Esa Palabra es tu adversario

"¿Quién es, pues, este adversario? La palabra de Dios. Esa palabra de Dios es tu adversario. ¿Y por qué es tu adversario? Porque prescribe todo lo contrario de lo que tú haces… Cuando ordena esto, la palabra de Dios es el adversario. Porque no quieren los hombres hacer lo que quiere la palabra de Dios. ¿Por qué digo que es el adversario la palabra de Dios al mandar eso? Temo que yo mismo me convierta en adversario de algunos por decir estas cosas. ¿Y qué me importa? Hágame fuerte aquel que me intima el hablar, sin temer a las quejas de los hombres" 
(Sermón 9, 3).

Te formó la Palabra de Dios

"La Escritura llamó a la lengua fuego. Al hablar la Escritura sobre la persecución, dice refiriéndose a los mártires matados: Los probó como oro en el fuego y los recibió como ofrenda de holocausto. Oye cómo la lengua de los aduladores es tal fuego: El oro y la plata se prueban por el juego; pero el varón, por la boca de los que le alaban. La persecución es fuego; la alabanza también. De ambos te conviene salir puro, intacto. Te quebró quien te ultrajó; te rompiste en el horno como vaso quebradizo. Te formó la palabra de Dios y vino la tentación de la tribulación; lo que está modelado conviene que sea cocido; si está bien modelado, se acerca al fuego para que le dé consistencia" 
(Comentario al salmo 69, 5).

Sudemos oyendo

"Oír y anunciar la palabra de la verdad es trabajoso. Pero toleraremos este trabajo, hermanos, con buen ánimo si nos acordamos de la sentencia del Señor y de nuestra condición.Desde el mismo origen del género humano oyó el hombre, mas no del hombre mentiroso ni del diablo seductor, sino de la misma verdad, de la boca de Dios: Con el sudor de tu rostro comerás tu pan. Por tanto, si nuestro pan es la palabra de Dios, sudemos oyendo para no morir ayunando" 
(Comentario al Salmo 32, 2, s.2, 1).

La Palabra libra de lazos

"La palabra de Dios que se halla en el corazón libra de lazos, de camino malo y de ruina. Contigo está Aquel de quien su palabra no se aparta de ti. ¿Qué mal padecerá aquel a quien guarda Dios?"
 (Comentario al Salmo 36, s.3, 12).

Permanezcamos en sus palabras


"Permanezcamos en sus palabras para no ser confundidos cuando venga. En el Evangelio dice a los que creen en Él: Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Y como si le preguntasen: ¿Qué provecho nos reporta?, responde: Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará. Ahora nuestra salud se basa en la esperanza, no en la realidad, pues aún no tenemos lo que se nos prometió, sino que lo esperamos venidero. Fiel es el promitente; no te engaña. Únicamente no desfallezcas; espera la promesa. La verdad no puede engañar" 
(Comentario a Epístola de Juan 4, 2).

Escuchar las cosas claras

"A la lectura evangélica de ayer, sobre la cual dijimos lo que el Señor nos manifestó, sigue la de hoy, de la que hablaremos lo que el Señor nos conceda. Hay en las Escrituras algunas cosas tan claras, que más piden quién las escuche que quién las exponga. No conviene que en éstas nos detengamos, para que haya tiempo de explicar las que necesitan más detención" 
(Comentario a Juan 50, 1).

La Escritura es campo edificable

"El Señor, en un lugar de su Evangelio, dice que el sabio auditor de su palabra debe asemejarse al hombre que, queriendo construir un edificio, ahonda cavando hasta llegar a la estable y firme roca y sobre ella levanta ya con seguridad su fábrica contra la violencia impetuosa de las aguas. Y así, cuando esas aguas se lancen con violencia sobre ella, se estrellan contra su solidez antes que convertir en ruinas aquella construcción. Hay que pensar que la Escritura divina es como un campo en el que se va a levantar un edificio. No hay que ser perezoso ni contentarse con edificar sobra la superficie; hay que cavar muy hondo, hasta llegar a la roca viva. Esta roca viva es Cristo"
(Comentario a Juan 23, 1).

Penetrar en la Palabra

"Esto nos llena de turbación; mas con esta nuestra turbación no dejemos de sudar y de trabajar, y con el sudor llegaremos a purificarnos. Esforcémonos, cuanto con el socorro de Dios podamos, en penetrar en el abismo profundo de estas palabras. Tal vez sea temeridad querer discutir y escudriñar las palabras de Dios. Pero ¿para qué se dicen sino para que se sepan? Y ¿para qué han sonado sino para que se oigan? Y ¿para qué se oyen sino para que se entiendan? Que nos dé, pues, Él fuerzas y que nos conceda algo, cuanto Él se digne, y si aun con esto llegamos a la fuente, bebamos de los riachuelos" 

(Comentario a Juan 21, 12).

Dirigir la mirada a la Escritura

"Las montañas nos sirven de lo que reciben. Nuestra esperanza debe ponerse en la fuente misma de donde ellas fluyen. Cuando dirigimos nuestra mirada a las Escrituras, que nos han sido servidas por medio de los hombres, levantamos los ojos a lo alto, de donde nos viene el consuelo. Quienes escribieron las Escrituras eran hombres; su luz era recibida. La verdadera luz era Aquel que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" 
(Comentario a Juan 1, 6).

No vivir de otra cosa que del Evantelio

"Queda, pues, bien claro que no fue un precepto, sino una facultad concedida a los apóstoles no vivir de otra cosa que del Evangelio; y de aquellos en quienes con la predicación del Evangelio sembraban bienes espirituales, recogiesen los materiales, esto es, lo necesario para su corporal sustento, y, como soldados de Cristo, recibiesen de sus proveedores la soldada. Con este motivo, este mismo soldado de Cristo había dicho poco antes acerca de esto: ¿Quién sirve en la milicia a sus propias expensas? Y esto es lo que él hacía, porque trabajaba más que todos" 
(Comentario a Juan 122, 3).

Ejecutad su Palabra

"Bendecid al Señor vosotros, vosotros todos los ángeles, todos los poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra; todos sus ejércitos, todos sus ministros, que hacéis su voluntad. Pues todos los que viven mal, aunque no muevan su lengua, maldicen al Señor con su vida. ¿De qué sirve que tu lengua cante alabanzas, si tu vida viola todo lo santo? Viviendo mal, indujiste a blasfemar a muchas lenguas. Tu lengua se entrega al canto de alabanzas, y las de los demás, que te contemplan, a blasfemar. Luego, si quieres bendecir al Señor, ejecuta sus órdenes, cumple su voluntad” 

(Comentario al salmo 102, 28).

Edificar sobre roca

“Hermanos míos, que vinisteis con entusiasmo a escuchar la palabra: no os engañéis a vosotros mismos a la hora de cumplir lo que escucháis. Pensad que, si es hermoso oírla, ¡cuánto más será el llevarla a la práctica! Si no la escuchas, si no pones interés en oírla, nada edificas. Pero si la oyes y no la llevas a la práctica, edificas una ruina… Por tanto, el escuchar la palabra y cumplirla equivale a edificar sobre roca. El sólo escuchar es ya edificar"

(Sermón 179, 8)

Abre la Escritura quien quita el velo

"La valla que respetan es la divina Escritura. ¿Y quién abre la Escritura sino aquel a quien se pasa para que le quite el velo? Ha llegado el tiempo del destape de éstos, es decir, de su exteriorización y manifestación, cuando llegue el Señor e ilumine los escondrijos de las tinieblas y manifieste los proyectos de los corazones, y entonces cada uno obtendrá la alabanza de Dios. Sólo Él hará esto a su tiempo: porque cuando se manifieste Él, que es nuestra vida, entonces también nosotros nos manifestaremos gloriosos con Él. Y los conducirá sobre el edificio: quien hará que posean lo que aquí dejaron edificado. Porque aquel cuya vivienda se mantiene firme recibirá su premio"
(Anotaciones a Job, 38, 33).

Estoy al servicio de la Palabra

"Se han clavado en mi cuerpo las saetas del Señor. Trátase de las Palabras de Dios que traspasan el alma cuando intiman la confesión... Así pues, estas palabras son comida del que las desea; es decir, son una ayuda, pero nunca del que tiene impaciencia en el dolor. ¿Se come el pan sin sal? Como si se le preguntara: ¿Por qué dices todo esto de modo figurado? Y la respuesta es: Porque si lo dijera a título personal resultaría un plato insípido. ¿Tienen sabor las palabras vanas? Se refiere a las conversaciones frívolas de los hombres, porque las palabras de Dios son pan, pero pan celestial. Mi alma no puede estar ociosa. Al igual que el pan sin sal es inaguantable, así estoy ahora al servicio de la palabra de Dios, a tenor del texto: ¿Cómo oirán si nadie les predica? Porque estoy viendo mis alimentos malolientes como el hedor del león.Porque mis palabras son malolientes y apestan como el león, sea a causa de la soberbia que los hace jactanciosos, sea porque, al abrazar las realidades carnales, los que se gozan de sus propias palabras apestan como el león"

(Anotaciones a Job, 6).