Sed luz por la Fe

“¿Por qué se dice: Las tinieblas no la acogieron? Sed luz para comprenderlo. Hágaos luz la fe para que os llene la visión. Mientras vivimos en el cuerpo somos peregrinos lejos del Señor; si somos peregrinos alejados del Señor, estamos alejados de la luz. Entonces, ¿qué? ¿Permaneceremos en las tinieblas? En ningún modo. Acercaos a él y seréis iluminados”
 (Sermón 279, 5).

Caminamos en el Señor

“En consecuencia, ésa es la vida verdadera, la vida eterna, que aún no hemos alcanzado mientras dura nuestra peregrinación lejos del Señor; pero la alcanzaremos, porque, mediante la fe, caminamos en el mismo Señor, si permanecemos con toda constancia en su palabra… Así, pues, en esta peregrinación y en esta vida, es decir, en la fe, ¿con qué os puedo exhortar sino con las palabras del Apóstol, que dice: Teniendo estas promesas, amadísimos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, llevando a perfección la santificación en el temor del Señor? Pues quienes desean que le sea otorgada, antes de creer, aquella luz de la purísima e inmutable verdad, al no poder contemplarla sino mediante la fe, una vez purificado el corazón —dichosos los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios—, son semejantes a hombres ciegos, que desean ver primero la luz corpórea de este sol para curarse de la ceguera, siendo así que no pueden verla si antes no son sanados”
 (Sermón 246, 2).

Construir la casa de la Fe

“Ahora, repito, construid con amor espiritual la casa de la fe y de la esperanza; construidla con las buenas obras que no existirán allí, porque no habrá indigencia alguna. Poned, pues, como cimiento en vuestros corazones los consejos de los profetas y apóstoles; echad delante vuestra humildad cual pavimento liso y llano; defended juntos en vuestros corazones la doctrina saludable con la oración y la palabra cual firmes paredes; iluminadlos con los divinos testimonios cual si fueran lámparas; soportad a los débiles como si fuerais columnas; proteged bajo los techos a los necesitados, para que el Señor nuestro Dios os recompense los bienes temporales con los eternos y os posea por siempre una vez acabados y dedicados”
 (Sermón 337, 5).

Cristo Fundamento

“Los cristianos católicos—dicen—tienen a Cristo por fundamento, de cuya unidad no se han separado, aunque hayan edificado sobre ese fundamento una vida desordenada, como maderas, heno y hojarasca. La verdadera fe, que hace que Cristo sea su fundamento, aunque con daño, pues serán abrasadas las cosas que fueron edificadas sobre él, podrá librarlos algún día de la perpetuidad del fuego. Responda a esto brevemente el apóstol Santiago: Si uno dice que tiene fe y carece de obras, ¿le podrá salvar la fe?” 
(La ciudad de Dios 21, 26, 1).

Canta la fe

“Hemos creído, pues, a través de Juan, que también por el hombre hay que creer en Cristo y que no hay que poner la esperanza en el hombre, sino en Cristo. Ve que tienes un gran hombre, mayor que el cual no ha nacido nadie… Canta la fe para llegar a la visión. Marcha por el camino para que te lleve a la patria. El permanece allí adonde nos dirigimos, vino por donde regresamos; pero vino sin alejarse de allí y subió al cielo sin abandonarnos a nosotros” 
(Sermón 279, 7).

Mensaje del Papa Francisco para el DOMUND 2013

Canta la Fe

 “Hemos creído, pues, a través de Juan, que también por el hombre hay que creer en Cristo y que no hay que poner la esperanza en el hombre, sino en Cristo. Ve que tienes un gran hombre, mayor que el cual no ha nacido nadie… Canta la fe para llegar a la visión. Marcha por el camino para que te lleve a la patria. El permanece allí adonde nos dirigimos, vino por donde regresamos; pero vino sin alejarse de allí y subió al cielo sin abandonarnos a nosotros” 
(Sermón 279, 7).

Lo recibió de la Fe

 “La madre Iglesia pone a su disposición los pies de otros para que lleguen, el corazón de otros para que crean, la lengua de otros para que hagan la profesión de fe; para que, como están enfermos a consecuencia del pecado de otros, así también, cuando hay otros sanos, se salven por la confesión que éstos hacen en su nombre. Que nadie susurre a vuestros oídos doctrinas extrañas. Así lo pensó y lo mantuvo siempre la Iglesia, así lo recibió de la fe de los antepasados y así lo conservará con constancia hasta el final. La razón: porque no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos” 
(Sermón 176, 2).

Creer con firmeza

“¿Por qué Jesús? ¿Cuál es el motivo de este nombre? Escucha por qué: El salvará a su pueblo. ¿De qué? De sus pecados. A su pueblo de sus pecados. ¿Acaso los párvulos no pertenecen a este pueblo al que Jesús salvará de sus pecados? Pertenecen, claro que pertenecen, hermanos míos. Llevad esto en el corazón, creedlo cuando con esta fe lleváis los párvulos a la gracia de Cristo, no sea que si carecéis de esta fe en vuestros corazones, con vuestra lengua deis muerte a aquellos por quienes respondéis. Hermanos, quien corre con el niño, pero sin esta fe, finge de todas todas” 
(Sermón 174, 8).

Creernos inmortales

 “Hasta los impíos gentiles desean ser inmortales, pero no creen que puedan serlo. En verdad, quienes no han recibido la fe han perdido la esperanza de la inmortalidad. No es gran cosa, pues, desear la inmortalidad, pues ese deseo lo tienen incluso los impíos; pero sí es cosa grande creer que seremos inmortales y vivir de tal forma que podamos llegar a la inmortalidad misma. Porque todo hombre quisiera tener, si le fuera posible, el poder de un ángel, pero no su justicia; quiere poseer la inmortalidad, pero no la piedad” 
(Sermón 335 H, 1).

La Esperanza de quien Cree

“La esperanza es propia de quien cree; la posesión, de quien ve. Dile: Tú eres mi esperanza. Con razón dices ahora: Tú eres mi esperanza: crees en él, aún no lo ves; se te promete, pero aún no lo posees. Mientras estás en el cuerpo, eres peregrino lejos del Señor; estás de camino, aún no en la patria. El mismo que gobierna y creó la patria, se ha hecho camino para llevarte a él; dile, pues, ahora: Tú eres mi esperanza. ¿Y luego qué? Mi lote en la tierra de los vivos. Quien ahora es tu esperanza, luego será tu lote” 
(Sermón 313 F, 3).

Vivir de la Fe

 “Considerad cómo lo cumple. Hermanos, yo no pienso haberla alcanzado. Pero una sola cosa. ¿Cuál es esa única cosa sino el vivir de la fe, con la esperanza de la salvación eterna, donde existirá la justicia plena y perfecta, en cuya comparación todo lo transitorio es perjuicio y estiércol… si os creéis justificados por algún progreso de vuestra alma, con la lectura de las Escrituras que os descubra cuál es la verdadera y plena justicia, os halléis culpables, condenéis los bienes presentes por el deseo de los futuros, viváis de la fe, la esperanza y la caridad y comprendáis que lo que todavía creéis aún no lo veis, lo que todavía esperáis aún no lo tenéis y lo que aún deseáis todavía no lo cumplís. Y si tal es la caridad de los peregrinos, ¿cómo será la de los que ya ven la patria?” 
(Sermón 170, 8).

Creeré en quien me justifica

“Prestad atención, os suplico; ved qué claro y cuan a la luz está: A quien cree en aquel que justifica al impío, su fe le es imputada a justicia. A quien crea en aquel que justifica al impío, que transforma al  impío en piadoso; a quien creyere en quien justifica al impío, en quien hace justo al que antes era impío, su fe le es imputada a justicia… Yo creeré en quien me justifica, es decir, en quien justifica al impío. Creo en la seguridad de que mi fe me es imputada como justicia” 
(Sermón 292, 6).

Creer en el corazón

 “De donde se sigue que hemos de creer en el corazón para la justicia y profesar con la boca para la salvación que el mismo hijo unigénito de Dios no sólo nació hombre de hombre, sino que también sufrió todo lo humano hasta la muerte y sepultura… Desde que hemos comenzado a decir que creemos en Jesucristo, su hijo único y Señor nuestro, todo lo restante que se afirma de él no ha de entenderse sino de Jesucristo, el hijo único de Dios y Señor nuestro” 
(Sermón 214, 7).

Primero se cree

 “Así, pues, nadie que no lo haya invocado puede salvarse, y nadie puede invocarlo si antes no ha creído. Tal es el orden lógico: primero se cree en él y luego se le invoca; por eso recibís hoy el símbolo de la fe, norma de vuestro creer, y dentro de ocho días recibiréis la oración  según la cual habéis de invocarle” 
(Sermón 213, 1).

Poner la Fe suficiente

 “Para que conozcáis, hermanos, que es la gracia quien los cumple, nadie presuma de sus propias fuerzas. Esto es presumir de la gracia de Dios. Dios te llama y te ordena lo que has de hacer, pero él da las fuerzas para que puedas cumplir lo que te manda. Por tu parte debes poner la fe suficiente para que te humilles ante la lluvia de la gracia, supliques a Dios, no presumas de nada de lo tuyo, te despojes de Goliat y te revistas de David”
 (Sermón 32, 9).

Declarándose indigno

 “Declarándose indigno, se hizo digno; digno de que Cristo entrase no en las paredes de su casa, sino en su corazón. Pero no lo hubiese dicho con tanta fe y humildad si no llevase ya en el corazón a aquel que temía entrase en su casa. En efecto, no sería gran dicha el que el Señor Jesús entrase al interior de su casa si no se hallase en su corazón”
 (Sermón 62, 1).

Grande es tu fe

“De esta manera retenía presente en su corazón a aquel cuya presencia bajo su techo rechazaba por sentirse indigno. Finalmente, dijo el Señor: No he hallado tanta fe en Israel. También era gentil aquella mujer cananea que, oyéndose llamar perro por el Señor e indigna de que se le arrojase el pan de los hijos, exigió, por su condición de perro, las migajas, y de esta forma mereció no serlo, porque no negó serlo. También ella, en efecto, escuchó de boca del Señor: ¡Oh mujer!, grande es tu fe. La humildad había producido en ella una fe grande, porque se había hecho pequeña” 
(Sermón 203, 2).

Creamos conjuntamente

 “Tal vida no pueden conocerla más que quienes la experimentan; pero no pueden experimentarla más que quienes creen. Si me exigís que os muestre lo que os ha prometido Dios, no me es posible. Sin embargo, habéis oído cómo acaba el evangelio de Juan: Dichosos los que creen sin haber visto. Queréis ver, también yo. Creamos conjuntamente, y lo veremos al mismo tiempo. No seamos duros frente a la palabra  de Dios. ¿Estaría bien, acaso, que Cristo descendiera ahora del cielo para mostrarnos sus cicatrices? Si se dignó mostrarlas a aquel incrédulo, fue para reprender a los que dudaban e instruir a los creyentes del futuro” 
(Sermón 259, 1).

Recibió el Creer

 “Escuchad una prueba más evidente de ello. He aquí que vosotros habéis recibido, por haber creído; ¿qué decir de aquellos que no habían creído todavía, como, por ejemplo, Saulo? Recibió el creer. Comenzó a invocar a Cristo sólo después de haber creído en él. De él recibió el creer; creyendo, el invocarlo; invocándolo, el obtener todo lo demás. ¿Qué pensamos, hermanos? Antes que Saulo obtuviese la fe, ¿oraban o no oraban por él quienes ya habían creído? Si no oraban por él, explíqueseme por qué Esteban dijo: Señor,  no les imputes este pecado. Se oraba tanto por él como por los demás infieles, para que creyesen. Ved que aún no poseían la fe y la recibían por las oraciones de los fieles” 
(Sermón 168, 6).

Creyendo le invocaron

 “Fueron enviados, pues, los predicadores y predicaron a Cristo. Con su predicación los pueblos creyeron; oyendo, creyeron; creyendo, le invocaron. Puesto que se dijo con toda razón y verdad: ¿Cómo van a  invocar a aquel en quien no han creído?, por esto mismo habéis aprendido antes lo que debéis creer y hoy habéis aprendido a invocar a aquel en quien habéis creído” 
(Sermón 57, 1).

Vivir de la Fe


 “¿De dónde le viene al hombre el poder ser justo? ¿De sí mismo? ¿Qué pobre puede darse el pan? ¿Qué hombre desnudo puede cubrirse si no le dan un vestido? No poseíamos justicia alguna; aquí no había más que pecados. ¿De dónde procede la justicia? ¿Qué justicia hay sin fe? Pues el justo vive de la fe. Quien dice que es justo sin tener fe, miente. ¿Cómo no va a ser mentiroso el que carece de fe? Si quiere decir verdad, conviértase a la verdad. Pero la verdad estaba lejos. La verdad ha brotado de la tierra” 
(Sermón 189, 2).

Ordena tu vida

“Pero ahora camina en la fe, ordena tu vida. El está muy en lo alto, fortalece tus alas. Cree lo que aún no puedes ver para merecer ver lo que crees. Vivamos como peregrinos, pensemos que estamos de paso, y no pecaremos. Antes  bien, demos gracias al Señor Dios nuestro, que quiso que el último día de esta vida esté cercano y sea incierto”
 (Sermón 301, 9).

La Fe está segura en Dios

“Aquí son purificados, allí son coronados. Por tanto, permanecerá lo que se significa aunque se vea pasar lo que lo significa. Recibidlo, pues, de manera que penséis en ello, mantengáis la unidad en el corazón y tengáis siempre vuestro corazón fijo en lo alto. No esté vuestra esperanza en la tierra, sino en el cielo; vuestra fe esté segura en Dios, sea agradable a Dios, pues lo que aquí creéis aunque no veis, lo veréis allí donde el gozo no tendrá fin”
 (Sermón 227).

Confesar con la boca

“¿Qué dice, pues, este mínimo? Lo que hemos escuchado hoy: Con el corazón se cree para la justicia y con la boca se hace la confesión para la salvación. Muchos creen de corazón y se avergüenzan de confesarlo con la boca… ¿Qué importa haber creído con el corazón para la justicia, si la boca duda en proferir lo que el corazón ha concebido? Dios ve la fe que hay dentro, pero es poco”
 (Sermón 279, 7).

Edificar la Fe

“Se alejó de ellos corporalmente, a la vez que lo tenían consigo mediante la fe. He aquí el motivo por el que nuestro Señor se ausentó de toda Iglesia y subió al cielo: para edificar la fe. Si no conoces más que lo que ves, ¿dónde está la fe? Si, en cambio, crees hasta lo que no ves, cuando lo veas te llenarás de gozo. Se edifica la fe, porque después se recompensará con la visión. Llegará lo que no vemos; llegará, hermanos, llegará. Atento a cómo vaya a encontrarte. Llegará también el momento por el que preguntan los hombres: «¿Dónde, cuándo, cómo será?» «¿Cuándo sucederá eso?» «¿Cuándo ha de venir?» Ten la seguridad: llegará. Llegará, aunque tú no lo quieras. ¡Ay de los que no lo creyeron! ¡Qué gozo para quienes lo creyeron! ¡Se llenarán de alegría los fieles, y de confusión los infieles!” 
(Sermón 235, 4).

La fe termina en la Visión

“Ved que, cuando hayamos llegado, dejará de existir la fe y la esperanza. Y ¿qué pasará con el amor? La fe aboca en la visión; la esperanza, en la realidad. Allí existirá ya la visión y la realidad, no ya la fe o la esperanza. Y el amor, ¿qué? ¿Acaso puede desaparecer también él? Si ya se inflamaba ante lo que no se veía, cuando lo vea, sin duda, se inflamará más. Con razón, pues, se dijo: Pero el amor es la mayor de todas, porque a la fe le sucede la visión; a la esperanza, la realidad; pero al amor nada le sigue: el amor crece, el amor aumenta, y alcanza su perfección mediante la contemplación” 
(Sermón 359 A, 4).

Tener la Fe y el Amor de Cristo

“Hay quienes solamente se han revestido de Cristo por haber recibido el sacramento, pero están desnudos de él por lo que se refiere a la fe y las costumbres. También son muchos los herejes que tienen el mismo sacramento del bautismo, pero no su fruto salvador ni el vínculo de la paz… Ved que puede darse que alguien tenga el bautismo de Cristo, pero no la fe y el amor de Cristo; que tenga el sacramento de la santidad, y no sea contado en el lote de los santos”
 (Sermón 260 A, 2).

La Fe es el Camino

“Si permaneciese siempre aquí, visible a estos ojos, la fe no merecería elogio alguno. Ahora, en cambio, se dice a un hombre: «Cree». Pero él quiere ver. Se le replica: Cree ahora, para poder ver alguna vez. La fe origina el merecimiento; la visión es el premio. Si quieres ver antes de creer, pides la recompensa antes de realizar el trabajo. Eso que quieres poseer tiene un precio. Tú quieres ver a Dios. El precio de tan gran bien es la fe. ¿Quieres llegar y no quieres caminar? La visión es la posesión; la fe, el camino. Quien rehúsa la fatiga del camino, ¿cómo puede reclamar el gozo de la posesión?” 
(Sermón 359 A, 3).

La Fe de la Iglesia

“El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez, y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. Nadie puede poner otra base fuera de la que ya está puesta, que es Cristo Jesús. Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón” 
(Sermón 215, 1).

La Gracia de la Fe

“Quiso que también los magos, a quienes había dado tan inequívoca señal en el cielo y a cuyos corazones había revelado su nacimiento en Judea, creyesen lo que sus profetas habían hablado de él. Buscando la ciudad en que había nacido el que deseaban ver y adorar, se vieron precisados a preguntar a los príncipes de los sacerdotes; de esta manera, con el testimonio de la Escritura, que llevaban en la boca, pero no en el corazón, los judíos, aunque infieles, dieron respuesta a los creyentes respecto a la gracia de la fe”
 (Sermón 199, 2). 

La Fe y la Realidad

 “Luego, a continuación, dice: Por si de algún modo voy a dar en la resurrección de los muertos. En ella creyó que iba a cumplir toda justicia, es decir, que tendría la justicia plena. En comparación de aquella resurrección, toda la vida que llevamos es estiércol. Escucha todavía al Apóstol, que afirma más claramente: Por si de algún modo voy a dar en la resurrección de los justos. No que ya la haya alcanzado o ya sea perfecto. Y añadió seguidamente: Hermanos, yo no pienso haberla alcanzado. ¡Es de ver cómo establece comparación entre una y otra justicia, una y otra salvación, la fe y la realidad, la peregrinación y la ciudad!”
 (Sermón 170, 7). 

Cree y Poseerás

“No obstante, según pienso, quedó suficientemente claro a vuestra caridad que estamos también justificados en la medida en que lo permite nuestro estado de peregrinación, en el que vivimos de la fe hasta que gocemos de la visión. Se comienza, pues, por la fe, para llegar a la visión: se corre por el camino en busca de la patria. En esta peregrinación dice nuestra alma: Ante ti están todos mis deseos y no se te ocultan mis gemidos. En la patria no habrá lugar alguno para la oración, sino sólo para la alabanza. ¿Por qué no para la oración? Porque nada faltará. Lo que aquí es objeto de fe, allí será objeto de visión; lo que aquí se espera, allí se poseerá; lo que aquí se pide, se recibe allí”
 (Sermón 159, 1). 

En ti está tu Fe

“¿Y dónde está: Dichosos quienes no vieron y creyeron? Mira donde está: está en ti, pues en ti está tu misma fe. ¿O nos engaña el Apóstol que dice que Cristo habita por la fe en nuestros corazones? Ahora habita por la fe, luego por la visión; por la fe mientras estamos en camino, mientras dura nuestro peregrinar. Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos lejos del Señor; caminamos en la fe, no en 
la visión”
 (Sermón 158, 8). 

Desarrolla tu Capacidad

 “Y del Señor viene todo. ¿No cabe pensar, hermanos, que algo mejor guarda para los suyos, que algo mejor apercibe para los fieles, para que lo vean quienes ahora creen sin verlo? Creer antes de ver es
merecer la futura visión. Así que la dilación de los bienes desarrolla tu capacidad, aumenta por el deseo, te dispone a recibir la promesa que tanto anhelas” 
(Sermón 142, 8). 

Te exhorto a creer

 “Tales son los que dicen: ¿Cómo me obligas a creer lo que no veo? Vea yo algo, y creeré. Me mandas creer a ciegas, y yo quiero que la fe me entre por los ojos, no por los oídos. Hable el profeta: Si no creéis, no entenderéis. Tú quieres subir, y te olvidas de las escaleras. ¿No es esto ponerlo todo al revés? ¡Hombre, hombre! Si yo pudiese ponerte las cosas delante de los ojos, no te exhortaría a creerlas” 
(Sermón 126, 2). 

Permanece en la Fe

 “Lo que nos enseñó por medio de sus preceptos, lo mostró en su ejemplo; lo que te mostró en su carne, debes esperarlo para la tuya. Esta es la fe; sostén lo que no ves todavía. Es necesario permanezcas ligado por la fe a lo que no ves, para no haber de avergonzarte cuando llegues a verlo” 
(Sermón 119, 7). 

Cree y camina en la Fe

 “¿Cree, acaso, el que ve? Cree quien no ve, una cosa es creer y otra ver. Cree ya que no ves, a fin de que creyendo lo que no ves merezcas ver lo que crees. Lo que merece  la visión es la fe; la recompensa de la fe es la visión. ¿Por qué exiges la recompensa antes del trabajo? Cree, por tanto, y camina en la fe: tu salvación está en la esperanza. Ha comenzado ya a curarte el mejor médico, aquel para quien no hay 
enfermedad incurable”
 (Sermón 97 A, 2). 

Estar lleno de fe

“Así, pues, tres cosas son las que principalmente nos encarece el Apóstol que construyamos en el hombre interior: la fe, la esperanza y el amor; y, tras haber encomiado las tres virtudes, dice para concluir: La mayor de todas es el amor. Perseguid el amor. ¿Qué es, pues, la fe? ¿Qué la esperanza? ¿Qué el amor? ¿Y por qué es mayor el amor? Según la define cierto texto de las Escrituras, la fe es el contenido de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. Quien espera algo, aún no posee lo que espera, pero mediante la fe se hace semejante a quien lo posee. La fe es, dice, el contenido de lo que se espera; aún no es la realidad misma que poseeremos, pero la fe está en su lugar. No se puede decir que no tiene nada quien tiene la fe o que está vacío quien se encuentra lleno de fe. Por eso es grande la recompensa de la fe: porque, aunque no ve, cree” 
(Sermón 359 A, 3).