Nos Saciaremos

"Pero sólo nos saciaremos y nos hartaremos de ella cuando termine esta vida y arribemos a la promesa de Dios. Dios nos prometió la igualdad con los ángeles. Los ángeles no sienten ahora hambre y sed como nosotros; no obstante, se sacian con la verdad, con la luz, con la incorruptible sabiduría. Por esto son bienaventurados; y lo son con tanta  bienaventuranza, que desde aquella ciudad, la Jerusalén celeste, hacia la que nosotros nos encaminamos, nos contemplan peregrinos y se compadecen de nosotros y nos auxilian, por mandato del Señor, para que lleguemos en algún tiempo a la patria común y seamos allí saturados con ellos de verdad y de santidad en la fuente del Señor" 
(Comentario al salmo 62, 6).

El Deseo

"Todo el que pretende conseguir algo para sí, se halla en el ardor del deseo. Este deseo es la sed del alma. Ved cuántos deseos se encierran en el corazón del hombre; uno desea oro, otro plata, otro propiedades, otro haciendas; éste abundante dinero, aquél gran casa, otro mujer, aquél honores, éste hijos. Ved cómo se hallan estos deseos en el corazón del hombre. Todos los hombres arden en deseos y apenas se encuentra quien diga: De ti tuvo sed mi alma. Sienten los hombres sed del mundo, y no comprenden que están en el desierto de Idumea, en donde debe el alma sentir sed de Dios. Digamos nosotros: De ti tuvo sed mi alma. Lo digamos todos, porque en la unión con Cristo todos somos una sola alma. Sienta sed en Idumea el alma" 
(Comentario al salmo 62, 5).

Cristo es el día

"Estad en vela mientras dura el día y alumbra el día. Cristo es el día. Cristo está dispuesto a perdonar, pero a quienes se reconocen y se castigan; mas no a los que se defienden y se jactan de su justicia y se creen algo siendo nada. El que anda en su amor y en su misericordia, libre ya de aquellos mortales y grandes pecados, como son crímenes, y homicidios, y hurtos, y adulterios, no deja por eso de hacer la verdad y de venir a la luz con obras buenas, confesando pecados que parecen pequeños, como son los de la lengua, o del pensamiento, o de la falta de moderación en cosas lícitas, ya que muchos pecados pequeños, cuando se descuidan, matan… Sufre al padre que te enseña, para que no le experimentes como juez que te castiga. Todos los días os estoy diciendo esto, y está bien que se repita muchas veces, porque es cosa buena y saludable"
 (Comentario a Juan 12, 14).

Practica la verdad

"El principio de las buenas obras es la confesión de las malas. Practicas la verdad y vienes a la luz. ¿Qué es practicar tú la verdad? No halagarte, ni acariciarte, ni adularte tú a ti mismo, ni decir que eres junto, cuando eres inicuo. Así es como empiezas tú a practicar la verdad; así es como vienes a la luz, para que se muestren las obras que has hecho en Dios. Porque esto mismo que te hace aborrecer tus pecados no lo habría en ti si no te alumbrara la luz de Dios, si no te lo mostrara su verdad" 
(Comentario a Juan 12, 13).

La muerte fue absorvida

“Porque la vida muerta mató a la muerte; la plenitud de la vida se tragó la muerte: la muerte fue absorbida por el cuerpo de Cristo. Así lo diremos nosotros en la resurrección, cuando ya en el triunfo cantemos: ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu poder? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? Ahora, entre tanto, hermanos, para que sanemos de los pecados, miremos a Cristo crucificado; porque así como Moisés levantó, dice, la serpiente en el desierto, así conviene que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna. Como los que miraban aquella serpiente no morían de sus mordeduras, así los que miran con fe la muerte de Cristo quedan sanos de las mordeduras de los pecados. Pero aquéllos se libraban de la muerte para vivir vida temporal, mas aquí se dice que para que vivan vida eterna”
(Comentario a Juan 12, 11).

Vino a curar

“No envió Dios su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo por El. Pues el médico en cuanto tal viene a curar al enfermo. A sí mismo se da la muerte quien se niega a observar las prescripciones del médico. El Salvador ha venido al mundo. ¿Por qué se dice Salvador del mundo, sino para que lo salve, no para que lo condene? ¿No quieres que El te salve? Por tu conducta serás juzgado. Pero ¿qué digo: serás juzgado? Mira lo que dice: El que cree en Él, no es juzgado; mas el que no cree... ¿Qué esperas que se diga sino que serás juzgado?”

(Comentario a Juan 12, 12).

En la cruz murió la muerte

“Tomó, pues, la muerte y la suspendió en la cruz, y esa misma muerte libra a los mortales. El Señor recuerda lo que en figura aconteció a los antiguos: Y así como Moisés, dice, levantó en el desierto la serpiente, así también conviene que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna. Esto es un gran misterio, que saben quienes lo han leído. Lo oigan ahora quienes o no lo han leído o lo tienen olvidado después de haberlo leído u oído”
(Comentario a Juan 12, 11).

Mató a la muerte

“Bajó, pues, y murió, y su muerte nos libró de la muerte. Matado El por la muerte, mató El a la muerte. Sabéis ya, hermanos, que esta muerte entró en el mundo por envidia del diablo. La muerte no la hizo Dios, dice la Escritura, ni se goza en la perdición de los vivos; lo creó todo para que subsistiese. Mas ¿qué se dice allí? Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo… Si no consientes, no te hace nada malo el diablo; es tu consentimiento, ¡oh hombre!, el que te lleva a la muerte. Hemos nacido mortales del que era mortal también, y de inmortales nos hicimos mortales”
 (Comentario a Juan 12, 10).

Corrijámonos

“Ahora es el tiempo de la misericordia para corregirnos; no ha llegado todavía el tiempo del juicio. Hay tiempo, hay lugar; hemos pecado, corrijámonos. No se ha terminado el camino, no se ha cerrado el día, todavía no ha concluido todo. No desesperemos, ya que sería aún peor. Debido a los pecados de los hombres —tanto más frecuentes cuanto más leves— estableció Dios en la Iglesia este tiempo de misericordia, la medicina diaria, para que digamos: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Lavada nuestra cara con estas palabras, acerquémonos al altar y participemos del cuerpo y de la sangre de Cristo”
(Sermón 17, 5).

LA CARIDAD DISTINGUE A LOS HOMBRES

"Sólo la caridad distingue a los hijos de Dios de los del diablo. Sígnense todos con la señal de la cruz de Cristo; respondan todos; frecuenten la iglesia, se apiñen en las basílicas; no se distinguirán los hijos de Dios de los del diablo si no es por la caridad. Los que tienen caridad nacieron de Dios; los que no la tienen no nacieron de El. Gran distintivo y señal. Ten todo lo que quieras; si te falta sólo la caridad, de nada te aprovecha todo lo que tengas. Si no tienes otras cosas, ten ésta, y cumplirás la ley. Quien ama a su prójimo cumple la ley, dice el Apóstol. Y también: El pleno cumplimiento de la ley es la caridad. Creo que ésta es aquella margarita que buscaba el negociante descrito en el Evangelio, el cual encontró una margarita y, vendiendo todo lo que tenía, la compró. Esta es la preciosa margarita: la caridad. Sin ella de nada te sirve todo lo que tengas. Si sólo posees ésta, te basta. Ahora ves con fe, después verás con visión. Si amamos ahora que no vemos, ¿qué efusiones de amor tendremos cuando veamos? Pero, entre tanto. ¿En qué debemos ejercitarnos? En el amor fraterno. Puedes decirme: No veo a Dios; pero, ¿puedes decirme: No veo al hombre? Ama al hermano. Si amas al hermano, que ves, al mismo tiempo verás a Dios, porqué verás la misma caridad, y Dios mora dentro" 
(Comentario epístola Juan 5,7).