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Llevó vida humana

"Si estos movimientos, si estos afectos buenos, que proceden del amor y de la caridad santa, han de ser llamados vicios, tendremos que admitir que los verdaderos vicios reciban el nombre de virtudes. Pero si estos afectos siguen la recta razón, cuando están puestos en su fin, ¿quién osará llamarlos entonces enfermedades o pasiones viciosas? Por ello, aun en el mismo Señor, que se dignó llevar vida humana en forma de siervo, pero sin tener pecado alguno, usó de ellos cuando lo juzgó oportuno. Porque no era falso el afecto humano de quien tenía verdadero cuerpo y verdadero espíritu del hombre. No es, pues, falso lo que se cuenta de Él en el Evangelio: que sintió tristeza e ira por la dureza de corazón de los judíos, y añadió: me alegro por vosotros, para que tengáis fe. Y lo mismo que lloró cuando iba a resucitar a Lázaro, que deseó comer la Pascua con sus discípulos, que sintió tristeza en su alma al acercarse la Pasión" 
La Ciudad de Dios 14, 9, 3

Obediente hasta la Muerte

"Como Cristo tomó la semejanza de la carne pecadora, quiso sufrir, comenzando desde la infancia, las, vicisitudes de las edades, y hace presumir que hasta la muerte por consunción senil le hubiera llegado, a no habérsele quitado la vida siendo joven. Y esta muerte en los hombres verdaderamente pecadores es una deuda, pagada por la desobediencia, pero en el que tomó sólo semejanza de pecador fue aceptada por obediencia voluntaria. Pues cuando iba a enfrentarse con ella y los padecimientos de la pasión, dijo: He aquí que viene el príncipe de este mundo, pero en mí no hallará tacha alguna: sin embargo, para que todos vean que hago la voluntad de mi Pasre, levantaos, vámonos de aquí. Y dichas estas palabras, se ofreció a ir a la muerte indebida, hecho obediente hasta la muerte"
Sobre los méritos y el perdón de los pecados 2, 29, 48.  

Estaba predicho

“Ved realizado lo escrito, cumplido lo predicho, a la vista lo leído. Escucha las palabras y mira los hechos; plena es la verdad, cierta la fe; perezca ya la incredulidad herética. Ved que está escrito: Así convenía. ¿Qué? Que Cristo padeciera: he aquí la predicción. Que resucitara de entre los muertos al tercer día: estaba predicho. Estas cosas las habían leído los judíos; las leían y no las veían, y para que los otros creyesen tropezaban ellos contra la piedra yacente. Pues, si le hubiesen conocido, nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria, y, si nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria, los pueblos no hubiesen creído en él, que nació y sufrió la pasión… Ved la gracia; ved que resucita, que se muestra a los ojos de los apóstoles, él que no se dignó mostrarse a los ojos de los judíos. Se da a ver a los ojos, y a tocar a las manos. Poco es esto: lee, saca a colación las Escrituras. También esto es poco: abre la inteligencia para comprender lo que lees” 
(Sermón 229 J, 4).

La Natividad del Señor

En primer lugar, debes saber que el día de la Natividad del Señor no se celebra como sacramento. Sólo se hace conmemoración del nacimiento, y para eso basta señalar, como festividad, el día correspondiente del año en que el suceso tuvo lugar. Hay sacramento en una celebración cuando la conmemoración se hace de modo que se sobrentienda al mismo tiempo que hay un oculto significado y que ese significado debe recibirse santamente. Cuando celebramos la Pascua, no nos contentamos con traer a la memoria el suceso, esto es, que Cristo murió y resucitó. En la celebración de ese sacramento ejecutamos las demás cosas que el sacramento entraña... Lo que se celebra, pues, en la pasión y resurrección del Señor, es el tránsito de esta vida mortal a la inmortal, de la muerte a la vida
 (Epístola 55, 2).

Fuiste amado

"Oye cómo fuiste amado cuando no eras amable; oye cómo eras amado cuando eras torpe y feo; antes, en fin, de que hubiera en ti cosa digna de amor. Fuiste amado primero para que te hicieras digno de ser amado. Pues bien, Cristo, dice el Apóstol, murió en beneficio de los impíos. ¿Acaso merecía el impío ser amado? Te ruego me digas qué merecía el impío. —La condenación, respondes tú. —Pues, con todo eso, Cristo murió por los impíos. Ahí ves lo que hizo por ti cuando impío; ¿qué reserva para el pío? ¿Qué se hizo a favor del impío? Por los impíos murió Cristo. Tú, que deseabas poseerlo todo, ahí tienes modo de hallarlo todo" 
(Sermón 142, 5).

El sacratísimo triduo

“Considera ahora ese sacratísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado. El primer día, que significa la cruz, transcurre en la presente vida; los que significan la sepultura y la resurrección los vivimos en fe y en esperanza. Ahora se le dice al hombre: Toma tu cruz y sígueme. Es atormentada la carne cuando son mortificados nuestros símbolos, que están sobre la tierra: la fornicación, la inmundicia, el derroche, avaricia y las demás torpezas, de las que dice el mismo Apóstol: Si viviereis según la carne, moriréis; pero si mortificáis con el espíritu las obras de la carne, viviréis. Por eso dice, hablando de sí mismo: El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Y en otro pasaje: Sabed que nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él para que se destruya el cuerpo del pecado, para que en adelante no sirvamos al pecado. Por lo tanto, mientras nuestras obras tienden a destruir el cuerpo del pecado, mientras el hombre exterior se corrompe para que el interior se renueve de día en día, tiempo es de cruz”
 (Epístola 55, 14, 24)

Cristo era inmolado

"No os reprendemos, ¡oh judíos!, al querer liberar a un malhechor por la Pascua, sino al haber dado muerte al inocente, a pesar de que, si no lo hicierais, no habría verdadera Pascua. Pero los judíos, ignorantes, conservaban la sombra de la verdad, mientras, por una disposición admirable de la divina sabiduría, por medio de hombres falaces se cumplía la verdad de la sombra; porque, para que se hiciera la verdadera Pascua, Cristo era inmolado como una oveja"
 (Comentario a Juan 115, 5).

La verdadera Pascua

"Pero la Pascua verdadera, no la de los judíos, sino la de los cristianos, que ya estaba teniendo lugar en la pasión del Señor, se comenzó a preparar -es decir, comenzó la parasceve- desde la hora octava de la noche, puesto que el Señor se preparaba para que le diesen muerte los judíos… Desde esa hora hasta la hora en que se sentó Pilatos en el tribunal, llegó casi la hora sexta, no del día, sino de la parasceve, es decir, de la inmolación del Señor, que es la verdadera Pascua… En esa hora se entiende que pudieron pedir a gritos su crucifixión, aceptando así que fueron ellos los que crucificaron al Señor con preferencia a aquellos con cuyas manos fue colgado del madero, igual que se acercó más al Señor aquel centurión que los amigos que Él envió" 
(Concordancia de los evangelistas 3, 13,50).

Callaba como un cordero

“Cuando no respondía, callaba como un cordero; mas, cuando respondía, enseñaba como pastor. Aprendamos su enseñanza, trasmitida también por el Apóstol, de que no hay poder que no venga de Dios, y que mayor es el pecado de quien por envidia entrega a la justicia al inocente, para ser sacrificado, que el de la misma justicia dándole muerte por miedo a un poder superior. Tal era el poder que Dios había otorgado a Pilato, dejándolo también bajo el poder del César. Y así dice: No tuvieras sobre mí poder alguno, cualquiera que sea la potestad que tienes, si esta misma que tienes no te hubiera sido dada de arriba. Mas, porque yo conozco su extensión, no es tan grande, que tengas libertad absoluta; por eso, quien me entregó a ti tiene mayor pecado. Él por envidia me entregó a ti, y tú por cobardía lo ejerces contra mí. Ni por temor deba matar un hombre a otro hombre, pero matarlo por envidia es mucho peor que hacerlo por temor. Por eso el Maestro de la verdad no dice que el que me entregó a ti tiene pecado, como si Pilato estuviese exento de él, sino que dijo que tiene mayor pecado, dándole a entender que también él tenía pecado” 
(Comentario a Juan 116, 5).

Arrepiéntete

¿Qué es, pues, la penitencia, sino la indignación contra sí mismo? El que se arrepiente se aíra contra sí mismo. ¿De dónde proceden los golpes de pecho cuando no se hacen con falsedad? ¿Para qué te hieres si no te arrepientes? Cuando golpeas tu pecho, te arrepientes en tu corazón para satisfacer a tu Señor" 
(Sermón 19, 2).

La vida murió


"Al que desde la eternidad permanece igual al Padre, le hizo igual a nosotros por la mortalidad, otorgó forma de siervo al señor del mundo, de forma que el pan sintió hambre, la saciedad sed, la fortaleza se hizo débil, la salud fue herida y la vida murió. Y todo ello para saciar nuestra hambre, regar nuestra sequedad, consolar nuestra debilidad, extinguir la iniquidad e inflamar la caridad. El creador es creado, el señor sirve, el redentor es vencido, quien exalta es humillado, quien resucita muere: ¿hay mayor misericordia?"
(Sermón 207, 1).

Padre Salvador

“¡Oh cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hijo único, sino que le entregaste por nosotros, impíos! ¡Oh cómo nos amaste, haciéndose por nosotros, quien no tenía por usurpación ser igual a ti, obediente hasta la muerte de cruz, siendo el único libre entre los muertos, teniendo potestad para dar su vida y para nuevamente recobrarla! Por nosotros se hizo ante ti vencedor y víctima, y por eso vencedor, por ser víctima; por nosotros sacerdote y sacrificio ante ti, y por eso sacerdote, por ser sacrificio, haciéndonos para ti de esclavos hijos, y naciendo de ti para servirnos a nosotros. Con razón tengo yo gran esperanza en Él de que sanarás todas mis languores por su medio, porque el que está sentado a tu diestra te suplica por nosotros; de otro modo desesperaría. Porque muchas y grandes son las dolencias, sí; muchas y grandes son, aunque más grande es tu Medicina. De no haberse hecho tu Verbo carne y habitado entre nosotros, con razón hubiéramos podido juzgarle apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros”
(Confesiones 10, 43, 69).

Recordar con gozo nuestra salvación

"Hoy celebramos con toda solemnidad el misterio grande e inefable de la pasión del Señor. Misterio que, a decir verdad, nunca ha estado lejos ni del altar al que asistimos ni de nuestra boca y frente, para que retengamos siempre en el corazón lo que continuamente nos presentan los sentidos corporales. No obstante, esta solemnidad anual ocupa mucho más a la mente en el recuerdo de tan gran acontecimiento, para que lo que hace muchos años cometió la maldad de los judíos en un único lugar y sus ojos vieron, ahora sea contemplado en todo el orbe de la tierra con la mirada de la fe cual si hubiera tenido lugar hoy mismo. Si aquellos contemplaban entonces de buen grado el resultado de su crueldad, ¡con cuánto mayor agrado hemos de revocar, ayudados por la memoria, a nuestras mentes lo que piadosamente creemos! Si ellos miraban con placer su maldad, ¿no hemos de recordar nosotros, con gozo mayor aún, nuestra salvación?... 
Ellos obraron la maldad, nosotros celebramos la solemnidad; ellos se congregaron porque eran crueles, nosotros porque somos obedientes; ellos se perdieron, nosotros fuimos encontrados; ellos se vendieron, nosotros fuimos rescatados; ellos le miraban para insultarle, nosotros le adoramos llenos de veneración" 
(Sermón 218 B, 1).

Cristo fue inmolado una sola vez

“Según nuestro  modo frecuente de hablar, solemos decir, cuando se acerca la Pascua: ‘mañana o pasado mañana será la pasión del Señor’. Pero el Señor ha padecido muchos años ha y la pasión no ha tenido lugar sino una vez. En el mismo día del domingo decimos: ‘Hoy resucitó el Señor’, aunque han pasado ya artos años desde que resucitó. Nadie es tan necio que nos eche en cara la mentira cuando hablamos así. Nombramos tales días por la semejanza con aquellos otros en que tuvieron lugar los acontecimientos citados. Decimos que es el mismo día, aunque no es el mismo, sino otro semejante a él en el girar de las edades. Así también, cuando nos referimos a la celebración del sacramento del altar, decimos que en ese día acontece lo que no acontece en ese día, sino que aconteció antaño. Cristo fue inmolado una sola vez en persona y es inmolado no sólo en las solemnidades de la Pascua, sino también cada día, en dicho sacramento. Por eso no miente quien contesta que es inmolado ahora, cuando se lo preguntan. Los sacramentos no serían en absoluto sacramentos si no tuvieran cierta semejanzas con aquellas realidades de que son sacramento” 
(Carta 98,9).

Celebremos diariamente la Pascua


Toda la enseñanza para obtener nuestra paz está en aquel por cuyas llagas hemos sido sanados.
Por tanto, amadísimos, celebremos diariamente la Pascua meditando asiduamente todas estas cosas.
La importancia que concedemos a estos días no debe ser tal que nos lleve a descuidar el recuerdo de la pasión y resurrección del Señor cuando cada día nos alimentamos con su cuerpo y sangre; con todo, en esta festividad el recuerdo es más brillante; el estímulo, más intenso, y la renovación, más gozosa, porque cada año nos coloca, como ante los mismos ojos, el recuerdo del acontecimiento.
Celebrad, pues, esta fiesta transitoria y pensad que el reino futuro ha de permanecer por siempre.
Si tanto nos llenan de gozo estos días pasajeros en los que recordamos con devota solemnidad la pasión y resurrección de Cristo, ¡qué dichosos nos hará el día eterno en que le veremos a Él y permaneceremos con Él, día cuyo solo deseo y expectación presente ya nos produce alegría!" (Sermón 229D, 2).

La túnica y la Unidad

“La túnica sorteada significa la unidad de las cuatro partes, que se halla en el vínculo de la caridad. Hablando de ella, el Apóstol dice: Os enseño un camino más excelente; y en otro lugar: sobre todo esto tened caridad, que es el vínculo de la perfección. Si, pues, la caridad es el camino más excelente, es mayor que la sabiduría y está sobre todos los preceptos, con razón la vestidura que la representa está tejida en una sola pieza. No tiene costuras para que no se descosa, y se la lleve uno solo, porque reúne a todos en una unidad. Y así como entre los apóstoles, que componían el número de doce, esto es, cuatro grupos de tres, al ser interrogados, solamente Pedro respondió: Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo; y a él le dijo; A ti te daré las llaves del reino de los cielos; como si él sólo hubiese recibido el poder de atar y desatar porque, habiendo respondido en nombre de todos, recibió este poder como representante de aquella unidad. Uno por todos, porque hay unión entre todos. Si esto lo referimos a lo que ella significa, nadie que pertenece al todo está fuera de él, y de este todo, según lo indica la lengua griega, le viene el nombre de católica a la Iglesia. ¿Qué se recomienda en la suerte sino la gracia de Dios? De este modo, en uno llegó a todos, cuando la suerte fue del agrado de todos; y la gracia de Dios en la unidad a todos llega; y cuando se echa la suerte, es concedida, no a la persona o méritos de uno, sino según los juicios ocultos de Dios” (Comentario a Juan 118, 4).

El triduo santo

“Considera ahora ese sacratísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y glorificado. El primer día, que significa la cruz, transcurre en la presente vida; los que significan la sepultura y la resurrección los vivimos en la fe y en la esperanza. Ahora se le dice al hombre: Toma tu cruz y sígueme… Por lo tanto, mientras nuestras obras tienden a destruir el cuerpo del pecado, mientras el hombre exterior se corrompe para que el interior se renueve de día, tiempo es de cruz. Estas son, en verdad, obras buenas, pero laboriosas; su galardón es el descanso. Se dice: gozando en esperanza para que pensando en el descanso futuro, nos ejercitemos con alegría en los trabajos; tal alegría está significada en la anchura de la cruz, en el brazo trasversal, en que se clavan las manos. Porque las manos significan la actividad, y por anchura entendemos la alegría del que trabaja, ya que la tristeza produce angostura. La altura de la cruz, o palo en que cae la cabeza, significa la esperanza del galardón de la sublime justicia de Dios, quien dará a cada uno según sus obras; dará la vida eterna a los que buscan la gloria, el honor y la incorrupción en la tolerancia de la actividad buena. La longitud, en la que se extiende el cuerpo entero, significa la misma tolerancia, que por eso mismo se llama longanimidad. La profundidad de la cruz o parte que se clava en tierra significa el misterio simbólico” (Carta 55, 24-25).

Gran Misericordia

“Abundantísima es la misericordia y amplio el amor de quien nos redimió con la sangre de su Hijo cuando nada éramos a causa de nuestros pecados. Fue ya una gran cosa la que hizo cuando creó al hombre a su imagen y semejanza. Mas, puesto que nosotros al pecar quisimos aniquilarnos y heredamos de nuestros padres la herencia de la mortalidad y nos convertimos en una masa de pecado, masa de ira, Él tuvo a bien redimirnos por su misericordia a precio tan alto. Entregó por nosotros la sangre de su Hijo único, quien nació, vivió y murió inocentemente. Quien nos redimió a precio tan elevado, no quiere que perezcan aquellos a quienes compró. No los compró para que se pierdan, sino para vivificarlos. Si nuestros pecados nos abruman, Dios no olvida lo que pagó por nosotros, es decir, un precio muy alto. Pero no nos halaguemos mucho con su misericordia si no nos hemos esforzado en la lucha contra nuestros pecados" (Sermón 22, 9).

La solemnidad de la Pasión

“Con toda solemnidad leemos y celebramos la pasión de quien con su sangre borró nuestras culpas para reavivar gozosamente nuestro recuerdo a través de estas prácticas anuales y hacer que mediante la afluencia de gente, irradie mayor claridad nuestra fe. La solemnidad me pide hablaros, en la medida que el Señor quiera concedérmelo, de su pasión. Ciertamente, en cuanto sufrió de parte de sus enemigos, nuestro Señor se dignó dejarnos un ejemplo de paciencia para nuestra salvación, útil para esta vida por la que hemos de pasar” (Sermón 218, 1).

Enseñanzas de la cruz

 “Gloriémonos, pues, también nosotros en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para nosotros, y nosotros para el mundo. Cruz que hemos colocado en la misma frente para que no nos avergoncemos. Y si nos esforzamos por explicar cuál es la enseñanza de paciencia que se encierra en esta cruz o cuán saludable es, ¿encontraremos palabras adecuadas a los contenidos o tiempos adecuados a las palabras? ¿Qué hombre que crea con toda verdad e intensidad en Cristo se atreverá a enorgullecerse, cuando es Dios quien enseña la humildad no sólo con la palabra, sino también con su ejemplo?” (Sermón 218 C, 4).