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No vivir de otra cosa que del Evantelio

"Queda, pues, bien claro que no fue un precepto, sino una facultad concedida a los apóstoles no vivir de otra cosa que del Evangelio; y de aquellos en quienes con la predicación del Evangelio sembraban bienes espirituales, recogiesen los materiales, esto es, lo necesario para su corporal sustento, y, como soldados de Cristo, recibiesen de sus proveedores la soldada. Con este motivo, este mismo soldado de Cristo había dicho poco antes acerca de esto: ¿Quién sirve en la milicia a sus propias expensas? Y esto es lo que él hacía, porque trabajaba más que todos" 
(Comentario a Juan 122, 3).

La enseñanza única de las Escrituras

"Mas, en fin, ¿qué nos enseña el ejemplo del Señor? Habiendo ayunado Moisés, Elías y Cristo, luego la ley, los profetas y el Evangelio enseñan una cosa misma. La enseñanza única de todas las Escrituras es que te abstengas del siglo y vaya tu amor a Dios. Esta especie de ayuno hállase figurada en la ley por el ayuno de Moisés durante cuarenta días; en los profetas, por el de Elías durante cuarenta días, y en el Evangelio, por el ayuno del Señor cuarenta días también. Esto explica igualmente por qué se mostró el Señor en el monte de la Transfiguración entre Moisés y Elías. La ley y los profetas, en efecto, dan testimonio del Evangelio" 
(Sermón 125,9).

Escuchemos el Evangelio

"A la lección del santo evangelio que expliqué hace tiempo a vuestra caridad, sigue la lección de hoy, que ahora se ha leído. Oían hablar a la Verdad los veraces y los mentirosos, e igualmente oían amigos y enemigos a la Caridad, que hablaba, y al Bien, que estaba hablando, le oían buenos y malos. Oían ellos, pero el Señor discernía y veía y preveía a quiénes serviría de provecho el sermón. En los entonces presentes veía, y en nosotros, lo que en el futuro seríamos, preveía. Nosotros escuchemos el evangelio lo mismo que si estuviera el Señor presente. No se diga: ¡Oh, qué felices los que pudieron oírle!, ya que muchos que le vieron lo mataron, y, por el contrario, muchos entre nosotros, que no le vieron, creyeron en El. Lo que brotaba, como algo precioso, de la boca del Señor, se escribió y se guarda y se lee para nosotros, y se leerá para nuestros descendientes hasta que se acaben los siglos. El Señor está arriba, pero también está aquí el Señor Verdad. El cuerpo del Señor resucitado puede estar en un lugar, pero su verdad está difundida en todas partes. Escuchemos, pues, al Señor, y lo que de sus palabras nos diere a entender, digámoslo nosotros también"
 (Comentario a Juan 30, 1).

La verdad del Evangelio


"La verdad del Evangelio obtuvo la cima suprema de la autoridad para la palabra de Dios que permanece eterna e inmutable sobre toda criatura, palabra dispensada mediante la criatura a través de signos temporales y lenguas humanas. En este mismo hecho aparece -cosa que afecta al máximo a nuestro tema- que no debemos pensar que miente alguien si muchos que oyeron o vieron algo, al recordarlos, no lo refieren del mismo modo o con las mismas palabras; o si se cambia el orden de las palabras, o si se utilizan unas en lugar de otras, siempre que signifiquen lo mismo; o si se calla algo que o no viene a la mente a quien intenta recordarlo o puede deducirse de lo que se dice; o si alguien, en función del relato de alguna otra cosa que estableció decir, para ajustarse al tiempo debido, toma algo no para explicarlo en su totalidad, sino para tocarlo parcialmente; o si para ilustrar o explicar una sentencia, aquel a quien se le ha concedido autoridad  para narrarla añade algunas palabras, no contenidos, o si teniendo clara la idea, no logra, aunque lo intente, repetir de memoria en su integridad las palabras que incluso oyó"
 (Concordancia de los evangelistas 2, 12, 28).

Los cuatro evangelistas


"Por tanto, veamos ya ahora la concordancia interna y entre sí de lo que escribieron sobre Cristo los cuatro evangelistas, para que quienes tienen más curiosidad que capacidad no experimenten ningún tropiezo en la fe cristiana por esta razón. Después de haber examinado, no en una lectura superficial, sino esmerada, los libros evangélicos, creyendo haber descubierto en ellos algo disonante e inconciliable, piensan que han de ser objeto de una crítica polémica más que de una consideración reflexiva"
(Concordancia de los evangelistas  2, 1, 1).

Proclamar el Evangelio


"Entre las autoridades divinas incluidas en los escritos sagrados, destaca con toda razón el Evangelio. Él muestra cumplido y realizado lo que la ley y los profetas anticiparon como futuro. Los primeros en anunciarlo fueron los apóstoles, quienes vieron al mismo Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, aún viviendo aquí. No sólo recordaban  lo que oyeron de su boca o los dichos y hechos que él realizó ante sus ojos, sino también lo que, antes de constituirse en discípulos suyos, había obrado Dios referente a su natividad o infancia o niñez y merecía ser recordado. Pudieron informarse y conocerlo ya de él mismo, ya de sus padres o a través de otros indicios que no dejaban duda, o de testigos fidelísimos. Una vez que les fue impuesto el deber de proclamar el Evangelios, se ocuparon de anunciarlo al género humano"
 (Concordancia de los evangelistas 1, 1, 1).