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¿Qué bien mejor que Dios?

"Elegido es nombre laudatorio. ¿O es que puede llamarse elegido también uno que, sin quererlo ni saberlo él, es utilizado para realizar una gran obra de bondad? Porque, así como los malos hacen mal uso de las obras buenas de Dios, así Dios, por el contrario, hace buen uso de las malas obras de los impíos ¡Qué bueno es que los miembros del cuerpo estén tan bien dispuestos como sólo el artífice Dios lo puede hacer!... Los malos usan mal de la luz, ya que, viviendo mal, utilizan la misma luz como instrumento de sus crímenes. El malo que va a hacer algún mal, quiere la luz para no tropezar, él, que ya dentro tropezó y cayó. En lo mismo que teme para su cuerpo, cayó ya su corazón. Luego de todos los bienes de Dios (recorrerlos uno por uno sería demasiado largo) usa mal el que es malo; el bueno, al contrario, usa bien de las maldades de los hombres impíos. ¿Qué bien mejor que Dios? En una ocasión dijo el mismo Señor: Nadie es bueno sino Dios. Luego, cuanto es mejor Él, tanto mejor usa de nuestras maldades"
(Comentario a Juan 27, 10).

Dios es el sumo Bien

"Quien pregunta cómo ha de llegar a la vida bienaventurada, no pregunta otra cosa sino en dónde se encuentra el fin del bien. Es decir, pregunta en dónde se halla, no por depravada y temeraria opinión, sino por cierta verdad, el sumo bien del hombre. Cualquiera ve que no puede residir sino en el cuerpo, en el alma o en Dios, en dos de estos sujetos o en todos ellos. Si descubres que ni el sumo bien ni parte alguna del sumo bien puede hallarse en el cuerpo, quedan sólo el alma y Dios como posible asiento. Si ahora sigues y averiguas que lo que se hizo del cuerpo hay que decirlo también del alma, no te quedará sino Dios como sede del sumo bien del hombre. No es que no haya otros bienes, sino que se llama bien sumo aquel al que los otros dicen referencia. Se es bienaventurado cuando se goza de ese bien, por el cual se quieren poseer las demás cosas, mientras que a ese bien ya no se le ama por otro, sino por sí mismo. Por eso se dice que el fin está en Él, ya que no se encuentra otro a quien referirlo ni a quien reducirlo. En Él está el sosiego de la apetencia, la seguridad de la fruición y el gozo serenísimo de la óptima voluntad"
(Epístola 118, 3, 13).

El sumo Bien

“Pero me objetas: ¿Por qué desfallecen? Porque son mudables. ¿Por qué son mudables? Porque no poseen el ser perfecto. ¿Por qué no poseen la suma perfección del ser? Por ser inferiores al que las crió. ¿Quién las crió? El ser absolutamente perfecto. ¿Quién es él? Dios, inmutable Trinidad, pues con infinita sabiduría las hizo y con suma benignidad las conserva. ¿Para qué las hizo? Para que fuesen. Todo ser, en cualquier grado que se halle, es bueno, porque el sumo Bien es el sumo Ser”
 (La verdadera religión 18, 35)