado y escucha su oración: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Sermón 49, 8-9).

Amantes de la piedad

"En cuanto me ha sido posible, he insistido, sobretodo, en que este es el tiempo de humillar el alma; y, aunque no sea necesaria mi amonestación, no puedo callar otra cosa, pensando en los errores de algunos hombres que, mediante engaños de palabras sin contenido y costumbres perversas, no cesan de hacer fatigosa nuestra preocupación por vosotros. Hay quienes durante la cuaresma manifiestan ser más amantes de los placeres que de la piedad; más que mortificar las antiguas pasiones, buscan nuevas exquisiteces. Con abundancia y costosas provisiones de diversos frutos intentan superar los sabores y variedades de cualesquiera otras viandas. Temen, como si fuesen inmundas, las ollas en que se cuece la carne, y no temen en la suya la lujuria y la gula. Ayunan, pero no para moderar con la templanza la voracidad acostumbrada, sino para aumentar, difiriendo el saciarlo, su apetito inmoderado. Pues, cuando llega el momento de la comida, se abalanzan sobre las opíparas mesas como las bestias sobre el pesebre. Con las abundantísimas viandas sepultan los corazones y ensanchan sus vientres, y con extrañas y artificiosas variedades de condimentos estimulan la gula por si la abundancia la tiene ahogada. Para acabar, es tal la cantidad de alimentos que toman, que no pueden digerirlos ni aún ayunando” (Sermón 210, 10).

Haz la paz con tu hermano

"Os he recordado lo que debéis hacer, juntamente conmigo, en estos días de ayuno, prácticas devotas y continencia para poneros en paz con vuestros hermanos. ¡Que yo que me apeno de vuestras discordias, pueda gozarme de vuestra paz! Perdonándonos mutuamente cualquier queja que uno tenga contra otro, celebremos con confianza la Pascua, celebremos con confianza la pasión de quien, sin deber nada, pagó el precio en vez de los deudores. Me refiero a Jesucristo el Señor, que a nadie ofendió y a quien casi todo el mundo ofendió, y, en vez de exigir tormentos, prometió premios. A Él le tenemos como testigo en nuestros corazones, para que, si hemos ofendido a alguien, pidamos perdón con corazón sincero; y, si alguien nos ofendió, estemos dispuestos a concederlo y a orar por nuestros enemigos" (Sermón 211, 6).

Pidamos perdón al hermano

"Lo digo, pues, a todos: varones y mujeres, pequeños y grandes, laicos y clérigos, e incluso a mí mismo. Escuchémoslo todos, temamos todos. Si hemos ofendido a nuestros hermanos, si todavía se nos da un margen de tiempo para vivir, es que aun no nos ha llegado la muerte; y, si aun vivimos, aun no hemos sido condenados. Mientras nos dure la vida, hagamos lo que nos manda nuestro Padre, que será el juez divino; pidamos perdón a nuestros hermanos, a los que quizá ofendimos en algo y en algo les dañamos... Arrepiéntase ante Dios, castigue su corazón en presencia del Señor, y, si no puede decir: 'Perdóname', porque no es conveniente, háblele con dulzura, pues ese dirigirse a él con dulzura equivale a pedirle perdón" (Sermón 211, 4).

El cristiano y el perdón

"Por el contrario, hermanos, considerad el mal que encierra no perdonar al hermano arrepentido, cuando el precepto manda amar incluso a los enemigos. Si así están las cosas, según lo que está en la Escritura: No se ponga el sol sobre vuestra ira, considerad, amadísimos, si puede llamarse cristiano quien no quiere dar fin ni siquiera en estos días, a las enemistades, que nunca debió dejar existir" (Sermón 210, 12).

Cese toda enemistad

"Si existe alguna enemistad que nunca debió nacer o, al menos, debió morir luego, pero que fue capaz de perdurar en la vida de los hermanos hasta estas fechas, sea por dejadez, sea por obstinación o vergüenza, fruto no de la modestia, sino de la soberbia, que al menos ahora deje de existir... Todo esto lo obra la caridad, que actúa sin maldad. En la medida en que tenéis caridad, hermanos míos, ejercitadla viviendo bien, y, en la medida en que os falte, conseguidla con la oración" (Sermón 209, 1).

Quita la ira del corazón

"¿Qué decir ahora de aquella obra de misericordia que no comporta sacar nada ni de la dispensa ni de la cartera, sino sólo extraer del corazón lo que comienza a ser más dañino si queda allí dentro que si sale fuera? Me refiero a la ira contra cualquiera anidada en el corazón. ¿Hay cosa más necia que evitar el enemigo exterior y retener otro mucho peor en lo íntimo de las entrañas?... Lo primero que tenéis que conseguir es, pues, que no os coja airados la puesta de este sol, para que el sol de justicia no abandone al alma misma. Pero si la ira ha permanecido en el pecho de alguno hasta hoy, expúlsela al menos ahora, próximo ya el día de la pasión del Señor, quien no se encolerizó contra sus asesinos, por quienes derramó súplicas y la sangre cuando colgaba del madero. Si con suma desfachatez ha resistido hasta estos santos días en el corazón de algunos de vosotros la ira, arrójela de allí al menos ahora, para que la oración avance segura, sin tropiezos, sin sacudidas, y no tenga que callar bajo las punzadas de la conciencia" (Sermón 208,2).

Ayunad de discordias y porfías

"Ante todo, hermanos, ayunad de porfías y discordias. Acordaos del profeta que reprobaba a algunos, diciendo: 'En los días de vuestro ayuno se manifiestan vuestras voluntades, puesto que claváis el aguijón a cuantos están bajo vuestro yugo y herís a puñetazos; vuestra voz se oye en el clamor...' Dicho lo cual, añadió: 'No es este el ayuno que yo he elegido, dice el Señor.' Si queréis gritar, repetid aquel clamor del que está escrito: 'Con mi voz clamé al Señor.' No es un clamor de lucha, sino de caridad; no de la carne, sino del corazón. No es aquel del que se dice: 'Esperaba que cumpliese la justicia, y, en cambio, obró la iniquidad; esperaba justicia, pero sólo hubo clamor. Perdonad, y se os perdonará; dad, y se os dará. Estas son las dos alas de la oración con las que se vuela hacia Dios perdonar al culpable su delito y dar al necesitado" (Sermón 205, 3).

Las dos alas de la oración

“¡Con qué celeridad se reciben en el cielo las oraciones de los que obran bien! Y esta bondad del hombre en la vida presente es el ayuno, la limosna, la plegaria. ¿Quieres que tu oración vuele a Dios? Dótala de dos alas: del ayuno y de la limosna. Nos encuentre el Señor aparejados de este modo para que la luz y la verdad de Dios nos hallen llenos de confianza cuando venga a librarnos de la muerte el que ya vino a padecer la muerte por nosotros" (Comentario al salmo 42, 8).

Imitar la mesa del pobre

"Hay otros que dejan el vino para irse tras otros licores extraídos del jugo de otras frutas, no por motivos de salud, sino por deleite, como si la cuaresma, en vez de ser tiempo de piadosa humillación, fuese ocasión de un nuevo placer. En el caso de que una enfermedad de estómago impidiese beber agua, ¿no sería más honesto usar con moderación el vino acostumbrado que buscar otros vinos que no conocen la vendimia ni el lagar, no por elegir una bebida más pura, sino por despreciar la más vulgar? ¿Hay cosa más absurda que procurar tantas exquisiteces a la carne precisamente en el tiempo en que debe ser mortificada con mayor intensidad, de forma que sea la misma gula la que no quiera que pase la cuaresma? ¿Hay actitud más incongruente que vivir en estos días de humillación, en que todos han de imitar la mesa del pobre, de tal manera que, en el caso de vivir así a diario, ni siquiera los ricos lo podrían soportar? Estad atentos, pues, amadísimos; pensad en lo que está escrito: no vayas tras tus concupiscencias, ¡cuánto más en estos días, en que resulta tan bochornoso conceder a nuestra pasión los placeres desacostumbrados, que hasta se reprende, con razón, a quien no modera los acostumbrados!” (Sermón 210, 11).

La oración limosnera

"En estos días, nuestra oración sube al cielo con la ayuda de las piadosas limosnas y los parcos ayunos, pues no es ningún descaro que un hombre pida a Dios misericordia si él no la ha negado a otro hombre y si la serena mirada del corazón de quien pide no se encuentra turbada por las confusas imágenes de los deleites carnales. Sea pues, casta nuestra oración, no sea que deseemos no lo que busca la caridad, sino lo que ambiciona la pasión; evitemos pedir cualquier mal para los enemigos, no sea que, pudiendo dañarles o vengarnos de ellos, mostremos nuestra crueldad en la oración. Del mismo modo que nosotros alcanzamos la buena disposición para orar mediante la limosna y el ayuno, así también nuestra misma oración se convierte en limosnera cuando se eleva no sólo por los amigos, sino hasta por los enemigos, y se abstiene de la ira, del odio y de otros vicios perniciosos. Si nosotros nos abstenemos de los alimentos, ¡cuánto más debe abstenerse ella de los venenos!... Absténganse, pues, siempre del odio, y aliméntese siempre del amor " (Sermón 207, 3).

La oración

"Vuestros ayunos no sean como los que condena el profeta al decir: No he sido yo quien eligió este ayuno, dice el Señor. Fustiga el ayuno de la gente pendenciera; busca el de los piadosos. Condena a quienes aprietan y busca quienes aflojen. Acusa a los cizañeros, busca libertadores. Este es el motivo por el que estos días refrenáis vuestros deseos de cosas lícitas, para no sucumbir ante lo ilícito… De esta forma, nuestra oración, hecha con humildad y caridad, con ayuno y limosnas, templanza y perdón, practicando el bien y no devolviendo mal por mal, alejándonos del mal y entregándonos a la virtud, busca la paz y la consigue. La oración, en efecto, ayudada con las alas de tales virtudes, vuela y llega más fácilmente al cielo, adonde nos precedió Cristo, nuestra paz" (Sermón 206, 3).

Reconcíliate

"Quien odia a su hermano camina, sale, entra, se mueve sin el peso de cadena alguna y sin verse recluido en ninguna cárcel; no obstante, está aprisionado por la culpa. No pienses que está libre de la cárcel; su cárcel es su corazón. Cuando escuchas: Quien odia a su hermano está aún en las tinieblas, no has de despreciar tales tinieblas. Por eso añadió: Quien odia a su hermano es un homicida. ¿Caminas tranquilo odiando a tu hermano? ¿Rehúsas reconciliarte con él a pesar de que Dios te concede tiempo para ello? Advierte que eres un homicida, y sigues con vida; si el Señor se airase contra ti, al instante serías arrebatado envuelto en el odio a tu hermano. Dios te perdona, perdónate a ti mismo; haz las paces con tu hermano. ¿Acaso quieres tú pero no quiere él? A ti te basta con eso. Tienes un motivo más para compadecerte de él, pero tú estás libre y puedes decir con tranquilidad: Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Sermón 211, 2).

Acordáos de los pobres

"Ante todo, acordaos de los pobres; de esta forma depositáis en el tesoro celeste aquello de que os priváis viviendo más sobriamente. Reciba Cristo hambriento lo que al ayunar recibe de menos el cristiano. La mortificación voluntaria sirve de sustento para quien nada tiene. La escasez voluntaria del rico sea abundancia necesaria para el pobre. Resida también en el alma amansada y humilde la misericordiosa disponibilidad para el perdón. Solicite el perdón quien hizo la ofensa; concédalo quien la recibió, para no caer en manos de Satanás, cuyo triunfo es la discordia entre los cristianos. Gran garantía comporta esta limpieza que consiste en perdonar a tu consiervo para que te perdone tu Señor" (Sermón 210, 12).

La Limosna

“Ejercitemos, pues el deber de la limosna, tanto más generosa y frecuente cuanto más se acerca el día en que celebramos la limosna que se nos hizo a nosotros. El ayuno sin misericordia, de nada sirve a quien lo hace" (Sermón 207, 1).

Tiempos Sagrados, perdón inmediato

"Ahora, pues, me dirijo a todos vosotros, dado lo sagrado de estos días, para que desaparezcan vuestras discordias. Pienso que alguno de vosotros, conscientes de estar enemistados con los hermanos,  habéis reflexionado en vuestro interior, y hallado que no sois vosotros los ofensores, sino los ofendidos. Y, aunque ahora no me lo digáis, porque soy yo quien debe hablar estando en este lugar, mientras que lo vuestro es callar y escuchar, con todo, quizá, en vuestra reflexión penséis y os digáis: Yo quiero hacer las paces, pero fue él quien me dañó, él quien me ofendió y no quiere pedir perdón. ¿Qué he de hacer? ¿He de decirle: vete tú y pídele perdón? De ningún modo. No quiero que mientas; no quiero que digas: Perdóname, tú que sabes que no ofendiste a tu hermano. ¿Qué te aprovecha en convertirte en tu acusador? ¿Qué esperas que te perdone aquel a quien no dañaste ni ofendiste? De nada te aprovechará; no quiero que lo hagas. ¿Estás seguro, has examinado el caso detenidamente, sabes que fue él quien te ofendió a ti, no tú a él? Lo sé, respondes. Repasa tu conciencia sobre ese conocimiento seguro. No vayas al hermano que te ofendió, y menos a pedirle perdón. Entre vosotros dos debe haber otros pacificadores que le insten a que se adelante a pedirte perdón; a ti te basta con estar dispuesto a perdonar, dispuesto a hacerlo de corazón. Si estás dispuesto a perdonar, ya has perdonado. Pero tienes algo todavía por lo que orar: ora por él para que te pida perdón; sabiendo que le es dañoso el no pedirlo, ruega por él para que lo pida. Di al Señor en tu oración: Señor, tú sabes que no he sido yo quien ofendió a aquel hermano mío, sino más bien él a mí; sabes también que le daña el haberme ofendido, si no me pide perdón; yo, con el mejor deseo, te suplico que le perdones” (Sermón 211, 5).