La Palabra está en todo

"Si esto sucede así con la palabra que suena, ¿qué no sucederá con la Palabra todopoderosa? Así como esta nuestra voz se hace presente totalmente en los oídos de cada uno de los oyentes, y no son tantas mis palabras cuantos son vuestros oídos, sino que una sola palabra llena muchos oídos, sin dividirse, siendo íntegra para todos, pensad lo mismo de la Palabra de Dios, que está toda en el cielo, toda en la tierra, toda entre los ángeles, toda junto al Padre, toda en seno de la Virgen, toda en la eternidad, toda en la carne, toda en los infiernos cuando fue a visitarlos, toda en el paraíso a donde llevó al ladrón. Todo esto lo he dicho acerca del sonido" 
(Sermón 28, 4).

El fin de la Escritura es el Amor

"El compendio de todo lo expuesto desde que comenzamos a tratar de los objetos o cosas, es entender que la esencia y el fin de toda la divina Escritura es el amor de la Cosa que hemos de gozar y de la cosa que con nosotros puede gozar de Ella, pues para que cada uno se ame a sí mismo no hubo necesidad de precepto. Para que conociésemos esto y lo ejecutásemos se hizo por la divina Providencia para nuestra salud eterna toda la dispensación temporal de la cual debemos usar no con cierto gozo y amor permanente y final en ella, sino más bien pasajero, es decir, que la amemos como amamos la vía, el vehículo u otra clase de medios, si puede expresarse con palabras más propias; de modo que amemos las cosas que nos llevan al último fin por aquel último fin a donde nos llevan"
 (Sobre la doctrina cristiana 1, 35, 39).

Ignoro mucho de la Escritura

"Me extraña que no sepas que ignoro muchas cosas, no sólo en otras disciplinas, sino en las mismas santas Escrituras; en ellas es mucho más lo que ignoro que lo que sé. Pero creo que no es estéril la esperanza que pongo en el nombre de Cristo, porque no sólo he creído a mi Dios, que me enseña que en los dos preceptos se encierran la Ley y los Profetas, sino que lo he experimentado y lo experimento cada día: siempre que descubro algún sacramento o alguna palabra muy oscura de las sagradas letras, hallo los mismos preceptos: El fin del precepto es la caridad del corazón puro, de la conciencia buena y de la fe no fingida. Y también: la plenitud de la ley es la caridad"
 (Carta 55, 21, 38).

La Escritura es Santa

"La Escritura es santa, es veraz, es irreprensible. Toda Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para argüir: útil para la exhortación, para la doctrina. De nada hay que acusar a la Escritura si, tal vez nosotros, no habiéndola entendido, nos desviamos en algo. Cuando la comprendemos, somos rectos; cuando, no entendiéndola, somos malos, es porque la abandonamos a ella, que es recta. Aunque nosotros nos corrompamos, no la corrompemos a ella, que se mantiene recta, para que volvamos a ella para ser corregidos. Con el fin de ejercitarnos a nosotros, la misma Escritura habla en muchos lugares como carnalmente, aunque la ley es siempre espiritual... Aunque ella es espiritual, con frecuencia, no obstante, con los carnales camina casi carnalmente. Pero no quiere que permanezcamos carnales, como la madre que gusta de nutrir a su pequeño, pero no desea que permanezca pequeño. Lo lleva en su seno, lo atiende con sus manos, lo consuela con sus caricias, lo alimenta con su leche. Todo esto hace al pequeño, pero desea que crezca, para no tener que hacer siempre tales cosas"
 (Sermón 23, 3).

Allá no necesitarás las Escrituras

"En presencia de aquel día, no habrá necesidad de lámparas, ni se nos leerán los profetas, ni se abrirán las epístolas del Apóstol, ni iremos en busca del testimonio de Juan, ni necesitaremos siquiera del Evangelio mismo. Desaparecerán, pues, todas las Escrituras, que, como lámparas, estaban encendidas en la noche de este siglo con el fin de no dejarnos en tinieblas. Una vez desaparecidas todas esta lámparas, para que nadie crea que nos son necesarias para alumbrarnos, y que los hombres mismos de Dios que nos suministraron estas lámparas vean en nuestra compañía aquella verdadera y clara luz; retirados, digo, ya como inútiles, todos estos adminículos, ¿qué es lo que veremos? ¿Qué será lo que apaciente nuestra inteligencia? ¿Qué será lo que alegre nuestra vista? ¿Cuál será el principio de la alegría aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni ha experimentado jamás corazón humano alguno? ¿Qué será lo que veremos? Os pido que améis conmigo y que corráis en la misma fe que yo. Deseemos y suspiremos por la patria del cielo y que nos creamos peregrinos aquí abajo. ¿Qué será lo que entonces veremos? Que lo diga ahora mismo el Evangelio: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.Vendrás a la fuente de donde se esparció sobre ti aquel rocío" 
(Comentario a Juan 35, 9).

Nos dio las Escrituras

"Bendito sea Dios, que nos dio las Escrituras santas. No cerréis los ojos al resplandor de esta luz. El resplandor se engendra de la luz, y, con todo eso, el resplandor es coeterno a quien lo engendra. Siempre existió la Luz y siempre su resplandor. Ella engendró su Resplandor, pero ¿acaso estuvo alguna vez sin su Resplandor? Séale permitido a Dios engendrar desde la eternidad. Os ruego paréis mientes en aquel de quien hablamos. Oíd, reflexionad, creed y comprended: hablamos del mismo Dios"
 (Sermón 118, 2).

La Palabra es lámpara

"Entre tanto no falte en esta noche la lámpara. Y esto es quizá lo que hacemos ahora, pues, al exponer estas palabras de la Escritura, presentamos la lámpara para que nos alumbre en esta noche; la cual debe estar siempre encendida en vuestras moradas. Pues se dice a los tales: No apaguéis vuestro espíritu. Y como explicando a quién se refiere, prosigue: no despreciéis la profecía, es decir, luzca siempre en vosotros la lámpara. Con todo, esta luz es noche sin duda en comparación de cierto día inefable" 
(Comentarios a los Salmos 76, 4).

Beber de su evangelio

"Porque no solamente Pedro ata y desata los pecados, sino la Iglesia entera; como tampoco solamente Juan bebió en las fuentes del divino pecho que en el principio el Verbo Dios estaba en Dios y todas las otras cosas sublimes acerca de la divinidad de Cristo y de la Unidad y Trinidad de la divinidad, que en aquel reino se han de contemplar cara a cara, mas ahora, hasta que el Señor venga, son vistas como en un espejo y en figura, cosas que El dejaría escapar en su predicación. Mas el Señor mismo difundió por todo el mundo su Evangelio para que todos, cada uno según su capacidad, bebiesen de él" 
(Comentario a Juan 124, 7).

Nos sostiene el rocío de la Palabra

“Luego en este mundo no debemos desear la hartura. Aquí ha de sentirse la necesidad; allí seremos saciados. Pero ahora, para no desfallecer en el desierto, nos sostiene el rocío de la palabra de Dios y no permite que nos sequemos por completo a fin de que no tengamos nueva aspiración de lo nuestro, sino que de tal modo sintamos sed, que bebamos. Mas para beber, ahora somos rociados por alguna gracia suya; sin embargo, sentimos sed"
 (Comentarios a los Salmos 62, 3).

La Palabra nos resucita

"Son los muertos que resucita la palabra de Dios para que vivan en fe. La infidelidad tenía los muertos, la palabra de Dios los alza del sepulcro. Esa es la hora de la que dijo el Señor: Hora vendrá, y es la de ahora... Al conjuro de su palabra resucitaban los muertos de la infidelidad, de los que dijo el Apóstol:Despierta tú que duermes y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo. Esta especie de resurrección es la resurrección espiritual, la resurrección del hombre interior, la resurrección del alma"
 (Sermón 127, 7).

El evangelio es vida

"Y sólo un alma impía puede contradecir al Evangelio. Pero aquí aparece y me viene a las mientes lo que diré. Sólo un alma muerta puede contradecir la vida. El Evangelio es vida, y la impiedad o infidelidad es la muerte del alma. He ahí cómo puede morir, aun siendo inmortal. Pues ¿cómo es inmortal? Porque siempre hay una vida que en ella nunca se extingue. ¿Y cómo muere? No dejando de ser vida, sino perdiendo la vida. Porque el alma es vida para otro elemento y ella misma tiene su vida"
 (Sermón 65, 5).

La Palabra viva de Dios

"El Evangelio y la palabra viva de Dios, que penetra hasta el fondo de nuestras almas y busca el quicio del corazón, se nos ofrece saludablemente a todos nosotros y a nadie pasa la mano adulatoriamente, si el hombre no se la pasa a sí mismo. He aquí que se nos ha propuesto como un espejo en el que podemos mirarnos todos; si tal vez advertimos una mancha en nuestro rostro, lavémosla con esmero para no tener que avergonzarnos cuando volvamos a mirarnos al espejo… En efecto, si ahora se hiciese presente en su carne Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, pero se quedase callado de pie ante nosotros, ¿de qué nos aprovecharía? Si, pues, fue provechoso por su palabra, también ahora sigue hablando cuando se lee el evangelio"
 (Sermón 301 A, 1).

La Palabra divina es saludable

"Toda palabra divina es saludable para quienes la entienden bien, y perjudicial para los que pretenden, según la perversidad de su corazón, torcerla antes que corregir su corazón conforme a la rectitud de ella. Esta es una costumbre de los hombres de inigualada perversidad, puesto que, debiendo vivir conforme a la voluntad de Dios, quieren que Dios viva según la suya. Y, no queriendo corregirse, pretenden hacer depravado a Dios, pensando que no es recto lo que Dios quiere, sino lo que ellos desean... Dije que el corazón del hombre aparta de sí la severidad de la palabra de Dios y que da cabida malamente en sí a los halagos de la incitadora serpiente. Contra estos se pronuncia la palabra divina y en este salmo nos previene contra ellos" 
(Comentarios a los Salmos 48, 1, 1).

Es pan para la mente

"¿Qué significa, por tanto, Danos hoy nuestro pan de cada día? Vivamos de tal modo que no seamos apartados de tu altar. También la palabra de Dios, que día a día se os explica y en cierto modo se os reparte, es pan de cada día. Y del mismo modo que los vientres tienen hambre de aquel pan, así las mentes la sienten de éste. También este lo pedimos sin añadir nada más; en el pan de cada día se incluye cuanto es necesario en esta vida para nuestra alma y para nuestro cuerpo"
 (Sermón 58, 5).

Gozar de haber comprendido

"Lo que ahora se ha oído y con atención escuchado al leerse el santo evangelio no dudo de que hemos puesto todo empeño en comprenderlo, y que cada uno de nosotros ha comprendido según su capacidad lo que ha podido de esta materia tan elevada que se ha terminado de leer, y que nadie se lamentará de no haber gustado del pan de la palabra que en la mesa se ha puesto. Sin embargo, si existe también alguien que ha calado suficientemente el sentido de todas las palabras de nuestro Señor Jesucristo oídas ahora, que lleve con paciencia el ejercicio de nuestro ministerio hasta que (si nos es posible en el curso de la exposición con la ayuda de Cristo) consigamos que todos o muchos lleguen a comprender lo que unos pocos solamente se gozan de haberlo comprendido ya"
 (Comentario a Juan 34, 1).

El pan cotidiano

"Existe otro pan cotidiano: el que piden los hijos. Es la palabra de Dios que se nos ofrece día a día. Nuestro pan es cotidiano: con él viven las mentes, no los vientres. Es necesariotambién para nosotros, que trabajamos ahora en la viña; es alimento, no recompensa. Dos cosas debe al jornalero quien le arrienda para trabajar en la viña: el alimento para que no decaiga, y la recompensa de que se alegre.Nuestro alimento cotidiano en esta tierra es la palabra de Dios que se distribuye siempre a las iglesias; nuestra recompensa, posterior al trabajo, se llama vida eterna"
 (Sermón 56, 10).

Lo que dice nos nutre

"En el examinar y comentar, amadísimos hermanos, el significado de la Sagrada Escritura debe guiarnos su evidentísima autoridad, de manera que, partiendo de lo que dice claramente para nutrirnos, se descubra con fidelidad lo que se dijo envuelto en oscuridad para ejercitarnos. ¿Quién hay que se atreva a exponer los misterios divinos de forma distinta a como pregonó y prescribió el corazón y la boca del Apóstol?"
 (Sermón 363, 1).

Nos apacienta

"En toda la abundancia de las Sagradas Escrituras se nos apacienta con las cosas claras y se nos intriga con las oscuras. En un caso se nos quita el hambre y en otro el fastidio" 
(Sermón 71, 11).

Obra del dedo de Dios

"Se elevó tu majestad sobre los cielos, puesto que tu majestad excede a la elocuencia de todas las santas Escrituras. Por la boca de los niños y lactantes llevaste a cabo la alabanza para que comiencen por la fe de la Escritura quienes desean llegar al conocimiento de tu majestad, la cual se elevó sobre la Escritura, porque traspasa y supera los elogios de todas las palabras humanas. Dios rebajó las Escrituras hasta la capacidad de los niños y lactantes, conforme se canta en otro salmo:Inclinó el cielo y descendió…Cuando se entienden las Escrituras, llevadas hasta la lenta comprensión de los infantes, y cuando por la humildad de la fe histórica que se llevó a cabo en el tiempo, estando ya nutridos y fortalecidos en las cosas que dan firmeza, se elevan hasta la sublimidad de la inteligencia de las cosas eternas. Estos cielos ciertamente, es decir, estos libros, son obras de los dedos de Dios, puesto que fueron compuestos obrando el Espíritu Santo en sus santos, ya que quienes más bien atendieron a su propia gloria que a la salud de los hombres hablaron sin tener el Espíritu Santo, en quien se halla la sublime liberalidad de la misericordia de Dios"
 (Comentarios a los Salmos 8, 8).

Los autores de las Escrituras

"Constituyó como montes de Israel a los autores de las Escrituras divinas. Apacentaos allí para hacerlo con seguridad. Cuanto oigáis que procede de allí deleite vuestro gusto; rechazad cuanto es extraño. No os extraviéis en la niebla, oíd la voz del pastor. Reuníos en los montes de la Sagrada Escritura. Allí se encuentran las delicias de vuestro corazón; nada hay venenoso, nada extraño; hay pastos ubérrimos. Vosotras venid sanas, apacentaos sanas en los montes de Israel"
 (Sermón 46, 24).

Amar las cosas eternas

"La Escritura no cesa de intimarnos que, despreciando las cosas temporales, amemos las eternas. Cada página nos lo advierte, a veces manifiestamente, otras veces de forma oscura y misteriosa, pero nadie se sienta defraudado al ver que la página divina habla de forma oscura. Donde se te presenta manifiesta la voluntad de Dios, es decir, donde está clara, ámala. Ámala cuando te amonesta claramente. Pero es igual cuando se te manifiesta claramente que cuando se presenta de forma oscura. La misma es cuando está al sol que cuando está a la sombra. Has de seguirla tal cual la encuentras escrita" 
(Sermón 45, 3).

Sana las enfermedades del alma

"Nuestro Dios y Señor, curando y sanando cualquier clase de enfermedad del alma, presentó muchos medicamentos a través de las Santas Escrituras. Al leer las lecturas divinas, eran como sacadas del botiquín.Mediante nuestro ministerio han de ser aplicados a nuestras heridas. No obstante, no pretendamos ser como ayudantes del médico, de los que se sirve para sanar a otros, como si nosotros ya no necesitáramos de curación. Si tratamos de ir a consultarle, si con toda sinceridad nos entregamos a sus manos para ser curados, todos quedaremos sanos. Se han leído muchas cosas, grandes y necesarias. Aunque todas sean así, sin embargo, algunas están más ocultas en las Escrituras para solicitar a los investigadores. Otras, en cambio, están puestas a la vista y manifiestamente para que curen a quienes lo deseen. Este salmo contiene grandes misterios"
 (Sermón 32, 1).

La medicina de las Escrituras

"Toda enfermedad del alma tiene en la Sagrada Escritura su propia medicina. El que enferma de tal modo que dice estas cosas en su corazón, beba el medicamento de este salmo. ¿Cuál es esta enfermedad? Oigamos de nuevo aquello que decías. ¿Me preguntas que decía? Lo que ves. Campean los malos; sufren los buenos. ¿Cómo es que Dios tolera estas cosas? Toma, bebe; aquel de quien murmuras te prepara esta bebida; no rehúses tan saludable bebida, adapta la boca de tu corazón mediante el oído y bebe lo que oyes:No emules a los malvados ni los sigas, cometiendo iniquidad. Porque, como heno, pronto se secarán, y como hierba del prado, luego perecerán"
 (Comentarios a los Salmos 36, 1, 3).

Saborea las Escrituras

"Como no deben permanecer siempre ásperos y como sin condimento estos alimentos, por eso hablamos en la Iglesia de Dios, en nombre de Cristo, a los alimentados y a los que lo deben ser, pues no deben los cristianos abstenerse de saborear este alimento de las Santas Escrituras, de las cuales el mundo se halla apartado. Si las cosas que con frecuencia oísteis las rumiasteis con gozo en el paladar del pensamiento y no las echasteis por olvido como en saco roto, vuestro mismo recuerdo y la memoria nos podrá ayudar sobremanera para no hablar largamente, como a incultos, al exponer las cosas que sabemos conocéis. Recuerdo que habéis oído muchas veces lo que ahora os repito: que apenas encontraréis un salmo que no hable de Cristo y la Iglesia, o Cristo solo, o la Iglesia sola, la cual en parte somos también nosotros" 
(Comentarios a los Salmos 59,1).

La Escritura es un espejo

"Pero la rectitud de Dios no agrada al malvado. ¿Quieres que te agrade quien es recto? Sé tú mismo recto. Júzgate a ti mismo; no te perdones. Castiga, corrige, enmienda lo que en ti con razón te desagrada. Sea para ti la Sagrada Escritura como un espejo. El espejo tiene un resplandor que no miente, ni adula ni ama a unas personas con exclusión de otras. Eres hermoso; hermoso te ves allí; eres feo, feo te ves allí. Pero si te acercas siendo feo, y como tal allí te ves, no acuses al espejo. Vuelve a tu interior; el espejo no te engaña; no te engañes a ti mismo. Júzgate, entristécete de tu fealdad, para que al marchar y alejarte triste, corregida la fealdad, puedas retornar hermoso"
 (Sermón 49, 5).

La profundidad de las Escrituras

Porque es tal la profundidad de las Escrituras cristianas, que mi adelantamiento no tendría fin, aunque me ocupara en estudiarlas a ellas solas desde la primera infancia hasta la decrépita senectud, con holgura completa, con extremo afán y con mayor ingenio.
No es tanta la dificultad cuando se trata de saber las cosas que son necesarias para la salvación.
Pero una vez afianzada la fe, sin la cual no se puede vivir piadosa y rectamente, quedan para los eruditos tantos problemas, tan velados entre múltiples sombras misteriosas; hay tan profunda sabiduría no sólo en las palabras en que los problemas se presentan, sino también en los problemas reales que se pretenden desvelar, que a los más veteranos, agudos, ardientes en el afán de conocer, les acaece lo que la misma Escritura dice en cierto lugar: Cuando el hombre termina, entonces empieza
(Carta 137, 1, 3).

Ahí está la verdad absoluta


"Créeme, todo lo que se encierra en esos libros es grande y divino: ahí está la verdad absoluta y ahí la ciencia más a propósito para alimento y medicina de las almas, y tan a medida de todos, que nadie que se acerque a beber de ella según lo exige la auténtica religión, queda insatisfecho. La prueba de esto exige una disertación amplia con abundantes argumentos; pero hay que lograr primero que desaparezcan de ti los movimientos de aversión que tienes para esos autores; después, que llegues a amarlos, siguiendo un camino que no sea la exposición de sus opiniones y escritos"
(De la utilidad de creer 6, 13).

Venera la Palabra de Dios


"Por tanto, no entiendes, entiendes poco, no llegas a percibir; venera la Escritura de Dios, honra la palabra de Dios, aun la que no es patente; pospón la inteligencia a la piedad. No seas insolente censurando de oscuridad o malignidad a la Escritura. Nada hay en ella injusto; y, si hay algo oscuro, no es para que se te niegue su entendimiento, sino para hacer desear lo que ha de recibirse. Luego, si hay algo oscuro, el Médico lo recetó de este modo para que llames; quiso que te ejercitases llamando. Lo quiso así para abrir al que llama. Llamando te ejercitarás; ejercitado, te harás más capaz; siendo más capaz percibirás lo que se da. Luego no te indignes porque esté cerrado. Sé afable, sé manso. No te opongas a las cosas oscuras y digas: "Mejor se diría si se dijese así." ¿Cómo puedes decir o juzgar tú el modo como conviene se diga? Se dijo como debió decirse. No cambie el enfermo los medicamentos, pues el Médico sabe recetar como es debido"
(Comentarios a los Salmos 146, 12).

Verdad y autoridad de la Escritura

"Se ha establecido como en cierta sede, a la que ha de servir toda inteligencia fiel y piadosa. Si algo crea dificultad en estos libros, no está permitido decir: el autor de este libro no dijo verdad, sino o el códice es mendoso, o se equivocó el traductor, o tú no entiendes. Por el contrario, en las obras de autores posteriores, contenidas en innumerables libros, pero que en ningún modo pueden equipararse a la excelencia sacratísima de las Escrituras canónicas, aunque se encuentre en cualquiera de ellas la misma verdad, su autoridad es muy distinta"
(Contra Fausto 11,5).

La Palabra nos corrige

"Pondere cada uno en sí mismo cuánto valga la palabra de Dios para corregir nuestra vida, para esperar el premio y temer las penas. Asimismo, presente cada uno su conciencia sin engaño ante sus ojos y no se lisonjee en tanto peligro, pues veis que el mismo Señor y Dios nuestro no halaga a ninguno. Y si nos consuela prometiéndonos sus bienes y afianzando nuestra fe, sin embargo, a los que viven mal y desprecian su palabra en modo alguno los perdona. Se pregunte asimismo cada uno cuándo hay tiempo y vea dónde está y si persevera en el bien y se aleja del mal"
(Comentarios a los Salmos 49, 1).

En la Palabra todo es armonía

"En verdad,, en verdad os digo que él que oye mi palabra y cree en aquel que me envió, tiene la vida eterna y no viene a juicio, sino que ha pasado; no pasa ahora, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. Fijad la atención en esto: El que oye mi palabra; y no dice: y cree en mí, sino: cree en aquel que me envió. Luego oye la palabra del Hijo para creer en el Padre. ¿Por qué oye tu palabra y ha de creer en otro? Cuando se oye la palabra de alguien, ¿no se da, por ventura, crédito al que la profiere, no se da fe al que habla? ¿Qué es, pues, lo que quiso decir: El que oye mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, sino que su palabra está en mí? ¿Y qué es oír mi palabra sino oírme a mí? Cree en aquel que me envió, porque creer en El es creer a su palabra; y cuando cree a su palabra, cree también en mí, porque la palabra del Padre soy yo. En las Escrituras, todo es armonía y orden y no hay allí contradicción alguna. Elimina tú también toda contradicción de tu corazón y penetre tu inteligencia la armonía de las Escrituras" 
(Comentario a Juan 19, 7).

Nos alimenta con las Escrituras

"Somos obreros que estamos trabajando todavía en la viña; cuando se acabe el día, cuando se acabe el trabajo, se recibirá la recompensa. Pero ¿qué obrero hay que resista en el trabajo hasta recibir la merced si no se alimenta durante el trabajo? Tú no das al obrero sólo la retribución; ¿no le das también el alimento necesario para reparar sus fuerzas? Alimentas, sin duda, al que has de dar la retribución de su trabajo. Por eso el Señor nos alimenta a nosotros, que estamos trabajando, con estos signos de las Escrituras Santas. Si se nos sustrae esta alegría de la inteligencia de estos signos sacramentales, desfallecemos en el trabajo y no habrá quien pueda llegar a la recompensa"
(Comentario a Juan 17, 5).

Fija la raíz en la Palabra

"Escuchen el salmo y sean felices. Instrúyalos el Señor en su ley. Dígales con las palabras de otro salmo: No tengas celos de los malvados ni envidies a los que obran la maldad. Puesto que tú, que sentías celos de ellos y les envidiabas, sólo preguntabas «¿por qué florecen?», escucha lo dicho en la ley de Dios: Porque, como el heno, pronto se secarán. Florece el heno. ¿Hay motivo para que alabes su verdor? Pregunta al verano: Pronto se secarán. Toda carne es heno: el heno se seca, la flor se cae. Mira tú y ve dónde tienes la raíz: La palabra del Señor permanece para siempre. Aquellos impíos florecen como el heno: en invierno está verde, seco en verano. Tú, sin embargo, fija la raíz en la palabra de Dios, que permanece para siempre; sé un árbol verde aunque no lo manifiestes"
 (Sermón 25 A, 1).

Sanó con el Evangelio

"Les decimos: recibís el Evangelio y no recibís la ley; nosotros decimos que el misericordioso dador del Evangelio es el mismo y terrible otorgador de la ley. Aterró con la ley y sanó con el Evangelio a los convertidos, a los que había aterrado con la ley para que se convirtieran. El Emperador dio la ley, y hubo muchas transgresiones contra la ley. Esa ley que dio el Emperador no sabía sino castigar a los transgresores. Faltaba, pues, que, para eliminar esos delitos, viniera con indulgencia aquel que había enviado por delante la ley. Pero ¿qué dice el corazón perverso cuando afirma que recibe el Evangelio y rechaza la ley? ¿Por qué la rechaza? «Porque, según dice, está escrito: Tentó Dios a Abrahán. ¿Cómo adoraré a un Dios que tienta?» Pues adora a Cristo, a quien tienes en el Evangelio. El te invita a entender la ley. Pero como los maniqueos tampoco pasaron a Cristo, se quedaron con su fantasma. Porque no adoran a Cristo tal como es predicado en el Evangelio, sino tal como ellos se lo han fingido" 
(Sermón 2, 2).

Viene la Palabra y Riega

"Y tienen el rocío del cielo, porque sobre todos desciende la palabra de Dios desde el cielo. Viene la palabra de Dios y riega. Pero mira quién riega y lo que riega. Riega a unos y a otros, a saber, a los buenos y a los malos. Pero los malos convierten la buena lluvia en raíz de zarzas, mientras que los buenos convierten la lluvia en fruto bueno. Al mismo tiempo llueve el Señor sobre la mies y sobre el zarzal; pero llueve en la mies para el granero, y llueve en el zarzal para el fuego. Sin embargo, la lluvia es única. Así, la palabra de Dios llueve sobre todos. Vea cada uno qué raíz tiene y para qué aprovecha la buena lluvia. Si se aprovecha para criar zarzas, ¿habrá que acusar a la lluvia de Dios? Antes de llegar a la raíz, esa lluvia es dulce. Dulce es la palabra de Dios antes de llegar al corazón malo; pero éste convierte en fraude la lluvia de Dios, la convierte en hipocresía, la lleva a las raíces de las concupiscencias malas, a sus perversidades y depravaciones" 
(Sermón 4, 31).