La verdad del Evangelio


"La verdad del Evangelio obtuvo la cima suprema de la autoridad para la palabra de Dios que permanece eterna e inmutable sobre toda criatura, palabra dispensada mediante la criatura a través de signos temporales y lenguas humanas. En este mismo hecho aparece -cosa que afecta al máximo a nuestro tema- que no debemos pensar que miente alguien si muchos que oyeron o vieron algo, al recordarlos, no lo refieren del mismo modo o con las mismas palabras; o si se cambia el orden de las palabras, o si se utilizan unas en lugar de otras, siempre que signifiquen lo mismo; o si se calla algo que o no viene a la mente a quien intenta recordarlo o puede deducirse de lo que se dice; o si alguien, en función del relato de alguna otra cosa que estableció decir, para ajustarse al tiempo debido, toma algo no para explicarlo en su totalidad, sino para tocarlo parcialmente; o si para ilustrar o explicar una sentencia, aquel a quien se le ha concedido autoridad  para narrarla añade algunas palabras, no contenidos, o si teniendo clara la idea, no logra, aunque lo intente, repetir de memoria en su integridad las palabras que incluso oyó"
 (Concordancia de los evangelistas 2, 12, 28).

La mano del Señor lo escribió


"Todo el que entienda este consorcio de unidad y el ministerio, en los diversos oficios, de los miembros concordes bajo una única cabeza, no entenderá lo que lea en el Evangelio, siendo los narradores los discípulos de Cristo, distintamente que si viese que lo escribía la misma mano del Señor, que llevaba en el propio cuerpo. Por lo cual, veamos ya cuáles son aquellos puntos que piensan que escribieron los evangelistas en desacuerdo entre sí, como pudiera parecer a los romos de inteligencia, a fin de que, resuelta la cuestión, de aquí mismo aparezca que los miembros de aquella cabeza conservaron la concordia fraterna en la unidad de su cuerpo, no sólo pensando lo mismo, sino también escribiendo en armonía"
 (Concordancia de los evangelistas 1, 35, 54).

Los cuatro evangelistas


"Por tanto, veamos ya ahora la concordancia interna y entre sí de lo que escribieron sobre Cristo los cuatro evangelistas, para que quienes tienen más curiosidad que capacidad no experimenten ningún tropiezo en la fe cristiana por esta razón. Después de haber examinado, no en una lectura superficial, sino esmerada, los libros evangélicos, creyendo haber descubierto en ellos algo disonante e inconciliable, piensan que han de ser objeto de una crítica polémica más que de una consideración reflexiva"
(Concordancia de los evangelistas  2, 1, 1).

Proclamar el Evangelio


"Entre las autoridades divinas incluidas en los escritos sagrados, destaca con toda razón el Evangelio. Él muestra cumplido y realizado lo que la ley y los profetas anticiparon como futuro. Los primeros en anunciarlo fueron los apóstoles, quienes vieron al mismo Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, aún viviendo aquí. No sólo recordaban  lo que oyeron de su boca o los dichos y hechos que él realizó ante sus ojos, sino también lo que, antes de constituirse en discípulos suyos, había obrado Dios referente a su natividad o infancia o niñez y merecía ser recordado. Pudieron informarse y conocerlo ya de él mismo, ya de sus padres o a través de otros indicios que no dejaban duda, o de testigos fidelísimos. Una vez que les fue impuesto el deber de proclamar el Evangelios, se ocuparon de anunciarlo al género humano"
 (Concordancia de los evangelistas 1, 1, 1).

La Palabra prescribe el Amor


"Porque en éste se ejercita todo el estudio de las divinas Escrituras, no encontrado en ellas otra cosa más que se ha de amar a Dios por Dios y al prójimo por Dios; a Este con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente; al prójimo como a nosotros mismos, es decir, que todo amor al prójimo como a nosotros ha de referirse a Dios. De estos dos preceptos hemos tratado en el libro anterior al hablar de las cosas. Es, pues, necesario que ante todo cada uno vea, estudiando las divinas Escrituras, que si se halla enredado en el amor del mundo, es decir, en el de las cosas temporales, está tanto más alejado del amor de Dios y del prójimo cuanto lo prescribe la misma Escritura"
 (Sobre la doctrina cristiana 2, 7, 10).

La Palabra del Amor


"Quien tiene su corazón lleno de amor, herma­nos míos, comprende sin error y mantiene sin esfuerzo la variada, abundante y vastísima doctrina de las Sagradas Escrituras, según las palabras del Apóstol: La plenitud de la ley es el amor; y en otro lugar: El fin del precepto es el amor que surge de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe no fingida. ¿Cuál es el fin del precepto sino el cumplimiento del mismo? ¿Y qué es el cumplimiento del precepto sino la plenitud de la ley? Lo que dijo en un lugar: La plenitud de la ley es el amor, es lo mismo que dijo en el otro: El fin del precepto es el amor... El mismo Señor que los alimentó con la palabra de la verdad y del amor que es el mismo pan vivo que ha bajado del cielo, dijo: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Y también: En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros"
 (Sermón 350, 1).

Mantente en el Amor


"El amor por el que amamos a Dios y al prójimo posee confiado toda la magnitud y lati­tud de las palabras divinas. El único maestro, el celestial, nos enseña y dice: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos pende toda la ley y los profetas. Si, pues, no dispones de tiempo para escudriñar todas las páginas santas, para quitar todos los velos a sus palabras y penetrar en todos los secretos de las Escrituras, mantente en el amor, del que pende todo; así tendrás lo que allí apren­diste e incluso lo que aún no has aprendido. En efecto, si conoces el amor, conoces algo de lo que pende también lo que tal vez no conoces; en lo que comprendes de las Escritu­ras se descubre evidente el amor, en lo que no entiendes se oculta. Quien tiene el amor en sus costumbres, posee, pues, tanto lo que está a la vista como lo que está oculto en la pa­labra divina"
 (Sermón 350, 2).

Toda la Escritura nos lleva al amor


"Todo lo que de saludable concibe la mente, o profiere la boca, o se arranca de cualquier página de la Escritura, sólo tiene por fin la caridad... Ninguna otra cosa busquéis en la Escritura; nadie os mande otra cosa. En todo lo que en la Escritura está oculto, está oculto este amor, y en todo lo que en ella es patente, se halla patente este amor. Si en ninguna parte apareciese patente, no te alimentaría; si en ninguna apareciese oculto, no te ejercitaría. Esta caridad clama del corazón puro, del corazón de aquellos que oran estas palabras con que ahora ora éste aquí. Al instante diré quién es éste: éste es Cristo"
 (Comentarios a los Salmos 140, 2).

Preparad un nido a la Palabra

"He recordado esto para que os dignéis ayudarme con el silencio. El espíritu está pronto para serviros, pero la carne es débil. El mismo espíritu, cualquiera que sean los gozos que concibe de la Escritura de Dios, los da a luz y busca hacerlo en vuestros oídos y vuestras mentes. Preparad en vosotros un nido a la palabra.En la Escritura se nos pone como ejemplo la tórtola, que busca un nido para poner sus polluelos. Lo que traemos entre manos, la Escritura que estáis viendo, nos invita a buscar y a alabar a cierta mujer grande, que tiene un marido también grande, quien la encontró perdida y, habiéndola hallado, la adornó"
 (Sermón 37, 1).

La Palabra está en todo

"Si esto sucede así con la palabra que suena, ¿qué no sucederá con la Palabra todopoderosa? Así como esta nuestra voz se hace presente totalmente en los oídos de cada uno de los oyentes, y no son tantas mis palabras cuantos son vuestros oídos, sino que una sola palabra llena muchos oídos, sin dividirse, siendo íntegra para todos, pensad lo mismo de la Palabra de Dios, que está toda en el cielo, toda en la tierra, toda entre los ángeles, toda junto al Padre, toda en seno de la Virgen, toda en la eternidad, toda en la carne, toda en los infiernos cuando fue a visitarlos, toda en el paraíso a donde llevó al ladrón. Todo esto lo he dicho acerca del sonido" 
(Sermón 28, 4).

El fin de la Escritura es el Amor

"El compendio de todo lo expuesto desde que comenzamos a tratar de los objetos o cosas, es entender que la esencia y el fin de toda la divina Escritura es el amor de la Cosa que hemos de gozar y de la cosa que con nosotros puede gozar de Ella, pues para que cada uno se ame a sí mismo no hubo necesidad de precepto. Para que conociésemos esto y lo ejecutásemos se hizo por la divina Providencia para nuestra salud eterna toda la dispensación temporal de la cual debemos usar no con cierto gozo y amor permanente y final en ella, sino más bien pasajero, es decir, que la amemos como amamos la vía, el vehículo u otra clase de medios, si puede expresarse con palabras más propias; de modo que amemos las cosas que nos llevan al último fin por aquel último fin a donde nos llevan"
 (Sobre la doctrina cristiana 1, 35, 39).

Ignoro mucho de la Escritura

"Me extraña que no sepas que ignoro muchas cosas, no sólo en otras disciplinas, sino en las mismas santas Escrituras; en ellas es mucho más lo que ignoro que lo que sé. Pero creo que no es estéril la esperanza que pongo en el nombre de Cristo, porque no sólo he creído a mi Dios, que me enseña que en los dos preceptos se encierran la Ley y los Profetas, sino que lo he experimentado y lo experimento cada día: siempre que descubro algún sacramento o alguna palabra muy oscura de las sagradas letras, hallo los mismos preceptos: El fin del precepto es la caridad del corazón puro, de la conciencia buena y de la fe no fingida. Y también: la plenitud de la ley es la caridad"
 (Carta 55, 21, 38).

La Escritura es Santa

"La Escritura es santa, es veraz, es irreprensible. Toda Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para argüir: útil para la exhortación, para la doctrina. De nada hay que acusar a la Escritura si, tal vez nosotros, no habiéndola entendido, nos desviamos en algo. Cuando la comprendemos, somos rectos; cuando, no entendiéndola, somos malos, es porque la abandonamos a ella, que es recta. Aunque nosotros nos corrompamos, no la corrompemos a ella, que se mantiene recta, para que volvamos a ella para ser corregidos. Con el fin de ejercitarnos a nosotros, la misma Escritura habla en muchos lugares como carnalmente, aunque la ley es siempre espiritual... Aunque ella es espiritual, con frecuencia, no obstante, con los carnales camina casi carnalmente. Pero no quiere que permanezcamos carnales, como la madre que gusta de nutrir a su pequeño, pero no desea que permanezca pequeño. Lo lleva en su seno, lo atiende con sus manos, lo consuela con sus caricias, lo alimenta con su leche. Todo esto hace al pequeño, pero desea que crezca, para no tener que hacer siempre tales cosas"
 (Sermón 23, 3).

Allá no necesitarás las Escrituras

"En presencia de aquel día, no habrá necesidad de lámparas, ni se nos leerán los profetas, ni se abrirán las epístolas del Apóstol, ni iremos en busca del testimonio de Juan, ni necesitaremos siquiera del Evangelio mismo. Desaparecerán, pues, todas las Escrituras, que, como lámparas, estaban encendidas en la noche de este siglo con el fin de no dejarnos en tinieblas. Una vez desaparecidas todas esta lámparas, para que nadie crea que nos son necesarias para alumbrarnos, y que los hombres mismos de Dios que nos suministraron estas lámparas vean en nuestra compañía aquella verdadera y clara luz; retirados, digo, ya como inútiles, todos estos adminículos, ¿qué es lo que veremos? ¿Qué será lo que apaciente nuestra inteligencia? ¿Qué será lo que alegre nuestra vista? ¿Cuál será el principio de la alegría aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni ha experimentado jamás corazón humano alguno? ¿Qué será lo que veremos? Os pido que améis conmigo y que corráis en la misma fe que yo. Deseemos y suspiremos por la patria del cielo y que nos creamos peregrinos aquí abajo. ¿Qué será lo que entonces veremos? Que lo diga ahora mismo el Evangelio: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.Vendrás a la fuente de donde se esparció sobre ti aquel rocío" 
(Comentario a Juan 35, 9).

Nos dio las Escrituras

"Bendito sea Dios, que nos dio las Escrituras santas. No cerréis los ojos al resplandor de esta luz. El resplandor se engendra de la luz, y, con todo eso, el resplandor es coeterno a quien lo engendra. Siempre existió la Luz y siempre su resplandor. Ella engendró su Resplandor, pero ¿acaso estuvo alguna vez sin su Resplandor? Séale permitido a Dios engendrar desde la eternidad. Os ruego paréis mientes en aquel de quien hablamos. Oíd, reflexionad, creed y comprended: hablamos del mismo Dios"
 (Sermón 118, 2).

La Palabra es lámpara

"Entre tanto no falte en esta noche la lámpara. Y esto es quizá lo que hacemos ahora, pues, al exponer estas palabras de la Escritura, presentamos la lámpara para que nos alumbre en esta noche; la cual debe estar siempre encendida en vuestras moradas. Pues se dice a los tales: No apaguéis vuestro espíritu. Y como explicando a quién se refiere, prosigue: no despreciéis la profecía, es decir, luzca siempre en vosotros la lámpara. Con todo, esta luz es noche sin duda en comparación de cierto día inefable" 
(Comentarios a los Salmos 76, 4).

Beber de su evangelio

"Porque no solamente Pedro ata y desata los pecados, sino la Iglesia entera; como tampoco solamente Juan bebió en las fuentes del divino pecho que en el principio el Verbo Dios estaba en Dios y todas las otras cosas sublimes acerca de la divinidad de Cristo y de la Unidad y Trinidad de la divinidad, que en aquel reino se han de contemplar cara a cara, mas ahora, hasta que el Señor venga, son vistas como en un espejo y en figura, cosas que El dejaría escapar en su predicación. Mas el Señor mismo difundió por todo el mundo su Evangelio para que todos, cada uno según su capacidad, bebiesen de él" 
(Comentario a Juan 124, 7).

Nos sostiene el rocío de la Palabra

“Luego en este mundo no debemos desear la hartura. Aquí ha de sentirse la necesidad; allí seremos saciados. Pero ahora, para no desfallecer en el desierto, nos sostiene el rocío de la palabra de Dios y no permite que nos sequemos por completo a fin de que no tengamos nueva aspiración de lo nuestro, sino que de tal modo sintamos sed, que bebamos. Mas para beber, ahora somos rociados por alguna gracia suya; sin embargo, sentimos sed"
 (Comentarios a los Salmos 62, 3).

La Palabra nos resucita

"Son los muertos que resucita la palabra de Dios para que vivan en fe. La infidelidad tenía los muertos, la palabra de Dios los alza del sepulcro. Esa es la hora de la que dijo el Señor: Hora vendrá, y es la de ahora... Al conjuro de su palabra resucitaban los muertos de la infidelidad, de los que dijo el Apóstol:Despierta tú que duermes y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo. Esta especie de resurrección es la resurrección espiritual, la resurrección del hombre interior, la resurrección del alma"
 (Sermón 127, 7).

El evangelio es vida

"Y sólo un alma impía puede contradecir al Evangelio. Pero aquí aparece y me viene a las mientes lo que diré. Sólo un alma muerta puede contradecir la vida. El Evangelio es vida, y la impiedad o infidelidad es la muerte del alma. He ahí cómo puede morir, aun siendo inmortal. Pues ¿cómo es inmortal? Porque siempre hay una vida que en ella nunca se extingue. ¿Y cómo muere? No dejando de ser vida, sino perdiendo la vida. Porque el alma es vida para otro elemento y ella misma tiene su vida"
 (Sermón 65, 5).

La Palabra viva de Dios

"El Evangelio y la palabra viva de Dios, que penetra hasta el fondo de nuestras almas y busca el quicio del corazón, se nos ofrece saludablemente a todos nosotros y a nadie pasa la mano adulatoriamente, si el hombre no se la pasa a sí mismo. He aquí que se nos ha propuesto como un espejo en el que podemos mirarnos todos; si tal vez advertimos una mancha en nuestro rostro, lavémosla con esmero para no tener que avergonzarnos cuando volvamos a mirarnos al espejo… En efecto, si ahora se hiciese presente en su carne Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, pero se quedase callado de pie ante nosotros, ¿de qué nos aprovecharía? Si, pues, fue provechoso por su palabra, también ahora sigue hablando cuando se lee el evangelio"
 (Sermón 301 A, 1).

La Palabra divina es saludable

"Toda palabra divina es saludable para quienes la entienden bien, y perjudicial para los que pretenden, según la perversidad de su corazón, torcerla antes que corregir su corazón conforme a la rectitud de ella. Esta es una costumbre de los hombres de inigualada perversidad, puesto que, debiendo vivir conforme a la voluntad de Dios, quieren que Dios viva según la suya. Y, no queriendo corregirse, pretenden hacer depravado a Dios, pensando que no es recto lo que Dios quiere, sino lo que ellos desean... Dije que el corazón del hombre aparta de sí la severidad de la palabra de Dios y que da cabida malamente en sí a los halagos de la incitadora serpiente. Contra estos se pronuncia la palabra divina y en este salmo nos previene contra ellos" 
(Comentarios a los Salmos 48, 1, 1).

Es pan para la mente

"¿Qué significa, por tanto, Danos hoy nuestro pan de cada día? Vivamos de tal modo que no seamos apartados de tu altar. También la palabra de Dios, que día a día se os explica y en cierto modo se os reparte, es pan de cada día. Y del mismo modo que los vientres tienen hambre de aquel pan, así las mentes la sienten de éste. También este lo pedimos sin añadir nada más; en el pan de cada día se incluye cuanto es necesario en esta vida para nuestra alma y para nuestro cuerpo"
 (Sermón 58, 5).

Gozar de haber comprendido

"Lo que ahora se ha oído y con atención escuchado al leerse el santo evangelio no dudo de que hemos puesto todo empeño en comprenderlo, y que cada uno de nosotros ha comprendido según su capacidad lo que ha podido de esta materia tan elevada que se ha terminado de leer, y que nadie se lamentará de no haber gustado del pan de la palabra que en la mesa se ha puesto. Sin embargo, si existe también alguien que ha calado suficientemente el sentido de todas las palabras de nuestro Señor Jesucristo oídas ahora, que lleve con paciencia el ejercicio de nuestro ministerio hasta que (si nos es posible en el curso de la exposición con la ayuda de Cristo) consigamos que todos o muchos lleguen a comprender lo que unos pocos solamente se gozan de haberlo comprendido ya"
 (Comentario a Juan 34, 1).

El pan cotidiano

"Existe otro pan cotidiano: el que piden los hijos. Es la palabra de Dios que se nos ofrece día a día. Nuestro pan es cotidiano: con él viven las mentes, no los vientres. Es necesariotambién para nosotros, que trabajamos ahora en la viña; es alimento, no recompensa. Dos cosas debe al jornalero quien le arrienda para trabajar en la viña: el alimento para que no decaiga, y la recompensa de que se alegre.Nuestro alimento cotidiano en esta tierra es la palabra de Dios que se distribuye siempre a las iglesias; nuestra recompensa, posterior al trabajo, se llama vida eterna"
 (Sermón 56, 10).

Lo que dice nos nutre

"En el examinar y comentar, amadísimos hermanos, el significado de la Sagrada Escritura debe guiarnos su evidentísima autoridad, de manera que, partiendo de lo que dice claramente para nutrirnos, se descubra con fidelidad lo que se dijo envuelto en oscuridad para ejercitarnos. ¿Quién hay que se atreva a exponer los misterios divinos de forma distinta a como pregonó y prescribió el corazón y la boca del Apóstol?"
 (Sermón 363, 1).

Nos apacienta

"En toda la abundancia de las Sagradas Escrituras se nos apacienta con las cosas claras y se nos intriga con las oscuras. En un caso se nos quita el hambre y en otro el fastidio" 
(Sermón 71, 11).

Obra del dedo de Dios

"Se elevó tu majestad sobre los cielos, puesto que tu majestad excede a la elocuencia de todas las santas Escrituras. Por la boca de los niños y lactantes llevaste a cabo la alabanza para que comiencen por la fe de la Escritura quienes desean llegar al conocimiento de tu majestad, la cual se elevó sobre la Escritura, porque traspasa y supera los elogios de todas las palabras humanas. Dios rebajó las Escrituras hasta la capacidad de los niños y lactantes, conforme se canta en otro salmo:Inclinó el cielo y descendió…Cuando se entienden las Escrituras, llevadas hasta la lenta comprensión de los infantes, y cuando por la humildad de la fe histórica que se llevó a cabo en el tiempo, estando ya nutridos y fortalecidos en las cosas que dan firmeza, se elevan hasta la sublimidad de la inteligencia de las cosas eternas. Estos cielos ciertamente, es decir, estos libros, son obras de los dedos de Dios, puesto que fueron compuestos obrando el Espíritu Santo en sus santos, ya que quienes más bien atendieron a su propia gloria que a la salud de los hombres hablaron sin tener el Espíritu Santo, en quien se halla la sublime liberalidad de la misericordia de Dios"
 (Comentarios a los Salmos 8, 8).

Los autores de las Escrituras

"Constituyó como montes de Israel a los autores de las Escrituras divinas. Apacentaos allí para hacerlo con seguridad. Cuanto oigáis que procede de allí deleite vuestro gusto; rechazad cuanto es extraño. No os extraviéis en la niebla, oíd la voz del pastor. Reuníos en los montes de la Sagrada Escritura. Allí se encuentran las delicias de vuestro corazón; nada hay venenoso, nada extraño; hay pastos ubérrimos. Vosotras venid sanas, apacentaos sanas en los montes de Israel"
 (Sermón 46, 24).

Amar las cosas eternas

"La Escritura no cesa de intimarnos que, despreciando las cosas temporales, amemos las eternas. Cada página nos lo advierte, a veces manifiestamente, otras veces de forma oscura y misteriosa, pero nadie se sienta defraudado al ver que la página divina habla de forma oscura. Donde se te presenta manifiesta la voluntad de Dios, es decir, donde está clara, ámala. Ámala cuando te amonesta claramente. Pero es igual cuando se te manifiesta claramente que cuando se presenta de forma oscura. La misma es cuando está al sol que cuando está a la sombra. Has de seguirla tal cual la encuentras escrita" 
(Sermón 45, 3).

Sana las enfermedades del alma

"Nuestro Dios y Señor, curando y sanando cualquier clase de enfermedad del alma, presentó muchos medicamentos a través de las Santas Escrituras. Al leer las lecturas divinas, eran como sacadas del botiquín.Mediante nuestro ministerio han de ser aplicados a nuestras heridas. No obstante, no pretendamos ser como ayudantes del médico, de los que se sirve para sanar a otros, como si nosotros ya no necesitáramos de curación. Si tratamos de ir a consultarle, si con toda sinceridad nos entregamos a sus manos para ser curados, todos quedaremos sanos. Se han leído muchas cosas, grandes y necesarias. Aunque todas sean así, sin embargo, algunas están más ocultas en las Escrituras para solicitar a los investigadores. Otras, en cambio, están puestas a la vista y manifiestamente para que curen a quienes lo deseen. Este salmo contiene grandes misterios"
 (Sermón 32, 1).

La medicina de las Escrituras

"Toda enfermedad del alma tiene en la Sagrada Escritura su propia medicina. El que enferma de tal modo que dice estas cosas en su corazón, beba el medicamento de este salmo. ¿Cuál es esta enfermedad? Oigamos de nuevo aquello que decías. ¿Me preguntas que decía? Lo que ves. Campean los malos; sufren los buenos. ¿Cómo es que Dios tolera estas cosas? Toma, bebe; aquel de quien murmuras te prepara esta bebida; no rehúses tan saludable bebida, adapta la boca de tu corazón mediante el oído y bebe lo que oyes:No emules a los malvados ni los sigas, cometiendo iniquidad. Porque, como heno, pronto se secarán, y como hierba del prado, luego perecerán"
 (Comentarios a los Salmos 36, 1, 3).

Saborea las Escrituras

"Como no deben permanecer siempre ásperos y como sin condimento estos alimentos, por eso hablamos en la Iglesia de Dios, en nombre de Cristo, a los alimentados y a los que lo deben ser, pues no deben los cristianos abstenerse de saborear este alimento de las Santas Escrituras, de las cuales el mundo se halla apartado. Si las cosas que con frecuencia oísteis las rumiasteis con gozo en el paladar del pensamiento y no las echasteis por olvido como en saco roto, vuestro mismo recuerdo y la memoria nos podrá ayudar sobremanera para no hablar largamente, como a incultos, al exponer las cosas que sabemos conocéis. Recuerdo que habéis oído muchas veces lo que ahora os repito: que apenas encontraréis un salmo que no hable de Cristo y la Iglesia, o Cristo solo, o la Iglesia sola, la cual en parte somos también nosotros" 
(Comentarios a los Salmos 59,1).

La Escritura es un espejo

"Pero la rectitud de Dios no agrada al malvado. ¿Quieres que te agrade quien es recto? Sé tú mismo recto. Júzgate a ti mismo; no te perdones. Castiga, corrige, enmienda lo que en ti con razón te desagrada. Sea para ti la Sagrada Escritura como un espejo. El espejo tiene un resplandor que no miente, ni adula ni ama a unas personas con exclusión de otras. Eres hermoso; hermoso te ves allí; eres feo, feo te ves allí. Pero si te acercas siendo feo, y como tal allí te ves, no acuses al espejo. Vuelve a tu interior; el espejo no te engaña; no te engañes a ti mismo. Júzgate, entristécete de tu fealdad, para que al marchar y alejarte triste, corregida la fealdad, puedas retornar hermoso"
 (Sermón 49, 5).

La profundidad de las Escrituras

Porque es tal la profundidad de las Escrituras cristianas, que mi adelantamiento no tendría fin, aunque me ocupara en estudiarlas a ellas solas desde la primera infancia hasta la decrépita senectud, con holgura completa, con extremo afán y con mayor ingenio.
No es tanta la dificultad cuando se trata de saber las cosas que son necesarias para la salvación.
Pero una vez afianzada la fe, sin la cual no se puede vivir piadosa y rectamente, quedan para los eruditos tantos problemas, tan velados entre múltiples sombras misteriosas; hay tan profunda sabiduría no sólo en las palabras en que los problemas se presentan, sino también en los problemas reales que se pretenden desvelar, que a los más veteranos, agudos, ardientes en el afán de conocer, les acaece lo que la misma Escritura dice en cierto lugar: Cuando el hombre termina, entonces empieza
(Carta 137, 1, 3).

Ahí está la verdad absoluta


"Créeme, todo lo que se encierra en esos libros es grande y divino: ahí está la verdad absoluta y ahí la ciencia más a propósito para alimento y medicina de las almas, y tan a medida de todos, que nadie que se acerque a beber de ella según lo exige la auténtica religión, queda insatisfecho. La prueba de esto exige una disertación amplia con abundantes argumentos; pero hay que lograr primero que desaparezcan de ti los movimientos de aversión que tienes para esos autores; después, que llegues a amarlos, siguiendo un camino que no sea la exposición de sus opiniones y escritos"
(De la utilidad de creer 6, 13).

Venera la Palabra de Dios


"Por tanto, no entiendes, entiendes poco, no llegas a percibir; venera la Escritura de Dios, honra la palabra de Dios, aun la que no es patente; pospón la inteligencia a la piedad. No seas insolente censurando de oscuridad o malignidad a la Escritura. Nada hay en ella injusto; y, si hay algo oscuro, no es para que se te niegue su entendimiento, sino para hacer desear lo que ha de recibirse. Luego, si hay algo oscuro, el Médico lo recetó de este modo para que llames; quiso que te ejercitases llamando. Lo quiso así para abrir al que llama. Llamando te ejercitarás; ejercitado, te harás más capaz; siendo más capaz percibirás lo que se da. Luego no te indignes porque esté cerrado. Sé afable, sé manso. No te opongas a las cosas oscuras y digas: "Mejor se diría si se dijese así." ¿Cómo puedes decir o juzgar tú el modo como conviene se diga? Se dijo como debió decirse. No cambie el enfermo los medicamentos, pues el Médico sabe recetar como es debido"
(Comentarios a los Salmos 146, 12).

Verdad y autoridad de la Escritura

"Se ha establecido como en cierta sede, a la que ha de servir toda inteligencia fiel y piadosa. Si algo crea dificultad en estos libros, no está permitido decir: el autor de este libro no dijo verdad, sino o el códice es mendoso, o se equivocó el traductor, o tú no entiendes. Por el contrario, en las obras de autores posteriores, contenidas en innumerables libros, pero que en ningún modo pueden equipararse a la excelencia sacratísima de las Escrituras canónicas, aunque se encuentre en cualquiera de ellas la misma verdad, su autoridad es muy distinta"
(Contra Fausto 11,5).

La Palabra nos corrige

"Pondere cada uno en sí mismo cuánto valga la palabra de Dios para corregir nuestra vida, para esperar el premio y temer las penas. Asimismo, presente cada uno su conciencia sin engaño ante sus ojos y no se lisonjee en tanto peligro, pues veis que el mismo Señor y Dios nuestro no halaga a ninguno. Y si nos consuela prometiéndonos sus bienes y afianzando nuestra fe, sin embargo, a los que viven mal y desprecian su palabra en modo alguno los perdona. Se pregunte asimismo cada uno cuándo hay tiempo y vea dónde está y si persevera en el bien y se aleja del mal"
(Comentarios a los Salmos 49, 1).

En la Palabra todo es armonía

"En verdad,, en verdad os digo que él que oye mi palabra y cree en aquel que me envió, tiene la vida eterna y no viene a juicio, sino que ha pasado; no pasa ahora, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. Fijad la atención en esto: El que oye mi palabra; y no dice: y cree en mí, sino: cree en aquel que me envió. Luego oye la palabra del Hijo para creer en el Padre. ¿Por qué oye tu palabra y ha de creer en otro? Cuando se oye la palabra de alguien, ¿no se da, por ventura, crédito al que la profiere, no se da fe al que habla? ¿Qué es, pues, lo que quiso decir: El que oye mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, sino que su palabra está en mí? ¿Y qué es oír mi palabra sino oírme a mí? Cree en aquel que me envió, porque creer en El es creer a su palabra; y cuando cree a su palabra, cree también en mí, porque la palabra del Padre soy yo. En las Escrituras, todo es armonía y orden y no hay allí contradicción alguna. Elimina tú también toda contradicción de tu corazón y penetre tu inteligencia la armonía de las Escrituras" 
(Comentario a Juan 19, 7).

Nos alimenta con las Escrituras

"Somos obreros que estamos trabajando todavía en la viña; cuando se acabe el día, cuando se acabe el trabajo, se recibirá la recompensa. Pero ¿qué obrero hay que resista en el trabajo hasta recibir la merced si no se alimenta durante el trabajo? Tú no das al obrero sólo la retribución; ¿no le das también el alimento necesario para reparar sus fuerzas? Alimentas, sin duda, al que has de dar la retribución de su trabajo. Por eso el Señor nos alimenta a nosotros, que estamos trabajando, con estos signos de las Escrituras Santas. Si se nos sustrae esta alegría de la inteligencia de estos signos sacramentales, desfallecemos en el trabajo y no habrá quien pueda llegar a la recompensa"
(Comentario a Juan 17, 5).

Fija la raíz en la Palabra

"Escuchen el salmo y sean felices. Instrúyalos el Señor en su ley. Dígales con las palabras de otro salmo: No tengas celos de los malvados ni envidies a los que obran la maldad. Puesto que tú, que sentías celos de ellos y les envidiabas, sólo preguntabas «¿por qué florecen?», escucha lo dicho en la ley de Dios: Porque, como el heno, pronto se secarán. Florece el heno. ¿Hay motivo para que alabes su verdor? Pregunta al verano: Pronto se secarán. Toda carne es heno: el heno se seca, la flor se cae. Mira tú y ve dónde tienes la raíz: La palabra del Señor permanece para siempre. Aquellos impíos florecen como el heno: en invierno está verde, seco en verano. Tú, sin embargo, fija la raíz en la palabra de Dios, que permanece para siempre; sé un árbol verde aunque no lo manifiestes"
 (Sermón 25 A, 1).

Sanó con el Evangelio

"Les decimos: recibís el Evangelio y no recibís la ley; nosotros decimos que el misericordioso dador del Evangelio es el mismo y terrible otorgador de la ley. Aterró con la ley y sanó con el Evangelio a los convertidos, a los que había aterrado con la ley para que se convirtieran. El Emperador dio la ley, y hubo muchas transgresiones contra la ley. Esa ley que dio el Emperador no sabía sino castigar a los transgresores. Faltaba, pues, que, para eliminar esos delitos, viniera con indulgencia aquel que había enviado por delante la ley. Pero ¿qué dice el corazón perverso cuando afirma que recibe el Evangelio y rechaza la ley? ¿Por qué la rechaza? «Porque, según dice, está escrito: Tentó Dios a Abrahán. ¿Cómo adoraré a un Dios que tienta?» Pues adora a Cristo, a quien tienes en el Evangelio. El te invita a entender la ley. Pero como los maniqueos tampoco pasaron a Cristo, se quedaron con su fantasma. Porque no adoran a Cristo tal como es predicado en el Evangelio, sino tal como ellos se lo han fingido" 
(Sermón 2, 2).

Viene la Palabra y Riega

"Y tienen el rocío del cielo, porque sobre todos desciende la palabra de Dios desde el cielo. Viene la palabra de Dios y riega. Pero mira quién riega y lo que riega. Riega a unos y a otros, a saber, a los buenos y a los malos. Pero los malos convierten la buena lluvia en raíz de zarzas, mientras que los buenos convierten la lluvia en fruto bueno. Al mismo tiempo llueve el Señor sobre la mies y sobre el zarzal; pero llueve en la mies para el granero, y llueve en el zarzal para el fuego. Sin embargo, la lluvia es única. Así, la palabra de Dios llueve sobre todos. Vea cada uno qué raíz tiene y para qué aprovecha la buena lluvia. Si se aprovecha para criar zarzas, ¿habrá que acusar a la lluvia de Dios? Antes de llegar a la raíz, esa lluvia es dulce. Dulce es la palabra de Dios antes de llegar al corazón malo; pero éste convierte en fraude la lluvia de Dios, la convierte en hipocresía, la lleva a las raíces de las concupiscencias malas, a sus perversidades y depravaciones" 
(Sermón 4, 31).

La llave de la cruz

"Ellos no confesaban explícitamente a Cristo, porque su misterio aún estaba oculto. El Antiguo Testamento es el Nuevo velado, y el Nuevo es el Antiguo desvelado. Mira, pues, lo que dice el apóstol Pablo de los judíos infieles, padres tuyos, pero hermanos en el mal: Hasta el presente, cuando leen a Moisés, hay un velo sobre su corazón. El mismo velo permanece sin ser levantado en la lectura del Antiguo Testamento, porque en Cristo desaparece. Cuando pases, dijo, a Cristo, será corrido el velo. El velo permanece sin ser levantado en la lectura del Antiguo Testamento porque en Cristo desaparece. Desaparece no la lectura del Antiguo Testamento, sino el velo allí presente, pues la lectura del mismo no es desvirtuada, sino cumplida por quien dijo: No he venido a derogar la ley, sino a cumplirla. Desaparece, pues el velo para que pueda comprenderse lo que estaba oscuro. El Antiguo Testamento estaba cerrado porque aún no había llegado la llave de la cruz" 
(Sermón 300, 3).

Su corazón es su Escritura

"Su corazón es su Escritura, es decir, su sabiduría, la cual se encuentra en las Escrituras. La Escritura estaba cerrada, nadie la entendía; fue crucificado el Señor y se licuó como cera, a fin de que todos los débiles entendiesen la Escritura. De aquí es que se rasgó el velo del templo, puesto que lo que estaba oculto se reveló"
 (Comentarios a los Salmos 21, 2, 15).

Se ve en ellas a Cristo

"Con la inteligencia de estos relatos del Evangelio, que en realidad son claros, quedan patentes todos los misterios ocultos en este milagro del Señor. Mirad lo que dice:Convenía que se realizase en Cristo todo lo que de Él se escribió. ¿Dónde estaba escrito?En la Ley, dice, y en los Profetas y Salmos. No omite Escritura alguna de las antiguas… En el momento de abrirles la inteligencia y explicarles las Escrituras, comenzando desde Moisés y recorriendo todos los profetas. Por eso, embriagados ya, decían: ¿No es, por ventura, verdad que se abrasaban nuestros corazones cuando nos abría el sentido de las Escrituras? Vieron en estos libros a Cristo, en donde antes no le veían… Sí, de Dios son aquellas Escrituras, pero no saben a nada si no se ve en ellas a Cristo"
 (Comentario a Juan 9, 5).

La Palabra de Dios es Cristo

"Casi en cada página no suena otra cosa que Cristo y la Iglesia extendida por todo el orbe.¿Va a perecer aquella de la que con muchos testimonios se ha predicho que va a permanecer? En toda la ley, los profetas, en elCantar de los cantares, no se halla ni una vez esta voz en boca del pastor —ni ellos pudieron decir algo de verdadero sin la palabra de Dios, que es Cristo—; escucha la voz del Verbo y escúchala de la boca del Verbo" 
(Sermón 46, 33).

La Inspiración

"Mi confianza está en la asistencia de la misericordia divina, que hará que satisfaga las necesidades de todos y que cada uno comprenda lo que se le alcance. La misma ley sigue quien habla sobre estos misterios: no dice más de lo que puede. Explicarlos como en realidad son, supera toda capacidad. No temo afirmar, mis hermanos, que ni el mismo Juan lo dijo como es, sino como pudo decirlo.Es un hombre el que habla de Dios, Dios le inspira, es verdad, pero no dejaba de ser un hombre. La inspiración le hizo decir algo; sin ella, del todo hubiera enmudecido. Porque recibió la inspiración un hombre, no dijo todo lo que el misterio es, sino lo que puede decir el hombre"
(Comentario a Juan 1, 1).

Conocer, investigar, explicar

"En todos estos libros, los que temen a Dios y los mansos por la piedad buscan la voluntad de Dios. Lo primero que se ha de procurar en esta empresa es, como dijimos, conocer los libros, si no de suerte que se entiendan, a lo menos leyéndolos y aprendiéndolos de memoria o no ignorándolos por completo. Después se han de investigar con gran cuidado y diligencia aquellos preceptos del bien vivir y reglas de fe que propone con claridad la Escritura, los cuales serán encontrados en tanto mayor número en cuanto sea la capacidad del que busca... Después, habiendo adquirido ya cierta familiaridad con la lengua de las divinas Escrituras, se ha de pasar a declarar y explicar los preceptos que en ellas hay oscuros, tomando ejemplo de las locuciones claras con el fin de ilustrar las expresiones oscuras"
 (Sobre la doctrina cristiana 2, 9, 14).

Es verdadera tu Escritura

"¡Oh Señor!, ¿acaso no es verdadera esta Escritura tuya, cuando tú, veraz y la misma Verdad, eres el que la has promulgado? ¿Por qué, pues, me dices tú que en tu visión no hay tiempos, si esta tu Escritura me dice que por cada uno de los días viste que las cosas que hiciste eran buenas, y contando las veces hallé ser otras tantas? A esto me dices tú, y lo dices con voz fuerte en el oído interior a mí, tu siervo, rompiendo mi sordera y gritando: ¡Oh hombre!, lo que dice mi Escritura eso mismo digo yo; pero ella lo dice en orden al tiempo, mientras que el tiempo no tiene que ver con mi palabra, que permanece conmigo igual en la eternidad" 
(Confesiones 13, 29, 44).

La Palabra no tiene precio

"Podemos entrever cuán alto sea el precio del Verbo —de la Palabra— que tal boca hubo de proferir. Mas ¿qué digo? La Palabra, que supera todas las cosas, no tiene precio absolutamente alguno; pues, con relación a su precio, una cosa o es igual, o está por debajo, o está por encima. Si alguien la compra en su valor, hay ecuación entre el precio y lo comprado; si en menos, la cosa está en baja; si en más, la cosa está en alza; pero al Verbo de Dios nada puede igualarse, ni es posible hacerle bajar de precio ni que nada lo supere" 
(Sermón 117,1).

Dios nos dio las Escrituras

"Luego oigamos ya, hermanos; oigamos, y cantemos, y deseemos aquello de donde somos ciudadanos. ¿Qué gozos no se cantarán? ¿Cómo no se renovará en nosotros el amor de nuestra ciudad, de la cual nos habíamos olvidado debido a una prolongada peregrinación? Nuestro Padre nos envió unas cartas desde allí. Dios nos proporcionó las santas Escrituras; con tales cartas excitó en nosotros el deseo de volver, ya que, amando nuestra peregrinación, mirábamos de cara al enemigo y dejábamos de espaldas a la patria. ¿Qué se canta aquí?"
 (Comentarios a los Salmos 64, 2).

Las dos alas de la caridad

"La parte que se halla en el cielo la constituyen los bienaventurados ángeles, y la parte que peregrina en el mundo, los santos esperanzados. De la primera se dijo: Gloria a Dios en las alturas; de la segunda: y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.Los que gimen en esta vida y anhelan aquella patria, corran con amor, no con los pies corporales; no busquen naves, sino alas; tomen las dos alas de la caridad. ¿Cuáles son estas dos alas? El amor de Dios y del prójimo. Peregrinamos, suspiramos, gemimos; pero nos llegaron cartas de nuestra patria; os las leemos" 
(Comentarios a los Salmos 149, 5).

Nos enviaron cartas

"De aquella ciudad a la que nos dirigimos nos fueron enviadas cartas, las santas Escrituras, que nos exhortan a vivir bien. Pero ¿diré que únicamente nos llegaron cartas de allí? El mismo Rey descendió y se hizo camino para nosotros en esta peregrinación, a fin de que, andando en él, no erremos, ni desfallezcamos, ni caigamos en manos de los ladrones, ni nos precipitemos en los lazos que hay colocados a la vera del camino
(Comentarios al salmo 90, 2, 1).

Escrutar el misterio

“¿Crees que nosotros podemos escrutar esto que llenó de tanto terror al Apóstol? Estremeciéndose al considerar tan gran profundidad y sublimidad, exclamó: ¡Oh abismo de riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios!... Tú buscas una razón y yo me estremezco ante la sublimidad ¡Oh abismo de riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios! Tú buscas razones; yo me quedaré en la admiración. Disputa tú; a mí me basta creer. Veo la profundidad, pero no puedo llegar hasta el fondo. ¡Oh abismo de riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos! ¿Nos lo explicará tal vez el Apóstol? ¿Quién conoció el pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio primero que tenga que devolverle? Porque de él, por él y en él están todas las cosas. A él gloria por los siglos de los siglos. Descansó el Apóstol una vez que encontró el motivo de admiración. Por lo tanto, que nadie me exija a mí los motivos de cosas tan ocultas. Dice él: Insondables son sus juicios, ¿y vienes tú a examinarlos? Dice él: Inescrutables son sus caminos, ¿y has venido tú a investigarlos? Si has venido a investigar lo insondable y a escudriñar lo inescrutable, cree, pues, que has perecido” 
(Sermón 27, 7).

Tener horas libres para leer

"No arrojo sobre vosotros cargas pesadas ni abrumo vuestros hombros con pesos que ni con un dedo quiera tocar yo. Preguntad e informaos de la fatiga de mis ocupaciones, de los achaques de mi salud para ciertos trabajos, de la costumbre de las iglesias a cuyo servicio vivo, y que no me permite entregarme a esa actividad que os aconsejo a vosotros. Aparte de que yo podría decir:¿Quién hace la guerra a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Quién apacienta el rebaño y no participa de la leche del rebaño? Pero pongo por testigo sobre mi alma a Jesucristo, en cuyo nombre os digo estas cosas sin vacilar; por lo que toca a mi comodidad, preferiría mil veces ocuparme en un trabajo manual cada día y a horas determinadas, y disponer de las restantes horas libres para leer, orar, escribir algo acerca de las divinas Escrituras, en lugar de sufrir las turbulentas angustias de los pleitos ajenos acerca de negocios seculares, que hay que dirimir con una sentencia o hay que arreglar con una intervención" 
(El trabajo de los monjes 29, 37).

El don de Dios

“Hoy celebramos la santa festividad del día sagrado en que vino el Espíritu Santo. La fiesta, grata y alegre, nos invita a deciros algo sobre el don de Dios, sobre la gracia de Dios y la abundancia de su misericordia para con nosotros, es decir, sobre el mismo Espíritu Santo. Hablo a condiscípulos en la escuela del Señor. Tenemos un único maestro, en el que todos Hoy celebramos la santa festividad del día sagrado en que vino el Espíritu Santo. La fiesta, grata y alegre, nos invita a deciros algo sobre el don de Dios, sobre la gracia de Dios y la abundancia de su misericordia para con nosotros, es decir, sobre el mismo Espíritu Santo. Hablo a condiscípulos en la escuela del Señor. Tenemos un único maestro, en el que todos” 
(Sermón 270, 1).

Vino el Espíritu Santo

“La venida del Espíritu Santo ha revestido de solemnidad para nosotros este día, el quincuagésimo después de la resurrección, compuesto de siete semanas. Si contáis las siete semanas, hallaréis sólo cuarenta y nueve, pero se añade la unidad para intimar la unidad. ¿En qué consistió la venida misma del Espíritu Santo? ¿Qué hizo? ¿Cómo mostró su presencia? ¿De qué se sirvió para manifestarla? Todos hablaron en las lenguas de todos los pueblos. Estaban reunidos en un lugar ciento veinte personas, número sagrado que resulta de multiplicar por diez el número de los apóstoles. ¿Cómo sucedió, pues? ¿Cada uno de aquellos sobre los que vino el Espíritu Santo hablaba una de las lenguas, unos una y otros otras, como repartiendo entre ellos las de todos los pueblos? La realidad fue distinta: cada hombre, un solo hombre, hablaba las lenguas de todos los pueblos. Un solo hombre hablaba las de todos los pueblos: he aquí simbolizada la unidad de la Iglesia en los idiomas de todas las naciones. También aquí se nos intima la unidad de la Iglesia católica difusa por todo el orbe” 
(Sermón 268, 1).

Purifica el corazón

“El que no es nuevo hizo las cosas nuevas; el sempiterno hizo las cosas temporales; quien desconoce el cambio hizo las cosas mudables. Contempla la obra y alaba al autor; cree para purificarte. ¿Quieres ver? Cosa buena y grande quieres; te exhorto a que quieras. ¿Quieres ver? Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Piensa primero en purificar el corazón; sea ésta tu ocupación, convócate a esta tarea, aplícate a esta obra. Lo que quieres ver es puro, e impuro aquello con que quieres verlo. Consideras a Dios como una luz apta para estos ojos, inmensa y múltiple; aumentas las distancias a placer; donde no quieres no pones límites y donde quieres los pones. Estas fantasías son la impureza de tu corazón. Quítala, elimínala. Si te cayera tierra en el ojo y quisieras que te mostrase la luz, tus ojos buscarían antes de nada, quien los limpiase. Muchas son las impurezas que hay en tu corazón. Una, y no pequeña, es la avaricia que hay allí. Almacenas lo que no podrás llevarte contigo. ¿Ignoras que, cuando acumulas, traes barro a tu corazón? ¿Cómo podrás ver, pues, lo que buscas?”
 (Sermón 261, 4).

Busquemos juntos

“Persigo —dijo—, ando, estoy en camino. Sígueme, si puedes; lleguemos juntos a la patria donde ni tú me harás preguntas ni yo a ti. Ahora busquemos juntos creyendo para que después disfrutemos viendo”
(Sermón 261, 3).

Celebramos su ascensión

“La glorificación del Señor llegó a su término con su resurrección y ascensión. Su resurrección la celebramos el domingo de Pascua; su ascensión, ahora. Uno y otro son días de fiesta para nosotros, pues resucitó para dejarnos una prueba de la resurrección, y ascendió para protegernos desde lo alto. Tenemos, pues, como Señor y Salvador nuestro a Jesucristo, que primero pendió del madero y ahora está sentado en el cielo. Cuando pendía del madero, entregó el precio por nosotros; sentado en el cielo, reúne lo que compró” 
(Sermón 263, 1).

Dio muerte a la muerte

“¡Gran misericordia la de quien ascendió a lo alto e hizo cautiva la cautividad! ¿Qué significahizo cautiva la cautividad? Dio muerte a la muerte. La cautividad fue hecha cautiva: la muerte fue muerta. Entonces, ¿qué? ¿Sólo esto hizo el que ascendió a lo alto e hizo cautiva la cautividad? ¿Nos abandonó? He aquí que estoy con vosotros hasta el fin del mundo.Fíjate, por tanto, en aquello: Repartió sus dones a los hombres. Abre el seno de la piedad y recibe el don de la felicidad” 
 (Sermón 261, 11).

Somos Hermanos suyos

“Amadísimos, celebramos, como sabéis, la solemnidad de la ascensión del Señor. Según habéis oído, ascendió a su Padre y a nuestro Padre, a su Dios y a nuestro Dios. ¿Cómo hemos merecido la fraternidad con Cristo? En ningún modo hubiéramos esperado ser hermanos suyos si él no hubiese tomado nuestra debilidad. Por tanto, nosotros somos hermanos suyos porque Él se hizo hombre. Quien era Señor se dignó ser hermano; señor desde siempre, hermano a partir de cierto momento; Señor en su forma divina, hermano en su forma de siervo… ¿Qué significa, pues, ascender? Que el cuerpo de Cristo fue elevado al cielo, no que su majestad se alejase. Del lugar a donde ascendió descenderá otra vez y descenderá como ascendió. Lo dijeron los ángeles, no yo. En efecto estaban de pie los discípulos y lo seguían con la vista cuando subía. Y les dijeron: Varones galileos, ¿qué hacéis ahí plantados? Este Jesús vendrá como lo habéis visto ir al cielo”
 (Sermón 265 F, 1.4).

Gustad las cosas de allá arriba

“Hoy celebramos la ascensión del Señor al cielo en la carne en que resucitó. La solemnidad anual no reitera el acontecimiento, pero renueva su recuerdo. De momento, ascendamos en su compañía con el corazón, seguros de seguirle con la carne. No sin motivo acabamos de escuchar ahora: Levantemos el corazón; ni sin causa nos exhorta el Apóstol al decir: Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha del Padre; gustad las cosas de arriba, no las de la tierra. Salid vosotros de la tierra; no es posible al cuerpo, pero eche a volar el alma. Salid vosotros de la tierra; sufrid en la tierra las fatigas, pensad en el descanso del cielo. Obremos santamente aquí para permanecer allí por siempre. La tierra no es para el corazón lugar donde pueda conservar su integridad: si permanece en la tierra, se corrompe” 
(Sermón 265 C, 1).

Levantemos el corazón

“Levantemos, pues, el corazón, pero hacia el Señor: he aquí el refugio; levantemos el corazón, pero no hacia el Señor: he aquí la soberbia. Digámosle, pues, en cuanto resucitado: Porque tú eres, Señor, mi esperanza; en cuanto ascendido: Has puesto muy alto tu refugio. ¿Cómo podemos ser soberbios teniendo el corazón levantado hacía quien se hizo humilde por nosotros para que no continuásemos siendo soberbios?”
(Sermón 261, 1).

La resurrección es la vida nueva

“Dado que la resurrección del Señor simboliza la vida nueva que hemos de tener cuando hayamos atravesado este mundo, consideremos solamente, hermanos, cómo se arrojó por primera vez la palabra de Dios a este mar, o sea, a este mundo. A este mundo agitado por las olas, peligroso por sus tormentas y horrible por los naufragios; a este mundo fue echada la palabra de Dios, y capturó a muchos, hasta llenar dos barcas. ¿Qué simbolizan estas dos barcas? Dos pueblos, cual dos paredes para las que el Señor se constituyó en piedra angular a fin de unir en sí a quienes traían direcciones contrarias”
 (Sermón 252, 3).

No murmuremos

“No murmuremos, pues, en las dificultades, no sea que perdamos la anchura de la alegría de la que se dijo: Gozando en esperanza, porque sigue diciendo: y padeciendo en la tribulación. La nueva vida se  incoa actualmente en la fe y se vive en la esperanza. Entonces será cuando será absorbida la muerte en la victoria, cuando será destruida aquella última enemiga, cuando seremos transfigurados e igualados a los ángeles, según dijo el Apóstol: Todos resucitaremos, pero no todos seremos transfigurados. Y el Señor dijo: Serán como los ángeles de Dios. Ahora nos posee en el temor por medio de la fe, pero entonces le poseeremos en la caridad por la visión: Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos lejos del Señor; caminamos por fe, no por visión. El mismo Apóstol afirma: Para alcanzarla, como he sido alcanzado, afirmando con claridad no haberla alcanzado aún: Hermanos, yo no creo haberla alcanzado aún. Pero, como la esperanza que brota de la promesa de la verdad es cierta, dice: Hemos sido sepultados con El por el bautismo para morir. Y añade: Para que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una nueva vida. Caminamos, pues, en la realidad de los trabajos, pero con la esperanza del reposo; en la carne de la vejez, pero en la fe de la novedad”
(Epístola 55, 14, 26).

Dios es suficiente

“Llegaremos, pues, entonces y gozaremos de esa única cosa, pero ella será todo para nosotros. ¿Qué dije, hermanos, cuando comencé a hablar? ¿En qué consiste esa excelente cosa que poseeremos cuando no tengamos necesidad de nada? ¿Qué es eso que poseeremos? Me había propuesto decir lo que Dios nos dará a nosotros que no dará a los otros. Desaparezca el impío para que no vea la claridad de Dios. Así, pues, Dios nos dará su claridad para que gocemos de ella; ésta es la razón por la que desaparecerá el impío: para que no vea la claridad de Dios. Todo lo que tendremos se reducirá a Dios. Avaro, ¿qué esperabas recibir? ¿Qué pide a Dios quien no tiene suficiente con Dios?” 
(Sermón 255, 6).

Estamos ya muertos con Cristo

“Este tránsito lo realizamos actualmente por la fe que se da en nosotros para la remisión de los pecados en la esperanza de la vida eterna, mientras amemos a Dios y al prójimo. Porquela fe obra por la caridad, y el justo vive de la fe. Pero la esperanza que se ve no es esperanza, porque lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Pues si esperamos lo que no vemos, aguardamos por la paciencia. Por razón de esta fe, esperanza y caridad, con que empezamos a estar bajo la gracia, estamos ya muertos con Cristo y sepultados en El, por el bautismo, según dice el Apóstol: porque nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él; y hemos resucitado con él porque juntamente nos resucitó y juntamente nos hizo sentar en los cielos. De ahí procede aquella exhortación: Gustad las cosas de arriba, no las de la tierra. Pero luego continúa y dice: Porque estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces apareceréis también vosotros con El en la gloria” 
(Epístola 55, 2, 3).

Su resurrección es nuestro germinar

“Como dice el Apóstol, nuestro Señor Jesucristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Su muerte es nuestra siembra, y su resurrección nuestro germinar. Su muerte, en efecto, significa la muerte de nuestra vida. Escucha al Apóstol al respecto: Hemos sido sepultados con Cristo por el bautismo para la muerte, para que como Cristo resucitó de entre los muertos, así también nosotros caminemos en la novedad de vida. El no tuvo nada que reparar en la cruz, puesto que subió a ella sin pecado alguno. Reparémonos nosotros en su cruz, clavando en ella el mal que hemos contraído, para poder ser justificados por su resurrección. Debéis distinguir las dos cosas: Fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. No dijo: Fue entregado para nuestra justificación y resucitó por nuestros delitos. Su entrega suena a pecado, y su resurrección a justicia. Muera, pues, el pecado y resucite la justicia”
 (Sermón 236, 2)

El sacratísimo triduo

“Considera ahora ese sacratísimo triduo del Señor crucificado, sepultado y resucitado. El primer día, que significa la cruz, transcurre en la presente vida; los que significan la sepultura y la resurrección los vivimos en fe y en esperanza. Ahora se le dice al hombre: Toma tu cruz y sígueme. Es atormentada la carne cuando son mortificados nuestros símbolos, que están sobre la tierra: la fornicación, la inmundicia, el derroche, avaricia y las demás torpezas, de las que dice el mismo Apóstol: Si viviereis según la carne, moriréis; pero si mortificáis con el espíritu las obras de la carne, viviréis. Por eso dice, hablando de sí mismo: El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Y en otro pasaje: Sabed que nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él para que se destruya el cuerpo del pecado, para que en adelante no sirvamos al pecado. Por lo tanto, mientras nuestras obras tienden a destruir el cuerpo del pecado, mientras el hombre exterior se corrompe para que el interior se renueve de día en día, tiempo es de cruz”
 (Epístola 55, 14, 24)

Dentro está el emperador

“Dentro de cada hombre hay un emperador, reside en el corazón; si es bueno, manda cosas buenas, y se hacen cosas buenas; si es malo, manda cosas malas, y se hacen cosas malas. Cuando en él reside Cristo, ¿qué puede mandar? Sólo cosas buenas. Cuando le posee el diablo, ¿qué puede mandar? Sólo cosas malas. Dios quiso dejar a tu arbitrio, reservar el lugar a Dios o al diablo; cuando lo hayas reservado, el que lo ocupe mandará. Luego, hermanos, no atendáis únicamente al sonido. Cuando alabéis a Dios, alabadle íntegramente: cante la voz, cante la vida, canten las obras. Y, si persiste todavía el gemido, la tribulación, la tentación, esperad; todas estas cosas pasarán, y llegará aquel día en el que alabemos sin descanso” 
(Comentario al salmo 148, 2).

El día cincuenta

“Este día cincuenta es recomendado también en las Escrituras; no sólo en el Evangelio, por haber venido en él el Espíritu Santo, sino también en los antiguos libros. Según éstos, después de haberse celebrado la Pascua con el sacrificio del Cordero, se cuentan cincuenta días hasta aquel en que, en el monte Sinaí, por medio del siervo de Dios Moisés, se dio la ley escrita por el dedo de Dios. Ahora bien, en los libros del Evangelio se declara abiertamente que el dedo de Dios es el Espíritu Santo. Un evangelista dice: Con el dedo de Dios expulso los demonios. Otro evangelista dice lo mismo de este modo: Con el Espíritu de Dios expulso demonios. ¿Quién no preferirá esta alegría de los sacramentos, que irradian esplendores de doctrina, a todos los imperios de este mundo, aunque se desenvuelvan pacíficamente en una inusitada prosperidad?”
 (Epístola 55, 16, 29).

Al tercer día resucitó

“Vino Cristo a nuestras miserias: sintió hambre, sed, se fatigó, durmió, hizo cosas maravillosas, sufrió males, fue flagelado, coronado de espinas, cubierto de salivas, abofeteado, crucificado, traspasado por la lanza, colocado en el sepulcro; pero al tercer día resucitó, acabada la fatiga, muerta la muerte. Tened vuestros ojos fijos en su resurrección, puesto que el Señor ha engrandecido a su santo, de modo que lo resucitó de entre los muertos y le otorgó en el cielo el honor de sentarse a su derecha… ¿Qué encontró él en la región de tu muerte? Pon atención: viniendo de otra región, aquí no halló más que lo que abunda aquí: fatigas, dolores, muerte: ve lo que tienes aquí, lo que abunda aquí. Comió contigo de lo que abundaba en la despensa de tu miseria. Aquí bebió vinagre, aquí tuvo hiel. He aquí lo que encontró en tu despensa. Pero te invitó a su espléndida mesa, la mesa del cielo, la mesa de los ángeles, en la que el pan es él mismo. Al descender y encontrar tales males en tu despensa, no sólo no despreció tu mesa, sino que te prometió la suya” 
(Sermón 231, 5).

Se les apareció Jesús

“¿Qué nos ofrece esta lectura a nosotros? Algo verdaderamente grande, si la comprendemos. Se les apareció Jesús. Le veían con los ojos, pero no lo reconocían. El maestro caminaba con ellos durante el camino y él mismo era el camino. Aquellos discípulos aún no iban por el camino, pues los halló fuera de él. Estando con ellos antes de la pasión, les había predicho todo: que había de sufrir la pasión, que había de morir y que al tercer día resucitaría. Todo lo había predicho, pero su muerte se lo borró de la memoria. Cuando lo vieron colgando del madero quedaron tan trastornados que se olvidaron de lo que les había enseñado; no les pasó por la mente la resurrección ni se acordaron de sus promesas. Nosotros, dicen,esperábamos que fuera a redimir a Israel. Lo esperabais, ¡oh discípulos!, ¿es que ya no lo esperáis? Ved que Cristo vive: ¿ha muerto la esperanza en vosotros? Cristo vive ciertamente. Cristo, vivo, encuentra muertos los corazones de los discípulos, a cuyos ojos se apareció. Lo veían y permanecía oculto para ellos. En efecto, si no lo veían, ¿cómo lo oían cuando preguntaba y cómo le respondían? Iba con ellos como compañero de camino y él mismo era el guía. Sin duda, lo veían, pero no lo reconocían”
 (Sermón 235, 2).

Los discípulos no creyeron

“Llegaron las mujeres al sepulcro, y no encontraron su cuerpo en él; escucharon de boca de los ángeles que Cristo había resucitado; las mujeres lo comunicaron a los varones. ¿Y qué está escrito? ¿Qué habéis oído? A ellos estas cosas les parecieron delirios. ¡Gran desdicha la de la naturaleza humana!... Ved aquí lo que ha motivado a Jesucristo el Señor a hacer que fuese el sexo femenino quien primero anunciase su resurrección: por el sexo femenino cayó el hombre y por el sexo femenino encontró reparación, pues una virgen había dado a luz a Cristo y una mujer anunciaba su resurrección. Por una mujer entró la muerte; por una mujer, la vida. Pero los discípulos no creyeron lo que habían dicho las mujeres; pensaron que deliraban a pesar de que anunciaban la verdad” 
(Sermón 232, 2)

Si vives bien has resucitado

“Escuchemos lo que dice el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo... ¿Cómo vamos a resucitar si aún no hemos muerto? ¿Qué quiso decir entonces el Apóstol con estas palabras:Si habéis resucitado con Cristo? ¿Acaso él hubiese resucitado de no haber muerto antes? Hablaba a personas que aún vivían, que aún no habían muerto y ya habían resucitado. ¿Qué significa esto? Ved lo que dice: Si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra, pues estáis muertos. Es él quien lo dice, no yo, y dice la verdad, y por eso lo digo también yo. ¿Por qué lo digo también yo? He creído, y por eso he hablado. Si vivimos bien, hemos muerto y resucitado; quien, en cambio, aún no ha muerto ni ha resucitado, vive mal todavía; y, si vive mal, no vive; muera para no morir… Si vivía mal, pero ya no vive, ha muerto; si vive bien, ha resucitado”
 (Sermón 231, 3)

Nos alimenta con la Palabra

“Comenzad a realizar en el espíritu, viviendo santamente, lo que Cristo nos manifestó mediante la resurrección de su cuerpo. Pero no lo esperéis ahora; es decir, no esperéis ahora la realidad misma, la verdad, la incorrupción de la carne; es el salario de la fe, y el salario se otorga una vez acabada la jornada… Si él no me alimentase, yo no estaría hablando; como nos alimenta con la palabra, esto mismo hacemos quienes le predicamos no a vuestros vientres, sino a vuestras mentes. Hambrientos lo recibís y banqueteando prorrumpís en alabanzas; si es que no ha llegado ningún alimento a vuestras mentes, ¿por qué aclamáis? Pero ¿qué somos nosotros? Somos sus ministros, sus siervos; lo que os dispensamos a vosotros, no lo sacamos de nuestra cosecha, sino de su despensa. De ella vivimos también nosotros, puesto que somos consiervos vuestros… Con este fin te llama a trabajar como obrero. La Palabra se hizo carne. Ella misma te llama; la Palabra será tu alabanza, y el Señor, tu salario” 
(Sermón 229 E, 1).

Resucitó y voló a las alturas

“Mantengámonos, pues, en vela y oremos, para no caer en tentación, porque también él veló y se hizo como un pájaro solitario sobre el tejado; por eso resucitó y voló a las alturas y es el único que intercede por nosotros en el cielo. Presentemos nuestras preces a tan gran intercesor; él otorga, juntamente con el Padre, lo que pidió al Padre, puesto que es mediador y creador; mediador para pedir, creador para conceder; mediador hecho en el mundo, creador por quien fue hecho el mundo. Velémosle con mente sobria y con afecto lleno de fe y confianza, y presentémosle la oración que nos enseñó, para poder hacer con su ayuda lo que nos mandó que hiciéramos, y recibir, dándonoslo él, lo que prometió que recibiríamos” 
(Sermón 223 F, 3).

Iban conversando

“He aquí que otros dos se encontraban de camino y hablaban entre sí de lo que había acaecido en Jerusalén, de la maldad de los judíos y de la muerte de Cristo. Iban conversando, llorándole como si estuviera muerto, ignorando que había resucitado. Se les apareció, se convirtió en un tercer caminante y se mezcló con ellos en amigable charla. Sus ojos seguían enturbiados, lo que les impedía reconocerlo; como convenía que su corazón fuese mejor instruido, retrasa el darse a conocer. Les pregunta sobre qué estaban hablando, para que le relatasen lo que él ya sabía. ¿Qué oísteis? Comenzaron a extrañarse de que les preguntase, como si nada supiese, de una cosa tan clara y tan pública. ¿Sólo tú eres peregrino en Jerusalén, y no sabes lo que allí ha sucedido? Y él dijo:¿Qué? Lo referente a Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras”
(Sermón 232, 3).

No creían todavía

“En la lectura de hoy hemos advertido cómo él mismo, Cristo el Señor, reprochó a sus discípulos, sus primeros miembros, situados a su lado, el que no creyesen que estaba vivo el que lloraban muerto. Los padres de la fe aún no eran fieles; los maestros por los que todo el orbe de la tierra iba a creer lo que ellos habían de anunciar y por lo que habían de morir, no creían todavía. No creían que había resucitado el que habían visto que resucitaba los muertos. Merecido tenían el reproche. Quedaban al descubierto para que conocieran lo que eran por sí mismos y lo que iban a ser gracias a él” 
(Sermón 231, 1)

Vino a traernos sus bienes

“La pasión y la resurrección del Señor nos muestran dos vidas: una, la que soportamos, y otra, la que deseamos. Quien se dignó soportar la primera en beneficio nuestro, tiene poder para otorgarnos la segunda. De esta forma nos mostró lo mucho que nos ama y quiso que confiáramos en que nos concedería sus propios bienes, puesto que quiso tener parte a nuestro lado en nuestros males… Estas dos cosas conocíamos: nacer y morir; es lo que abunda en nuestra región. Nuestra región es esta tierra; la región de los ángeles, el cielo. Nuestro Señor vino a esta región desde aquélla; vino a la región de la muerte desde la región de la vida; a la región de la fatiga, desde la región de la felicidad. Vino a traernos sus bienes y soportó pacientemente nuestros males. Traía sus bienes ocultamente y soportaba abiertamente nuestros males; se manifestaba como hombre y permanecía oculto en cuanto Dios; manifestaba su debilidad y ocultaba su majestad; se manifestaba la carne y se ocultaba la Palabra. Sufría la carne; ¿dónde estaba la Palabra cuando la carne sufría? No estaba callada la Palabra, pues nos enseñaba la paciencia. Al tercer día resucitó Cristo el Señor”
 (Sermón 229 E, 1).

Tener a Cristo en el corazón

“Por fin, amadísimos, hemos conocido el gran misterio. Escuchad. Caminaba con ellos, es acogido como huésped, fracciona el pan y es reconocido. No digamos nosotros que no conocemos a Cristo; lo conocemos si creemos. Ellos tenían a Cristo en el banquete; nosotros lo tenemos dentro, en el alma. Mayor cosa es tener a Cristo en el corazón que tenerlo en casa. Nuestro corazón nos es más interior de lo que lo es nuestra casa. ¿Dónde debe reconocerlo ahora el fiel? Lo sabe quien es fiel; pero el catecúmeno lo ignora. Mas nadie le cierra la puerta para que no entre”
 (Sermón 232, 7).

Muriendo dio la vida

“Pero aquel león de la tribu de Judá de quien con tanta antelación se había predicho:Ascendiste, y, recostándote, dormiste como un león; ¿quién lo despertará?, ascendió a la cruz en su pasión, pues fue colgado porque misericordiosamente lo quiso, no como consecuencia necesaria de un pecado. Recostándose, durmió cuando, inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Como un león, pues hasta en la misma debilidad se mostró fuerte: La debilidad de Dios es más fuerte que los hombres; además, muriendo dio la vida, y consumió la muerte con la muerte. ¿Quién le despertó sino el Dios invisible? ¿Quién, si no, dado que no se descubre a las miradas humanas, como tampoco la misma Palabra unigénita de Dios, invisible como el Padre? Así, pues, le resucitó de entre los muertos y le dio un nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla y sea vencido el león que pretende devorar por el otro león que busca liberar” 
(Sermón 223 F, 2).

Muerto nos alimenta

“De esta manera, Cristo mismo, figurado en el cordero, manifestado en su ser hombre, les dio muerte a ellos ya saciados, y muerto nos alimenta a nosotros. Y todavía sus hijos, eructando la vieja levadura de sus padres por habérseles indigestado la vanidad, continúan gloriándose de los panes ácimos, sin comprender que aquel alimento, libre de la vieja levadura, significa la vida nueva, que, prefigurada en el tipo, se revela en Cristo” 
(Sermón 229 C, 1).

Fue inmolado Cristo

“Del mismo modo, la circuncisión de la carne, aunque también Cristo se sometió a ella, pero que ningún cristiano practica hoy, es inferior al misterio de la resurrección del Señor, mediante el cual se circuncida el cristiano para despojarse de la vida antigua según la carne, conforme a lo que dice el Apóstol: Como Cristo resucitó de entre los muertos para gloria del Padre, así también nosotros hemos de caminar en novedad de vida. Lo mismo sucede con la pascua antigua, que se mandó celebrar sacrificando un cordero; no por haberla celebrado Cristo con sus discípulos es mejor que nuestra Pascua, en la que fue inmolado Cristo”
(Sermón 210, 3).

Resucita el Señor

“Llegó la pascua verdadera; se inmola Cristo, efectúa el paso de la muerte a la vida. En la lengua hebrea, pascua significa tránsito, como indica el evangelista al decir: Habiendo llegado la hora de pasar de este mundo al Padre. Se celebra, pues, la pascua, resucita el Señor; pasa de la muerte a la vida, en lo que consiste la pascua; contados
cincuenta días, desciende el Espíritu Santo, el dedo de Dios”

 (Sermón155, 5).

Cristo nuestra Pascua

“Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado, y mientras nosotros celebramos estas fechas pascuales, los judíos, enemigos de esta manifestación tan brillante, realizan ciertos ritos simbólicos nocturnos y siguen soñando hasta después de acabado el día. En efecto, también ellos dicen que celebran la Pascua, y, al mismo tiempo que equivocadamente van tras las sombras de la verdad, se encuentran cegados por la noche del error. Siguiendo el rito de la fiesta antigua, dan muerte cada año a un cordero, pero no conocen lo que tal cordero simbolizaba ni siquiera después que sus padres dieron muerte a Cristo. Leen lo que se dijo de él, pero no advierten su carácter de predicción; escuchan las palabras cuando se leen, pero no las ven cuando se cumple lo predicho” 
(Sermón 229 C, 1).

Celebremos con humildad

"Nuestro Señor Jesucristo, cercana ya su pasión, en la que pagó por nosotros deudas que no eran suyas, para borrar con su sangre el autógrafo que nos declaraba reos, dijo a sus discípulos: Vigilad y orad para no entrar en tentación. De esta recomendación tomó origen la presente solemnidad, en la que se guarda vigilia en el retorno anual de aquel día en que se está a la espera de su resurrección. Escúchenos a quienes nos mantenemos en vela en su solemnidad el que se entregó al sueño por nuestra salvación… Celebremos nuestra vigilia con humildad de espíritu, para esperar y estar atentos, con corazón vigilante, a la venida de aquel cuya voz despertará también de los sepulcros a todos los que duermen " 
(Sermón 223 C).

Día para el corazón

"Esta santa festividad, hermanos, que arrebató la noche a la noche, ahuyentando las tinieblas con estas antorchas y alegrando nuestra fe, día para el corazón, se celebra, como sabéis, en memoria de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Para celebrar en nuestra vigilia su despertar de entre los muertos, los miembros que aún han de dormir, ¿pueden hacer cosa más apropiada que imitar, mientras llegue el momento, a su cabeza, despierta ya para siempre, velando ellos también, puesto que han de hacerlo como Él y han de reinar con Él en una vigilia eterna, en que no habrá sueño alguno? Justamente, pues, cada cierto tiempo esta magna festividad nos indica lo que será la eternidad, donde el tiempo no tendrá fin” 
(Sermón 223 G, 1).

Vigilad y orad

"El extraordinario resplandor y la solemnidad de esta vigilia que ilumina el recuerdo, renovado anualmente, de la resurrección del Señor, nos invita, hermanos, a rememorar y a cumplir lo que él mismo dijo a sus discípulos cuando ya era inminente su pasión: 'Vigilad y orad para no caer en la tentación'. Mantengámonos, pues, en vela y oremos para no caer en la tentación, no sólo en esta noche, sino en todo el tiempo de esta vida, pues esta tierra es una tentación… Si, pues, caer en la tentación equivale a ser inducido o arrastrado a ella, es decir, ser engañado y apresado, o, para decirlo brevemente, ser vencido de cualquier manera por ella, ¿qué otra cosas hemos de hacer durante la entera noche de esta vida, en la que debemos ser día mediante la luz de la fe, sino aquello que el Señor intimó a sus discípulos: Vigilad y orad para no caer en la tentación?"
 (Sermón 223 E, 1).

El día sin noche

"Este es el resultado de nuestras vigilias, ésta la finalidad a que miran los ojos; no los de la carne, sino los del espíritu: el propósito justo y santo de dominar y reprimir el sueño; y ésta la recompensa incorruptible por la fatiga sufrida y el amor encendido: que aquel por quien estamos en vela, resistiendo por un breve espacio de tiempo el sueño terreno, nos otorgue la vida donde existe el velar sin fatiga, el día sin noche y el descanso sin sueño"
 (Sermón 223 G, 2).

Estar en estado de alerta

"Aunque ya la misma solemnidad de esta noche santa os exhorta, amadísimos, a velar y a orar, es deber mío dirigiros unas palabras para que también la voz del pastor ponga en estado de alerta al rebaño del Señor contra quienes se le oponen y le envidian… Demos gracias, pues, a Dios, que nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor. Separados de aquellas tinieblas por la luz del Evangelio y liberados de aquellas potestades por la sangre preciosa, vigilad y orad para no caer en tentación… Estad alerta, en la madre luz, contra las tinieblas y sus rectores, y orad al Padre de las luces desde el seno de esta luz, vuestra madre"
 (Sermón 222).

La palabra Pascua

“Oíd el misterio de la palabra pascha. Conforme la lengua griega, la palabra hebrea pascha parece que insinúa la pasión, puesto que padecer se dice en griego pasjein. Pero, según la lengua hebrea, nos dicen los que la conocen que la palabra pascha significa transitus, paso o tránsito. Si preguntas a los que saben bien el griego, niegan que la palabra pascha sea griega; suena parecido a pasjein, esto es, a padecer, pero no suele modularse o pronunciarse así, pues passio, pasión, se dice en griego pazos, no pascha. Luego la palabra pascha, conforme dicen los que la conocen y nos la tradujeron para que nosotros la leyésemos, la consignaron en latín por transitus, transito o paso. Por eso, acercándose ya la pasión del Señor, usando el evangelista esta palabra, dice: Como hubiese llegado la ora de pasar Jesús de este mundo al Padre… Después de la pascua, es decir, después del tránsito, ya no será Él el único, me imitarán muchos, muchos me seguirán”
 (Comentario al salmo 140,25).

Alabemos a Dios de corazón

“Lo que en hebreo suena aleluya significa, en nuestra lengua, alabad a Dios. Alabemos, pues, al Señor nuestro Dios no sólo con la voz, sino también de corazón, porque quien lo alaba de corazón, lo alaba con la voz del hombre interior. La voz que dirigimos a los hombres es un sonido; la que dirigimos a Dios es el afecto". 
(Sermón 257,1)

Arrímate a Dios

“Toda nuestra ocupación entonces no será sino alabar a Dios, como lo significa el aleluya que cantamos estos cincuenta días. Aleluya es alabanza de Dios … Y si Dios así lo quisiera, que lo que tienes vaya contigo hasta el fin, recibirás, desatado de las ligaduras que te atan a la vida, el denario quincuagenario, y entrarás en el disfrute de la beatitud perfecta para entonar el aleluya eterno. Retened en la memoria todo esto que os he dicho y os sirva para dar de lado al amor del siglo, cuya amistad es mala y engañosa y enemista con Dios… Arrímate, pues, a Dios; ése sí que no desmerece, porque no hay nada más hermoso. Si las cosas de acá aburren, es debido a su inestabilidad, pues no son ellas Dios”
 (Sermón 125, 9.11).

El Padre resucitó al Hijo

"Veamos, en efecto, que es el Hijo quien resucita, no el Padre; pero la resurrección del Hijo es obra del Padre y del Hijo. Obra del Padre: Por esto lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre. Resucitó, por tanto, el Padre al Hijo, exaltándole y levantándole de entre los muertos. Y el Hijo, ¿se resucitó acaso a sí mismo? Sí, en efecto. Aludiendo a su cuerpo, dijo del templo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré de nuevo. Finalmente, dado que en la pasión está incluido el dar la vida, así también en la resurrección el volver a tomarla; veamos, pues, si el Hijo dio su vida efectivamente y se la devolvió al Padre, mas no Él a sí mismo. Que se la devolvió al Padre, es cosa manifiesta. Refiriéndose a ello, dice el salmo: Resucítame y les daré su merecido. ¿Por qué esperáis que diga yo que también el Hijo devolvió la vida? Que lo diga Él mismo: Tengo poder para dar mi vida"
 (Sermón 52, 13).

También nosotros resucitaremos

"Ahora oiréis, en cuanto el Señor se digne concederlo y declararlo, de qué modo se canta aquí la resurrección y de qué resurrección se trata. Ya sabemos los cristianos que se llevó a cabo la resurrección en nuestra Cabeza y que se llevará en los miembros. La cabeza de la Iglesia es Cristo, y los miembros de Cristo, la Iglesia. Lo que aconteció en la cabeza se cumplirá más tarde en el cuerpo. Esta es nuestra esperanza; por esto creemos, por esto continuamos y permanecemos entre la gran maldad de este mundo, consolándonos la esperanza antes de que llegue a ser realidad. Se convertirá en realidad cuando, asimismo, nosotros resucitemos y, cambiados en estado celeste, seamos hechos iguales a los ángeles. ¿Quién se atrevería a esperar esto si la Verdad no lo prometiese?"
 (Comentario al salmo 65, 1).

Hacia Él nuestro tránsito

"Para que también ellos por amor a Él pasasen de este mundo, donde estaban, a su cabeza, que ya había pasado de aquí. Pues ¿qué significa hasta el fin, sino hasta Cristo? El fin de la Ley, dice el Apóstol, es Cristo para la justificación de todos los creyentes. Es el fin que perfecciona, no el fin que extingue; el fin hasta donde debemos llegar, no el fin en el que hemos de perecer. Y cabalmente de este modo ha de entenderse que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. El es nuestro fin, hacia El ha de ser nuestro tránsito. Comprendo que estas palabras evangélicas pueden interpretarse también en sentido humanitario, diciendo que Cristo amó a los suyos hasta la muerte, viendo este significado en las palabras los amó hasta el fin. Este sentido es de sabor humano, no divino, ya que no sólo hasta aquí nos amó quien nos ama siempre y sin fin. No se puede pensar que la muerte haya puesto fin al amor de Aquel que no se acabó con la muerte" 
(Comentario a Juan 55, 2).

Nos pasamos a Dios

"Pero en su lengua, es decir, en la hebrea, pascua quiere decir tránsito, por la razón de que la primera Pascua la celebró el pueblo de Dios cuando, huyendo de Egipto, pasaron el mar Rojo. Aquella figura profética tuvo ahora su realización, cuando Cristo, como una oveja, es conducido al sacrificio, y con cuya sangre teñidos nuestros dinteles, es decir, con cuya señal de la cruz grabadas nuestras frentes, somos liberados de la perdición de este mundo, como ellos de la cautividad y de la muerte de Egipto, y verificamos el tránsito salubérrimo, pasando del diablo a Cristo y de este mundo inestable a su reino sólidamente fundamentado. Y, para no pasar con el mundo transitorio, nos pasamos a Dios, que permanece siempre"
 (Comentario a Juan 55, 1).

Cristo era inmolado

"No os reprendemos, ¡oh judíos!, al querer liberar a un malhechor por la Pascua, sino al haber dado muerte al inocente, a pesar de que, si no lo hicierais, no habría verdadera Pascua. Pero los judíos, ignorantes, conservaban la sombra de la verdad, mientras, por una disposición admirable de la divina sabiduría, por medio de hombres falaces se cumplía la verdad de la sombra; porque, para que se hiciera la verdadera Pascua, Cristo era inmolado como una oveja"
 (Comentario a Juan 115, 5).

La verdadera Pascua

"Pero la Pascua verdadera, no la de los judíos, sino la de los cristianos, que ya estaba teniendo lugar en la pasión del Señor, se comenzó a preparar -es decir, comenzó la parasceve- desde la hora octava de la noche, puesto que el Señor se preparaba para que le diesen muerte los judíos… Desde esa hora hasta la hora en que se sentó Pilatos en el tribunal, llegó casi la hora sexta, no del día, sino de la parasceve, es decir, de la inmolación del Señor, que es la verdadera Pascua… En esa hora se entiende que pudieron pedir a gritos su crucifixión, aceptando así que fueron ellos los que crucificaron al Señor con preferencia a aquellos con cuyas manos fue colgado del madero, igual que se acercó más al Señor aquel centurión que los amigos que Él envió" 
(Concordancia de los evangelistas 3, 13,50).

Abrasados en amor mutuo hacia Dios

“Toda nuestra actividad se reducirá al Amén y al Aleluya. ¿Qué decís, hermanos? Estoy viendo que al oírlo os habéis llenado de gozo. Mas no volváis a entristeceros por algún pensamiento carnal. Si, por casualidad, alguno de vosotros se pusiera en pie a decir Amén yAleluya, desfallecería de tedio, se quedaría dormido en medio de sus palabras y querría callar. Pero nadie ha de considerar despreciable aquella vida ni digna de ser apetecida pensando de esta manera: Si siempre hemos de repetirAmén y Aleluya, ¿quién aguantará? Voy a deciros algo, si puedo y como pueda.Amén y Aleluya no lo diremos con sonidos pasajeros, sino con el afecto del alma. ¿Qué significa Amén? ¿Qué significa Aleluya? Amén equivale a es verdad; Aleluya, a alabad a Dios… Como veremos la verdad sin cansancio alguno y con deleite perpetuo, y contemplaremos igualmente la más cierta evidencia, encendidos por el amor a la verdad y uniéndonos a ella mediante un dulce, casto y al mismo tiempo incorpóreo abrazo, con tal voz le alabaremos y le diremos también Aleluya. Abrasados en amor mutuo hacia Dios y exhortándose recíprocamente a tal alabanza, todos los ciudadanos de aquella ciudad diránAleluya, porque dirán Amén” 
 (Sermón 362, 29).

Levántate tú que duermes

"¡Con cuánta mayor razón debe velar la caridad en los santos e inocentes, si la maldad fuerza a ello a los torpes y criminales!... Levántate tú que duermes y sal de entre los muertos, y te iluminará Cristo. Esta voz nos desvela del sueño de este mundo si la hemos escuchado y hemos resucitado de entre los muertos, de quienes se dijo: Dejad que los muertos den sepultura a sus muertos. Entretanto, celebremos esta solemnidad velando en la carne; pero, iluminándonos Cristo, mantengámonos en vela perpetua en el corazón. En la medida de lo posible, velemos en la carne para orar y oremos para poder llegar a donde velemos, incluso con la carne, sin término. Los ángeles, en efecto, no duermen. Tenemos prometida la igualdad con ellos para el día de la resurrección si ahora se mantiene despierta en nosotros la caridad" 
(Sermón 223J).

El Señor recomienda la Iglesia

“Ved, por tanto, hermanos, lo que debéis amar ante todo y a lo que debéis adheriros firmemente. El Señor, glorificado en su resurrección, nos recomienda la Iglesia; glorificado en su ascensión, nos recomienda otra vez la Iglesia; enviando al Espíritu Santo desde el cielo, nos recomienda de nuevo la Iglesia… ¿Qué sucedió cuando vino el Espíritu Santo? Vino el Espíritu Santo, y los primeros en ser llenos de Él hablaban las lenguas de todos. ¿Qué significaba esto sino la unidad entre todas las lenguas? Aferrados a esto, apoyados, fortalecidos y clavados en esta fe mediante un amor inquebrantable, alabemos como niños al Señor y cantemos el Aleluya.Pero ¿en una sola parte? ¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Desde la salida del sol hasta el ocaso, alabad el nombre del Señor” 
(Sermón 265,12).

Resucitó esta noche

"Por tanto, nosotros nos mantenemos en vela en la noche en que Él durmió para vivir gracias a la muerte que Él sufrió. Celebremos velando su sueño temporal, para que, velando Él por nosotros, una vez resucitados, permanezcamos sin cansarnos en la vigilia eterna. Resucitó también en esta noche, y nuestro velar es un estar a la espera de esa resurrección. Fue entregado por nuestros pecados y se durmió; resucitó para nuestra justificación. Es éste el motivo por el que asistimos en masa a la vigilia en esta única noche en que él se durmió, para vernos libres algún día, seguros ya en su vigilia, de este mismo sueño; y esperamos en vela la hora en que él despertó, no sea que, por negligencia, nos encontremos dormidos, no en el cuerpo, sino en el corazón, respecto a nuestra justificación, causa de su resurrección. Mantengámonos, pues, en vela, amadísimos, para no caer en tentación"
(Sermón 223 B, 2).

La cruz de Cristo

“¿Qué diremos entonces de la misma cruz, que sin duda fue fabricada y destinada a Cristo por los enemigos y por los impíos? Sin embargo, a ella se aplica lo que dice el Apóstol: Cual sea la largura, la anchura, la altura y la profundidad. La anchura, en el palo trasversal, sobre el cual se extienden los brazos del Crucificado; y significa las obras buenas en la anchura de la caridad. La largura, desde el palo trasversal hasta la tierra, en la cual se fijan los pies y la espalda; significa la perseverancia a lo largo del tiempo hasta el fin. La altura, en el vértice, desde el palo trasversal hasta arriba, significa el fin sobrenatural, al que todas las obras deben dirigirse, porque todo cuanto a lo largo y a lo ancho se hace con perseverancia, debe hacerse por la altura de los premios divinos. La profundidad es la parte que está metida en la tierra: allí se oculta y no puede ser vista, pero de allí salen todas las partes que se ven y sobresalen, así como todos nuestros bienes proceden de la gracia de Dios, que no puede ser comprendida ni discernida. Y aun que la cruz de Cristo no tuviera otro significado que el señalado por el Apóstol: Quienes son de Jesucristo, tiene crucificada su carne con todas sus pasiones y concupiscencias, ¿no es este un bien extraordinario?“
 (Comentario a Juan 118, 5).

Callaba como un cordero

“Cuando no respondía, callaba como un cordero; mas, cuando respondía, enseñaba como pastor. Aprendamos su enseñanza, trasmitida también por el Apóstol, de que no hay poder que no venga de Dios, y que mayor es el pecado de quien por envidia entrega a la justicia al inocente, para ser sacrificado, que el de la misma justicia dándole muerte por miedo a un poder superior. Tal era el poder que Dios había otorgado a Pilato, dejándolo también bajo el poder del César. Y así dice: No tuvieras sobre mí poder alguno, cualquiera que sea la potestad que tienes, si esta misma que tienes no te hubiera sido dada de arriba. Mas, porque yo conozco su extensión, no es tan grande, que tengas libertad absoluta; por eso, quien me entregó a ti tiene mayor pecado. Él por envidia me entregó a ti, y tú por cobardía lo ejerces contra mí. Ni por temor deba matar un hombre a otro hombre, pero matarlo por envidia es mucho peor que hacerlo por temor. Por eso el Maestro de la verdad no dice que el que me entregó a ti tiene pecado, como si Pilato estuviese exento de él, sino que dijo que tiene mayor pecado, dándole a entender que también él tenía pecado” 
(Comentario a Juan 116, 5).

Que esté sano el interior

"Ved amadísimos, cómo los carpinteros, cuando cortan los árboles, los examinan. Algunas veces ven que la parte superficial está como dañada y carcomida; mas el carpintero mira el corazón del árbol, y, si advierte que tiene sano el interior, asegura que ha de durar mucho en la construcción. Apenas se preocupa del exterior dañado cuando se da cuenta que está sano el interior. En el hombre no hay cosa más interior que la conciencia. Luego ¿de qué le aprovecha al hombre tener sano el exterior y corrompido el interior de la conciencia?" 
(Comentario al salmo 45, 3).

No regatees esfuerzos

"Nosotros entreguémonos por todos los medios a purificar el corazón y estemos atentos a ello sin regatear esfuerzos; en cuanto podamos, todas nuestras oraciones han de pedir eso: la purificación del corazón" 
(Sermón 277, 15).

Humíllate

"Purifica, pues, tu corazón, en cuanto te sea posible; sea ésta tu tarea y tu trabajo. Ruégale, suplícale y humíllate para que limpie Él su morada" 
(Sermón 261, 6).

Limpia el corazón

"Piensa primero en purificar el corazón; sea ésta tu ocupación, convócate a esta tarea, aplícate a esta obra. Lo que quieres ver es puro, e impuro aquello con que quieres verlo. Consideras a Dios como una luz apta para estos ojos, inmensa y múltiple; aumentas las distancias a placer; donde no quieres no pones límites y donde quieres los pones. Estas fantasías son la impureza de tu corazón. Quítala, elimínala. Si te cayera tierra en el ojo y quisieras que te mostrase la luz, tus ojos buscarían, antes de nada, quien los limpiase. Muchas son las impurezas que hay en tu corazón" 
(Sermón 261, 4).

El mundo es un crisol

"El mundo es como un crisol de orífice, los justos como el oro, los malvados como la paja, la tribulación como el fuego. ¿Acaso se purificaría el oro sin que se quemase la paja? Acontece que los malvados se convierten en cenizas. Allí mismo el oro purificado -los justos que con paciencia soportan todas las molestias de este mundo y alaban a Dios en medio de sus tribulaciones-, el oro purificado, repito, pasa a los tesoros de Dios" 
(Sermón 113A, 11).

Sana el ojo del corazón

"Todo nuestro esfuerzo, hermanos, en esta vida ha de consistir en sanar el ojo del corazón con que ver a Dios… Dios te hizo a ti, ¡oh hombre!, a su imagen. Dándote con qué ver el sol que Él hizo, ¿no te iba a dar con qué ver a quien te hizo, habiéndote hecho a su imagen? También te dio esto; te dio lo uno y lo otro. Pero si mucho es lo que amas estos ojos exteriores, mucho también lo que descuidas aquel interior; lo llevas cansado y herido. Si quien te fabricó quisiera mostrársete, te causaría dolor; es un tormento para tu ojo, antes de ser sanado y curado. Pues hasta en el paraíso pecó Adán y se escondió de la presencia de Dios. Mientras tenía el corazón sano por la pureza de conciencia, se gozaba con la presencia de Dios; después que, por el pecado, su ojo quedó dañado, comenzó a temer la luz divina, se refugió en las tinieblas y en la densidad del bosque, huyendo de la verdad y ansiando la oscuridad" 
(Sermón 88, 5-6).

Purifica el corazón

"Purificad vuestro corazón para que El lo ilumine y entre aquel a quien invocáis. Sé tú su casa, y El será la tuya; habite en ti, y tú habitarás en El. Si lo recibes en este mundo en tu corazón, El te recibirá en su presencia después de esta vida" 
(Comentario al Salmo 30, 2, s.3, 8).

Quita lo que te impide ver

"Lo que pasa, hermanos, al ciego colocado frente al sol, a saber: que el sol está presente a él, pero es como si lo tuviera ausente, eso mismo es lo que sucede al que está ciego en el corazón, como lo está todo necio, todo inicuo y todo impío. Presente está la Sabiduría; pero para uno que es ciego dista mucho de sus ojos; no que ella esté distante de él, sino que es él quien está lejos de ella. ¿Qué tiene, pues, que hacer este? Purificar lo que tiene poder de contemplar a Dios. A un hombre que no puede ver por la enfermedad y suciedad de sus ojos, debido al polvo, humor, y humo que en ellos ha caído, le dice el médico que haga desaparecer del ojo todo obstáculo que le impida ver la luz de sus ojos. El polvo, la pituita y el humo son los pecados y las inquietudes. Quita de tu corazón todo esto y gozarás entonces de la presencia de la Sabiduría, que es Dios"
 (Comentario a Juan 1, 19).

Odien lo que fueron

"Amen el convertirse en lo que no son, odien lo que fueron. Conciban ya con el deseo el nuevo hombre que ha de nacer; no duden que puede perdonárseles cualquier cosa que les remuerda de la vida pasada, cuanto atormente su conciencia, todo absolutamente, sea grande o pequeño, digno o no de decirse, no sea que la duda humana retenga en contra suya lo que la misericordia de Dios quiere perdonar" 
(Sermón 352, 2).

Cambiad de vida

"Cambiad de vida, cambiad de vida, os lo suplico. Desconocemos cuándo llegará el fin de nuestra vida. Todo hombre camina con su muerte. Pensando que la vida es larga, diferís el vivir bien. Pensáis que la vida es larga, y no teméis una muerte repentina. Mas supongamos que la vida es larga; preocupaos de que sea buena. Busco un penitente de verdad, y no lo encuentro. ¡Cuánto mejor es una vida larga y buena que otra larga y mala! Nadie quiere verse en una cena mala y de larga duración, ni tener que soportarla, y, en cambio, casi todos quieren tener una vida larga y mala. Si la duración de nuestra vida es grande, sea también buena"
 (Sermón 232, 8).

Tejieron una corona de espinas

“Dice a continuación lo que hicieron los soldados, mas no dice que Pilato lo mandara. Dice: Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza y le envolvieron en un manto de púrpura. Y se llegaban a Él y decían: salve rey de los judíos, y le daban de bofetadas. De este modo se cumplía lo que de sí había predicho Cristo; así se informaban los mártires para sufrir cuanto fuese del agrado de sus perseguidores; así, ocultado por breve tiempo su tremendo poder, recomendaba la imitación de su paciencia; así el reino que no era de este mundo vencía al mundo soberbio, no con la atrocidad de la lucha, sino con la humildad del sufrimiento, así aquel grano que había de ser multiplicado, era sembrado entre tanta contumelia para florecer con gloria admirable”
 (Comentario a Juan 116, 1).

Arrepiéntete

¿Qué es, pues, la penitencia, sino la indignación contra sí mismo? El que se arrepiente se aíra contra sí mismo. ¿De dónde proceden los golpes de pecho cuando no se hacen con falsedad? ¿Para qué te hieres si no te arrepientes? Cuando golpeas tu pecho, te arrepientes en tu corazón para satisfacer a tu Señor" 
(Sermón 19, 2).

Cambia de vida

"El mundo es un lagar; y en él somos prensados. Vosotros sed aceite y no alpechín. Que todo hombre se convierta a Dios y cambie de vida. El aceite tiene un camino oculto y por él se dirige al depósito secreto"
(Sermón 19, 6).