El hombre Dios

"Luego, hermanos, atended: existen dos nacimientos, el de Cristo y el de Adán. Son dos hombres, pero uno de ellos es hombre hombre; el otro hombre Dios. Por el hombre hombre somos pecadores; por el hombre Dios nos justificamos. El nacimiento primero hace caer en la muerte; el segundo hace resurgir a la vida. El primer nacimiento trae consigo el pecado; el segundo libra del pecado. Por eso vino Cristo hombre, para perdonar los pecados de los hombres"
 (Comentario a la Epístola de Juan 4, 11).

Extinguió todo orgullo

"Extinguió así todo el orgullo de la nobleza carnal. Además, nació en la ciudad de Belén, que entre las demás ciudades de Judea era tan pequeña, que aun hoy se llama aldea, no quiso que nadie se gloriara de la nobleza de ninguna ciudad de este mundo. Y también se hizo pobre el que es el dueño de todo y por quien todo fue creado, para que ninguno de los que crean en él se atreva a enorgullecerse de las riquezas de aquí abajo. No quiso que los hombres le proclamaran rey, aunque todas las creaturas atestiguan su reino sempiterno, porque así mostraba el camino de la humildad a los desgraciados que la soberbia había separado de su lado. Padeció hambre el que a todos da de comer; sufrió sed el creador de toda bebida y el que es espiritualmente pan para los hambrientos y fuente para los sedientos. Se cansó en los caminos de este mundo el que se hizo a sí mismo camino hacia el cielo para nosotros" 
(La catequesis de los principiantes 22, 40).

Se hizo sueva

"Tú, hombre, no podías llegar a Dios; entonces Dios se hizo hombre, y de este modo se hizo el Mediador de los hombres, el hombre Cristo Jesús, para que, si como hombre puedes acercarte al hombre y no puedes a Dios, por el hombre te acerques a Dios. Pero si únicamente fuese hombre, yendo en pos de lo que eres, jamás llegarías a Dios. Si sólo fuese Dios, no comprendiendo lo que no eres, jamás llegarías a El. Dios, pues, se hizo hombre para que, yendo en pos del hombre, lo cual puedes, llegues a Dios, lo cual no podías. El es Mediador; de aquí que se hizo suave. ¿Qué cosa más suave que el pan de los ángeles? ¿Cómo no ha de ser suave el Señor, siendo así que el hombre comió el pan de los ángeles? No vive el hombre debido a un motivo, y el ángel a otro. El es la verdad, El es la sabiduría, El es la fortaleza de Dios" 
(Comentario al Salmo 134, 5).

Se hizo mediador

"Porque, si el Hijo de Dios hubiese querido permanecer en la natural igualdad del Padre y no se hubiese anonadado tomando la forma de siervo, no sería mediador entre Dios y los hombres. Por lo tanto, el Hijo único de Dios se hizo mediador entre Dios y los hombres, cuando el Verbo de Dios, Dios en Dios, rebajó su majestad hasta la humana bajeza y elevo la pequeñez humana hasta la excelsitud divina para hacerse mediador entre Dios y los hombres, hombre con Dios sobre los hombres... Luego todos los hombres que creyendo amaron y amando imitaron la humildad de Cristo..., fueron sanados, por esta humildad, de la impiedad de la soberbia para ser reconciliados con Dios"
 (Exposición de la Epístola a los Gálatas 24).

Palabra de Dios en Dios

"Palabra de Dios en Dios. Palabra por la cual fueron hechas todas las cosas. Y ¿qué es por ti? Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y también: El que a su propio Hijo no perdonó, sino que le entregó por nosotros, ¿cómo con El no nos dará todas las cosas? Aquí tienes qué cosa es, quién y por quién. El Hijo de Dios es carne por el pecador, por el perverso, por el desertor, por el soberbio, por el inicuo imitador de su Dios. El se hizo lo que tú eres, hijo del hombre, para que nosotros nos hiciéramos hijos de Dios. Se hizo carne. ¿De dónde? De la Virgen María"
 (Comentario al Salmo 70, s. 2, 10).

El misterio de un Dios encarnado

"Para que así la soberbia humana fuese convencida de error y sanada por la humildad divina, y pudiera ver el hombre cuánto se había alejado de su Dios, al ser llamado de nuevo a El por el misterio de un Dios encarnado, dando de este modo el Hombre Dios ejemplo de obediencia al hombre contumaz; para que, al tomar el Unigénito la forma de siervo, sin haber merecido ésta de  antemano gracia alguna, se convirtiese en fuente de gracia; para que la resurrección del Redentor fuese una garantía anticipada de la resurrección prometida a los redimidos, y fuese vencido el demonio por la misma naturaleza a la que él se gloriaba de haber engañado; para que, a pesar de esto, no se gloriase el hombre, haciendo renacer en sí de nuevo la soberbia, y para la manifestación, en fin, de cualquiera otra gracia que acerca del gran misterio del Mediador pueda ser descubierta y expresada por los hombres perfectos, o solamente presentida, aunque no pueda ser expresada"
 (Enquiridión 108, 28).

Humildad misteriosa

"Es un hecho que Cristo renuncia a la fuerza, a la manifestación fulgurante. Todo en él se hace desde una humildad misteriosa, desde un acomodamiento total a las exigencias de la naturaleza humana y a las condiciones de su pueblo. Inconsciente de lo que pasa a su alrededor, lo vemos inmóvil en un pesebre, envuelto en pañales y lloriqueando; la pobreza que manifiesta es digna de compasión. Pero si traspasamos un poco su humilde apariencia, descubriremos y contemplaremos su riqueza interior: Fue concebido en el seno virginal de una mujer, encerrado en las entrañas maternas. ¡Oh pobreza! Nace en un albergue reducido, es envuelto en pobres pañales. A continuación, el Señor del cielo y de la tierra, el Creador de los ángeles, el hacedor de las cosas visibles, mama, llora, se alimenta, crece, soporta la edad y oculta la majestad. Y por fin es apresado, despreciado, azotado, escupido, abofeteado, coronado de espinas, colgado de un madero y atravesado por una lanza. ¡Oh pobreza!"
 (Sermón 14, 9).

La voz que clama en el desierto

"Le respondieron: —Entonces, ¿quién eres tú? —Yo soy, dijo, la voz del que clama en el desierto: «Preparad los caminos al Señor.» La voz que clama en el desierto, la voz del que rompe el silencio. Preparad los caminos al Señor; como si dijera: 'mi sonido va dirigido a hacer que él entre en los corazones; pero no se dignará venir al lugar donde yo quiero introducirlo a no ser que le preparéis el camino'. ¿Qué significa: 'Preparad el camino', sino: 'suplicad lo que es debido'? ¿Qué significa Preparad el camino, sino: tened pensamientos de humildad? Recibid de él el ejemplo de humildad” 
(Sermón 293, 3).

Bautizaba en señal de penitencia

"¿Qué representa Juan? ¿A qué su aparición aquí? ¿Por qué fue enviado delante?... Si se compara a Juan con los demás hombres, él supera a todos, pues no le supera más que el Dios hombre. Juan fue enviado por delante del Señor. Era tal su excelencia, tal la gracia presente en él, que fue considerado como el Cristo... Habiendo advertido en él gracia tan grande, dado que bautizaba en señal de penitencia y preparaba el camino al Señor, cual ingeniero enviado delante, los judíos le enviaron una embajada”
 (Sermón 289, 2‑4).

Se enciende en la fuente de la luz

"¿Cómo cubrió de confusión a sus enemigos por medio de la lámpara? Considerad antes lo que dije, a saber: que la lámpara fue encendida en la fuente de la luz. Lo atestigua el mismo Juan: Nosotros, dijo, hemos recibido de su plenitud. Tanto destacaba Juan por su excelencia, que fue considerado no ya como el precursor de Cristo, sino como el mismo Cristo. Si la lámpara hubiese estado apagada o ennegrecida por el humo de la soberbia cuando llegaron a él los judíos para preguntarle: Tú, ¿quién eres? ¿Eres el Cristo, o Elías, o un profeta?, él hubiese respondido: «Lo soy.» Habría hallado el momento oportuno para su jactancia al atribuirle el error de los hombres un falso honor. ¿Acaso hubiera tenido que esforzarse en convencerles de lo que se anticipaban a decirle quienes le interrogaban? Pero él, como humilde, fue enviado a preparar el camino al excelso; por eso era amigo del esposo: porque era siervo que reconocía al Señor" 
(Sermón 308 A, 2).

Buscaba la gloria del juez

"Ha oído decir vuestra santidad con muchísima frecuencia, y lo sabe muy bien, que Juan el Bautista, cuanto más egregio entre los nacidos de mujer y más humilde en el conocimiento del Señor, fue tanto más merecedor de la amistad del Esposo, amante apasionado del Esposo, no de sí mismo. Buscaba siempre no su gloria, sino la de su Juez, a quien precedía como heraldo. A los antiguos profetas les fue concedido predecir lo futuro sobre Cristo, pero a éste mostrarlo con el dedo. Así como ignoraron a Cristo antes de su venida quienes se mostraron incrédulos a los profetas, del mismo modo lo ignoran quienes lo tienen a la vista. Primero vino oculto y humilde, y tanto más oculto, cuanto más humilde; pero menospreciaron los hombres por su soberbia la humildad de Cristo, clavaron en una cruz a su Salvador y lo convirtieron en su propio juez" 
(Comentario al Evangelio de Juan 4, 1).

Enviado delante de él

"La festividad del día de hoy, en su regreso anual, nos trae a la memoria que el precursor del Señor nació de forma admirable antes que el Admirable mismo. Es conveniente que, sobre todo hoy, reflexionemos sobre este nacimiento y lo alabemos. Con esta finalidad se ha dedicado al milagro una fecha anual, para que el olvido no borre de nuestros corazones los beneficios de Dios y las maravillas del Excelso. Juan,  pues, el precursor del Señor, fue enviado delante de él, pero fue hecho por él. Todas las cosas fueron hechas por ella y sin ella nada se hizo. Delante del hombre Dios fue enviado un hombre que reconociera a su Señor y anunciara a su creador, distinguiéndolo con la mente e indicándolo con el dedo cuando él estaba ya en la tierra. De Juan son aquellas palabras que muestran al Señor y le rinden testimonio: He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" 
(Sermón 288, 1).

Juan bautiza a Cristo

Así, pues, repito, Juan bautiza a Cristo, el siervo al Señor, la voz a la Palabra. Recordad: Yo soy la voz del que clama en el desierto; recordad también: la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Juan, vuelvo a repetir, bautiza a Cristo, el siervo al Señor, la voz a la Palabra, la criatura al Creador, la lámpara al Sol, pero al Sol que creó a este sol; el Sol de quien se dijo: Ha salido para mí él sol de justicia, y mi salud está en sus alas… ¡Gran confesión! ¡Segura profesión de la lámpara al amparo de la humildad! Si ella se hubiese envalentonado contra el sol, rápidamente la hubiera apagado el viento de la soberbia. Esto es lo que el Señor previo y lo que nos enseñó con su bautismo… Este gran hombre reconoce la grandeza del Señor en su pequeñez; reconoce el hombre a quien había venido como hombre Dios"
 (Sermón 292, 4).

Sé de qué luz estoy hablando

"Esto dice el Señor de Juan: El era una lámpara que arde y resplandece, y vosotros quisisteis regocijaros momentáneamente a su luz. ¿Qué dice, en cambio, el evangelista Juan de él? Hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre era Juan; él vino para ser testimonio, para dar testimonio de la luz; pero no era él la luz. ¿Quién? Juan Bautista. ¿Quién lo dice? Juan el evangelista: No era él la luz, pero vino para dar testimonio  de la luz. Tú dices: «No era él la luz del mismo de quien dice la misma luz: Era una lámpara que ardía y resplandecía. Pero yo sé, dice, de qué luz estoy hablando; se  en comparación de qué luz no es luz la lámpara.» Escucha lo que sigue: Existía la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Juan no alumbra a todo hombre, sí Cristo. Juan reconoció que era una lámpara para que no lo apagase el viento de la soberbia. Una lámpara puede encenderse y apagarse. La Palabra de Dios no puede apagarse, pero sí la lámpara" 
(Sermón 289, 4).

La lámpara y el día

“San Juan el Bautista, no el evangelista, fue enviado delante de Cristo para prepararle sus caminos. Este es el testimonio de Cristo acerca de Juan: Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie más grande que Juan Bautista. El testimonio de Juan acerca de Cristo es el siguiente: Quien viene detrás de mí es mayor que yo, y yo no soy digno de desatar la correa de su calzado. Consideremos ambos testimonios: el que dio el Señor al siervo y el del siervo al Señor. ¿Cuál es el testimonio del Señor respecto al siervo? Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista. ¿Cuál es el del siervo sobre el Señor? Quien viene detrás de mí es mayor que yo. Si, pues, entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista, ¿qué puede ser quien es mayor que él? Juan era un gran hombre, pero un hombre; Cristo es mayor que Juan, porque es Dios y hombre. Ambos nacieron de forma maravillosa, tanto el heraldo como el juez, la lámpara y el día, la voz y la Palabra, el siervo y el Señor… Antes bien, reconoció lo que era con gran provecho para sí, para humillarse cual siervo a los pies del Señor y ante la correa de su calzado, para que el viento de la soberbia no apagase la lámpara"
 (Sermón 290, 1).

Juan, amigo del esposo

"Estaba Juan y dos de sus discípulos. He aquí dos discípulos de Juan. Como Juan era amigo del Esposo, no buscaba su gloria, sino que daba testimonio de la verdad. ¿Intentó, por ventura, retener con él a sus discípulos para que no fuesen en pos del Señor? Mas bien muestra él a sus discípulos a quien deben seguir. Los discípulos le tenían a él por el Cordero, y díceles: ¿Qué es lo que de mí pensáis? Yo no soy el cordero. Mirad: ese es el Cordero de Dios, del cual ya había dicho antes: He aquí el Cordero de Dios. Pero ¿qué bien nos trae el Cordero de Dios? He ahí, dice, el que borra el pecado del mundo. Oído esto, van tras de Él los dos que estaban en compañía de Juan" 
(Comentario al Evangelio de Juan 7, 8). 

Juan nace por Cristo

“Cosa grandiosa: Cristo nace después de Juan y, sin embargo, Juan nace por Cristo. En efecto, todo fue  hecho por ella, y sin ella no se hizo nada. ¿Para qué, pues, vino Juan? Para mostrar el camino de la humildad, a fin de que disminuyese la presunción humana y aumentase la gloria divina. Llegó, pues, Juan, grande él recomendando al Grande; vino Juan, medida del hombre. ¿Qué significa «medida del hombre»? Ningún hombre podía ser más que Juan; quien fuera más que Juan, ya era más que hombre. Si la grandeza humana había alcanzado sus límites en Juan, no puedes hallar ya un hombre mayor; y, sin embargo, lo has encontrado. Confiesa a Dios, a quien efectivamente pudiste encontrar mayor que el hombre. Juan es hombre y hombre en Cristo; pero Juan es solamente hombre; Cristo, Dios y hombre. En cuanto es Dios, Él hizo a Juan; en cuanto hombre, nació después que Juan" 
(Sermón 293 A, 3)

El humilde precursor

"Nadie más humilde que el mismo precursor. El mérito más grande de Juan es, hermanos míos, este acto de humildad. Pudo inducir a error a los hombres y pasar por el Cristo y considerarle como el Cristo (tan grande era la gracia que había recibido y tan eminente su grandeza) y, sin embargo, abiertamente declara que él no es el Cristo. Respétese al humilde del cual es Juan precursor, para que no se le experimente como excelso, y del que será precursor Elías" 
(Comentario al Evangelio de Juan 4, 6).

Da Testimonio de Cristo

Agradó a Dios su disposición de dar testimonio de Cristo, a pesar de ser un hombre de gracia tan elevada que podía pasar por ser el Cristo… Por esta razón, el día a punto de llegar mandó delante la lámpara. Envió por delante a los corazones de los fieles la lámpara para confundir los corazones de los infieles. He preparado, dijo, una lámpara para mi Cristo. Dios Padre, hablando por boca del profeta, dijo: He preparado una lámpara para mi Cristo: Juan, pregonero del Salvador; precursor del juez que está para llegar; amigo del futuro esposo. He preparado, dijo, una lámpara a mi Cristo. ¿Por qué la has preparado? Llenaré de confusión a sus enemigos; mas sobre él florecerá mi santificación"
(Sermón 293, 4)

Juan es un gran hombre

"El relato ha sido largo, pero la fatiga del oyente queda compensada por la dulzura de la verdad. Cuando se leyó el santo evangelio, escuchamos el glorioso nacimiento del bienaventurado Juan, heraldo y precursor de Cristo. Puede deducir de aquí vuestra caridad cuán grande es el hombre que ha nacido. La Iglesia no celebró nunca el nacimiento carnal de ningún patriarca, profeta o apóstol; sólo celebra dos nacimientos: el de Juan y el de Cristo. Las mismas fechas en que ambos nacieron encierran un gran misterio. Juan era un gran hombre, pero hombre al fin. Era hombre tan grande que para superarlo sólo se podía ser Dios. Quien viene detrás de mí es mayor que yo. Son palabras de Juan: El es mayor que yo. Si es mayor que tú, ¿qué significa lo que hemos escuchado de boca de quien es mayor que tú: Entre los nacidos de mujer, nadie ha habido mayor que Juan bautista? Si ningún hombre es mayor que tú, ¿qué es quien es mayor que tú?"
 (Sermón 287, 1).

Existía antes que yo

"Juan da testimonio de Él y dice en alta voz: Este es de quien dije yo: El que viene después de mí fue hecho antes que yo. Viene después de mí y me ha precedido. ¿Qué significa ser hecho antes que yo? Que me ha precedido, no que haya sido hecho antes de que yo fuese. Que tiene precedencia sobre mí; esto es lo que significa ser hecho antes que yo. ¿Cómo puede ser anterior a ti, si viene después de ti? Porque Él existía antes que yo. ¿Antes que tú, oh Juan? Gran cosa tiene que ser si es antes que tú. Está bien; tú eres quien da testimonio de Él" 
(Comentario al Evangelio de Juan 3, 7).

Escucha al Heraldo

"Fue enviado, pues, el hombre más excelente para dar testimonio de quien es más que hombre. En efecto, cuando aquel mayor que el cual no hay nadie entre los nacidos de mujer dice: Yo no soy el Cristo, y se humilla ante Cristo, hay que entender que aquí hay alguien que es más que un hombre. Pues, si vas buscando a Juan, el hombre más excelente, Cristo es más que hombre; advierte que es el precursor para buscar al juez; escucha al heraldo de tal modo que temas al juez. Fue enviado, y predijo éste que había de venir. ¿Y qué testimonio da Juan acerca de Cristo? Escúchalo: No soy digno de desatar la correa de su calzado. ¿Has comprendido, ¡oh hombre!, lo que has de hacer? Todo el que se humilla será ensalzado. ¿Qué decir, pues, de Cristo? Todos nosotros hemos recibido de su plenitud. ¿Qué significa: Todos nosotros? Que también los santos patriarcas, profetas y apóstoles, tanto los enviados antes de la encarnación como los enviados una vez encarnado, todos nosotros hemos recibido de su plenitud. Nosotros somos los recipientes, él la fuente. Por tanto, hermanos míos, si hemos comprendido el misterio, Juan es hombre y Cristo es Dios: humíllese el hombre y sea exaltado Dios. Para que se humille el hombre" 
(Sermón 289, 5).

El testimonio de un hombre

"Dios procura el testimonio de un hombre. Pone Dios a un hombre por testigo. Dios elige por testigo a un hombre, pero en favor del mismo hombre. ¡Tan grande es nuestra debilidad! Busquemos el día con una antorcha. Juan es esta antorcha, según el testimonio del Señor. El era una antorcha que ardía y alumbraba, y por un momento os gozasteis en su luz. Pero yo tengo un testimonio de más valor que el de Juan" 
(Comentario al evangelio de Juan 2, 8).

No dudó de la Promesa

"María, al decir: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón?, lo dijo preguntando, no porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: 'Salve, llena de gracia'. ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó al hombre para que no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el principio, por quien fueron hechas todas las cosas, se hace carne: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. La Palabra se hace carne, pero uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la Palabra en la carne. ¡Oh gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto?"
 (Sermón 290, 5).

Concibió creyendo

"Pues también la misma bienaventurada María concibió creyendo a quien alumbró creyendo. Después de habérsele prometido el hijo, preguntó cómo podía suceder eso, puesto que no conocía varón… El ángel le dio por respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, lo que nazca de ti será santo y será llamado Hijo de Dios. Tras estas palabras del ángel, ella, llena de fe y habiendo concebido a Cristo antes en la mente que en su seno, dijo: 'He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tú palabra'. Cúmplase, dijo, el que una virgen conciba sin semen de varón; nazca del Espíritu Santo y de una mujer virgen aquel en quien renacerá del Espíritu Santo la Iglesia, virgen también... Estas cosas son maravillosas, porque son divinas; son inefables, porque son también inescrutables; la boca del hombre no es suficiente para explicarlas porque tampoco lo es el corazón para investigarlas. Creyó María y se cumplió en ella lo que creyó"
 (Sermón 215, 4).

Salve, llena de Gracia

"¿Qué eras tú que vas a dar a luz? ¿Cómo lo has merecido? ¿De quién lo recibiste? ¿Cómo va a formarse en ti quien te hizo a ti? ¿De dónde repito, te ha llegado tan gran bien? Eres virgen, eres santa, has hecho un voto; pero es muy grande lo que has merecido; mejor, lo que has recibido. ¿Cómo lo has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en ti aquel por quien fuiste hecha tú; más aún, aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra, por quien fueron hechas todas las cosas; en ti, la Palabra se hace carne recibiendo la carne, pero sin perder la divinidad. Hasta la Palabra se junta y se une a la carne, y tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio; vuelvo a repetirlo: tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio, es decir, de la unión de la Palabra y de la carne; de él procede el mismo esposo como de su tálamo nupcial"
 (Sermón 291, 6).

Dime, mensajero de Dios

"El mismo ángel dijo a la virgen María: Salve, llena de gracia; el Señor está contigo; ya está contigo el que estará dentro de ti. Bendita tú entre las mujeres. Por una peculiaridad de la lengua hebrea, la Sagrada Escritura acostumbra llamar mujeres a todas las personas de sexo femenino; no se extrañen ni se escandalicen quienes no acostumbran escuchar la Escritura… Dime, pues, mensajero de Dios: ¿Cómo sucederá esto? Advierte que el ángel lo sabe y ella le pregunta sin dudar lo más mínimo. Como vio que ella preguntaba sin dudar del hecho, no rehusó instruirla. Escucha cómo: "Tu virginidad se mantendrá; tú no tienes más que creer la verdad; guarda la virginidad y recibe la integridad. Puesto que tu fe es íntegra, intacta quedará también tu integridad. Finalmente, escucha cómo sucederá eso: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, porque concibes mediante la fe" 
(Sermón 291, 4-5).

Allí nos enriqueció

"Ve a esta esclava casta, virgen y madre; allí tomó nuestra pobreza en donde se vistió con la forma de siervo, anonadándose a sí mismo para que no te espantes de sus riquezas, y por tanto, no te atrevieses a acercarte a Él con tu pobreza. Allí, diré, tomó la forma de siervo allí se revistió de nuestra pobreza; allí El se empobreció y allí nos enriqueció… Nacido, hablaron los cielos; los ángeles anunciaron la nueva a los pastores; la estrella condujo a los Magos a adorar al rey; Simeón,  lleno del Espíritu Santo, reconoció al Niño Dios en sus brazos"
 (Comentario al Salmo 101, s.1, 1). 

Doctor de la humildad

“No obstante, ved cuánto se humilla el precursor de su Señor, Dios y hombre. A aquél, mayor que el cual no ha surgido nadie entre los nacidos de mujer, le preguntan si es él el Cristo. Era tan grande que los hombres podían engañarse. Se dudó si él era el Cristo, y a tanto llegó la duda, que se le preguntó directamente. Si hubiera sido hijo de la soberbia en vez de doctor de la humildad, se hubiese puesto del lado de los hombres equivocados, sin hacer nada para que así pensasen limitándose a dar por cierto lo que ellos ya pensaban. ¿Acaso era excesivo para él el pretender convencer a los hombres de que era el Cristo? Si hubiese intentado persuadirles de ello y no lo hubiese logrado, hubiese quedado corrido y abatido, desprestigiado entre los hombres y condenado ante Dios" 
(Sermón 293 A, 4). 

Preparad el Camino

“Decía: Preparad el camino al Señor, enderezad sus senderos. El Señor quiso ser bautizado por su siervo para mostrar lo que reciben quienes son bautizados por el Señor. Comenzó, pues, debajo de él. ¿Cuánto? No soy digno, dice, de desatar la correa de su sandalia. Este profeta, mejor, este que es más que profeta, mereció ser preanunciado por otro profeta. De él, en efecto, dijo Isaías en el texto que hoy se nos ha leído: Voz que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor y enderezad sus senderos. Todo valle será rellenado, y todo monte y colina, allanado; lo torcido se tornará recto y lo áspero se hará camino llano, y toda carne verá la salvación de Dios.» —Grita. —¿Qué he de gritar? —Toda carne es heno, y todo su resplandor, como la flor del heno: el heno se seca y la flor cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre. Preste atención vuestra caridad. Habiendo preguntado a Juan quién era él, si el Cristo, o Elías, o algún otro profeta, respondió: Yo no soy el Cristo, ni Elías, ni un profeta. Y ellos: Entonces, ¿quién eres? Yo soy la voz que clama en el desierto. Dijo que él era la voz. Observa que Juan es la voz. ¿Qué es Cristo sino la Palabra? Primero se envía la voz para que luego se pueda entender la Palabra”
 (Sermón 288, 2).

El Señor de los profetas

“Así habla el mismo Señor de los profetas anteriores a su venida: Muchos profetas y justos quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron. Advierte que aquellos hombres, llenos del Espíritu Santo hasta el punto de anunciar la venida de Cristo, deseaban, si les fuera posible, ver a quien estaba ya presente en la tierra. Razón por la que aquel Simeón difería el abandonar esta vida hasta ver nacido a aquel por quien fue creado el mundo. Y él ciertamente vio a la Palabra de Dios en la carne de un niño que aún no hablaba, aún no enseñaba, aún no se había constituido en maestro quien junto al Padre era ya maestro de los ángeles. Simeón, pues, lo vio, pero como niño aún sin habla; Juan, en cambio, cuando ya predicaba y eligió a sus discípulos. ¿Dónde? A la orilla del Jordán. Allí, en efecto, comenzó el magisterio de Cristo; allí se recomendó ya el futuro bautismo cristiano, puesto que se recibía un bautismo previo que preparaba el camino” 
(Sermón 288, 2).