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El don de Dios

“Hoy celebramos la santa festividad del día sagrado en que vino el Espíritu Santo. La fiesta, grata y alegre, nos invita a deciros algo sobre el don de Dios, sobre la gracia de Dios y la abundancia de su misericordia para con nosotros, es decir, sobre el mismo Espíritu Santo. Hablo a condiscípulos en la escuela del Señor. Tenemos un único maestro, en el que todos Hoy celebramos la santa festividad del día sagrado en que vino el Espíritu Santo. La fiesta, grata y alegre, nos invita a deciros algo sobre el don de Dios, sobre la gracia de Dios y la abundancia de su misericordia para con nosotros, es decir, sobre el mismo Espíritu Santo. Hablo a condiscípulos en la escuela del Señor. Tenemos un único maestro, en el que todos” 
(Sermón 270, 1).

Vino el Espíritu Santo

“La venida del Espíritu Santo ha revestido de solemnidad para nosotros este día, el quincuagésimo después de la resurrección, compuesto de siete semanas. Si contáis las siete semanas, hallaréis sólo cuarenta y nueve, pero se añade la unidad para intimar la unidad. ¿En qué consistió la venida misma del Espíritu Santo? ¿Qué hizo? ¿Cómo mostró su presencia? ¿De qué se sirvió para manifestarla? Todos hablaron en las lenguas de todos los pueblos. Estaban reunidos en un lugar ciento veinte personas, número sagrado que resulta de multiplicar por diez el número de los apóstoles. ¿Cómo sucedió, pues? ¿Cada uno de aquellos sobre los que vino el Espíritu Santo hablaba una de las lenguas, unos una y otros otras, como repartiendo entre ellos las de todos los pueblos? La realidad fue distinta: cada hombre, un solo hombre, hablaba las lenguas de todos los pueblos. Un solo hombre hablaba las de todos los pueblos: he aquí simbolizada la unidad de la Iglesia en los idiomas de todas las naciones. También aquí se nos intima la unidad de la Iglesia católica difusa por todo el orbe” 
(Sermón 268, 1).

El día cincuenta

“Este día cincuenta es recomendado también en las Escrituras; no sólo en el Evangelio, por haber venido en él el Espíritu Santo, sino también en los antiguos libros. Según éstos, después de haberse celebrado la Pascua con el sacrificio del Cordero, se cuentan cincuenta días hasta aquel en que, en el monte Sinaí, por medio del siervo de Dios Moisés, se dio la ley escrita por el dedo de Dios. Ahora bien, en los libros del Evangelio se declara abiertamente que el dedo de Dios es el Espíritu Santo. Un evangelista dice: Con el dedo de Dios expulso los demonios. Otro evangelista dice lo mismo de este modo: Con el Espíritu de Dios expulso demonios. ¿Quién no preferirá esta alegría de los sacramentos, que irradian esplendores de doctrina, a todos los imperios de este mundo, aunque se desenvuelvan pacíficamente en una inusitada prosperidad?”
 (Epístola 55, 16, 29).