Dar gusto a Dios

"Observad los amantes deshonestos y lascivos; ved si un hombre lascivo y perverso no se viste de forma contraria a sus gustos por amor de una mujer; observad si en su vestir contradice los gustos de su amada, o se acicala de forma distinta a como a ella le agrada. Si ella le dijera: «No quiero que lleves tal birro», no lo llevará; si en invierno le dice: «Me gustas vestido con la lacerna», prefiere temblar de frío a disgustarla. ¿Acaso puede condenarlo ella si la desagrada? ¿Puede acaso mandarlo a la cárcel o entregarlo a los verdugos? Sólo teme una cosa: «No te volveré a ver»; sólo esto le hace temblar: «No volverás a ver mi cara». Dice esto la mujer impúdica y se aterroriza; ¿y no se aterroriza diciéndolo Dios? Sin duda alguna, pero sólo si le amamos"
 (Sermón 161, 10).

Ley de la Caridad

"Pues si te sientes a disgusto frente al hermano que ha pecado, y él frente a ti, pero os desentendéis mutuamente, cometéis en verdad un gran pecado. Si, por el contrario, toleras tú lo que no puede tolerar él, y él lo que no puedes tú, lleváis mutuamente vuestras cargas, y comportándoos así cumplís la santísima ley de la caridad. Ella es la ley de Cristo; la ley de la caridad es la ley de Cristo. El vino porque nos amó, y aunque no había qué amar, amándonos nos hizo dignos de ser amados"
 (Sermón 163B, 2).

Ama y haz lo que quieras

"Y si levantas la voz, haya amor interiormente. Si exhortas, si acaricias, si corriges, si te muestras duro: ama y haz lo que quieras. El padre no odia al hijo y, sin embargo, si es necesario, le azota; le causa dolor para proteger su salud… No hay duda de que te agradó oírlo, y lo comprendiste: Llevad unos las cargas de los otros. Por ello, si un hombre está envuelto en algún delito, tú, que eres espiritual, instrúyele de esta manera con espíritu de mansedumbre. El, ciertamente, habrá de rendir cuentas de su pecado, dado que cada uno llevará su propia carga, pero si tú te desentiendes de su herida tendrás que dar cuenta negativa de tu pecado de negligencia, y, en consecuencia, si no lleváis mutuamente unos las cargas de los otros, tendréis que rendir cuentas negativas desde el momento en que cada uno llevará su propia carga. Cumplid aquello para llevar mutuamente unos las cargas de los otros, y os perdonará Dios, puesto que cada uno llevará su propia carga"
 (Sermón 163 B, 3).

Ama gratuitamente

"¿Qué otra cosa es tener la altura, sino pensar en Dios y amarle a él? Amar gratuitamente a ese Dios que nos ayuda, que nos contempla, nos corona y otorga el premio, y, finalmente, considerarle a él mismo como el premio y no esperar de él otra cosa que a él mismo. Si amas, ama gratuitamente; si amas en verdad, sea él la recompensa que amas. ¿O acaso consideras todo valioso y, en cambio, te parece vil quien hizo todas las cosas?"
 (Sermón 165, 4).

Amando a Dios

“El mundo fue hecho por el Señor, y el mundo no le conoció. ¿Qué mundo es el hecho por él y qué mundo no le conoció? El mundo, desde luego, que no le conoció no es el mundo hecho por él. ¿Qué mundo es el hecho por él? El cielo y la tierra. ¿No le conoció el cielo, si se oscureció en la pasión? Pero no le conoció el mundo cuyo  soberano es aquel de quien se dijo: Ya viene el príncipe de este mundo, aunque ningún poder tiene sobre mí. Mundo se llama a los hombres malos; se llama también mundo a los hombres sin fe, y recibieron ese nombre de lo que aman. Amando a Dios, nos hacemos dioses; luego amando al mundo, se nos llama mundo” 
(Sermón 121,1).

La anchura de la caridad

"En nosotros, en cambio, se pasea la presencia de la majestad si halla la anchura de la caridad. Exhortándonos a esto, dice el Apóstol: Ensanchaos, para no uniros en yunta con los infieles. Si nos ensanchamos, Dios se pasea en nosotros; pero el que nos ensanchemos es obra del mismo Dios. Si la anchura la produce la caridad que no conoce estrechez, ved que es Dios quien se la procura para sí mismo, según testimonio del Apóstol: La caridad de Dios se ha difundido en nuestros corazones mediante el Espíritu que se nos ha  dado. Gracias a esta anchura, repito, Dios se pasea en nosotros" 
(Sermón 163, 1).

La vida santa y la caridad

"¿Qué decir de la fe? ¿Podemos hallar alguien que tenga la fe y no la caridad? Muchos hay que creen y no aman. Y no se trata de contar los hombres; sabemos que los demonios creyeron lo que creemos y no aman lo que amamos. En efecto, recriminando el apóstol Santiago a aquellos que pensaban que les bastaba con creer y no querían vivir santamente, cosa que no es posible si no hay caridad —pues la vida santa pertenece a la caridad y nadie que tenga caridad puede vivir perversamente, puesto que el vivir santamente no es otra cosa que sentirse llenos de la caridad—; como algunos se jactaban de que creían en Dios y no querían vivir santamente y de forma adecuada a la fe que habían recibido, los comparó a los demonios con estas palabras: Tú dices que no hay más que un Dios. Crees lo recto, pero también los demonios creen, y tiemblan. En consecuencia, si sólo crees y no amas, eso te es común con los demonios" 
(Sermón 162A, 4).

Que no falte la caridad

"Profetizó Caifás y profetizó Saúl: tenían el don de la profecía, pero no la caridad. ¿Acaso tuvo la caridad Caifás que perseguía al Hijo de Dios, que nos trajo la caridad? ¿Por ventura tenía caridad Saúl, que, envidioso además de ingrato, perseguía a aquel cuya mano le había librado de los enemigos? Hemos probado, pues, que puede encontrarse en alguno la profecía sin la caridad. Pero a éstos la profecía de nada les sirve, según lo dicho por el Apóstol: Si no tengo caridad, nada soy. No dice: «Nada es la profecía» o «nada es la fe», sino: «Nada soy yo, si no tengo caridad». A pesar de tener grandes dones, no es nada; esos mismos grandes dones que tiene no le sirven de ayuda, sino que le llevan a la condena. No es gran cosa tener grandes dones, sino el utilizarlos bien; pero no vive bien quien no tiene caridad. En efecto, sólo la buena voluntad se sirve bien de cualquier cosa; pero no puede haber buena voluntad donde falta la caridad" 
(Sermón 162 A, 3).

El cimiento de la caridad

"Buena cosa es hablar de la caridad a quienes la aman; gracias a ella se ama rectamente cualquier cosa que se ame. Según el Apóstol, en la caridad se halla el camino más excelente. Acabamos de oírlo cuando se leyó: Os presento, dice, un camino más excelente. A continuación enumeró multitud de dones, extraordinarios ciertamente, que no han de ser tenidos en poco; al mismo tiempo dijo que, sin embargo, de nada servirán a los hombres que no tengan caridad. Entre tales dones mencionó el hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, el poseer en plenitud la profecía, la ciencia y la fe hasta el punto de trasladar montes; el distribuir los propios bienes a los pobres y entregar el propio cuerpo a las llamas. Dones todos grandiosos y divinos, pero solamente si están fundados sobre el cimiento de la caridad y brotan de la raíz del amor" 
(Sermón 162A, 1).

¡Qué valor el de la Caridad!

"Pero ¿de dónde te viene a ti esa caridad, si es que la tienes?; porque me temo que aún te abstengas de pecar por temor, y, sin embargo, te conceptúas un héroe. Grande verdaderamente lo eres si dejas de hacerlo por caridad. ¿Tienes, pues, la caridad? —La tengo, dices. —¿De dónde la tienes? —De mí mismo. —Si de ti mismo te viene, ¡qué lejos te hallas de la divina dulzura! Te amarás a ti mismo, porque a la fuerza has de amar la fuente del amor. Pero yo te pruebo que no la tienes, y prueba de no tenerla es atribuirte un bien de tanto valor. Si la tuvieras realmente, sabrías de dónde la tienes. ¿Tan liviana cosa, tan de poco más o menos es la caridad, que la tienes de tu cosecha?… ¡Qué valor el de la caridad, que sin ella nada vale nada!... ¿No es empequeñecer a Dios pretender sea tuya esta caridad que sobresale por encima de todo? ¿Qué cosa de más valor podría darte Dios? Cualquiera que te diere será menor"
 (Sermón 145, 4).

Tenga la caridad

"Que nadie, pues, se apene porque no se le ha concedido lo que se ve que se concedió a otro: tenga la caridad, no sienta envidia de quien posee el don y poseerá con quien lo tiene lo que él personalmente no tiene. En efecto, cualquier cosa que posea mi hermano, si no siento envidia por ello y lo amo, es mío. No lo tengo personalmente, pero lo tengo en él; no sería mío si no formásemos un solo cuerpo bajo una misma cabeza" 
(Sermón 162A, 4).

Todo necesita la caridad

"Por esta razón se les compara también con los sarmientos podados, mostrándose de acuerdo la lectura apostólica con la del Evangelio. Para no movernos de aquí, no otra cosa nos recomendó con fuerza el Señor sino la caridad: Yo soy, dice, la vid, y vosotros los sarmientos; mi padre es el agricultor. Todo sarmiento que da fruto en mí lo poda para que dé mayor fruto; en cambio, al que en mi no da fruto, lo corta. El fruto procede de la caridad misma, porque el fruto no procede más que de la raíz. Pues dice el Apóstol: Para que radicados y cimentados en la caridad. En ella está, por lo tanto, la raíz de la que brota todo el fruto. Quien comienza a mostrarse en desacuerdo con la raíz, aunque parezca que permanece durante algún tiempo, o bien está ya separado de ella, aunque no se vea, o bien ha de serlo claramente, pues de ninguna manera puede dar fruto"
 (Sermón 162A, 7).

La caridad nos une a la cabeza

“Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. Si así se aman los miembros que tienen su cabeza en la tierra, ¡cómo deben amarse aquellos que la tienen en el cielo! Es cierto que tampoco se aman si se apartan de su cabeza; pero cuando esa cabeza de tal manera lo es, de tal manera ha sido exaltada al cielo y de tal manera colocada a la derecha del Padre, que, no obstante, se fatiga aquí en la tierra; no en sí, sino en sus miembros, hasta el punto de decir al final: tuve hambre, tuve sed, fui huésped cuando se le pregunte: ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento?, como si respondiera: «Yo estaba en el cielo en cuanto cabeza; pero en la tierra los miembros tenían sed» —para concluir dice: cuando lo hicisteis a uno de mis pequeños a mi me lo hicisteis; y, a su vez, a los que nada hicieron: cuando no lo hicisteis a uno de mis pequeños, tampoco a mí me lo hicisteis— a esta cabeza no nos unimos si no es por la caridad"
 (Sermón 162A, 5).

Más amas más asciendes

"¿Qué ayuda presta Dios con esta gracia a quien toma para conducirle? Prosigue y dice: Las subidas en su corazón. Le establece grados o peldaños por los cuales suba. ¿En dónde? En el corazón. Cuanto más ames, tanto más asciendes... Aquí, pues, se llora mientras se siembra. Andando, dice, iban, y lloraban arrojando sus simientes. Luego las subidas en tu corazón se ordenan por Dios mediante su gracia. Amando, sube. De aquí que se canta el cántico de subidas. ¿En dónde ordenó estas subidas? En el corazón, en el valle del llanto. Ya dijo en dónde estableció lo que estableció. ¿Qué estableció? Las subidas. ¿En dónde? Interiormente: en tu corazón" 
(Comentario al salmo 83, 10).

Busca lugar al corazón

“Amemos e imitemos; corramos en pos de sus ungüentos, conforme se dice en el Cantar de los Cantares: Corramos al olor de tus ungüentos. Vendrá y despedirá fragancia, y su perfume llenará toda la tierra. ¿De dónde procede el perfume? Del cielo. Síguele al cielo si no contestas con falsedad cuando se dice: Eleva el corazón, la mente, el amor, la esperanza, para que no se corrompa en la tierra. No te atreves a colocar el trigo en lugar húmedo para que no se corrompa, ya que le cultivaste, le regaste, le trillaste y le bieldaste. Buscas lugar apropiado para depositar tu trigo, ¿y no lo buscas para tu corazón, y no lo buscas para tu tesoro?"
 (Comentario al salmo 90, s.2, 13).

Alcanzar lo que deseas

- ¿Todos queremos ser felices?

Apenas había dicho esto, todos lo aprobaron unánimemente.

-¿Y os parece bienaventurado el que no tiene lo que desea?

-No -dijeron todos.

-¿Y será feliz el que posee todo cuanto quiere?

Entonces la madre respondió:

-Si desea bienes y los tiene, sí; pero si desea males, aunque los alcance, es un desgraciado.

Sonriendo y satisfecho, le dije:

-Madre, has conquistado el castillo mismo de la filosofía Te han faltado las palabras para expresarte como Cicerón en el libro titulado Hortensius, compuesto para defensa y panegírico de la filosofía: He aquí que todos, no filósofos precisamente, pero sí dispuestos para discutir, dicen que son felices los que viven como quieren. ¡Profundo error! Porque desear lo que no conviene es el colmo de la desventura. No lo es tanto no conseguir lo que deseas como conseguir lo que no te conviene. Porque mayores males acarrea la perversidad de la voluntad que bienes la fortuna.

Sobre la vida feliz, II, 10

Su heredad por la caridad

Por tanto, a fin de curar este vicio se dice en persona del mismo profeta: Levántate, ¡oh Dios!, juzga la tierra. La tierra se pavoneó al crucificarte; levántate de entre los muertos y juzga la tierra. Porque tú aniquilas en todas las naciones. ¿Qué? La tierra. Es decir, a aquellos que tienen sentires terrenos; ya destruyendo en los creyentes la soberbia y el afecto de la terrena codicia; ya separando a los incrédulos, tierra que ha de ser destruida y aniquilada. Así, mediante sus miembros, que tienen el trato en el cielo, juzga a la tierra y destruye en todas las naciones. No ha de pasarse por alto lo que algunos códices escriben: Porque tú heredarás en todas las naciones. Esto no se toma incongruentemente ni se opone en algo a que puedan entenderse ambas cosas. Su heredad se consigue por la caridad, la cual, perfeccionada misericordiosamente con su preceptos y gracia, destruye la codicia terrena
(Comentario al salmo 81, 7).

Todo necesita la caridad

Todas nuestras buenas obras necesitan la caridad, porque la perfección de la ley es la caridad... El fin del precepto es la caridad de un limpio corazón, la conciencia buena y la fe no fingida. Luego la única obra en la cual se encierran todas es la fe que obra por el amor. De aquí que también el Señor dice en el Evangelio: Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquel a quien envió. Luego como en este salmo clara y suficientemente se distinguen la vida vieja y la nueva, la vida mortal y la vital, es decir, la vida en la que se muere y la vida en la que se vive, los años que son tenidos por nada y los días repletos de misericordia y de verdadera alegría, es decir, el castigo del primer hombre y el reino del segundo, atendiendo a esto, pienso que se adjudicó el nombre del hombre de Dios Moisés al título para que por ello se diese a conocer, a los que piadosa y rectamente investigan las Escrituras, la ley de Dios, que fue suministrada por Moisés, en la cual parece que Dios sólo o casi sólo promete por las buenas obras premios de bienes terrenos; y, sin duda, se encierra debajo del velo algo tal cual manifiesta contener este salmo. Mas, cuando alguno pase a Cristo, le será quitado el velo y le serán iluminados sus ojos para que considere las maravillas de la ley de Dios
 (Comentario al salmo 89, 17).

El Amor acerca a Dios

Luego nadie está lejos de Dios si no es por la desemejanza. ¿Y qué quiere decir desemejanza? Mala vida, malas costumbres. Luego si por las buenas costumbres nos acercamos a Dios, por las malas nos alejamos de Él. Uno y el mismo hombre, estando con el cuerpo en un mismo lugar, amando a Dios, se acerca a Él, y, amando la iniquidad, se aleja de Él; sin mover su pie puede acercarse o alejarse.En este camino, nuestros pies son nuestros afectos. Según sea el afecto que tenga cada uno, conforme sea su amor, así se acerca o aleja de Dios
(Comentario al salmo 94, 2)

La caridad es la raíz

¿Cuál es la raíz? La caridad. Así lo dice el Apóstol: Estad arraigados y afianzados en la caridad. Como la raíz de todos los males es la codicia, así la raíz de todos los bienes es la caridad… Muchos desfallecieron; y creo que flaquearon los que presumieron de sí y no habitaban en la fortaleza del Altísimo y bajo la protección del Dios del cielo; los que no dijeron al Señor: Tú eres mi ayudador; los que no confiaron debajo de la sombra de sus alas, sino que confiaron en sus propias fuerzas. Dios los abandonó para manifestarles que El es el que protege, el que mitiga las tentaciones, el que permite que sobrevenga a cada uno tanto cuanto puede soportar
 (Comentario al salmo 90, 8)

Se alaba para amar

No fueron ocultadas a sus hijos en la generación siguiente. Esta es nuestra generación, en la cual se nos dio la regeneración, pues nos anunciaron las alabanzas del Señor, y sus poderes, y las maravillas que obró. El orden de las palabras es el siguiente: Y nuestros padres nos narraron, anunciando las alabanzas del Señor. Se alaba al Señor para que sea amado. ¿Y qué cosa se ama con más provecho?
 (Comentario al salmo 77, 6)

El amor cumplió la Ley

Así, pues, para que los pies de esta Cabeza no incurriesen en el reato de la ley, fue enviado el Espíritu Santo, que proporcionase el amor y librase del temor. El temor no cumplía la ley, la cumplió el amor. Temieron los hombres y no la cumplieron, amaron y la cumplieron. ¿Cómo temieron y no la cumplieron y cómo amaron y la cumplieron? Temían y robaban las cosas ajenas; amaron y dieron las propias… A mí, que no veo el corazón, me bastaría. ¡Cuánto más le bastaría al Señor, que veía con qué entrañable amor decía Pedro: Te amo! Pero no se contenta el Señor con que le responda una vez. Le pregunta de nuevo, y Pedro responde otra vez: Te amo.Por tercera vez le interrogó, y entonces, entristeciéndose Pedro por parecerle como si dudase el Señor de su amor, le dice: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo.El Señor obró de este modo con él como diciéndole: "Tres veces me negaste temiendo; amándome me has de confesar otras tantas". Con este amor y con esta caridad llenó a sus discípulos.
 (Comentario al salmo 90, s.2, 8).

La perfección de la caridad

Despreciaron esta vida y, según oísteis en la epístola de san Juan, entregaron sus vidas por los hermanos, en lo cual consiste la perfección de la caridad… ¿Qué retribuirás al Señor por haberte hecho a su imagen y semejanza, por lo cual superas a todas las bestias y a todas las aves? No busques qué retribuirle; retribúyele su semejanza; no busques más. El exige su moneda. Sin embargo, tú, por los bienes que recibiste y que consigné, en lugar de acción de gracias, de humildad, de obediencia, de culto religioso, es decir, de todos los bienes que debías a tu Dios, le retribuiste blasfemias
 (Comentario al salmo 102, 3).

La caridad es lo más excelso

¿De qué altos lugares se trata? Del cielo. ¿Y qué simboliza el cielo? La santa Escritura. ¿Cuáles son los más altos lugares de la divina Escritura? ¿Cuál es lo más alto que encontramos en la santa Escritura? Pregunta a san Pablo y te dirá: Os voy a mostrar un más excelente camino. ¿A qué llama camino excelsísimo? Si hablare las lenguas de los hombres y de los ángeles y no tuviere caridad, soy como bronce que suena o címbalo que tañe. Pero, si no puede hallarse nada más excelsísimo en la santa Escritura que la caridad, ¿cómo se cubren con aguas los más altos lugares del cielo, siendo así que el precepto de la caridad es el lugar más eminente de la Escritura?
(Comentario al salmo 103, 9).

El camino de la caridad

¿Quién obra iniquidad? El que no tiene caridad. La caridad es la plenitud de la ley. Luego cubre sus más altos lugares con agua. ¿Qué dijo? En todas las santas Escrituras, la caridad ocupa el camino excelentísimo, el puesto más sublime; sólo los buenos la anhelan; los malos no participan, como nosotros, de ella; pueden participar del bautismo, pueden participar de los otros sacramentos, pueden participar de la oración, pueden hallarse dentro de estas paredes y formar parte de esta congregación, pero no participan de la caridad con nosotros. Esta es la fuente genuina de todos los bienes y de todas las cosas santas de la cual se dice: Ningún extraño participa de ti. ¿Quiénes son los extraños? Todos los que oyen: No os conozco... Luego el excelsísimo camino de la caridad se halla sobre los cielos y sobre todo ordenamiento. A ella están sometidos todos los decretos, a ella sirve toda palabra de los santos y todos los afectos o movimientos, tanto del alma como del cuerpo, de los administradores de Dios. Luego es camino excelentísimo y con razón cubre los lugares más altos del cielo con agua, porque nada encuentras más sublime en los libros divinos que la caridad
 (Comentario al salmo 103, 9).

Ama a Dios y al prójimo

"Cualquiera que ame a Dios y al prójimo, tiene dotada su alma de alas y vuela con santo amor hacia el Señor teniendo libres las alas. Por el contrario, todo el que se halla enredado en el amor carnal, tiene enligadas las alas... Luego las almas que ponen santamente en práctica los preceptos de Dios y poseen la caridad de una conciencia pura y de una fe no fingida, tienen buenas alas y están libres de ligaduras de todo visco. Pero, por más que se encuentren dotadas de la virtud de la caridad, ¿qué comparación tiene con aquel amor de Dios por el que son amadas aun cuando se hallasen enredadas en la liga? La caridad de Dios para con nosotros es mayor que la nuestra para con Él. Nuestras alas son nuestra caridad, pero Dios camina sobre las alas de los vientos" 
(Comentario al salmo 103, 13)