Levantemos el corazón

“Levantemos, pues, el corazón, pero hacia el Señor: he aquí el refugio; levantemos el corazón, pero no hacia el Señor: he aquí la soberbia. Digámosle, pues, en cuanto resucitado: Porque tú eres, Señor, mi esperanza; en cuanto ascendido: Has puesto muy alto tu refugio. ¿Cómo podemos ser soberbios teniendo el corazón levantado hacía quien se hizo humilde por nosotros para que no continuásemos siendo soberbios?”
(Sermón 261, 1).

La resurrección es la vida nueva

“Dado que la resurrección del Señor simboliza la vida nueva que hemos de tener cuando hayamos atravesado este mundo, consideremos solamente, hermanos, cómo se arrojó por primera vez la palabra de Dios a este mar, o sea, a este mundo. A este mundo agitado por las olas, peligroso por sus tormentas y horrible por los naufragios; a este mundo fue echada la palabra de Dios, y capturó a muchos, hasta llenar dos barcas. ¿Qué simbolizan estas dos barcas? Dos pueblos, cual dos paredes para las que el Señor se constituyó en piedra angular a fin de unir en sí a quienes traían direcciones contrarias”
 (Sermón 252, 3).

No murmuremos

“No murmuremos, pues, en las dificultades, no sea que perdamos la anchura de la alegría de la que se dijo: Gozando en esperanza, porque sigue diciendo: y padeciendo en la tribulación. La nueva vida se  incoa actualmente en la fe y se vive en la esperanza. Entonces será cuando será absorbida la muerte en la victoria, cuando será destruida aquella última enemiga, cuando seremos transfigurados e igualados a los ángeles, según dijo el Apóstol: Todos resucitaremos, pero no todos seremos transfigurados. Y el Señor dijo: Serán como los ángeles de Dios. Ahora nos posee en el temor por medio de la fe, pero entonces le poseeremos en la caridad por la visión: Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos lejos del Señor; caminamos por fe, no por visión. El mismo Apóstol afirma: Para alcanzarla, como he sido alcanzado, afirmando con claridad no haberla alcanzado aún: Hermanos, yo no creo haberla alcanzado aún. Pero, como la esperanza que brota de la promesa de la verdad es cierta, dice: Hemos sido sepultados con El por el bautismo para morir. Y añade: Para que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una nueva vida. Caminamos, pues, en la realidad de los trabajos, pero con la esperanza del reposo; en la carne de la vejez, pero en la fe de la novedad”
(Epístola 55, 14, 26).

Dios es suficiente

“Llegaremos, pues, entonces y gozaremos de esa única cosa, pero ella será todo para nosotros. ¿Qué dije, hermanos, cuando comencé a hablar? ¿En qué consiste esa excelente cosa que poseeremos cuando no tengamos necesidad de nada? ¿Qué es eso que poseeremos? Me había propuesto decir lo que Dios nos dará a nosotros que no dará a los otros. Desaparezca el impío para que no vea la claridad de Dios. Así, pues, Dios nos dará su claridad para que gocemos de ella; ésta es la razón por la que desaparecerá el impío: para que no vea la claridad de Dios. Todo lo que tendremos se reducirá a Dios. Avaro, ¿qué esperabas recibir? ¿Qué pide a Dios quien no tiene suficiente con Dios?” 
(Sermón 255, 6).

Estamos ya muertos con Cristo

“Este tránsito lo realizamos actualmente por la fe que se da en nosotros para la remisión de los pecados en la esperanza de la vida eterna, mientras amemos a Dios y al prójimo. Porquela fe obra por la caridad, y el justo vive de la fe. Pero la esperanza que se ve no es esperanza, porque lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Pues si esperamos lo que no vemos, aguardamos por la paciencia. Por razón de esta fe, esperanza y caridad, con que empezamos a estar bajo la gracia, estamos ya muertos con Cristo y sepultados en El, por el bautismo, según dice el Apóstol: porque nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él; y hemos resucitado con él porque juntamente nos resucitó y juntamente nos hizo sentar en los cielos. De ahí procede aquella exhortación: Gustad las cosas de arriba, no las de la tierra. Pero luego continúa y dice: Porque estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces apareceréis también vosotros con El en la gloria” 
(Epístola 55, 2, 3).

Su resurrección es nuestro germinar

“Como dice el Apóstol, nuestro Señor Jesucristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Su muerte es nuestra siembra, y su resurrección nuestro germinar. Su muerte, en efecto, significa la muerte de nuestra vida. Escucha al Apóstol al respecto: Hemos sido sepultados con Cristo por el bautismo para la muerte, para que como Cristo resucitó de entre los muertos, así también nosotros caminemos en la novedad de vida. El no tuvo nada que reparar en la cruz, puesto que subió a ella sin pecado alguno. Reparémonos nosotros en su cruz, clavando en ella el mal que hemos contraído, para poder ser justificados por su resurrección. Debéis distinguir las dos cosas: Fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. No dijo: Fue entregado para nuestra justificación y resucitó por nuestros delitos. Su entrega suena a pecado, y su resurrección a justicia. Muera, pues, el pecado y resucite la justicia”
 (Sermón 236, 2)

El sacratísimo triduo

“Considera ahora ese sacratísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado. El primer día, que significa la cruz, transcurre en la presente vida; los que significan la sepultura y la resurrección los vivimos en fe y en esperanza. Ahora se le dice al hombre: Toma tu cruz y sígueme. Es atormentada la carne cuando son mortificados nuestros símbolos, que están sobre la tierra: la fornicación, la inmundicia, el derroche, avaricia y las demás torpezas, de las que dice el mismo Apóstol: Si viviereis según la carne, moriréis; pero si mortificáis con el espíritu las obras de la carne, viviréis. Por eso dice, hablando de sí mismo: El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Y en otro pasaje: Sabed que nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él para que se destruya el cuerpo del pecado, para que en adelante no sirvamos al pecado. Por lo tanto, mientras nuestras obras tienden a destruir el cuerpo del pecado, mientras el hombre exterior se corrompe para que el interior se renueve de día en día, tiempo es de cruz”
 (Epístola 55, 14, 24)

Dentro está el emperador

“Dentro de cada hombre hay un emperador, reside en el corazón; si es bueno, manda cosas buenas, y se hacen cosas buenas; si es malo, manda cosas malas, y se hacen cosas malas. Cuando en él reside Cristo, ¿qué puede mandar? Sólo cosas buenas. Cuando le posee el diablo, ¿qué puede mandar? Sólo cosas malas. Dios quiso dejar a tu arbitrio, reservar el lugar a Dios o al diablo; cuando lo hayas reservado, el que lo ocupe mandará. Luego, hermanos, no atendáis únicamente al sonido. Cuando alabéis a Dios, alabadle íntegramente: cante la voz, cante la vida, canten las obras. Y, si persiste todavía el gemido, la tribulación, la tentación, esperad; todas estas cosas pasarán, y llegará aquel día en el que alabemos sin descanso” 
(Comentario al salmo 148, 2).

El día cincuenta

“Este día cincuenta es recomendado también en las Escrituras; no sólo en el Evangelio, por haber venido en él el Espíritu Santo, sino también en los antiguos libros. Según éstos, después de haberse celebrado la Pascua con el sacrificio del Cordero, se cuentan cincuenta días hasta aquel en que, en el monte Sinaí, por medio del siervo de Dios Moisés, se dio la ley escrita por el dedo de Dios. Ahora bien, en los libros del Evangelio se declara abiertamente que el dedo de Dios es el Espíritu Santo. Un evangelista dice: Con el dedo de Dios expulso los demonios. Otro evangelista dice lo mismo de este modo: Con el Espíritu de Dios expulso demonios. ¿Quién no preferirá esta alegría de los sacramentos, que irradian esplendores de doctrina, a todos los imperios de este mundo, aunque se desenvuelvan pacíficamente en una inusitada prosperidad?”
 (Epístola 55, 16, 29).

Al tercer día resucitó

“Vino Cristo a nuestras miserias: sintió hambre, sed, se fatigó, durmió, hizo cosas maravillosas, sufrió males, fue flagelado, coronado de espinas, cubierto de salivas, abofeteado, crucificado, traspasado por la lanza, colocado en el sepulcro; pero al tercer día resucitó, acabada la fatiga, muerta la muerte. Tened vuestros ojos fijos en su resurrección, puesto que el Señor ha engrandecido a su santo, de modo que lo resucitó de entre los muertos y le otorgó en el cielo el honor de sentarse a su derecha… ¿Qué encontró él en la región de tu muerte? Pon atención: viniendo de otra región, aquí no halló más que lo que abunda aquí: fatigas, dolores, muerte: ve lo que tienes aquí, lo que abunda aquí. Comió contigo de lo que abundaba en la despensa de tu miseria. Aquí bebió vinagre, aquí tuvo hiel. He aquí lo que encontró en tu despensa. Pero te invitó a su espléndida mesa, la mesa del cielo, la mesa de los ángeles, en la que el pan es él mismo. Al descender y encontrar tales males en tu despensa, no sólo no despreció tu mesa, sino que te prometió la suya” 
(Sermón 231, 5).

Se les apareció Jesús

“¿Qué nos ofrece esta lectura a nosotros? Algo verdaderamente grande, si la comprendemos. Se les apareció Jesús. Le veían con los ojos, pero no lo reconocían. El maestro caminaba con ellos durante el camino y él mismo era el camino. Aquellos discípulos aún no iban por el camino, pues los halló fuera de él. Estando con ellos antes de la pasión, les había predicho todo: que había de sufrir la pasión, que había de morir y que al tercer día resucitaría. Todo lo había predicho, pero su muerte se lo borró de la memoria. Cuando lo vieron colgando del madero quedaron tan trastornados que se olvidaron de lo que les había enseñado; no les pasó por la mente la resurrección ni se acordaron de sus promesas. Nosotros, dicen,esperábamos que fuera a redimir a Israel. Lo esperabais, ¡oh discípulos!, ¿es que ya no lo esperáis? Ved que Cristo vive: ¿ha muerto la esperanza en vosotros? Cristo vive ciertamente. Cristo, vivo, encuentra muertos los corazones de los discípulos, a cuyos ojos se apareció. Lo veían y permanecía oculto para ellos. En efecto, si no lo veían, ¿cómo lo oían cuando preguntaba y cómo le respondían? Iba con ellos como compañero de camino y él mismo era el guía. Sin duda, lo veían, pero no lo reconocían”
 (Sermón 235, 2).

Los discípulos no creyeron

“Llegaron las mujeres al sepulcro, y no encontraron su cuerpo en él; escucharon de boca de los ángeles que Cristo había resucitado; las mujeres lo comunicaron a los varones. ¿Y qué está escrito? ¿Qué habéis oído? A ellos estas cosas les parecieron delirios. ¡Gran desdicha la de la naturaleza humana!... Ved aquí lo que ha motivado a Jesucristo el Señor a hacer que fuese el sexo femenino quien primero anunciase su resurrección: por el sexo femenino cayó el hombre y por el sexo femenino encontró reparación, pues una virgen había dado a luz a Cristo y una mujer anunciaba su resurrección. Por una mujer entró la muerte; por una mujer, la vida. Pero los discípulos no creyeron lo que habían dicho las mujeres; pensaron que deliraban a pesar de que anunciaban la verdad” 
(Sermón 232, 2)

Si vives bien has resucitado

“Escuchemos lo que dice el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo... ¿Cómo vamos a resucitar si aún no hemos muerto? ¿Qué quiso decir entonces el Apóstol con estas palabras:Si habéis resucitado con Cristo? ¿Acaso él hubiese resucitado de no haber muerto antes? Hablaba a personas que aún vivían, que aún no habían muerto y ya habían resucitado. ¿Qué significa esto? Ved lo que dice: Si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra, pues estáis muertos. Es él quien lo dice, no yo, y dice la verdad, y por eso lo digo también yo. ¿Por qué lo digo también yo? He creído, y por eso he hablado. Si vivimos bien, hemos muerto y resucitado; quien, en cambio, aún no ha muerto ni ha resucitado, vive mal todavía; y, si vive mal, no vive; muera para no morir… Si vivía mal, pero ya no vive, ha muerto; si vive bien, ha resucitado”
 (Sermón 231, 3)

Nos alimenta con la Palabra

“Comenzad a realizar en el espíritu, viviendo santamente, lo que Cristo nos manifestó mediante la resurrección de su cuerpo. Pero no lo esperéis ahora; es decir, no esperéis ahora la realidad misma, la verdad, la incorrupción de la carne; es el salario de la fe, y el salario se otorga una vez acabada la jornada… Si él no me alimentase, yo no estaría hablando; como nos alimenta con la palabra, esto mismo hacemos quienes le predicamos no a vuestros vientres, sino a vuestras mentes. Hambrientos lo recibís y banqueteando prorrumpís en alabanzas; si es que no ha llegado ningún alimento a vuestras mentes, ¿por qué aclamáis? Pero ¿qué somos nosotros? Somos sus ministros, sus siervos; lo que os dispensamos a vosotros, no lo sacamos de nuestra cosecha, sino de su despensa. De ella vivimos también nosotros, puesto que somos consiervos vuestros… Con este fin te llama a trabajar como obrero. La Palabra se hizo carne. Ella misma te llama; la Palabra será tu alabanza, y el Señor, tu salario” 
(Sermón 229 E, 1).

Resucitó y voló a las alturas

“Mantengámonos, pues, en vela y oremos, para no caer en tentación, porque también él veló y se hizo como un pájaro solitario sobre el tejado; por eso resucitó y voló a las alturas y es el único que intercede por nosotros en el cielo. Presentemos nuestras preces a tan gran intercesor; él otorga, juntamente con el Padre, lo que pidió al Padre, puesto que es mediador y creador; mediador para pedir, creador para conceder; mediador hecho en el mundo, creador por quien fue hecho el mundo. Velémosle con mente sobria y con afecto lleno de fe y confianza, y presentémosle la oración que nos enseñó, para poder hacer con su ayuda lo que nos mandó que hiciéramos, y recibir, dándonoslo él, lo que prometió que recibiríamos” 
(Sermón 223 F, 3).

Iban conversando

“He aquí que otros dos se encontraban de camino y hablaban entre sí de lo que había acaecido en Jerusalén, de la maldad de los judíos y de la muerte de Cristo. Iban conversando, llorándole como si estuviera muerto, ignorando que había resucitado. Se les apareció, se convirtió en un tercer caminante y se mezcló con ellos en amigable charla. Sus ojos seguían enturbiados, lo que les impedía reconocerlo; como convenía que su corazón fuese mejor instruido, retrasa el darse a conocer. Les pregunta sobre qué estaban hablando, para que le relatasen lo que él ya sabía. ¿Qué oísteis? Comenzaron a extrañarse de que les preguntase, como si nada supiese, de una cosa tan clara y tan pública. ¿Sólo tú eres peregrino en Jerusalén, y no sabes lo que allí ha sucedido? Y él dijo:¿Qué? Lo referente a Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras”
(Sermón 232, 3).

No creían todavía

“En la lectura de hoy hemos advertido cómo él mismo, Cristo el Señor, reprochó a sus discípulos, sus primeros miembros, situados a su lado, el que no creyesen que estaba vivo el que lloraban muerto. Los padres de la fe aún no eran fieles; los maestros por los que todo el orbe de la tierra iba a creer lo que ellos habían de anunciar y por lo que habían de morir, no creían todavía. No creían que había resucitado el que habían visto que resucitaba los muertos. Merecido tenían el reproche. Quedaban al descubierto para que conocieran lo que eran por sí mismos y lo que iban a ser gracias a él” 
(Sermón 231, 1)

Vino a traernos sus bienes

“La pasión y la resurrección del Señor nos muestran dos vidas: una, la que soportamos, y otra, la que deseamos. Quien se dignó soportar la primera en beneficio nuestro, tiene poder para otorgarnos la segunda. De esta forma nos mostró lo mucho que nos ama y quiso que confiáramos en que nos concedería sus propios bienes, puesto que quiso tener parte a nuestro lado en nuestros males… Estas dos cosas conocíamos: nacer y morir; es lo que abunda en nuestra región. Nuestra región es esta tierra; la región de los ángeles, el cielo. Nuestro Señor vino a esta región desde aquélla; vino a la región de la muerte desde la región de la vida; a la región de la fatiga, desde la región de la felicidad. Vino a traernos sus bienes y soportó pacientemente nuestros males. Traía sus bienes ocultamente y soportaba abiertamente nuestros males; se manifestaba como hombre y permanecía oculto en cuanto Dios; manifestaba su debilidad y ocultaba su majestad; se manifestaba la carne y se ocultaba la Palabra. Sufría la carne; ¿dónde estaba la Palabra cuando la carne sufría? No estaba callada la Palabra, pues nos enseñaba la paciencia. Al tercer día resucitó Cristo el Señor”
 (Sermón 229 E, 1).

Tener a Cristo en el corazón

“Por fin, amadísimos, hemos conocido el gran misterio. Escuchad. Caminaba con ellos, es acogido como huésped, fracciona el pan y es reconocido. No digamos nosotros que no conocemos a Cristo; lo conocemos si creemos. Ellos tenían a Cristo en el banquete; nosotros lo tenemos dentro, en el alma. Mayor cosa es tener a Cristo en el corazón que tenerlo en casa. Nuestro corazón nos es más interior de lo que lo es nuestra casa. ¿Dónde debe reconocerlo ahora el fiel? Lo sabe quien es fiel; pero el catecúmeno lo ignora. Mas nadie le cierra la puerta para que no entre”
 (Sermón 232, 7).

Muriendo dio la vida

“Pero aquel león de la tribu de Judá de quien con tanta antelación se había predicho:Ascendiste, y, recostándote, dormiste como un león; ¿quién lo despertará?, ascendió a la cruz en su pasión, pues fue colgado porque misericordiosamente lo quiso, no como consecuencia necesaria de un pecado. Recostándose, durmió cuando, inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Como un león, pues hasta en la misma debilidad se mostró fuerte: La debilidad de Dios es más fuerte que los hombres; además, muriendo dio la vida, y consumió la muerte con la muerte. ¿Quién le despertó sino el Dios invisible? ¿Quién, si no, dado que no se descubre a las miradas humanas, como tampoco la misma Palabra unigénita de Dios, invisible como el Padre? Así, pues, le resucitó de entre los muertos y le dio un nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla y sea vencido el león que pretende devorar por el otro león que busca liberar” 
(Sermón 223 F, 2).

Muerto nos alimenta

“De esta manera, Cristo mismo, figurado en el cordero, manifestado en su ser hombre, les dio muerte a ellos ya saciados, y muerto nos alimenta a nosotros. Y todavía sus hijos, eructando la vieja levadura de sus padres por habérseles indigestado la vanidad, continúan gloriándose de los panes ácimos, sin comprender que aquel alimento, libre de la vieja levadura, significa la vida nueva, que, prefigurada en el tipo, se revela en Cristo” 
(Sermón 229 C, 1).

Fue inmolado Cristo

“Del mismo modo, la circuncisión de la carne, aunque también Cristo se sometió a ella, pero que ningún cristiano practica hoy, es inferior al misterio de la resurrección del Señor, mediante el cual se circuncida el cristiano para despojarse de la vida antigua según la carne, conforme a lo que dice el Apóstol: Como Cristo resucitó de entre los muertos para gloria del Padre, así también nosotros hemos de caminar en novedad de vida. Lo mismo sucede con la pascua antigua, que se mandó celebrar sacrificando un cordero; no por haberla celebrado Cristo con sus discípulos es mejor que nuestra Pascua, en la que fue inmolado Cristo”
(Sermón 210, 3).

Resucita el Señor

“Llegó la pascua verdadera; se inmola Cristo, efectúa el paso de la muerte a la vida. En la lengua hebrea, pascua significa tránsito, como indica el evangelista al decir: Habiendo llegado la hora de pasar de este mundo al Padre. Se celebra, pues, la pascua, resucita el Señor; pasa de la muerte a la vida, en lo que consiste la pascua; contados
cincuenta días, desciende el Espíritu Santo, el dedo de Dios”

 (Sermón155, 5).

Cristo nuestra Pascua

“Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado, y mientras nosotros celebramos estas fechas pascuales, los judíos, enemigos de esta manifestación tan brillante, realizan ciertos ritos simbólicos nocturnos y siguen soñando hasta después de acabado el día. En efecto, también ellos dicen que celebran la Pascua, y, al mismo tiempo que equivocadamente van tras las sombras de la verdad, se encuentran cegados por la noche del error. Siguiendo el rito de la fiesta antigua, dan muerte cada año a un cordero, pero no conocen lo que tal cordero simbolizaba ni siquiera después que sus padres dieron muerte a Cristo. Leen lo que se dijo de él, pero no advierten su carácter de predicción; escuchan las palabras cuando se leen, pero no las ven cuando se cumple lo predicho” 
(Sermón 229 C, 1).

Celebremos con humildad

"Nuestro Señor Jesucristo, cercana ya su pasión, en la que pagó por nosotros deudas que no eran suyas, para borrar con su sangre el autógrafo que nos declaraba reos, dijo a sus discípulos: Vigilad y orad para no entrar en tentación. De esta recomendación tomó origen la presente solemnidad, en la que se guarda vigilia en el retorno anual de aquel día en que se está a la espera de su resurrección. Escúchenos a quienes nos mantenemos en vela en su solemnidad el que se entregó al sueño por nuestra salvación… Celebremos nuestra vigilia con humildad de espíritu, para esperar y estar atentos, con corazón vigilante, a la venida de aquel cuya voz despertará también de los sepulcros a todos los que duermen " 
(Sermón 223 C).

Día para el corazón

"Esta santa festividad, hermanos, que arrebató la noche a la noche, ahuyentando las tinieblas con estas antorchas y alegrando nuestra fe, día para el corazón, se celebra, como sabéis, en memoria de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Para celebrar en nuestra vigilia su despertar de entre los muertos, los miembros que aún han de dormir, ¿pueden hacer cosa más apropiada que imitar, mientras llegue el momento, a su cabeza, despierta ya para siempre, velando ellos también, puesto que han de hacerlo como Él y han de reinar con Él en una vigilia eterna, en que no habrá sueño alguno? Justamente, pues, cada cierto tiempo esta magna festividad nos indica lo que será la eternidad, donde el tiempo no tendrá fin” 
(Sermón 223 G, 1).

Vigilad y orad

"El extraordinario resplandor y la solemnidad de esta vigilia que ilumina el recuerdo, renovado anualmente, de la resurrección del Señor, nos invita, hermanos, a rememorar y a cumplir lo que él mismo dijo a sus discípulos cuando ya era inminente su pasión: 'Vigilad y orad para no caer en la tentación'. Mantengámonos, pues, en vela y oremos para no caer en la tentación, no sólo en esta noche, sino en todo el tiempo de esta vida, pues esta tierra es una tentación… Si, pues, caer en la tentación equivale a ser inducido o arrastrado a ella, es decir, ser engañado y apresado, o, para decirlo brevemente, ser vencido de cualquier manera por ella, ¿qué otra cosas hemos de hacer durante la entera noche de esta vida, en la que debemos ser día mediante la luz de la fe, sino aquello que el Señor intimó a sus discípulos: Vigilad y orad para no caer en la tentación?"
 (Sermón 223 E, 1).

El día sin noche

"Este es el resultado de nuestras vigilias, ésta la finalidad a que miran los ojos; no los de la carne, sino los del espíritu: el propósito justo y santo de dominar y reprimir el sueño; y ésta la recompensa incorruptible por la fatiga sufrida y el amor encendido: que aquel por quien estamos en vela, resistiendo por un breve espacio de tiempo el sueño terreno, nos otorgue la vida donde existe el velar sin fatiga, el día sin noche y el descanso sin sueño"
 (Sermón 223 G, 2).

Estar en estado de alerta

"Aunque ya la misma solemnidad de esta noche santa os exhorta, amadísimos, a velar y a orar, es deber mío dirigiros unas palabras para que también la voz del pastor ponga en estado de alerta al rebaño del Señor contra quienes se le oponen y le envidian… Demos gracias, pues, a Dios, que nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor. Separados de aquellas tinieblas por la luz del Evangelio y liberados de aquellas potestades por la sangre preciosa, vigilad y orad para no caer en tentación… Estad alerta, en la madre luz, contra las tinieblas y sus rectores, y orad al Padre de las luces desde el seno de esta luz, vuestra madre"
 (Sermón 222).

La palabra Pascua

“Oíd el misterio de la palabra pascha. Conforme la lengua griega, la palabra hebrea pascha parece que insinúa la pasión, puesto que padecer se dice en griego pasjein. Pero, según la lengua hebrea, nos dicen los que la conocen que la palabra pascha significa transitus, paso o tránsito. Si preguntas a los que saben bien el griego, niegan que la palabra pascha sea griega; suena parecido a pasjein, esto es, a padecer, pero no suele modularse o pronunciarse así, pues passio, pasión, se dice en griego pazos, no pascha. Luego la palabra pascha, conforme dicen los que la conocen y nos la tradujeron para que nosotros la leyésemos, la consignaron en latín por transitus, transito o paso. Por eso, acercándose ya la pasión del Señor, usando el evangelista esta palabra, dice: Como hubiese llegado la ora de pasar Jesús de este mundo al Padre… Después de la pascua, es decir, después del tránsito, ya no será Él el único, me imitarán muchos, muchos me seguirán”
 (Comentario al salmo 140,25).

Alabemos a Dios de corazón

“Lo que en hebreo suena aleluya significa, en nuestra lengua, alabad a Dios. Alabemos, pues, al Señor nuestro Dios no sólo con la voz, sino también de corazón, porque quien lo alaba de corazón, lo alaba con la voz del hombre interior. La voz que dirigimos a los hombres es un sonido; la que dirigimos a Dios es el afecto". 
(Sermón 257,1)

Arrímate a Dios

“Toda nuestra ocupación entonces no será sino alabar a Dios, como lo significa el aleluya que cantamos estos cincuenta días. Aleluya es alabanza de Dios … Y si Dios así lo quisiera, que lo que tienes vaya contigo hasta el fin, recibirás, desatado de las ligaduras que te atan a la vida, el denario quincuagenario, y entrarás en el disfrute de la beatitud perfecta para entonar el aleluya eterno. Retened en la memoria todo esto que os he dicho y os sirva para dar de lado al amor del siglo, cuya amistad es mala y engañosa y enemista con Dios… Arrímate, pues, a Dios; ése sí que no desmerece, porque no hay nada más hermoso. Si las cosas de acá aburren, es debido a su inestabilidad, pues no son ellas Dios”
 (Sermón 125, 9.11).

El Padre resucitó al Hijo

"Veamos, en efecto, que es el Hijo quien resucita, no el Padre; pero la resurrección del Hijo es obra del Padre y del Hijo. Obra del Padre: Por esto lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre. Resucitó, por tanto, el Padre al Hijo, exaltándole y levantándole de entre los muertos. Y el Hijo, ¿se resucitó acaso a sí mismo? Sí, en efecto. Aludiendo a su cuerpo, dijo del templo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré de nuevo. Finalmente, dado que en la pasión está incluido el dar la vida, así también en la resurrección el volver a tomarla; veamos, pues, si el Hijo dio su vida efectivamente y se la devolvió al Padre, mas no Él a sí mismo. Que se la devolvió al Padre, es cosa manifiesta. Refiriéndose a ello, dice el salmo: Resucítame y les daré su merecido. ¿Por qué esperáis que diga yo que también el Hijo devolvió la vida? Que lo diga Él mismo: Tengo poder para dar mi vida"
 (Sermón 52, 13).

También nosotros resucitaremos

"Ahora oiréis, en cuanto el Señor se digne concederlo y declararlo, de qué modo se canta aquí la resurrección y de qué resurrección se trata. Ya sabemos los cristianos que se llevó a cabo la resurrección en nuestra Cabeza y que se llevará en los miembros. La cabeza de la Iglesia es Cristo, y los miembros de Cristo, la Iglesia. Lo que aconteció en la cabeza se cumplirá más tarde en el cuerpo. Esta es nuestra esperanza; por esto creemos, por esto continuamos y permanecemos entre la gran maldad de este mundo, consolándonos la esperanza antes de que llegue a ser realidad. Se convertirá en realidad cuando, asimismo, nosotros resucitemos y, cambiados en estado celeste, seamos hechos iguales a los ángeles. ¿Quién se atrevería a esperar esto si la Verdad no lo prometiese?"
 (Comentario al salmo 65, 1).

Hacia Él nuestro tránsito

"Para que también ellos por amor a Él pasasen de este mundo, donde estaban, a su cabeza, que ya había pasado de aquí. Pues ¿qué significa hasta el fin, sino hasta Cristo? El fin de la Ley, dice el Apóstol, es Cristo para la justificación de todos los creyentes. Es el fin que perfecciona, no el fin que extingue; el fin hasta donde debemos llegar, no el fin en el que hemos de perecer. Y cabalmente de este modo ha de entenderse que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. El es nuestro fin, hacia El ha de ser nuestro tránsito. Comprendo que estas palabras evangélicas pueden interpretarse también en sentido humanitario, diciendo que Cristo amó a los suyos hasta la muerte, viendo este significado en las palabras los amó hasta el fin. Este sentido es de sabor humano, no divino, ya que no sólo hasta aquí nos amó quien nos ama siempre y sin fin. No se puede pensar que la muerte haya puesto fin al amor de Aquel que no se acabó con la muerte" 
(Comentario a Juan 55, 2).

Nos pasamos a Dios

"Pero en su lengua, es decir, en la hebrea, pascua quiere decir tránsito, por la razón de que la primera Pascua la celebró el pueblo de Dios cuando, huyendo de Egipto, pasaron el mar Rojo. Aquella figura profética tuvo ahora su realización, cuando Cristo, como una oveja, es conducido al sacrificio, y con cuya sangre teñidos nuestros dinteles, es decir, con cuya señal de la cruz grabadas nuestras frentes, somos liberados de la perdición de este mundo, como ellos de la cautividad y de la muerte de Egipto, y verificamos el tránsito salubérrimo, pasando del diablo a Cristo y de este mundo inestable a su reino sólidamente fundamentado. Y, para no pasar con el mundo transitorio, nos pasamos a Dios, que permanece siempre"
 (Comentario a Juan 55, 1).

Cristo era inmolado

"No os reprendemos, ¡oh judíos!, al querer liberar a un malhechor por la Pascua, sino al haber dado muerte al inocente, a pesar de que, si no lo hicierais, no habría verdadera Pascua. Pero los judíos, ignorantes, conservaban la sombra de la verdad, mientras, por una disposición admirable de la divina sabiduría, por medio de hombres falaces se cumplía la verdad de la sombra; porque, para que se hiciera la verdadera Pascua, Cristo era inmolado como una oveja"
 (Comentario a Juan 115, 5).

La verdadera Pascua

"Pero la Pascua verdadera, no la de los judíos, sino la de los cristianos, que ya estaba teniendo lugar en la pasión del Señor, se comenzó a preparar -es decir, comenzó la parasceve- desde la hora octava de la noche, puesto que el Señor se preparaba para que le diesen muerte los judíos… Desde esa hora hasta la hora en que se sentó Pilatos en el tribunal, llegó casi la hora sexta, no del día, sino de la parasceve, es decir, de la inmolación del Señor, que es la verdadera Pascua… En esa hora se entiende que pudieron pedir a gritos su crucifixión, aceptando así que fueron ellos los que crucificaron al Señor con preferencia a aquellos con cuyas manos fue colgado del madero, igual que se acercó más al Señor aquel centurión que los amigos que Él envió" 
(Concordancia de los evangelistas 3, 13,50).

Abrasados en amor mutuo hacia Dios

“Toda nuestra actividad se reducirá al Amén y al Aleluya. ¿Qué decís, hermanos? Estoy viendo que al oírlo os habéis llenado de gozo. Mas no volváis a entristeceros por algún pensamiento carnal. Si, por casualidad, alguno de vosotros se pusiera en pie a decir Amén yAleluya, desfallecería de tedio, se quedaría dormido en medio de sus palabras y querría callar. Pero nadie ha de considerar despreciable aquella vida ni digna de ser apetecida pensando de esta manera: Si siempre hemos de repetirAmén y Aleluya, ¿quién aguantará? Voy a deciros algo, si puedo y como pueda.Amén y Aleluya no lo diremos con sonidos pasajeros, sino con el afecto del alma. ¿Qué significa Amén? ¿Qué significa Aleluya? Amén equivale a es verdad; Aleluya, a alabad a Dios… Como veremos la verdad sin cansancio alguno y con deleite perpetuo, y contemplaremos igualmente la más cierta evidencia, encendidos por el amor a la verdad y uniéndonos a ella mediante un dulce, casto y al mismo tiempo incorpóreo abrazo, con tal voz le alabaremos y le diremos también Aleluya. Abrasados en amor mutuo hacia Dios y exhortándose recíprocamente a tal alabanza, todos los ciudadanos de aquella ciudad diránAleluya, porque dirán Amén” 
 (Sermón 362, 29).

Levántate tú que duermes

"¡Con cuánta mayor razón debe velar la caridad en los santos e inocentes, si la maldad fuerza a ello a los torpes y criminales!... Levántate tú que duermes y sal de entre los muertos, y te iluminará Cristo. Esta voz nos desvela del sueño de este mundo si la hemos escuchado y hemos resucitado de entre los muertos, de quienes se dijo: Dejad que los muertos den sepultura a sus muertos. Entretanto, celebremos esta solemnidad velando en la carne; pero, iluminándonos Cristo, mantengámonos en vela perpetua en el corazón. En la medida de lo posible, velemos en la carne para orar y oremos para poder llegar a donde velemos, incluso con la carne, sin término. Los ángeles, en efecto, no duermen. Tenemos prometida la igualdad con ellos para el día de la resurrección si ahora se mantiene despierta en nosotros la caridad" 
(Sermón 223J).

El Señor recomienda la Iglesia

“Ved, por tanto, hermanos, lo que debéis amar ante todo y a lo que debéis adheriros firmemente. El Señor, glorificado en su resurrección, nos recomienda la Iglesia; glorificado en su ascensión, nos recomienda otra vez la Iglesia; enviando al Espíritu Santo desde el cielo, nos recomienda de nuevo la Iglesia… ¿Qué sucedió cuando vino el Espíritu Santo? Vino el Espíritu Santo, y los primeros en ser llenos de Él hablaban las lenguas de todos. ¿Qué significaba esto sino la unidad entre todas las lenguas? Aferrados a esto, apoyados, fortalecidos y clavados en esta fe mediante un amor inquebrantable, alabemos como niños al Señor y cantemos el Aleluya.Pero ¿en una sola parte? ¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Desde la salida del sol hasta el ocaso, alabad el nombre del Señor” 
(Sermón 265,12).

Resucitó esta noche

"Por tanto, nosotros nos mantenemos en vela en la noche en que Él durmió para vivir gracias a la muerte que Él sufrió. Celebremos velando su sueño temporal, para que, velando Él por nosotros, una vez resucitados, permanezcamos sin cansarnos en la vigilia eterna. Resucitó también en esta noche, y nuestro velar es un estar a la espera de esa resurrección. Fue entregado por nuestros pecados y se durmió; resucitó para nuestra justificación. Es éste el motivo por el que asistimos en masa a la vigilia en esta única noche en que él se durmió, para vernos libres algún día, seguros ya en su vigilia, de este mismo sueño; y esperamos en vela la hora en que él despertó, no sea que, por negligencia, nos encontremos dormidos, no en el cuerpo, sino en el corazón, respecto a nuestra justificación, causa de su resurrección. Mantengámonos, pues, en vela, amadísimos, para no caer en tentación"
(Sermón 223 B, 2).

La cruz de Cristo

“¿Qué diremos entonces de la misma cruz, que sin duda fue fabricada y destinada a Cristo por los enemigos y por los impíos? Sin embargo, a ella se aplica lo que dice el Apóstol: Cual sea la largura, la anchura, la altura y la profundidad. La anchura, en el palo trasversal, sobre el cual se extienden los brazos del Crucificado; y significa las obras buenas en la anchura de la caridad. La largura, desde el palo trasversal hasta la tierra, en la cual se fijan los pies y la espalda; significa la perseverancia a lo largo del tiempo hasta el fin. La altura, en el vértice, desde el palo trasversal hasta arriba, significa el fin sobrenatural, al que todas las obras deben dirigirse, porque todo cuanto a lo largo y a lo ancho se hace con perseverancia, debe hacerse por la altura de los premios divinos. La profundidad es la parte que está metida en la tierra: allí se oculta y no puede ser vista, pero de allí salen todas las partes que se ven y sobresalen, así como todos nuestros bienes proceden de la gracia de Dios, que no puede ser comprendida ni discernida. Y aun que la cruz de Cristo no tuviera otro significado que el señalado por el Apóstol: Quienes son de Jesucristo, tiene crucificada su carne con todas sus pasiones y concupiscencias, ¿no es este un bien extraordinario?“
 (Comentario a Juan 118, 5).

Callaba como un cordero

“Cuando no respondía, callaba como un cordero; mas, cuando respondía, enseñaba como pastor. Aprendamos su enseñanza, trasmitida también por el Apóstol, de que no hay poder que no venga de Dios, y que mayor es el pecado de quien por envidia entrega a la justicia al inocente, para ser sacrificado, que el de la misma justicia dándole muerte por miedo a un poder superior. Tal era el poder que Dios había otorgado a Pilato, dejándolo también bajo el poder del César. Y así dice: No tuvieras sobre mí poder alguno, cualquiera que sea la potestad que tienes, si esta misma que tienes no te hubiera sido dada de arriba. Mas, porque yo conozco su extensión, no es tan grande, que tengas libertad absoluta; por eso, quien me entregó a ti tiene mayor pecado. Él por envidia me entregó a ti, y tú por cobardía lo ejerces contra mí. Ni por temor deba matar un hombre a otro hombre, pero matarlo por envidia es mucho peor que hacerlo por temor. Por eso el Maestro de la verdad no dice que el que me entregó a ti tiene pecado, como si Pilato estuviese exento de él, sino que dijo que tiene mayor pecado, dándole a entender que también él tenía pecado” 
(Comentario a Juan 116, 5).

Que esté sano el interior

"Ved amadísimos, cómo los carpinteros, cuando cortan los árboles, los examinan. Algunas veces ven que la parte superficial está como dañada y carcomida; mas el carpintero mira el corazón del árbol, y, si advierte que tiene sano el interior, asegura que ha de durar mucho en la construcción. Apenas se preocupa del exterior dañado cuando se da cuenta que está sano el interior. En el hombre no hay cosa más interior que la conciencia. Luego ¿de qué le aprovecha al hombre tener sano el exterior y corrompido el interior de la conciencia?" 
(Comentario al salmo 45, 3).

No regatees esfuerzos

"Nosotros entreguémonos por todos los medios a purificar el corazón y estemos atentos a ello sin regatear esfuerzos; en cuanto podamos, todas nuestras oraciones han de pedir eso: la purificación del corazón" 
(Sermón 277, 15).

Humíllate

"Purifica, pues, tu corazón, en cuanto te sea posible; sea ésta tu tarea y tu trabajo. Ruégale, suplícale y humíllate para que limpie Él su morada" 
(Sermón 261, 6).

Limpia el corazón

"Piensa primero en purificar el corazón; sea ésta tu ocupación, convócate a esta tarea, aplícate a esta obra. Lo que quieres ver es puro, e impuro aquello con que quieres verlo. Consideras a Dios como una luz apta para estos ojos, inmensa y múltiple; aumentas las distancias a placer; donde no quieres no pones límites y donde quieres los pones. Estas fantasías son la impureza de tu corazón. Quítala, elimínala. Si te cayera tierra en el ojo y quisieras que te mostrase la luz, tus ojos buscarían, antes de nada, quien los limpiase. Muchas son las impurezas que hay en tu corazón" 
(Sermón 261, 4).

El mundo es un crisol

"El mundo es como un crisol de orífice, los justos como el oro, los malvados como la paja, la tribulación como el fuego. ¿Acaso se purificaría el oro sin que se quemase la paja? Acontece que los malvados se convierten en cenizas. Allí mismo el oro purificado -los justos que con paciencia soportan todas las molestias de este mundo y alaban a Dios en medio de sus tribulaciones-, el oro purificado, repito, pasa a los tesoros de Dios" 
(Sermón 113A, 11).

Sana el ojo del corazón

"Todo nuestro esfuerzo, hermanos, en esta vida ha de consistir en sanar el ojo del corazón con que ver a Dios… Dios te hizo a ti, ¡oh hombre!, a su imagen. Dándote con qué ver el sol que Él hizo, ¿no te iba a dar con qué ver a quien te hizo, habiéndote hecho a su imagen? También te dio esto; te dio lo uno y lo otro. Pero si mucho es lo que amas estos ojos exteriores, mucho también lo que descuidas aquel interior; lo llevas cansado y herido. Si quien te fabricó quisiera mostrársete, te causaría dolor; es un tormento para tu ojo, antes de ser sanado y curado. Pues hasta en el paraíso pecó Adán y se escondió de la presencia de Dios. Mientras tenía el corazón sano por la pureza de conciencia, se gozaba con la presencia de Dios; después que, por el pecado, su ojo quedó dañado, comenzó a temer la luz divina, se refugió en las tinieblas y en la densidad del bosque, huyendo de la verdad y ansiando la oscuridad" 
(Sermón 88, 5-6).

Purifica el corazón

"Purificad vuestro corazón para que El lo ilumine y entre aquel a quien invocáis. Sé tú su casa, y El será la tuya; habite en ti, y tú habitarás en El. Si lo recibes en este mundo en tu corazón, El te recibirá en su presencia después de esta vida" 
(Comentario al Salmo 30, 2, s.3, 8).

Quita lo que te impide ver

"Lo que pasa, hermanos, al ciego colocado frente al sol, a saber: que el sol está presente a él, pero es como si lo tuviera ausente, eso mismo es lo que sucede al que está ciego en el corazón, como lo está todo necio, todo inicuo y todo impío. Presente está la Sabiduría; pero para uno que es ciego dista mucho de sus ojos; no que ella esté distante de él, sino que es él quien está lejos de ella. ¿Qué tiene, pues, que hacer este? Purificar lo que tiene poder de contemplar a Dios. A un hombre que no puede ver por la enfermedad y suciedad de sus ojos, debido al polvo, humor, y humo que en ellos ha caído, le dice el médico que haga desaparecer del ojo todo obstáculo que le impida ver la luz de sus ojos. El polvo, la pituita y el humo son los pecados y las inquietudes. Quita de tu corazón todo esto y gozarás entonces de la presencia de la Sabiduría, que es Dios"
 (Comentario a Juan 1, 19).

Odien lo que fueron

"Amen el convertirse en lo que no son, odien lo que fueron. Conciban ya con el deseo el nuevo hombre que ha de nacer; no duden que puede perdonárseles cualquier cosa que les remuerda de la vida pasada, cuanto atormente su conciencia, todo absolutamente, sea grande o pequeño, digno o no de decirse, no sea que la duda humana retenga en contra suya lo que la misericordia de Dios quiere perdonar" 
(Sermón 352, 2).

Cambiad de vida

"Cambiad de vida, cambiad de vida, os lo suplico. Desconocemos cuándo llegará el fin de nuestra vida. Todo hombre camina con su muerte. Pensando que la vida es larga, diferís el vivir bien. Pensáis que la vida es larga, y no teméis una muerte repentina. Mas supongamos que la vida es larga; preocupaos de que sea buena. Busco un penitente de verdad, y no lo encuentro. ¡Cuánto mejor es una vida larga y buena que otra larga y mala! Nadie quiere verse en una cena mala y de larga duración, ni tener que soportarla, y, en cambio, casi todos quieren tener una vida larga y mala. Si la duración de nuestra vida es grande, sea también buena"
 (Sermón 232, 8).

Tejieron una corona de espinas

“Dice a continuación lo que hicieron los soldados, mas no dice que Pilato lo mandara. Dice: Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza y le envolvieron en un manto de púrpura. Y se llegaban a Él y decían: salve rey de los judíos, y le daban de bofetadas. De este modo se cumplía lo que de sí había predicho Cristo; así se informaban los mártires para sufrir cuanto fuese del agrado de sus perseguidores; así, ocultado por breve tiempo su tremendo poder, recomendaba la imitación de su paciencia; así el reino que no era de este mundo vencía al mundo soberbio, no con la atrocidad de la lucha, sino con la humildad del sufrimiento, así aquel grano que había de ser multiplicado, era sembrado entre tanta contumelia para florecer con gloria admirable”
 (Comentario a Juan 116, 1).

Arrepiéntete

¿Qué es, pues, la penitencia, sino la indignación contra sí mismo? El que se arrepiente se aíra contra sí mismo. ¿De dónde proceden los golpes de pecho cuando no se hacen con falsedad? ¿Para qué te hieres si no te arrepientes? Cuando golpeas tu pecho, te arrepientes en tu corazón para satisfacer a tu Señor" 
(Sermón 19, 2).

Cambia de vida

"El mundo es un lagar; y en él somos prensados. Vosotros sed aceite y no alpechín. Que todo hombre se convierta a Dios y cambie de vida. El aceite tiene un camino oculto y por él se dirige al depósito secreto"
(Sermón 19, 6).

Él premia la buena voluntad

"Dios no lleva cuenta del caudal, sino que premia la buena voluntad. El sabe bien que quisiste y no pudiste; consigna como cosa hecha aquello que deseabas hacer. Luego es de todo punto necesario que te conviertas, no sea que retardando la conversión mueras de repente y no se te encuentre nada digno en el tiempo presente ni nada digno de poseer en el futuro" 
(Sermón 18, 5).

Cambiar al hombre

"Primero hay que cambiar al hombre, para que se cambien las obras. Si el hombre permanece siendo malo, no puede producir obras buenas, y si continúa siendo bueno, no puede producir obras malas"
(Sermón 72, 1).

Convertido eres luminoso


"Oír la voz de alabanza es entender interiormente; es entender que todo lo que en ti hay de mal, procedente de los pecados, es tuyo, y lo que hay de bien, debido a la justificación, es de Dios. Así, pues, oye la voz de alabanza de tal suerte que no te alabes aun cuando seas bueno, porque, alabándote bueno, te haces malo. Te convertiste a Dios para ser iluminado, y por tu conversión te hiciste luminoso; te hiciste brillante por la conversión"
(Comentario al Salmo 25, 2, 11).

La cura es difícil


"¿Quién no entenderá estar representada aquí el alma, que lucha contra sus enfermedades, pero que fue privada por largo tiempo de la visita médica, para que reconociera los males en que se precipitó al pecar? Lo que fácilmente cura no se evita con empeño. Debido a la cura difícil, vendrá la guarda diligente de la salud recibida... Si los que se convierten experimentan tantos agobios, se conozca asimismo cuánta pena se halla preparada para los impíos que no quieren convertirse a Dios"
(Comentario al Salmo 6, 4).

Lo que fui ha sido borrado


"¡Ojalá quisieras imitarme, para que tu error se hiciese en algún tiempo pasado! Conocen los pecados pasados cometidos por mí de modo especial en esta ciudad. Aquí viví mal, lo confieso. Y en cuanto me gozo de la gracia de Dios, ¿qué diré de mis iniquidades pasadas? ¿Me duelo? Me dolería si aun permaneciese en ellas. Pues, ¿qué diré entonces? ¿Me alegro? Tampoco puedo decir esto: ¡Ojalá nunca hubiera cometido tal cosa! Lo que fui ha sido borrado en nombre de Cristo. Lo que ahora censuran lo ignoran. Hay muchas cosas que aún vituperan en mí; sin embargo, dista mucho de ellos el conocerlas. Trabajo mucho contra mis pensamientos, luchando contra mis malas incitaciones y combatiendo permanentemente, y casi de continuo, con las tentaciones del enemigo, que quiere echarme por tierra"
(Comentario al Salmo 36, s.2, 19).

Enmiéndate


"De los sufrimientos a que he aludido hasta ahora hay posibilidad de retorno, supuesta la conversión a Dios. Pero su anhelo es descansar antes de ir al suplicio eterno, y lo hace con la finalidad explícita de no ir. Es algo así como si le decimos a alguien: enmiéndate antes de que te castigue. Porque si se enmienda, es seguro que ya no habrá castigo. Donde no hay luz, no es posible ver la vida de los hombres. Y la vida de los hombres está allí donde está la luz verdadera que ilumina a todo hombre. Una es la tierra de los vivos y otra es la tierra de los muertos"
 (Anotaciones a Job, 10).

Perdónanos


"Hay también una penitencia casi cotidiana de los fieles buenos y humildes cuando golpeamos nuestro pecho diciendo: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. No pedimos que nos perdonen lo que estamos seguros de haber alcanzado en el bautismo, sino aquellas faltas que se nos deslizan por humana fragilidad, la cual, aunque sea leve, es frecuente"
 (Carta 265, 8).

No echarnos a dormir


"Todo proviene de Dios, sin que esta afirmación signifique que podemos echarnos a dormir o que nos ahorremos cualquier esfuerzo o hasta el mismo querer (la gracia de Dios no se impone al hombre por la fuerza, se requiere siempre su aceptación). Si tú no quieres, no residirá en ti la justicia de Dios. Pero aunque la voluntad no es sino tuya, la justicia no es más que de Dios... Pero Dios te hizo a ti sin ti. Ningún consentimiento le otorgaste para que te hiciera. ¿Cómo podías dar el consentimiento si no existías? Quien te hizo sin ti, no te justificará sin ti. Por lo tanto, creó sin que lo supiera el interesado, pero no justifica sin que lo quiera él. Con todo, es él quien justifica: para que no sea justicia tuya, para no volver a lo que para ti es daño, perjuicio, estiércol, hállate en él desprovisto de justicia propia"
(Sermón 169, 13).

Cumple todo con amor


"Los preceptos que se cumplen no por amor de la justicia, sino por temor del castigo, se cumplen servilmente; no se cumplen con pura libertad, y, por consiguiente, no se cumplen. Porque no es bueno el fruto que no brota de la raíz de la caridad. Porque, ciertamente, si el acto acompaña la fe, que obra animada por la caridad, ya entonces empieza el alma a deleitarse en la ley divina según el hombre interior"
 (Del espíritu y la letra 14, 26).

No pongas excusas


"El pecador se complace en su vida miserable, y no quiere aparecer responsable; rechaza el ser convencido de pecado cuando peca; no acepta su propia acusación con saludable humildad, antes bien, con ruinosa altivez inventa mil excusas... Entre estos que suelen excusar sus pecados hay quienes se lamentan de la fatalidad, que les determina a delinquir, como si fuera imposición de las estrellas, como si el cielo pecase al planear para que el pecador pueda después ejecutar. Otros prefieren atribuir su caída a la fortuna, pensando que todo acaece por combinaciones fortuitas; pero aseguran que lo saben y mantienen con su cuenta y razón, no con fortuita presunción. ¿No será demencia atribuir sus cálculos a la razón y sus empresas al azar? Otros atribuyen al diablo cuanto hacen de malo, pero niegan tener relación alguna con él, pudiendo sospechar que en efecto les persuadió a obrar mal con ocultas sugestiones, y no pudiendo dudar de que otorgan su consentimiento, vengan ellas de donde vinieren. Otros hay que convierten su excusa en una acusación contra Dios; por divinos juicios son míseros, y por su propio frenesí, blasfemos. Inventan frente a Dios, como principio contrario, la sustancia rebelde del mal"
(De la continencia 5, 13-14).

Ahora te llama


"Convertíos a mí y yo me convertiré a vosotros; dice: No quiero la muerte del impío, sino que se convierta y viva. El es sufrido; tú, por el contrario, conforme la dureza de tu corazón y con impenitente corazón, atesoras para ti la ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada uno según sus obras... Ahora te llama, te exhorta, te espera a que entres en razón, y tú tardas. El demostró gran misericordia dejándote incierto el día de tu vida a fin de que ignores cuándo has de emigrar de aquí, ya que, esperando cotidianamente tu salida, te convertirás en algún tiempo... No digas: Mañana me convertiré, mañana agradaré a Dios, y todas mis iniquidades de hoy y de ayer se me perdonarán. Dices verdad al afirmar que Dios prometió el perdón a tu conversión; pero no prometió el día de mañana a tu dilación"
(Comentario al Salmo 144, 11).

No más mañana, mañana


"Hermano, no retardes convertirte a Dios. Pues hay quienes se aprestan a la corrección y la difieren, y prorrumpen en aquel canto de cuervo: Cras, cras, mañana, mañana. El cuervo enviado desde el arca no volvió. El Señor no desea la dilación de la voz corvina, sino la confesión del arrullo y gemido colombino. Fue enviada la paloma y regresó. ¿Hasta cuándo durará el cras, cras, mañana, mañana? Atiende al último mañana; y, puesto que ignoras cuando llegue el último mañana, te baste el haber vivido pecador hasta el día de hoy. Lo oíste, lo sueles oír frecuentemente; lo oíste también hoy; cuando más frecuentemente lo oyes, tanto más tardas en corregirte"
(Comentario al Salmo 102, 16).