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La resurrección es la vida nueva

“Dado que la resurrección del Señor simboliza la vida nueva que hemos de tener cuando hayamos atravesado este mundo, consideremos solamente, hermanos, cómo se arrojó por primera vez la palabra de Dios a este mar, o sea, a este mundo. A este mundo agitado por las olas, peligroso por sus tormentas y horrible por los naufragios; a este mundo fue echada la palabra de Dios, y capturó a muchos, hasta llenar dos barcas. ¿Qué simbolizan estas dos barcas? Dos pueblos, cual dos paredes para las que el Señor se constituyó en piedra angular a fin de unir en sí a quienes traían direcciones contrarias”
 (Sermón 252, 3).

El Señor recomienda la Iglesia

“Ved, por tanto, hermanos, lo que debéis amar ante todo y a lo que debéis adheriros firmemente. El Señor, glorificado en su resurrección, nos recomienda la Iglesia; glorificado en su ascensión, nos recomienda otra vez la Iglesia; enviando al Espíritu Santo desde el cielo, nos recomienda de nuevo la Iglesia… ¿Qué sucedió cuando vino el Espíritu Santo? Vino el Espíritu Santo, y los primeros en ser llenos de Él hablaban las lenguas de todos. ¿Qué significaba esto sino la unidad entre todas las lenguas? Aferrados a esto, apoyados, fortalecidos y clavados en esta fe mediante un amor inquebrantable, alabemos como niños al Señor y cantemos el Aleluya.Pero ¿en una sola parte? ¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Desde la salida del sol hasta el ocaso, alabad el nombre del Señor” 
(Sermón 265,12).

El templo de Dios es Santo

“Así, pues, como este edificio visible ha sido construido para reunirnos corporalmente, de la misma manera construimos el edificio que somos nosotros mismos para Dios, que ha de habitarlo espiritualmente. El templo de Dios es santo, dice el Apóstol, y ese templo sois vosotros. Como este lo construimos con piezas terrenas, de idéntica manera hemos de levantar el otro con costumbres bien arregladas. Este se dedica ahora, con motivo de mi visita; el otro, al final del mundo, cuando venga el Señor, cuando esto nuestro corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se revista de inmortalidad, porque nuestro cuerpo humilde se modelará según el cuerpo de su gloria. Ved, pues, lo que dice en el salmo de la dedicación: Tornaste mi llanto en gozo, rompiste mi saco y me ceñiste de alegría para que mi gloria te cante a ti y no me sienta triste. Mientras somos edificados, gime ante Él nuestra humildad; cuando seamos dedicados, le cantará a Él nuestra gloria, porque la edificación requiere fatiga y la dedicación pide alegría” (Sermón 337, 2).

El hombre nuevo canta el cántico nuevo

“Es conveniente que tributemos a nuestro creador cuantas alabanzas podamos. Cuando alabamos al Señor, amadísimos hermanos, algún beneficio obtenemos mientras estamos en tensión hacia su amor. Hemos cantado el Aleluya. Aleluya es el cántico nuevo. El hombre nuevo canta el cántico nuevo. Lo he cantado yo; lo habéis cantado también vosotros, los recién bautizados, los que acabáis de ser renovados por Él. Voy a exhortaros según las exigencias de la caridad fraterna; pero no sólo a nosotros; mi exhortación se dirige también a cuantos me escuchan en cuanto hermanos e hijos: hermanos porque nos engendró una misma madre; hijos, porque yo os he engendrado para el Evangelio. Vivid bien, amadísimos míos, para que después de haber recibido tan grande sacramento podías presentaros ante el tribunal con conducta intachable. Corregid los vicios, ordenad las costumbres, dad cabida a las virtudes; esté presente en cada uno de vosotros la piedad, la santidad, las castidad, la humildad y la sobriedad, para que, ofreciendo tales frutos a Dios, Él se deleite en vosotros, y vosotros en Él… Amad al Señor, puesto que Él os amó a vosotros; visitad frecuentemente esta madre que os engendró. Ved lo que ella os ha aportado: ha unido la criatura al creador, he hecho de los siervos hijos de Dios, y de los esclavos del demonio, hermanos de Cristo. No seréis ingratos a tan grandes beneficios si le ofrecéis el obsequio respetuoso de vuestra presencia. Nadie puede tener propicio a Dios Padre si desprecia a la Iglesia madre. Esta madre santa y espiritual os prepara cada día alimentos espirituales, mediante los cuales robustece no vuestros cuerpos, sino vuestras almas” 
(Sermón 255 A).