Mostrando entradas con la etiqueta Reconciliación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Reconciliación. Mostrar todas las entradas

Dios prometió el perdón

"Por todas parte te rodea misericordiosamente la providencia divina. ¿Qué dices ahora? Dios me prometió el perdón; cuando me convierta me lo otorgará. Ciertamente que te lo dará cuando te conviertas, pero ¿por qué no te conviertes? Porque cuando me convierta me lo dará. Pero ese cuando, ¿cuándo es? ¿Por qué no es hoy mismo? ¿Por qué no es ahora mismo, mientras me escuchas? ¿Por qué no ha de ser ahora mismo, cuando clamas? ¿Por qué no ahora mismo, cuando alabas? ¡Hermano! Que mi clamor te ayude; y que tu clamor sea un testigo contra ti. ¿Por qué no hoy, por qué no ahora? Y tú dices: 'mañana'. Dios me prometió el perdón. ¿Tú te lo prometes para mañana? Quizá me muestras el códice sagrado para leerme que Dios te prometió el perdón si te conviertes, pero ¿te lo prometió en forma que puedas diferirlo de un día a otro? ¿Acaso no te intimó primero el terror medicinal, acaso no te dijo, increpándote: No lo dejes de un día para otro; su ira se presentará de improviso?" 
(Sermón 20, 4).

Quita la ira del corazón

"¿Qué decir ahora de aquella obra de misericordia que no comporta sacar nada ni de la dispensa ni de la cartera, sino sólo extraer del corazón lo que comienza a ser más dañino si queda allí dentro que si sale fuera? Me refiero a la ira contra cualquiera anidada en el corazón. ¿Hay cosa más necia que evitar el enemigo exterior y retener otro mucho peor en lo íntimo de las entrañas?... Lo primero que tenéis que conseguir es, pues, que no os coja airados la puesta de este sol, para que el sol de justicia no abandone al alma misma. Pero si la ira ha permanecido en el pecho de alguno hasta hoy, expúlsela al menos ahora, próximo ya el día de la pasión del Señor, quien no se encolerizó contra sus asesinos, por quienes derramó súplicas y la sangre cuando colgaba del madero. Si con suma desfachatez ha resistido hasta estos santos días en el corazón de algunos de vosotros la ira, arrójela de allí al menos ahora, para que la oración avance segura, sin tropiezos, sin sacudidas, y no tenga que callar bajo las punzadas de la conciencia" (Sermón 208,2).