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La utilidad del Ayuno




EXORDIO

El ayuno como ofrenda a Dios

El ayuno como ofrenda a Dios es propio de los hombres y no de los ángeles. He sido invitado a hablaros sobre la utilidad del ayuno. También Dios nos invita, y el tiempo mismo nos apremia. Esta práctica, esta virtud del alma, esta pérdida de la carne y ganancia del espíritu los ángeles no se la pueden ofrecer a Dios. En efecto, allí en el cielo todo es abundancia y seguridad sempiterna; y por eso no hay defecto alguno, porque todo el amor es hacia Dios. Allí Dios es el pan de los ángeles, y Dios se hace hombre para que el hombre coma el pan de los ángeles1. Aquí en la tierra, todas las almas, que tienen una carne terrena, sacian sus vientres de la tierra; allí los espíritus racionales, gobernando a los cuerpos celestes, llenan de Dios sus mentes. Tanto aquí como allí hay alimento, pero el alimento de aquí, cuando nutre, se acaba, y llena el vientre de modo que él se disminuye; en cambio, el alimento de allí, a la vez que llena, permanece igualmente entero. De este alimento Cristo nos ha indicado que tengamos hambre, cuando dice: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados2.

Sermón 205 - El significado de la Cuaresma



Con esta fecha iniciamos la observancia de la cuaresma, que, una vez más, se presenta con la acostumbrada solemnidad. Es deber mío, dirigiros una exhortación también solemne, para que la Palabra de Dios, servida por nuestro ministerio, alimente el corazón de quienes van a ayunar corporalmente; de esta forma, vigorizado el hombre interior por su propio alimento, podrá llevar a cabo y mantener con fortaleza la mortificación del exterior. Se ajusta a nuestra devoción el que quienes vamos a celebrar la pasión, ya cercana, del Señor crucificado, nos hagamos nosotros mismos una cruz con los placeres de la carne, que han de ser domados, conforme a las palabras del Apóstol:

Escuchar las cosas claras

"A la lectura evangélica de ayer, sobre la cual dijimos lo que el Señor nos manifestó, sigue la de hoy, de la que hablaremos lo que el Señor nos conceda. Hay en las Escrituras algunas cosas tan claras, que más piden quién las escuche que quién las exponga. No conviene que en éstas nos detengamos, para que haya tiempo de explicar las que necesitan más detención" 
(Comentario a Juan 50, 1).

La mano del Señor lo escribió


"Todo el que entienda este consorcio de unidad y el ministerio, en los diversos oficios, de los miembros concordes bajo una única cabeza, no entenderá lo que lea en el Evangelio, siendo los narradores los discípulos de Cristo, distintamente que si viese que lo escribía la misma mano del Señor, que llevaba en el propio cuerpo. Por lo cual, veamos ya cuáles son aquellos puntos que piensan que escribieron los evangelistas en desacuerdo entre sí, como pudiera parecer a los romos de inteligencia, a fin de que, resuelta la cuestión, de aquí mismo aparezca que los miembros de aquella cabeza conservaron la concordia fraterna en la unidad de su cuerpo, no sólo pensando lo mismo, sino también escribiendo en armonía"
 (Concordancia de los evangelistas 1, 35, 54).

La Palabra prescribe el Amor


"Porque en éste se ejercita todo el estudio de las divinas Escrituras, no encontrado en ellas otra cosa más que se ha de amar a Dios por Dios y al prójimo por Dios; a Este con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente; al prójimo como a nosotros mismos, es decir, que todo amor al prójimo como a nosotros ha de referirse a Dios. De estos dos preceptos hemos tratado en el libro anterior al hablar de las cosas. Es, pues, necesario que ante todo cada uno vea, estudiando las divinas Escrituras, que si se halla enredado en el amor del mundo, es decir, en el de las cosas temporales, está tanto más alejado del amor de Dios y del prójimo cuanto lo prescribe la misma Escritura"
 (Sobre la doctrina cristiana 2, 7, 10).

Mantente en el Amor


"El amor por el que amamos a Dios y al prójimo posee confiado toda la magnitud y lati­tud de las palabras divinas. El único maestro, el celestial, nos enseña y dice: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos pende toda la ley y los profetas. Si, pues, no dispones de tiempo para escudriñar todas las páginas santas, para quitar todos los velos a sus palabras y penetrar en todos los secretos de las Escrituras, mantente en el amor, del que pende todo; así tendrás lo que allí apren­diste e incluso lo que aún no has aprendido. En efecto, si conoces el amor, conoces algo de lo que pende también lo que tal vez no conoces; en lo que comprendes de las Escritu­ras se descubre evidente el amor, en lo que no entiendes se oculta. Quien tiene el amor en sus costumbres, posee, pues, tanto lo que está a la vista como lo que está oculto en la pa­labra divina"
 (Sermón 350, 2).

Toda la Escritura nos lleva al amor


"Todo lo que de saludable concibe la mente, o profiere la boca, o se arranca de cualquier página de la Escritura, sólo tiene por fin la caridad... Ninguna otra cosa busquéis en la Escritura; nadie os mande otra cosa. En todo lo que en la Escritura está oculto, está oculto este amor, y en todo lo que en ella es patente, se halla patente este amor. Si en ninguna parte apareciese patente, no te alimentaría; si en ninguna apareciese oculto, no te ejercitaría. Esta caridad clama del corazón puro, del corazón de aquellos que oran estas palabras con que ahora ora éste aquí. Al instante diré quién es éste: éste es Cristo"
 (Comentarios a los Salmos 140, 2).

El fin de la Escritura es el Amor

"El compendio de todo lo expuesto desde que comenzamos a tratar de los objetos o cosas, es entender que la esencia y el fin de toda la divina Escritura es el amor de la Cosa que hemos de gozar y de la cosa que con nosotros puede gozar de Ella, pues para que cada uno se ame a sí mismo no hubo necesidad de precepto. Para que conociésemos esto y lo ejecutásemos se hizo por la divina Providencia para nuestra salud eterna toda la dispensación temporal de la cual debemos usar no con cierto gozo y amor permanente y final en ella, sino más bien pasajero, es decir, que la amemos como amamos la vía, el vehículo u otra clase de medios, si puede expresarse con palabras más propias; de modo que amemos las cosas que nos llevan al último fin por aquel último fin a donde nos llevan"
 (Sobre la doctrina cristiana 1, 35, 39).

Ignoro mucho de la Escritura

"Me extraña que no sepas que ignoro muchas cosas, no sólo en otras disciplinas, sino en las mismas santas Escrituras; en ellas es mucho más lo que ignoro que lo que sé. Pero creo que no es estéril la esperanza que pongo en el nombre de Cristo, porque no sólo he creído a mi Dios, que me enseña que en los dos preceptos se encierran la Ley y los Profetas, sino que lo he experimentado y lo experimento cada día: siempre que descubro algún sacramento o alguna palabra muy oscura de las sagradas letras, hallo los mismos preceptos: El fin del precepto es la caridad del corazón puro, de la conciencia buena y de la fe no fingida. Y también: la plenitud de la ley es la caridad"
 (Carta 55, 21, 38).

La Escritura es Santa

"La Escritura es santa, es veraz, es irreprensible. Toda Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para argüir: útil para la exhortación, para la doctrina. De nada hay que acusar a la Escritura si, tal vez nosotros, no habiéndola entendido, nos desviamos en algo. Cuando la comprendemos, somos rectos; cuando, no entendiéndola, somos malos, es porque la abandonamos a ella, que es recta. Aunque nosotros nos corrompamos, no la corrompemos a ella, que se mantiene recta, para que volvamos a ella para ser corregidos. Con el fin de ejercitarnos a nosotros, la misma Escritura habla en muchos lugares como carnalmente, aunque la ley es siempre espiritual... Aunque ella es espiritual, con frecuencia, no obstante, con los carnales camina casi carnalmente. Pero no quiere que permanezcamos carnales, como la madre que gusta de nutrir a su pequeño, pero no desea que permanezca pequeño. Lo lleva en su seno, lo atiende con sus manos, lo consuela con sus caricias, lo alimenta con su leche. Todo esto hace al pequeño, pero desea que crezca, para no tener que hacer siempre tales cosas"
 (Sermón 23, 3).

Allá no necesitarás las Escrituras

"En presencia de aquel día, no habrá necesidad de lámparas, ni se nos leerán los profetas, ni se abrirán las epístolas del Apóstol, ni iremos en busca del testimonio de Juan, ni necesitaremos siquiera del Evangelio mismo. Desaparecerán, pues, todas las Escrituras, que, como lámparas, estaban encendidas en la noche de este siglo con el fin de no dejarnos en tinieblas. Una vez desaparecidas todas esta lámparas, para que nadie crea que nos son necesarias para alumbrarnos, y que los hombres mismos de Dios que nos suministraron estas lámparas vean en nuestra compañía aquella verdadera y clara luz; retirados, digo, ya como inútiles, todos estos adminículos, ¿qué es lo que veremos? ¿Qué será lo que apaciente nuestra inteligencia? ¿Qué será lo que alegre nuestra vista? ¿Cuál será el principio de la alegría aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni ha experimentado jamás corazón humano alguno? ¿Qué será lo que veremos? Os pido que améis conmigo y que corráis en la misma fe que yo. Deseemos y suspiremos por la patria del cielo y que nos creamos peregrinos aquí abajo. ¿Qué será lo que entonces veremos? Que lo diga ahora mismo el Evangelio: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.Vendrás a la fuente de donde se esparció sobre ti aquel rocío" 
(Comentario a Juan 35, 9).

Nos dio las Escrituras

"Bendito sea Dios, que nos dio las Escrituras santas. No cerréis los ojos al resplandor de esta luz. El resplandor se engendra de la luz, y, con todo eso, el resplandor es coeterno a quien lo engendra. Siempre existió la Luz y siempre su resplandor. Ella engendró su Resplandor, pero ¿acaso estuvo alguna vez sin su Resplandor? Séale permitido a Dios engendrar desde la eternidad. Os ruego paréis mientes en aquel de quien hablamos. Oíd, reflexionad, creed y comprended: hablamos del mismo Dios"
 (Sermón 118, 2).

La Palabra es lámpara

"Entre tanto no falte en esta noche la lámpara. Y esto es quizá lo que hacemos ahora, pues, al exponer estas palabras de la Escritura, presentamos la lámpara para que nos alumbre en esta noche; la cual debe estar siempre encendida en vuestras moradas. Pues se dice a los tales: No apaguéis vuestro espíritu. Y como explicando a quién se refiere, prosigue: no despreciéis la profecía, es decir, luzca siempre en vosotros la lámpara. Con todo, esta luz es noche sin duda en comparación de cierto día inefable" 
(Comentarios a los Salmos 76, 4).

Nos sostiene el rocío de la Palabra

“Luego en este mundo no debemos desear la hartura. Aquí ha de sentirse la necesidad; allí seremos saciados. Pero ahora, para no desfallecer en el desierto, nos sostiene el rocío de la palabra de Dios y no permite que nos sequemos por completo a fin de que no tengamos nueva aspiración de lo nuestro, sino que de tal modo sintamos sed, que bebamos. Mas para beber, ahora somos rociados por alguna gracia suya; sin embargo, sentimos sed"
 (Comentarios a los Salmos 62, 3).

La Palabra viva de Dios

"El Evangelio y la palabra viva de Dios, que penetra hasta el fondo de nuestras almas y busca el quicio del corazón, se nos ofrece saludablemente a todos nosotros y a nadie pasa la mano adulatoriamente, si el hombre no se la pasa a sí mismo. He aquí que se nos ha propuesto como un espejo en el que podemos mirarnos todos; si tal vez advertimos una mancha en nuestro rostro, lavémosla con esmero para no tener que avergonzarnos cuando volvamos a mirarnos al espejo… En efecto, si ahora se hiciese presente en su carne Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, pero se quedase callado de pie ante nosotros, ¿de qué nos aprovecharía? Si, pues, fue provechoso por su palabra, también ahora sigue hablando cuando se lee el evangelio"
 (Sermón 301 A, 1).

La Palabra divina es saludable

"Toda palabra divina es saludable para quienes la entienden bien, y perjudicial para los que pretenden, según la perversidad de su corazón, torcerla antes que corregir su corazón conforme a la rectitud de ella. Esta es una costumbre de los hombres de inigualada perversidad, puesto que, debiendo vivir conforme a la voluntad de Dios, quieren que Dios viva según la suya. Y, no queriendo corregirse, pretenden hacer depravado a Dios, pensando que no es recto lo que Dios quiere, sino lo que ellos desean... Dije que el corazón del hombre aparta de sí la severidad de la palabra de Dios y que da cabida malamente en sí a los halagos de la incitadora serpiente. Contra estos se pronuncia la palabra divina y en este salmo nos previene contra ellos" 
(Comentarios a los Salmos 48, 1, 1).

Es pan para la mente

"¿Qué significa, por tanto, Danos hoy nuestro pan de cada día? Vivamos de tal modo que no seamos apartados de tu altar. También la palabra de Dios, que día a día se os explica y en cierto modo se os reparte, es pan de cada día. Y del mismo modo que los vientres tienen hambre de aquel pan, así las mentes la sienten de éste. También este lo pedimos sin añadir nada más; en el pan de cada día se incluye cuanto es necesario en esta vida para nuestra alma y para nuestro cuerpo"
 (Sermón 58, 5).

Gozar de haber comprendido

"Lo que ahora se ha oído y con atención escuchado al leerse el santo evangelio no dudo de que hemos puesto todo empeño en comprenderlo, y que cada uno de nosotros ha comprendido según su capacidad lo que ha podido de esta materia tan elevada que se ha terminado de leer, y que nadie se lamentará de no haber gustado del pan de la palabra que en la mesa se ha puesto. Sin embargo, si existe también alguien que ha calado suficientemente el sentido de todas las palabras de nuestro Señor Jesucristo oídas ahora, que lleve con paciencia el ejercicio de nuestro ministerio hasta que (si nos es posible en el curso de la exposición con la ayuda de Cristo) consigamos que todos o muchos lleguen a comprender lo que unos pocos solamente se gozan de haberlo comprendido ya"
 (Comentario a Juan 34, 1).

El pan cotidiano

"Existe otro pan cotidiano: el que piden los hijos. Es la palabra de Dios que se nos ofrece día a día. Nuestro pan es cotidiano: con él viven las mentes, no los vientres. Es necesariotambién para nosotros, que trabajamos ahora en la viña; es alimento, no recompensa. Dos cosas debe al jornalero quien le arrienda para trabajar en la viña: el alimento para que no decaiga, y la recompensa de que se alegre.Nuestro alimento cotidiano en esta tierra es la palabra de Dios que se distribuye siempre a las iglesias; nuestra recompensa, posterior al trabajo, se llama vida eterna"
 (Sermón 56, 10).

Lo que dice nos nutre

"En el examinar y comentar, amadísimos hermanos, el significado de la Sagrada Escritura debe guiarnos su evidentísima autoridad, de manera que, partiendo de lo que dice claramente para nutrirnos, se descubra con fidelidad lo que se dijo envuelto en oscuridad para ejercitarnos. ¿Quién hay que se atreva a exponer los misterios divinos de forma distinta a como pregonó y prescribió el corazón y la boca del Apóstol?"
 (Sermón 363, 1).