El hombre Dios

"Luego, hermanos, atended: existen dos nacimientos, el de Cristo y el de Adán. Son dos hombres, pero uno de ellos es hombre hombre; el otro hombre Dios. Por el hombre hombre somos pecadores; por el hombre Dios nos justificamos. El nacimiento primero hace caer en la muerte; el segundo hace resurgir a la vida. El primer nacimiento trae consigo el pecado; el segundo libra del pecado. Por eso vino Cristo hombre, para perdonar los pecados de los hombres"
 (Comentario a la Epístola de Juan 4, 11).

Extinguió todo orgullo

"Extinguió así todo el orgullo de la nobleza carnal. Además, nació en la ciudad de Belén, que entre las demás ciudades de Judea era tan pequeña, que aun hoy se llama aldea, no quiso que nadie se gloriara de la nobleza de ninguna ciudad de este mundo. Y también se hizo pobre el que es el dueño de todo y por quien todo fue creado, para que ninguno de los que crean en él se atreva a enorgullecerse de las riquezas de aquí abajo. No quiso que los hombres le proclamaran rey, aunque todas las creaturas atestiguan su reino sempiterno, porque así mostraba el camino de la humildad a los desgraciados que la soberbia había separado de su lado. Padeció hambre el que a todos da de comer; sufrió sed el creador de toda bebida y el que es espiritualmente pan para los hambrientos y fuente para los sedientos. Se cansó en los caminos de este mundo el que se hizo a sí mismo camino hacia el cielo para nosotros" 
(La catequesis de los principiantes 22, 40).

Se hizo sueva

"Tú, hombre, no podías llegar a Dios; entonces Dios se hizo hombre, y de este modo se hizo el Mediador de los hombres, el hombre Cristo Jesús, para que, si como hombre puedes acercarte al hombre y no puedes a Dios, por el hombre te acerques a Dios. Pero si únicamente fuese hombre, yendo en pos de lo que eres, jamás llegarías a Dios. Si sólo fuese Dios, no comprendiendo lo que no eres, jamás llegarías a El. Dios, pues, se hizo hombre para que, yendo en pos del hombre, lo cual puedes, llegues a Dios, lo cual no podías. El es Mediador; de aquí que se hizo suave. ¿Qué cosa más suave que el pan de los ángeles? ¿Cómo no ha de ser suave el Señor, siendo así que el hombre comió el pan de los ángeles? No vive el hombre debido a un motivo, y el ángel a otro. El es la verdad, El es la sabiduría, El es la fortaleza de Dios" 
(Comentario al Salmo 134, 5).

Se hizo mediador

"Porque, si el Hijo de Dios hubiese querido permanecer en la natural igualdad del Padre y no se hubiese anonadado tomando la forma de siervo, no sería mediador entre Dios y los hombres. Por lo tanto, el Hijo único de Dios se hizo mediador entre Dios y los hombres, cuando el Verbo de Dios, Dios en Dios, rebajó su majestad hasta la humana bajeza y elevo la pequeñez humana hasta la excelsitud divina para hacerse mediador entre Dios y los hombres, hombre con Dios sobre los hombres... Luego todos los hombres que creyendo amaron y amando imitaron la humildad de Cristo..., fueron sanados, por esta humildad, de la impiedad de la soberbia para ser reconciliados con Dios"
 (Exposición de la Epístola a los Gálatas 24).

Palabra de Dios en Dios

"Palabra de Dios en Dios. Palabra por la cual fueron hechas todas las cosas. Y ¿qué es por ti? Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y también: El que a su propio Hijo no perdonó, sino que le entregó por nosotros, ¿cómo con El no nos dará todas las cosas? Aquí tienes qué cosa es, quién y por quién. El Hijo de Dios es carne por el pecador, por el perverso, por el desertor, por el soberbio, por el inicuo imitador de su Dios. El se hizo lo que tú eres, hijo del hombre, para que nosotros nos hiciéramos hijos de Dios. Se hizo carne. ¿De dónde? De la Virgen María"
 (Comentario al Salmo 70, s. 2, 10).

El misterio de un Dios encarnado

"Para que así la soberbia humana fuese convencida de error y sanada por la humildad divina, y pudiera ver el hombre cuánto se había alejado de su Dios, al ser llamado de nuevo a El por el misterio de un Dios encarnado, dando de este modo el Hombre Dios ejemplo de obediencia al hombre contumaz; para que, al tomar el Unigénito la forma de siervo, sin haber merecido ésta de  antemano gracia alguna, se convirtiese en fuente de gracia; para que la resurrección del Redentor fuese una garantía anticipada de la resurrección prometida a los redimidos, y fuese vencido el demonio por la misma naturaleza a la que él se gloriaba de haber engañado; para que, a pesar de esto, no se gloriase el hombre, haciendo renacer en sí de nuevo la soberbia, y para la manifestación, en fin, de cualquiera otra gracia que acerca del gran misterio del Mediador pueda ser descubierta y expresada por los hombres perfectos, o solamente presentida, aunque no pueda ser expresada"
 (Enquiridión 108, 28).

Humildad misteriosa

"Es un hecho que Cristo renuncia a la fuerza, a la manifestación fulgurante. Todo en él se hace desde una humildad misteriosa, desde un acomodamiento total a las exigencias de la naturaleza humana y a las condiciones de su pueblo. Inconsciente de lo que pasa a su alrededor, lo vemos inmóvil en un pesebre, envuelto en pañales y lloriqueando; la pobreza que manifiesta es digna de compasión. Pero si traspasamos un poco su humilde apariencia, descubriremos y contemplaremos su riqueza interior: Fue concebido en el seno virginal de una mujer, encerrado en las entrañas maternas. ¡Oh pobreza! Nace en un albergue reducido, es envuelto en pobres pañales. A continuación, el Señor del cielo y de la tierra, el Creador de los ángeles, el hacedor de las cosas visibles, mama, llora, se alimenta, crece, soporta la edad y oculta la majestad. Y por fin es apresado, despreciado, azotado, escupido, abofeteado, coronado de espinas, colgado de un madero y atravesado por una lanza. ¡Oh pobreza!"
 (Sermón 14, 9).

La voz que clama en el desierto

"Le respondieron: —Entonces, ¿quién eres tú? —Yo soy, dijo, la voz del que clama en el desierto: «Preparad los caminos al Señor.» La voz que clama en el desierto, la voz del que rompe el silencio. Preparad los caminos al Señor; como si dijera: 'mi sonido va dirigido a hacer que él entre en los corazones; pero no se dignará venir al lugar donde yo quiero introducirlo a no ser que le preparéis el camino'. ¿Qué significa: 'Preparad el camino', sino: 'suplicad lo que es debido'? ¿Qué significa Preparad el camino, sino: tened pensamientos de humildad? Recibid de él el ejemplo de humildad” 
(Sermón 293, 3).

Bautizaba en señal de penitencia

"¿Qué representa Juan? ¿A qué su aparición aquí? ¿Por qué fue enviado delante?... Si se compara a Juan con los demás hombres, él supera a todos, pues no le supera más que el Dios hombre. Juan fue enviado por delante del Señor. Era tal su excelencia, tal la gracia presente en él, que fue considerado como el Cristo... Habiendo advertido en él gracia tan grande, dado que bautizaba en señal de penitencia y preparaba el camino al Señor, cual ingeniero enviado delante, los judíos le enviaron una embajada”
 (Sermón 289, 2‑4).

Se enciende en la fuente de la luz

"¿Cómo cubrió de confusión a sus enemigos por medio de la lámpara? Considerad antes lo que dije, a saber: que la lámpara fue encendida en la fuente de la luz. Lo atestigua el mismo Juan: Nosotros, dijo, hemos recibido de su plenitud. Tanto destacaba Juan por su excelencia, que fue considerado no ya como el precursor de Cristo, sino como el mismo Cristo. Si la lámpara hubiese estado apagada o ennegrecida por el humo de la soberbia cuando llegaron a él los judíos para preguntarle: Tú, ¿quién eres? ¿Eres el Cristo, o Elías, o un profeta?, él hubiese respondido: «Lo soy.» Habría hallado el momento oportuno para su jactancia al atribuirle el error de los hombres un falso honor. ¿Acaso hubiera tenido que esforzarse en convencerles de lo que se anticipaban a decirle quienes le interrogaban? Pero él, como humilde, fue enviado a preparar el camino al excelso; por eso era amigo del esposo: porque era siervo que reconocía al Señor" 
(Sermón 308 A, 2).

Buscaba la gloria del juez

"Ha oído decir vuestra santidad con muchísima frecuencia, y lo sabe muy bien, que Juan el Bautista, cuanto más egregio entre los nacidos de mujer y más humilde en el conocimiento del Señor, fue tanto más merecedor de la amistad del Esposo, amante apasionado del Esposo, no de sí mismo. Buscaba siempre no su gloria, sino la de su Juez, a quien precedía como heraldo. A los antiguos profetas les fue concedido predecir lo futuro sobre Cristo, pero a éste mostrarlo con el dedo. Así como ignoraron a Cristo antes de su venida quienes se mostraron incrédulos a los profetas, del mismo modo lo ignoran quienes lo tienen a la vista. Primero vino oculto y humilde, y tanto más oculto, cuanto más humilde; pero menospreciaron los hombres por su soberbia la humildad de Cristo, clavaron en una cruz a su Salvador y lo convirtieron en su propio juez" 
(Comentario al Evangelio de Juan 4, 1).

Enviado delante de él

"La festividad del día de hoy, en su regreso anual, nos trae a la memoria que el precursor del Señor nació de forma admirable antes que el Admirable mismo. Es conveniente que, sobre todo hoy, reflexionemos sobre este nacimiento y lo alabemos. Con esta finalidad se ha dedicado al milagro una fecha anual, para que el olvido no borre de nuestros corazones los beneficios de Dios y las maravillas del Excelso. Juan,  pues, el precursor del Señor, fue enviado delante de él, pero fue hecho por él. Todas las cosas fueron hechas por ella y sin ella nada se hizo. Delante del hombre Dios fue enviado un hombre que reconociera a su Señor y anunciara a su creador, distinguiéndolo con la mente e indicándolo con el dedo cuando él estaba ya en la tierra. De Juan son aquellas palabras que muestran al Señor y le rinden testimonio: He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" 
(Sermón 288, 1).

Juan bautiza a Cristo

Así, pues, repito, Juan bautiza a Cristo, el siervo al Señor, la voz a la Palabra. Recordad: Yo soy la voz del que clama en el desierto; recordad también: la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Juan, vuelvo a repetir, bautiza a Cristo, el siervo al Señor, la voz a la Palabra, la criatura al Creador, la lámpara al Sol, pero al Sol que creó a este sol; el Sol de quien se dijo: Ha salido para mí él sol de justicia, y mi salud está en sus alas… ¡Gran confesión! ¡Segura profesión de la lámpara al amparo de la humildad! Si ella se hubiese envalentonado contra el sol, rápidamente la hubiera apagado el viento de la soberbia. Esto es lo que el Señor previo y lo que nos enseñó con su bautismo… Este gran hombre reconoce la grandeza del Señor en su pequeñez; reconoce el hombre a quien había venido como hombre Dios"
 (Sermón 292, 4).

Sé de qué luz estoy hablando

"Esto dice el Señor de Juan: El era una lámpara que arde y resplandece, y vosotros quisisteis regocijaros momentáneamente a su luz. ¿Qué dice, en cambio, el evangelista Juan de él? Hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre era Juan; él vino para ser testimonio, para dar testimonio de la luz; pero no era él la luz. ¿Quién? Juan Bautista. ¿Quién lo dice? Juan el evangelista: No era él la luz, pero vino para dar testimonio  de la luz. Tú dices: «No era él la luz del mismo de quien dice la misma luz: Era una lámpara que ardía y resplandecía. Pero yo sé, dice, de qué luz estoy hablando; se  en comparación de qué luz no es luz la lámpara.» Escucha lo que sigue: Existía la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Juan no alumbra a todo hombre, sí Cristo. Juan reconoció que era una lámpara para que no lo apagase el viento de la soberbia. Una lámpara puede encenderse y apagarse. La Palabra de Dios no puede apagarse, pero sí la lámpara" 
(Sermón 289, 4).

La lámpara y el día

“San Juan el Bautista, no el evangelista, fue enviado delante de Cristo para prepararle sus caminos. Este es el testimonio de Cristo acerca de Juan: Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie más grande que Juan Bautista. El testimonio de Juan acerca de Cristo es el siguiente: Quien viene detrás de mí es mayor que yo, y yo no soy digno de desatar la correa de su calzado. Consideremos ambos testimonios: el que dio el Señor al siervo y el del siervo al Señor. ¿Cuál es el testimonio del Señor respecto al siervo? Entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie mayor que Juan Bautista. ¿Cuál es el del siervo sobre el Señor? Quien viene detrás de mí es mayor que yo. Si, pues, entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista, ¿qué puede ser quien es mayor que él? Juan era un gran hombre, pero un hombre; Cristo es mayor que Juan, porque es Dios y hombre. Ambos nacieron de forma maravillosa, tanto el heraldo como el juez, la lámpara y el día, la voz y la Palabra, el siervo y el Señor… Antes bien, reconoció lo que era con gran provecho para sí, para humillarse cual siervo a los pies del Señor y ante la correa de su calzado, para que el viento de la soberbia no apagase la lámpara"
 (Sermón 290, 1).

Juan, amigo del esposo

"Estaba Juan y dos de sus discípulos. He aquí dos discípulos de Juan. Como Juan era amigo del Esposo, no buscaba su gloria, sino que daba testimonio de la verdad. ¿Intentó, por ventura, retener con él a sus discípulos para que no fuesen en pos del Señor? Mas bien muestra él a sus discípulos a quien deben seguir. Los discípulos le tenían a él por el Cordero, y díceles: ¿Qué es lo que de mí pensáis? Yo no soy el cordero. Mirad: ese es el Cordero de Dios, del cual ya había dicho antes: He aquí el Cordero de Dios. Pero ¿qué bien nos trae el Cordero de Dios? He ahí, dice, el que borra el pecado del mundo. Oído esto, van tras de Él los dos que estaban en compañía de Juan" 
(Comentario al Evangelio de Juan 7, 8). 

Juan nace por Cristo

“Cosa grandiosa: Cristo nace después de Juan y, sin embargo, Juan nace por Cristo. En efecto, todo fue  hecho por ella, y sin ella no se hizo nada. ¿Para qué, pues, vino Juan? Para mostrar el camino de la humildad, a fin de que disminuyese la presunción humana y aumentase la gloria divina. Llegó, pues, Juan, grande él recomendando al Grande; vino Juan, medida del hombre. ¿Qué significa «medida del hombre»? Ningún hombre podía ser más que Juan; quien fuera más que Juan, ya era más que hombre. Si la grandeza humana había alcanzado sus límites en Juan, no puedes hallar ya un hombre mayor; y, sin embargo, lo has encontrado. Confiesa a Dios, a quien efectivamente pudiste encontrar mayor que el hombre. Juan es hombre y hombre en Cristo; pero Juan es solamente hombre; Cristo, Dios y hombre. En cuanto es Dios, Él hizo a Juan; en cuanto hombre, nació después que Juan" 
(Sermón 293 A, 3)

El humilde precursor

"Nadie más humilde que el mismo precursor. El mérito más grande de Juan es, hermanos míos, este acto de humildad. Pudo inducir a error a los hombres y pasar por el Cristo y considerarle como el Cristo (tan grande era la gracia que había recibido y tan eminente su grandeza) y, sin embargo, abiertamente declara que él no es el Cristo. Respétese al humilde del cual es Juan precursor, para que no se le experimente como excelso, y del que será precursor Elías" 
(Comentario al Evangelio de Juan 4, 6).

Da Testimonio de Cristo

Agradó a Dios su disposición de dar testimonio de Cristo, a pesar de ser un hombre de gracia tan elevada que podía pasar por ser el Cristo… Por esta razón, el día a punto de llegar mandó delante la lámpara. Envió por delante a los corazones de los fieles la lámpara para confundir los corazones de los infieles. He preparado, dijo, una lámpara para mi Cristo. Dios Padre, hablando por boca del profeta, dijo: He preparado una lámpara para mi Cristo: Juan, pregonero del Salvador; precursor del juez que está para llegar; amigo del futuro esposo. He preparado, dijo, una lámpara a mi Cristo. ¿Por qué la has preparado? Llenaré de confusión a sus enemigos; mas sobre él florecerá mi santificación"
(Sermón 293, 4)

Juan es un gran hombre

"El relato ha sido largo, pero la fatiga del oyente queda compensada por la dulzura de la verdad. Cuando se leyó el santo evangelio, escuchamos el glorioso nacimiento del bienaventurado Juan, heraldo y precursor de Cristo. Puede deducir de aquí vuestra caridad cuán grande es el hombre que ha nacido. La Iglesia no celebró nunca el nacimiento carnal de ningún patriarca, profeta o apóstol; sólo celebra dos nacimientos: el de Juan y el de Cristo. Las mismas fechas en que ambos nacieron encierran un gran misterio. Juan era un gran hombre, pero hombre al fin. Era hombre tan grande que para superarlo sólo se podía ser Dios. Quien viene detrás de mí es mayor que yo. Son palabras de Juan: El es mayor que yo. Si es mayor que tú, ¿qué significa lo que hemos escuchado de boca de quien es mayor que tú: Entre los nacidos de mujer, nadie ha habido mayor que Juan bautista? Si ningún hombre es mayor que tú, ¿qué es quien es mayor que tú?"
 (Sermón 287, 1).

Existía antes que yo

"Juan da testimonio de Él y dice en alta voz: Este es de quien dije yo: El que viene después de mí fue hecho antes que yo. Viene después de mí y me ha precedido. ¿Qué significa ser hecho antes que yo? Que me ha precedido, no que haya sido hecho antes de que yo fuese. Que tiene precedencia sobre mí; esto es lo que significa ser hecho antes que yo. ¿Cómo puede ser anterior a ti, si viene después de ti? Porque Él existía antes que yo. ¿Antes que tú, oh Juan? Gran cosa tiene que ser si es antes que tú. Está bien; tú eres quien da testimonio de Él" 
(Comentario al Evangelio de Juan 3, 7).

Escucha al Heraldo

"Fue enviado, pues, el hombre más excelente para dar testimonio de quien es más que hombre. En efecto, cuando aquel mayor que el cual no hay nadie entre los nacidos de mujer dice: Yo no soy el Cristo, y se humilla ante Cristo, hay que entender que aquí hay alguien que es más que un hombre. Pues, si vas buscando a Juan, el hombre más excelente, Cristo es más que hombre; advierte que es el precursor para buscar al juez; escucha al heraldo de tal modo que temas al juez. Fue enviado, y predijo éste que había de venir. ¿Y qué testimonio da Juan acerca de Cristo? Escúchalo: No soy digno de desatar la correa de su calzado. ¿Has comprendido, ¡oh hombre!, lo que has de hacer? Todo el que se humilla será ensalzado. ¿Qué decir, pues, de Cristo? Todos nosotros hemos recibido de su plenitud. ¿Qué significa: Todos nosotros? Que también los santos patriarcas, profetas y apóstoles, tanto los enviados antes de la encarnación como los enviados una vez encarnado, todos nosotros hemos recibido de su plenitud. Nosotros somos los recipientes, él la fuente. Por tanto, hermanos míos, si hemos comprendido el misterio, Juan es hombre y Cristo es Dios: humíllese el hombre y sea exaltado Dios. Para que se humille el hombre" 
(Sermón 289, 5).

El testimonio de un hombre

"Dios procura el testimonio de un hombre. Pone Dios a un hombre por testigo. Dios elige por testigo a un hombre, pero en favor del mismo hombre. ¡Tan grande es nuestra debilidad! Busquemos el día con una antorcha. Juan es esta antorcha, según el testimonio del Señor. El era una antorcha que ardía y alumbraba, y por un momento os gozasteis en su luz. Pero yo tengo un testimonio de más valor que el de Juan" 
(Comentario al evangelio de Juan 2, 8).

No dudó de la Promesa

"María, al decir: ¿Cómo sucederá eso, pues no conozco varón?, lo dijo preguntando, no porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: 'Salve, llena de gracia'. ¿Quién sabrá explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó al hombre para que no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el principio, por quien fueron hechas todas las cosas, se hace carne: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. La Palabra se hace carne, pero uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la Palabra en la carne. ¡Oh gracia! ¿Qué habíamos merecido para tener esto?"
 (Sermón 290, 5).

Concibió creyendo

"Pues también la misma bienaventurada María concibió creyendo a quien alumbró creyendo. Después de habérsele prometido el hijo, preguntó cómo podía suceder eso, puesto que no conocía varón… El ángel le dio por respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, lo que nazca de ti será santo y será llamado Hijo de Dios. Tras estas palabras del ángel, ella, llena de fe y habiendo concebido a Cristo antes en la mente que en su seno, dijo: 'He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tú palabra'. Cúmplase, dijo, el que una virgen conciba sin semen de varón; nazca del Espíritu Santo y de una mujer virgen aquel en quien renacerá del Espíritu Santo la Iglesia, virgen también... Estas cosas son maravillosas, porque son divinas; son inefables, porque son también inescrutables; la boca del hombre no es suficiente para explicarlas porque tampoco lo es el corazón para investigarlas. Creyó María y se cumplió en ella lo que creyó"
 (Sermón 215, 4).

Salve, llena de Gracia

"¿Qué eras tú que vas a dar a luz? ¿Cómo lo has merecido? ¿De quién lo recibiste? ¿Cómo va a formarse en ti quien te hizo a ti? ¿De dónde repito, te ha llegado tan gran bien? Eres virgen, eres santa, has hecho un voto; pero es muy grande lo que has merecido; mejor, lo que has recibido. ¿Cómo lo has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en ti aquel por quien fuiste hecha tú; más aún, aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra, por quien fueron hechas todas las cosas; en ti, la Palabra se hace carne recibiendo la carne, pero sin perder la divinidad. Hasta la Palabra se junta y se une a la carne, y tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio; vuelvo a repetirlo: tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio, es decir, de la unión de la Palabra y de la carne; de él procede el mismo esposo como de su tálamo nupcial"
 (Sermón 291, 6).

Dime, mensajero de Dios

"El mismo ángel dijo a la virgen María: Salve, llena de gracia; el Señor está contigo; ya está contigo el que estará dentro de ti. Bendita tú entre las mujeres. Por una peculiaridad de la lengua hebrea, la Sagrada Escritura acostumbra llamar mujeres a todas las personas de sexo femenino; no se extrañen ni se escandalicen quienes no acostumbran escuchar la Escritura… Dime, pues, mensajero de Dios: ¿Cómo sucederá esto? Advierte que el ángel lo sabe y ella le pregunta sin dudar lo más mínimo. Como vio que ella preguntaba sin dudar del hecho, no rehusó instruirla. Escucha cómo: "Tu virginidad se mantendrá; tú no tienes más que creer la verdad; guarda la virginidad y recibe la integridad. Puesto que tu fe es íntegra, intacta quedará también tu integridad. Finalmente, escucha cómo sucederá eso: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, porque concibes mediante la fe" 
(Sermón 291, 4-5).

Allí nos enriqueció

"Ve a esta esclava casta, virgen y madre; allí tomó nuestra pobreza en donde se vistió con la forma de siervo, anonadándose a sí mismo para que no te espantes de sus riquezas, y por tanto, no te atrevieses a acercarte a Él con tu pobreza. Allí, diré, tomó la forma de siervo allí se revistió de nuestra pobreza; allí El se empobreció y allí nos enriqueció… Nacido, hablaron los cielos; los ángeles anunciaron la nueva a los pastores; la estrella condujo a los Magos a adorar al rey; Simeón,  lleno del Espíritu Santo, reconoció al Niño Dios en sus brazos"
 (Comentario al Salmo 101, s.1, 1). 

Doctor de la humildad

“No obstante, ved cuánto se humilla el precursor de su Señor, Dios y hombre. A aquél, mayor que el cual no ha surgido nadie entre los nacidos de mujer, le preguntan si es él el Cristo. Era tan grande que los hombres podían engañarse. Se dudó si él era el Cristo, y a tanto llegó la duda, que se le preguntó directamente. Si hubiera sido hijo de la soberbia en vez de doctor de la humildad, se hubiese puesto del lado de los hombres equivocados, sin hacer nada para que así pensasen limitándose a dar por cierto lo que ellos ya pensaban. ¿Acaso era excesivo para él el pretender convencer a los hombres de que era el Cristo? Si hubiese intentado persuadirles de ello y no lo hubiese logrado, hubiese quedado corrido y abatido, desprestigiado entre los hombres y condenado ante Dios" 
(Sermón 293 A, 4). 

Preparad el Camino

“Decía: Preparad el camino al Señor, enderezad sus senderos. El Señor quiso ser bautizado por su siervo para mostrar lo que reciben quienes son bautizados por el Señor. Comenzó, pues, debajo de él. ¿Cuánto? No soy digno, dice, de desatar la correa de su sandalia. Este profeta, mejor, este que es más que profeta, mereció ser preanunciado por otro profeta. De él, en efecto, dijo Isaías en el texto que hoy se nos ha leído: Voz que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor y enderezad sus senderos. Todo valle será rellenado, y todo monte y colina, allanado; lo torcido se tornará recto y lo áspero se hará camino llano, y toda carne verá la salvación de Dios.» —Grita. —¿Qué he de gritar? —Toda carne es heno, y todo su resplandor, como la flor del heno: el heno se seca y la flor cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre. Preste atención vuestra caridad. Habiendo preguntado a Juan quién era él, si el Cristo, o Elías, o algún otro profeta, respondió: Yo no soy el Cristo, ni Elías, ni un profeta. Y ellos: Entonces, ¿quién eres? Yo soy la voz que clama en el desierto. Dijo que él era la voz. Observa que Juan es la voz. ¿Qué es Cristo sino la Palabra? Primero se envía la voz para que luego se pueda entender la Palabra”
 (Sermón 288, 2).

El Señor de los profetas

“Así habla el mismo Señor de los profetas anteriores a su venida: Muchos profetas y justos quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron. Advierte que aquellos hombres, llenos del Espíritu Santo hasta el punto de anunciar la venida de Cristo, deseaban, si les fuera posible, ver a quien estaba ya presente en la tierra. Razón por la que aquel Simeón difería el abandonar esta vida hasta ver nacido a aquel por quien fue creado el mundo. Y él ciertamente vio a la Palabra de Dios en la carne de un niño que aún no hablaba, aún no enseñaba, aún no se había constituido en maestro quien junto al Padre era ya maestro de los ángeles. Simeón, pues, lo vio, pero como niño aún sin habla; Juan, en cambio, cuando ya predicaba y eligió a sus discípulos. ¿Dónde? A la orilla del Jordán. Allí, en efecto, comenzó el magisterio de Cristo; allí se recomendó ya el futuro bautismo cristiano, puesto que se recibía un bautismo previo que preparaba el camino” 
(Sermón 288, 2).

Perseverar en la Fe

“No debe decirse que, perseverando en el desorden hasta el fin de su vida, han perseverado en Cristo hasta el fin, porque perseverar en Cristo es perseverar en su fe. Y esta fe, según la definición del Apóstol, obra por la caridad. Y la caridad, como dice en otra parte, no obra mal”
 (La ciudad de Dios 21, 25, 4).

Ordena la Fe

“Así vino a los afligidos y fatigados el médico Cristo, que dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores. Convoca a los pecadores a la paz, y a los enfermos a la curación. Ordena la fe, la continencia, la templanza, la sobriedad; refrena el deseo de dinero; nos dice qué hemos de hacer, qué hemos de observar” 
(Sermón 278, 5).

Firmísimos en la fe

“Se poseerá otra salud; otra es la que se espera, y por eso los mártires se mantenían firmísimos en la fe, puesto que despreciaron lo que tenían para recibir lo que esperaban. Hay salud y salud; una la conocían y en la otra creían; una la veían, otra no la veían. ¡Qué fe, amadísimos, qué fe! Desprecia lo que ves; llegará lo que crees”
 (Sermón 396 D).

La Fe Espiritual

"Donde estaba ausente el dolor, estaba presente la fe. La fe espiritual había arrojado del corazón el dolor carnal. Veías que no perdías al hijo, sino que lo enviabas por delante. Todo tu gozo era el deseo de seguirlo” 
(Sermón 284, 2).

Camino con vosotros en la Fe

 “Si es posible que, aun conociendo alguna cosa, sea incapaz de exponérosla, ¡cuánto más difícil será para mí el hablar, si también yo, hermanos, camino con vosotros en la fe y no en la visión! Esto por lo que se refiere a mí. ¿Qué decir del Apóstol? El consuela nuestra ignorancia y edifica nuestra fe al afirmar: Hermanos, yo no pienso haberla alcanzado. Pero una sola cosa persigo: olvidando lo de atrás y en tensión hacia lo que está delante, persigo la palma de la suprema vocación;palabras con las que demuestra que aún se encuentra en el camino. Y en otro lugar dice: Mientras vivimos en este cuerpo somos peregrinos lejos del Señor, pues caminamos por la fe, no por la visión. Y también: En esperanza hemos sido salvados” 
(Sermón 362, 4).

La Unidad de la Fe

 “Como cada año, celebramos hoy la festividad de la venida del Espíritu Santo, que merece una afluencia masiva, a la vez que gran solemnidad en las lecturas y en el sermón. Las dos primeras cosas son ya una realidad, puesto que os habéis reunido muchísimos y habéis escuchado las lecturas cuando se leyeron. Vayamos adelante con la tercera; no falte el obsequio de nuestra lengua a quien concedió a unos  ignorantes el hablar todas las lenguas, sometió las lenguas de los hombres cultos en todos los pueblos y congregó las distintas lenguas de los pueblos en la unidad de la fe” 
(Sermón 269, 1).

´Seguir con Fe íntegra

“Sigamos sus huellas con la fe, y sigámosle también en el desprecio del mundo. Los premios celestiales no se prometen solamente a los mártires, sino también a quienes siguen a Cristo con fe íntegra y perfecto amor… Y, si es llamada por Dios antes de llegar al combate, la fe dispuesta para el martirio recibirá, sin pérdida de tiempo, la recompensa de manos del juez divino. En tiempos de persecución se corona la milicia; en tiempos de paz, la constancia”
 (Sermón 303, 2).

Si tuvierais Fe

“¿No es un hortelano quien sembró el grano de mostaza, esa semilla pequeñísima y llena de vigor? Semilla que creció, se elevó y se convirtió en un árbol tan grande que hasta las aves del cielo reposan en sus ramas. Si tuvierais fe, dice el mismo Señor, como un grano de mostaza... Poca cosa parece el grano de mostaza; nada es más despreciable a la vista, y, sin embargo, nada tiene más vigor. Todo lo cual, ¿qué otra cosa significa sino el entusiasmo extraordinario y la fuerza íntima de la fe en la Iglesia?” 
(Sermón 246, 3).

Cree en tu protector

“Así, pues, cuanto de malo e ilícito se sugiera a tu corazón, cuantos malos deseos surjan de tu carne contra tu alma, son dardos de aquel enemigo que te reta a un combate singular. Acuérdate de luchar. Tu enemigo es invisible, pero invisible es también tu protector. No ves a aquel contra quien lucha, pero crees en aquel que te protege. Y, si tienes los ojos de la fe, hasta lo ves, pues todo fiel ve con los ojos de la fe al adversario que lo reta día a día” 
(Sermón 335 K, 3).

La Palabra escuchada con Fe

“Habiéndoseles prometido el perdón y la impunidad, creyeron, y, vendiendo cuanto poseían, pusieron el precio de la venta de sus cosas a los pies de los apóstoles, tanto más aterrados cuanto más buenos. Un temor mayor apagó en ellos la sed de placeres. Esto lo hicieron quienes dieron muerte al Señor. Lo hicieron y siguen haciéndolo muchos otros después. Lo sabemos; tenemos los ejemplos ante los ojos; son muchos los que nos producen consuelo y satisfacción, puesto que la palabra de Dios no queda infecunda en quienes la escuchan con fe”
 (Sermón 301 A, 4).

Encomendarnos la Fe

“¿Crees tú, le dice, en el Hijo de Dios? A lo cual él, aún untado del barro, respondió: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? El Señor: Acabas de verlo; el que habla contigo, ése es. Le lavó el rostro. Y, viendo ya con el corazón, adoró a su Salvador. Esto que Jesús hizo corporalmente con el ciego de nacimiento, lo hace con el género humano de una manera milagrosa; pero hizo este prodigio para encomendarnos la fe; aquella fe que todos los días abre los ojos del humano linaje, como abrió los del mismo ciego”
 (Sermón 136 A, 4).

A Cristo se le toca con la Fe

“Los hechos pasados, al ser narrados, son luz para la mente y encienden la esperanza en las cosas futuras.  Iba Jesús a resucitar a la hija del jefe de la sinagoga, cuya muerte le había sido ya anunciada. Y, estando él de camino, como de través, se cruza una mujer aquejada de enfermedad, llena de fe, con flujos de sangre, que había de ser redimida de la sangre. Dijo en su corazón: Si tocare aunque sólo fuera la orla de su vestido, quedaré sana. Cuando lo dijo, tocó. A Cristo se le toca con la fe. Se acercó, tocó y se hizo lo que creyó” 
(Sermón 63 B, 1).

Adhiérete por la Fe

“Primeramente adhiérete mediante la fe; luego te unirás a él en la realidad. Por el momento, en calidad de peregrino, caminas por la fe y la esperanza. Cuando hayas llegado, gozarás de aquel a quien, mientras eres peregrino, amaste. El mismo fundó la patria, para que te dieses prisa en llegar a ella. Desde ella te envió cartas, para que no difieras regresar de tu peregrinación” 
(Sermón 22 A, 4).

Invocar al que creímos

“Fueron enviados, pues, los predicadores y predicaron a Cristo. Con su predicación los pueblos creyeron; oyendo, creyeron; creyendo, le invocaron. Puesto que se dijo con toda razón y verdad: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído?, por esto mismo habéis aprendido antes lo que debéis creer y hoy habéis aprendido a invocar a aquel en quien habéis creído” 
(Sermón 57, 1).

Recta fe y obras

“Poned vuestra esperanza en el Señor y añadid las buenas obras a la recta fe. Confesad que Cristo vino en la carne, con la fe y con una vida santa; considerad que una y otra cosa la habéis recibido de Dios y esperad que él os las aumente y perfeccione. Pues maldito es el hombre que pone su esperanza en el hombre y buena cosa es para el hombre que el que se gloríe, se gloríe en el Señor” 
(Sermón 183, 15).

La obra de la fe

“¿Y cuál es ahora la obra de la fe? Con tantos testimonios de las Escrituras, con tan múltiples lecturas, con tan variadas y abundantes exhortaciones, ¿qué es lo que hace la fe, sino que ahora veamos, aunque oscuramente, como en un espejo, y después cara a cara?”
 (Sermón 53, 12).

Anticipado con su fe

“Estas palabras se refieren a la resurrección en el espíritu, que tiene lugar ahora por la fe. Mas para no dar la impresión de que la propone como para un futuro todavía lejano, a pesar de no haber dicho: «Pasará de la muerte a la vida», sino: Ha pasado de la muerte a la vida; para que no pareciese que se sirve del tiempo en pasado en forma simbólica… Quienes escuchen esa voz vivirán, es decir, vivirán con la vida que indicó antes al decir: Ha pasado de la muerte a la vida. En estas palabras ha mencionado a los que se verán libres del tormento del juicio, porque lo han anticipado con su fe, y pasan de la muerte a la vida”
 (Sermón 362, 25).

Una resurrección en la Fe

“Hay, en efecto, una resurrección en la fe, según la cual todo el que cree resucita en el espíritu. Y resucitará para su bien en el cuerpo aquel que haya resucitado antes en el espíritu, pues quienes no hayan resucitado antes en el espíritu por la fe no resucitarán en el cuerpo para aquella transformación en que será asumida y absorbida toda corrupción, sino que resucitarán íntegros para el castigo… La muerte según el espíritu consiste en no creer las vanidades que se creían y en no hacer el mal que se hacía, y la resurrección según el espíritu, en creer las cosas saludables que no se creían y en hacer el bien que no se hacía” 
(Sermón 362, 23).

Al tocarle lo reconoció

“Escuchasteis cómo a los que creen sin haber visto los alaba el Señor por encima de los que creen porque han visto y hasta han podido tocar. Cuando el Señor se apareció a sus discípulos, el apóstol Tomás estaba
ausente; habiéndole dicho ellos que Cristo había resucitado, les contestó: Si no meto mi mano en su costado, no creeré. ¿Qué hubiera pasado si el Señor hubiese resucitado sin las cicatrices? ¿O es que no
podía haber resucitado su carne sin que quedaran en ella rastros de las heridas? Lo podía; pero, si no hubiese conservado las cicatrices en su cuerpo, no hubiera sanado las heridas en nuestro corazón. Al
tocarle, lo reconoció. Le parecía poco el ver con los ojos; quería creer con los dedos”
(Sermón 145 A).

Todo es fruto de la gracia

“Habiendo sido todo esto fruto de la gracia, o sea, don del Espíritu Santo, se ve la razón de convencer el Espíritu Santo al mundo de pecado, por no haber creído en Cristo, y de justicia, porque los de buena voluntad creyeron, aun sin ver, a aquel en quien creyeron, y esperaron que, por su resurrección, también ellos habían de resucitar plenamente; y de condena, porque, si los que no creyeron hubiesen tenido voluntad de hacerlo, nadie se lo habría impedido, pues el príncipe de este mundo ya fue sentenciado” 
(Sermón 143, 5).

Creer en mí

“Por su divinidad está siempre con nosotros; pero, de no alejársenos corporalmente, veríamos siempre su cuerpo con ojos carnales y no llegaríamos a creer espiritualmente; y esta fe es necesaria, para que, justificados y beatificados por ella y limpio el corazón, merezcamos contemplar a este mismo Verbo Dios en Dios, por cuyas manos fueron hechas todas las cosas y se hizo carne para morar entre nosotros. Y si no es tocando con la mano, sino con el corazón, como se cree para justificarse, con razón ha de ser culpado de injusticia el mundo, que no quiere creer si no ve. Y para que nosotros tuviésemos la justicia de la fe, de la que será culpado el mundo incrédulo, dijo el Señor: De justicia, porque voy al Padre, y no me veréis. En otros términos: Esta es vuestra justificación: creer en mí, vuestro mediador”
 (Sermón 143, 4).

Creyó lo que oyó

“Para daros cuenta de que aún no veía, considerad que, cuando el Señor le preguntó: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?, respondió de esta manera: ¿Quién es ése, Señor, para que crea en él? Y el Señor: Lo has visto; el que está hablando contigo, ése es; lo has visto con los ojos de la carne; vele también con los ojos del corazón. ¿Cuándo lo vio con los ojos del corazón? Cuando le escuchó y creyó lo que oyó”
 (Sermón 136 B).

Nos manda creer

“Dios no manifiesta ahora lo que nos manda creer; y no lo manifiesta para que sea recompensa de la fe. Si te lo manifestase, ¿qué mérito tendrías en creerlo? No se trataría de creer, sino de ver. Dios no te lo manifiesta por este motivo principal: para que creas. Te manda que creas y te pospone el ver; pero si no crees cuando te ordena creer, no te reserva la realidad de aquello en que crees; al contrario, te reserva aquello con lo que el rico era atormentado”
 (Sermón 113, 4).

Que esta fe os empape

“Cada uno es Dios, y la misma Trinidad es un solo Dios. Que esta fe empape vuestros corazones y dirija vuestra confesión. Cuando escuchéis el símbolo, creedlo para entenderlo, para que, a medida que progresáis, podáis comprender lo que creéis”
 (Sermón 214, 10).

Ensanchaos por la fe

“Creed, pues, que el precepto del Padre es la vida eterna y que el Hijo en sí mismo es la vida eterna; admitidlo así, creedlo así para que lo entendáis; porque, según el profeta, si no creéis, no entenderéis. Si no podéis abarcarlo, ensanchaos. Oíd al Apóstol: Dilataos; no os juntéis bajo un mismo yugo con los  infieles, que os son tan desiguales. Quienes rehúsan creer esto sin haberlo antes entendido, son infieles, y por haber querido ser infieles quedarán sin entenderlo. Crean, pues, para comprenderlo”
 (Sermón 140, 6).

La fe en lo invisible

“Así, pues, como se define en otro lugar, es la fe anticipo para los que esperan, prueba de las cosas que no se ven. Si no se ven, ¿cómo persuadir su existencia? Y ¿de dónde procede lo que ves sino de un principio invisible? Sí, en efecto; tú ves algo para llegar por ahí a creer en algo; la fe en lo invisible se apoya en lo que vemos. No seas desagradecido a quien te dio los ojos, por donde puedes llegar a creer lo que todavía no ves”
 (Sermón 126, 3).

La fe, peldaño de intelección

“Las recónditas honduras del divino reino demandaban su creencia antes de llevarnos a su inteligencia; la fe, en efecto, es el peldaño de la intelección, y la intelección es la recompensa de la fe. Un profeta se lo dice abiertamente a todos los que, debiendo ser al revés, se precipitan a la búsqueda de la inteligencia sin dárseles nada por la creencia. Dice: Si no creéis, no entenderéis. Porque también la fe tiene una suerte de luz propia en las Escrituras, en la profecía, en el Evangelio, en los escritos de los apóstoles”
(Sermón 126, 1).

Si no entiendes, cree.

“Nosotros confesamos al Hijo coeterno al Padre y lo creemos así… Quien lo entienda, gócese; quien no lo entienda, crea, porque la palabra del profeta no puede ser anulada: Si no creéis, no entenderéis”
 (Sermón 118, 2).

La fe precede

 “Luego, para hacerse a sí mismo, ya existía antes de existir. No; si todas las cosas fueron hechas por él, persuádete que no fue hecho; si no puedes comprenderlo, cree para conseguirlo. La fe precede al entendimiento, según aquello del profeta: Si no creéis, no entenderéis”
 (Sermón 118, 1).

Adquirir capacidad

“¿Qué ha de hacer la Iglesia de Dios para poder comprender lo que antes mereció creer? Haga a su alma capaz de recibir lo que se le va a dar. Para que esto sea una realidad, es decir, para que el alma adquiera capacidad, Dios nuestro Señor aplazó, no anuló sus promesas. Las aplazó para que nosotros nos extendamos; nos extendemos para crecer; crecemos para alcanzarlas” 
(Sermón 91, 6).

Entra la fe en el Santuario

“Ha de creerse con fe certísima que Dios no puede ser ni perverso ni malvado. De este modo, entrando con la fe en el santuario de Dios, entrando creyendo, aprendes comprendiendo. Pues así dice: Hasta que entre en el santuario de Dios, adonde entra la fe. Y después de la fe, ¿qué? Lo comprenderé en los últimos días” 
(Sermón 48, 7).

Creo pero ayúdame

“Cuando hace poco se os leía el Evangelio, oísteis: Si te es posible creer, dice el Señor Jesús al padre del niño, si te es posible creer, todo es posible para quien cree. El, mirándose a sí mismo y puesto en presencia de sí mismo, sin confiar temerariamente, sino examinando antes su conciencia, observó en sí mismo algo de fe, pero vio también la duda. Vio una y otra cosa. Confesó tener una y pidió ayuda para la otra. Creo, Señor, dijo. ¿Qué debía añadir si no: «Ayuda mi fe»? Pero no dijo esto. Creo, Señor. Veo aquí algo, y por eso no estoy mintiendo. Creo, digo la verdad. Pero veo también no sé qué cosa que me desagrada” 
(Sermón 43, 9).

Entiende y cree

“Tú decías: «Entienda yo y creeré». Yo, en cambio, decía: «Cree para entender». Surgió la controversia; vengamos al juez, juzgue el profeta; mejor, juzgue Dios por medio del profeta. Callemos ambos. Ya se ha oído lo que decimos uno y otro. «Entienda yo, dices, y creeré». «Cree, digo yo, para entender». Responde el profeta: Si no creyereis, no entenderéis”
(Sermón 43, 7).

Agarraos a Cristo

“Tú avanza por el camino, pues llegarás a la patria si no lo abandonas. Agarraos, pues, a Cristo, hermanos; agarraos a la fe, manteneos en el camino; el mismo camino os conducirá a aquello que no podéis ver ahora. En la cabeza se manifestó lo que han de esperar los miembros; en el fundamento se mostró lo que se edifica en la fe, para ser terminado luego en la visión, no sea que, cuando pensáis estar viendo, se os esté manifestando la falsa imagen de algo que aparenta lo que no es, y, abandonando el camino, os desviéis al error y no lleguéis a la patria a la que conduce el camino, es decir, a la visión a que lleva la fe” 

(Sermón 362, 27).

Nos estimula a creer

“Que existe la resurrección de los muertos, ya lo he tratado; así lo creemos, así debemos creerlo, y así hablamos, porque así hemos creído, si es que somos cristianos, al contemplar la potencia del brazo del Señor, que humilla por doquier la soberbia de los pueblos y edifica esta fe por el orbe de la tierra con tanta amplitud cuanta se había prometido antes de ser una realidad. Viendo esto, se nos estimula a creer lo que aún no hemos visto para recibir la visión misma como recompensa de la fe. Siendo, pues, evidente para nuestra fe que existe la resurrección de los muertos, y tan evidente que quien lo dude comete una gran imprudencia al llamarse cristiano”
 (Sermón 362, 6).

La fe no desfallece

      “La fe no desfallece, porque la sostiene la esperanza. Elimina la esperanza, y desfallecerá la fe. ¿Cómo va a mover, aunque sólo sea los pies, para caminar quien no tiene esperanzas de poder llegar? Si, por el contrario, a la fe y a la esperanza les quitas el amor, ¿de qué aprovecha el creer, de qué sirve el esperar, si no hay amor? Mejor dicho, tampoco puede esperar lo que no ama. El amor enciende la esperanza, y la esperanza brilla gracias al amor. Pero ¿qué fe habrá que elogiar cuando lleguemos a la posesión de aquellas cosas que hemos esperado creyendo en ellas sin haberlas visto? Porque la fe es la prueba de lo que no se ve. Cuando veamos, ya no se hablará de fe” 
(Sermón 359 A, 4).

Sed luz por la Fe

“¿Por qué se dice: Las tinieblas no la acogieron? Sed luz para comprenderlo. Hágaos luz la fe para que os llene la visión. Mientras vivimos en el cuerpo somos peregrinos lejos del Señor; si somos peregrinos alejados del Señor, estamos alejados de la luz. Entonces, ¿qué? ¿Permaneceremos en las tinieblas? En ningún modo. Acercaos a él y seréis iluminados”
 (Sermón 279, 5).

Caminamos en el Señor

“En consecuencia, ésa es la vida verdadera, la vida eterna, que aún no hemos alcanzado mientras dura nuestra peregrinación lejos del Señor; pero la alcanzaremos, porque, mediante la fe, caminamos en el mismo Señor, si permanecemos con toda constancia en su palabra… Así, pues, en esta peregrinación y en esta vida, es decir, en la fe, ¿con qué os puedo exhortar sino con las palabras del Apóstol, que dice: Teniendo estas promesas, amadísimos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, llevando a perfección la santificación en el temor del Señor? Pues quienes desean que le sea otorgada, antes de creer, aquella luz de la purísima e inmutable verdad, al no poder contemplarla sino mediante la fe, una vez purificado el corazón —dichosos los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios—, son semejantes a hombres ciegos, que desean ver primero la luz corpórea de este sol para curarse de la ceguera, siendo así que no pueden verla si antes no son sanados”
 (Sermón 246, 2).

Construir la casa de la Fe

“Ahora, repito, construid con amor espiritual la casa de la fe y de la esperanza; construidla con las buenas obras que no existirán allí, porque no habrá indigencia alguna. Poned, pues, como cimiento en vuestros corazones los consejos de los profetas y apóstoles; echad delante vuestra humildad cual pavimento liso y llano; defended juntos en vuestros corazones la doctrina saludable con la oración y la palabra cual firmes paredes; iluminadlos con los divinos testimonios cual si fueran lámparas; soportad a los débiles como si fuerais columnas; proteged bajo los techos a los necesitados, para que el Señor nuestro Dios os recompense los bienes temporales con los eternos y os posea por siempre una vez acabados y dedicados”
 (Sermón 337, 5).

Cristo Fundamento

“Los cristianos católicos—dicen—tienen a Cristo por fundamento, de cuya unidad no se han separado, aunque hayan edificado sobre ese fundamento una vida desordenada, como maderas, heno y hojarasca. La verdadera fe, que hace que Cristo sea su fundamento, aunque con daño, pues serán abrasadas las cosas que fueron edificadas sobre él, podrá librarlos algún día de la perpetuidad del fuego. Responda a esto brevemente el apóstol Santiago: Si uno dice que tiene fe y carece de obras, ¿le podrá salvar la fe?” 
(La ciudad de Dios 21, 26, 1).

Canta la fe

“Hemos creído, pues, a través de Juan, que también por el hombre hay que creer en Cristo y que no hay que poner la esperanza en el hombre, sino en Cristo. Ve que tienes un gran hombre, mayor que el cual no ha nacido nadie… Canta la fe para llegar a la visión. Marcha por el camino para que te lleve a la patria. El permanece allí adonde nos dirigimos, vino por donde regresamos; pero vino sin alejarse de allí y subió al cielo sin abandonarnos a nosotros” 
(Sermón 279, 7).

Mensaje del Papa Francisco para el DOMUND 2013

Canta la Fe

 “Hemos creído, pues, a través de Juan, que también por el hombre hay que creer en Cristo y que no hay que poner la esperanza en el hombre, sino en Cristo. Ve que tienes un gran hombre, mayor que el cual no ha nacido nadie… Canta la fe para llegar a la visión. Marcha por el camino para que te lleve a la patria. El permanece allí adonde nos dirigimos, vino por donde regresamos; pero vino sin alejarse de allí y subió al cielo sin abandonarnos a nosotros” 
(Sermón 279, 7).

Lo recibió de la Fe

 “La madre Iglesia pone a su disposición los pies de otros para que lleguen, el corazón de otros para que crean, la lengua de otros para que hagan la profesión de fe; para que, como están enfermos a consecuencia del pecado de otros, así también, cuando hay otros sanos, se salven por la confesión que éstos hacen en su nombre. Que nadie susurre a vuestros oídos doctrinas extrañas. Así lo pensó y lo mantuvo siempre la Iglesia, así lo recibió de la fe de los antepasados y así lo conservará con constancia hasta el final. La razón: porque no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos” 
(Sermón 176, 2).

Creer con firmeza

“¿Por qué Jesús? ¿Cuál es el motivo de este nombre? Escucha por qué: El salvará a su pueblo. ¿De qué? De sus pecados. A su pueblo de sus pecados. ¿Acaso los párvulos no pertenecen a este pueblo al que Jesús salvará de sus pecados? Pertenecen, claro que pertenecen, hermanos míos. Llevad esto en el corazón, creedlo cuando con esta fe lleváis los párvulos a la gracia de Cristo, no sea que si carecéis de esta fe en vuestros corazones, con vuestra lengua deis muerte a aquellos por quienes respondéis. Hermanos, quien corre con el niño, pero sin esta fe, finge de todas todas” 
(Sermón 174, 8).

Creernos inmortales

 “Hasta los impíos gentiles desean ser inmortales, pero no creen que puedan serlo. En verdad, quienes no han recibido la fe han perdido la esperanza de la inmortalidad. No es gran cosa, pues, desear la inmortalidad, pues ese deseo lo tienen incluso los impíos; pero sí es cosa grande creer que seremos inmortales y vivir de tal forma que podamos llegar a la inmortalidad misma. Porque todo hombre quisiera tener, si le fuera posible, el poder de un ángel, pero no su justicia; quiere poseer la inmortalidad, pero no la piedad” 
(Sermón 335 H, 1).

La Esperanza de quien Cree

“La esperanza es propia de quien cree; la posesión, de quien ve. Dile: Tú eres mi esperanza. Con razón dices ahora: Tú eres mi esperanza: crees en él, aún no lo ves; se te promete, pero aún no lo posees. Mientras estás en el cuerpo, eres peregrino lejos del Señor; estás de camino, aún no en la patria. El mismo que gobierna y creó la patria, se ha hecho camino para llevarte a él; dile, pues, ahora: Tú eres mi esperanza. ¿Y luego qué? Mi lote en la tierra de los vivos. Quien ahora es tu esperanza, luego será tu lote” 
(Sermón 313 F, 3).

Vivir de la Fe

 “Considerad cómo lo cumple. Hermanos, yo no pienso haberla alcanzado. Pero una sola cosa. ¿Cuál es esa única cosa sino el vivir de la fe, con la esperanza de la salvación eterna, donde existirá la justicia plena y perfecta, en cuya comparación todo lo transitorio es perjuicio y estiércol… si os creéis justificados por algún progreso de vuestra alma, con la lectura de las Escrituras que os descubra cuál es la verdadera y plena justicia, os halléis culpables, condenéis los bienes presentes por el deseo de los futuros, viváis de la fe, la esperanza y la caridad y comprendáis que lo que todavía creéis aún no lo veis, lo que todavía esperáis aún no lo tenéis y lo que aún deseáis todavía no lo cumplís. Y si tal es la caridad de los peregrinos, ¿cómo será la de los que ya ven la patria?” 
(Sermón 170, 8).

Creeré en quien me justifica

“Prestad atención, os suplico; ved qué claro y cuan a la luz está: A quien cree en aquel que justifica al impío, su fe le es imputada a justicia. A quien crea en aquel que justifica al impío, que transforma al  impío en piadoso; a quien creyere en quien justifica al impío, en quien hace justo al que antes era impío, su fe le es imputada a justicia… Yo creeré en quien me justifica, es decir, en quien justifica al impío. Creo en la seguridad de que mi fe me es imputada como justicia” 
(Sermón 292, 6).

Creer en el corazón

 “De donde se sigue que hemos de creer en el corazón para la justicia y profesar con la boca para la salvación que el mismo hijo unigénito de Dios no sólo nació hombre de hombre, sino que también sufrió todo lo humano hasta la muerte y sepultura… Desde que hemos comenzado a decir que creemos en Jesucristo, su hijo único y Señor nuestro, todo lo restante que se afirma de él no ha de entenderse sino de Jesucristo, el hijo único de Dios y Señor nuestro” 
(Sermón 214, 7).

Primero se cree

 “Así, pues, nadie que no lo haya invocado puede salvarse, y nadie puede invocarlo si antes no ha creído. Tal es el orden lógico: primero se cree en él y luego se le invoca; por eso recibís hoy el símbolo de la fe, norma de vuestro creer, y dentro de ocho días recibiréis la oración  según la cual habéis de invocarle” 
(Sermón 213, 1).

Poner la Fe suficiente

 “Para que conozcáis, hermanos, que es la gracia quien los cumple, nadie presuma de sus propias fuerzas. Esto es presumir de la gracia de Dios. Dios te llama y te ordena lo que has de hacer, pero él da las fuerzas para que puedas cumplir lo que te manda. Por tu parte debes poner la fe suficiente para que te humilles ante la lluvia de la gracia, supliques a Dios, no presumas de nada de lo tuyo, te despojes de Goliat y te revistas de David”
 (Sermón 32, 9).

Declarándose indigno

 “Declarándose indigno, se hizo digno; digno de que Cristo entrase no en las paredes de su casa, sino en su corazón. Pero no lo hubiese dicho con tanta fe y humildad si no llevase ya en el corazón a aquel que temía entrase en su casa. En efecto, no sería gran dicha el que el Señor Jesús entrase al interior de su casa si no se hallase en su corazón”
 (Sermón 62, 1).

Grande es tu fe

“De esta manera retenía presente en su corazón a aquel cuya presencia bajo su techo rechazaba por sentirse indigno. Finalmente, dijo el Señor: No he hallado tanta fe en Israel. También era gentil aquella mujer cananea que, oyéndose llamar perro por el Señor e indigna de que se le arrojase el pan de los hijos, exigió, por su condición de perro, las migajas, y de esta forma mereció no serlo, porque no negó serlo. También ella, en efecto, escuchó de boca del Señor: ¡Oh mujer!, grande es tu fe. La humildad había producido en ella una fe grande, porque se había hecho pequeña” 
(Sermón 203, 2).

Creamos conjuntamente

 “Tal vida no pueden conocerla más que quienes la experimentan; pero no pueden experimentarla más que quienes creen. Si me exigís que os muestre lo que os ha prometido Dios, no me es posible. Sin embargo, habéis oído cómo acaba el evangelio de Juan: Dichosos los que creen sin haber visto. Queréis ver, también yo. Creamos conjuntamente, y lo veremos al mismo tiempo. No seamos duros frente a la palabra  de Dios. ¿Estaría bien, acaso, que Cristo descendiera ahora del cielo para mostrarnos sus cicatrices? Si se dignó mostrarlas a aquel incrédulo, fue para reprender a los que dudaban e instruir a los creyentes del futuro” 
(Sermón 259, 1).

Recibió el Creer

 “Escuchad una prueba más evidente de ello. He aquí que vosotros habéis recibido, por haber creído; ¿qué decir de aquellos que no habían creído todavía, como, por ejemplo, Saulo? Recibió el creer. Comenzó a invocar a Cristo sólo después de haber creído en él. De él recibió el creer; creyendo, el invocarlo; invocándolo, el obtener todo lo demás. ¿Qué pensamos, hermanos? Antes que Saulo obtuviese la fe, ¿oraban o no oraban por él quienes ya habían creído? Si no oraban por él, explíqueseme por qué Esteban dijo: Señor,  no les imputes este pecado. Se oraba tanto por él como por los demás infieles, para que creyesen. Ved que aún no poseían la fe y la recibían por las oraciones de los fieles” 
(Sermón 168, 6).

Creyendo le invocaron

 “Fueron enviados, pues, los predicadores y predicaron a Cristo. Con su predicación los pueblos creyeron; oyendo, creyeron; creyendo, le invocaron. Puesto que se dijo con toda razón y verdad: ¿Cómo van a  invocar a aquel en quien no han creído?, por esto mismo habéis aprendido antes lo que debéis creer y hoy habéis aprendido a invocar a aquel en quien habéis creído” 
(Sermón 57, 1).

Vivir de la Fe


 “¿De dónde le viene al hombre el poder ser justo? ¿De sí mismo? ¿Qué pobre puede darse el pan? ¿Qué hombre desnudo puede cubrirse si no le dan un vestido? No poseíamos justicia alguna; aquí no había más que pecados. ¿De dónde procede la justicia? ¿Qué justicia hay sin fe? Pues el justo vive de la fe. Quien dice que es justo sin tener fe, miente. ¿Cómo no va a ser mentiroso el que carece de fe? Si quiere decir verdad, conviértase a la verdad. Pero la verdad estaba lejos. La verdad ha brotado de la tierra” 
(Sermón 189, 2).

Ordena tu vida

“Pero ahora camina en la fe, ordena tu vida. El está muy en lo alto, fortalece tus alas. Cree lo que aún no puedes ver para merecer ver lo que crees. Vivamos como peregrinos, pensemos que estamos de paso, y no pecaremos. Antes  bien, demos gracias al Señor Dios nuestro, que quiso que el último día de esta vida esté cercano y sea incierto”
 (Sermón 301, 9).

La Fe está segura en Dios

“Aquí son purificados, allí son coronados. Por tanto, permanecerá lo que se significa aunque se vea pasar lo que lo significa. Recibidlo, pues, de manera que penséis en ello, mantengáis la unidad en el corazón y tengáis siempre vuestro corazón fijo en lo alto. No esté vuestra esperanza en la tierra, sino en el cielo; vuestra fe esté segura en Dios, sea agradable a Dios, pues lo que aquí creéis aunque no veis, lo veréis allí donde el gozo no tendrá fin”
 (Sermón 227).

Confesar con la boca

“¿Qué dice, pues, este mínimo? Lo que hemos escuchado hoy: Con el corazón se cree para la justicia y con la boca se hace la confesión para la salvación. Muchos creen de corazón y se avergüenzan de confesarlo con la boca… ¿Qué importa haber creído con el corazón para la justicia, si la boca duda en proferir lo que el corazón ha concebido? Dios ve la fe que hay dentro, pero es poco”
 (Sermón 279, 7).

Edificar la Fe

“Se alejó de ellos corporalmente, a la vez que lo tenían consigo mediante la fe. He aquí el motivo por el que nuestro Señor se ausentó de toda Iglesia y subió al cielo: para edificar la fe. Si no conoces más que lo que ves, ¿dónde está la fe? Si, en cambio, crees hasta lo que no ves, cuando lo veas te llenarás de gozo. Se edifica la fe, porque después se recompensará con la visión. Llegará lo que no vemos; llegará, hermanos, llegará. Atento a cómo vaya a encontrarte. Llegará también el momento por el que preguntan los hombres: «¿Dónde, cuándo, cómo será?» «¿Cuándo sucederá eso?» «¿Cuándo ha de venir?» Ten la seguridad: llegará. Llegará, aunque tú no lo quieras. ¡Ay de los que no lo creyeron! ¡Qué gozo para quienes lo creyeron! ¡Se llenarán de alegría los fieles, y de confusión los infieles!” 
(Sermón 235, 4).

La fe termina en la Visión

“Ved que, cuando hayamos llegado, dejará de existir la fe y la esperanza. Y ¿qué pasará con el amor? La fe aboca en la visión; la esperanza, en la realidad. Allí existirá ya la visión y la realidad, no ya la fe o la esperanza. Y el amor, ¿qué? ¿Acaso puede desaparecer también él? Si ya se inflamaba ante lo que no se veía, cuando lo vea, sin duda, se inflamará más. Con razón, pues, se dijo: Pero el amor es la mayor de todas, porque a la fe le sucede la visión; a la esperanza, la realidad; pero al amor nada le sigue: el amor crece, el amor aumenta, y alcanza su perfección mediante la contemplación” 
(Sermón 359 A, 4).

Tener la Fe y el Amor de Cristo

“Hay quienes solamente se han revestido de Cristo por haber recibido el sacramento, pero están desnudos de él por lo que se refiere a la fe y las costumbres. También son muchos los herejes que tienen el mismo sacramento del bautismo, pero no su fruto salvador ni el vínculo de la paz… Ved que puede darse que alguien tenga el bautismo de Cristo, pero no la fe y el amor de Cristo; que tenga el sacramento de la santidad, y no sea contado en el lote de los santos”
 (Sermón 260 A, 2).

La Fe es el Camino

“Si permaneciese siempre aquí, visible a estos ojos, la fe no merecería elogio alguno. Ahora, en cambio, se dice a un hombre: «Cree». Pero él quiere ver. Se le replica: Cree ahora, para poder ver alguna vez. La fe origina el merecimiento; la visión es el premio. Si quieres ver antes de creer, pides la recompensa antes de realizar el trabajo. Eso que quieres poseer tiene un precio. Tú quieres ver a Dios. El precio de tan gran bien es la fe. ¿Quieres llegar y no quieres caminar? La visión es la posesión; la fe, el camino. Quien rehúsa la fatiga del camino, ¿cómo puede reclamar el gozo de la posesión?” 
(Sermón 359 A, 3).

La Fe de la Iglesia

“El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez, y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. Nadie puede poner otra base fuera de la que ya está puesta, que es Cristo Jesús. Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón” 
(Sermón 215, 1).

La Gracia de la Fe

“Quiso que también los magos, a quienes había dado tan inequívoca señal en el cielo y a cuyos corazones había revelado su nacimiento en Judea, creyesen lo que sus profetas habían hablado de él. Buscando la ciudad en que había nacido el que deseaban ver y adorar, se vieron precisados a preguntar a los príncipes de los sacerdotes; de esta manera, con el testimonio de la Escritura, que llevaban en la boca, pero no en el corazón, los judíos, aunque infieles, dieron respuesta a los creyentes respecto a la gracia de la fe”
 (Sermón 199, 2). 

La Fe y la Realidad

 “Luego, a continuación, dice: Por si de algún modo voy a dar en la resurrección de los muertos. En ella creyó que iba a cumplir toda justicia, es decir, que tendría la justicia plena. En comparación de aquella resurrección, toda la vida que llevamos es estiércol. Escucha todavía al Apóstol, que afirma más claramente: Por si de algún modo voy a dar en la resurrección de los justos. No que ya la haya alcanzado o ya sea perfecto. Y añadió seguidamente: Hermanos, yo no pienso haberla alcanzado. ¡Es de ver cómo establece comparación entre una y otra justicia, una y otra salvación, la fe y la realidad, la peregrinación y la ciudad!”
 (Sermón 170, 7). 

Cree y Poseerás

“No obstante, según pienso, quedó suficientemente claro a vuestra caridad que estamos también justificados en la medida en que lo permite nuestro estado de peregrinación, en el que vivimos de la fe hasta que gocemos de la visión. Se comienza, pues, por la fe, para llegar a la visión: se corre por el camino en busca de la patria. En esta peregrinación dice nuestra alma: Ante ti están todos mis deseos y no se te ocultan mis gemidos. En la patria no habrá lugar alguno para la oración, sino sólo para la alabanza. ¿Por qué no para la oración? Porque nada faltará. Lo que aquí es objeto de fe, allí será objeto de visión; lo que aquí se espera, allí se poseerá; lo que aquí se pide, se recibe allí”
 (Sermón 159, 1). 

En ti está tu Fe

“¿Y dónde está: Dichosos quienes no vieron y creyeron? Mira donde está: está en ti, pues en ti está tu misma fe. ¿O nos engaña el Apóstol que dice que Cristo habita por la fe en nuestros corazones? Ahora habita por la fe, luego por la visión; por la fe mientras estamos en camino, mientras dura nuestro peregrinar. Mientras estamos en el cuerpo, peregrinamos lejos del Señor; caminamos en la fe, no en 
la visión”
 (Sermón 158, 8). 

Desarrolla tu Capacidad

 “Y del Señor viene todo. ¿No cabe pensar, hermanos, que algo mejor guarda para los suyos, que algo mejor apercibe para los fieles, para que lo vean quienes ahora creen sin verlo? Creer antes de ver es
merecer la futura visión. Así que la dilación de los bienes desarrolla tu capacidad, aumenta por el deseo, te dispone a recibir la promesa que tanto anhelas” 
(Sermón 142, 8). 

Te exhorto a creer

 “Tales son los que dicen: ¿Cómo me obligas a creer lo que no veo? Vea yo algo, y creeré. Me mandas creer a ciegas, y yo quiero que la fe me entre por los ojos, no por los oídos. Hable el profeta: Si no creéis, no entenderéis. Tú quieres subir, y te olvidas de las escaleras. ¿No es esto ponerlo todo al revés? ¡Hombre, hombre! Si yo pudiese ponerte las cosas delante de los ojos, no te exhortaría a creerlas” 
(Sermón 126, 2). 

Permanece en la Fe

 “Lo que nos enseñó por medio de sus preceptos, lo mostró en su ejemplo; lo que te mostró en su carne, debes esperarlo para la tuya. Esta es la fe; sostén lo que no ves todavía. Es necesario permanezcas ligado por la fe a lo que no ves, para no haber de avergonzarte cuando llegues a verlo” 
(Sermón 119, 7). 

Cree y camina en la Fe

 “¿Cree, acaso, el que ve? Cree quien no ve, una cosa es creer y otra ver. Cree ya que no ves, a fin de que creyendo lo que no ves merezcas ver lo que crees. Lo que merece  la visión es la fe; la recompensa de la fe es la visión. ¿Por qué exiges la recompensa antes del trabajo? Cree, por tanto, y camina en la fe: tu salvación está en la esperanza. Ha comenzado ya a curarte el mejor médico, aquel para quien no hay 
enfermedad incurable”
 (Sermón 97 A, 2). 

Estar lleno de fe

“Así, pues, tres cosas son las que principalmente nos encarece el Apóstol que construyamos en el hombre interior: la fe, la esperanza y el amor; y, tras haber encomiado las tres virtudes, dice para concluir: La mayor de todas es el amor. Perseguid el amor. ¿Qué es, pues, la fe? ¿Qué la esperanza? ¿Qué el amor? ¿Y por qué es mayor el amor? Según la define cierto texto de las Escrituras, la fe es el contenido de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. Quien espera algo, aún no posee lo que espera, pero mediante la fe se hace semejante a quien lo posee. La fe es, dice, el contenido de lo que se espera; aún no es la realidad misma que poseeremos, pero la fe está en su lugar. No se puede decir que no tiene nada quien tiene la fe o que está vacío quien se encuentra lleno de fe. Por eso es grande la recompensa de la fe: porque, aunque no ve, cree” 
(Sermón 359 A, 3).

Esa Palabra es tu adversario

"¿Quién es, pues, este adversario? La palabra de Dios. Esa palabra de Dios es tu adversario. ¿Y por qué es tu adversario? Porque prescribe todo lo contrario de lo que tú haces… Cuando ordena esto, la palabra de Dios es el adversario. Porque no quieren los hombres hacer lo que quiere la palabra de Dios. ¿Por qué digo que es el adversario la palabra de Dios al mandar eso? Temo que yo mismo me convierta en adversario de algunos por decir estas cosas. ¿Y qué me importa? Hágame fuerte aquel que me intima el hablar, sin temer a las quejas de los hombres" 
(Sermón 9, 3).

Te formó la Palabra de Dios

"La Escritura llamó a la lengua fuego. Al hablar la Escritura sobre la persecución, dice refiriéndose a los mártires matados: Los probó como oro en el fuego y los recibió como ofrenda de holocausto. Oye cómo la lengua de los aduladores es tal fuego: El oro y la plata se prueban por el juego; pero el varón, por la boca de los que le alaban. La persecución es fuego; la alabanza también. De ambos te conviene salir puro, intacto. Te quebró quien te ultrajó; te rompiste en el horno como vaso quebradizo. Te formó la palabra de Dios y vino la tentación de la tribulación; lo que está modelado conviene que sea cocido; si está bien modelado, se acerca al fuego para que le dé consistencia" 
(Comentario al salmo 69, 5).

Sudemos oyendo

"Oír y anunciar la palabra de la verdad es trabajoso. Pero toleraremos este trabajo, hermanos, con buen ánimo si nos acordamos de la sentencia del Señor y de nuestra condición.Desde el mismo origen del género humano oyó el hombre, mas no del hombre mentiroso ni del diablo seductor, sino de la misma verdad, de la boca de Dios: Con el sudor de tu rostro comerás tu pan. Por tanto, si nuestro pan es la palabra de Dios, sudemos oyendo para no morir ayunando" 
(Comentario al Salmo 32, 2, s.2, 1).

La Palabra libra de lazos

"La palabra de Dios que se halla en el corazón libra de lazos, de camino malo y de ruina. Contigo está Aquel de quien su palabra no se aparta de ti. ¿Qué mal padecerá aquel a quien guarda Dios?"
 (Comentario al Salmo 36, s.3, 12).

Permanezcamos en sus palabras


"Permanezcamos en sus palabras para no ser confundidos cuando venga. En el Evangelio dice a los que creen en Él: Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Y como si le preguntasen: ¿Qué provecho nos reporta?, responde: Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará. Ahora nuestra salud se basa en la esperanza, no en la realidad, pues aún no tenemos lo que se nos prometió, sino que lo esperamos venidero. Fiel es el promitente; no te engaña. Únicamente no desfallezcas; espera la promesa. La verdad no puede engañar" 
(Comentario a Epístola de Juan 4, 2).

Escuchar las cosas claras

"A la lectura evangélica de ayer, sobre la cual dijimos lo que el Señor nos manifestó, sigue la de hoy, de la que hablaremos lo que el Señor nos conceda. Hay en las Escrituras algunas cosas tan claras, que más piden quién las escuche que quién las exponga. No conviene que en éstas nos detengamos, para que haya tiempo de explicar las que necesitan más detención" 
(Comentario a Juan 50, 1).

La Escritura es campo edificable

"El Señor, en un lugar de su Evangelio, dice que el sabio auditor de su palabra debe asemejarse al hombre que, queriendo construir un edificio, ahonda cavando hasta llegar a la estable y firme roca y sobre ella levanta ya con seguridad su fábrica contra la violencia impetuosa de las aguas. Y así, cuando esas aguas se lancen con violencia sobre ella, se estrellan contra su solidez antes que convertir en ruinas aquella construcción. Hay que pensar que la Escritura divina es como un campo en el que se va a levantar un edificio. No hay que ser perezoso ni contentarse con edificar sobra la superficie; hay que cavar muy hondo, hasta llegar a la roca viva. Esta roca viva es Cristo"
(Comentario a Juan 23, 1).

Penetrar en la Palabra

"Esto nos llena de turbación; mas con esta nuestra turbación no dejemos de sudar y de trabajar, y con el sudor llegaremos a purificarnos. Esforcémonos, cuanto con el socorro de Dios podamos, en penetrar en el abismo profundo de estas palabras. Tal vez sea temeridad querer discutir y escudriñar las palabras de Dios. Pero ¿para qué se dicen sino para que se sepan? Y ¿para qué han sonado sino para que se oigan? Y ¿para qué se oyen sino para que se entiendan? Que nos dé, pues, Él fuerzas y que nos conceda algo, cuanto Él se digne, y si aun con esto llegamos a la fuente, bebamos de los riachuelos" 

(Comentario a Juan 21, 12).

Dirigir la mirada a la Escritura

"Las montañas nos sirven de lo que reciben. Nuestra esperanza debe ponerse en la fuente misma de donde ellas fluyen. Cuando dirigimos nuestra mirada a las Escrituras, que nos han sido servidas por medio de los hombres, levantamos los ojos a lo alto, de donde nos viene el consuelo. Quienes escribieron las Escrituras eran hombres; su luz era recibida. La verdadera luz era Aquel que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" 
(Comentario a Juan 1, 6).

No vivir de otra cosa que del Evantelio

"Queda, pues, bien claro que no fue un precepto, sino una facultad concedida a los apóstoles no vivir de otra cosa que del Evangelio; y de aquellos en quienes con la predicación del Evangelio sembraban bienes espirituales, recogiesen los materiales, esto es, lo necesario para su corporal sustento, y, como soldados de Cristo, recibiesen de sus proveedores la soldada. Con este motivo, este mismo soldado de Cristo había dicho poco antes acerca de esto: ¿Quién sirve en la milicia a sus propias expensas? Y esto es lo que él hacía, porque trabajaba más que todos" 
(Comentario a Juan 122, 3).

Ejecutad su Palabra

"Bendecid al Señor vosotros, vosotros todos los ángeles, todos los poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra; todos sus ejércitos, todos sus ministros, que hacéis su voluntad. Pues todos los que viven mal, aunque no muevan su lengua, maldicen al Señor con su vida. ¿De qué sirve que tu lengua cante alabanzas, si tu vida viola todo lo santo? Viviendo mal, indujiste a blasfemar a muchas lenguas. Tu lengua se entrega al canto de alabanzas, y las de los demás, que te contemplan, a blasfemar. Luego, si quieres bendecir al Señor, ejecuta sus órdenes, cumple su voluntad” 

(Comentario al salmo 102, 28).

Edificar sobre roca

“Hermanos míos, que vinisteis con entusiasmo a escuchar la palabra: no os engañéis a vosotros mismos a la hora de cumplir lo que escucháis. Pensad que, si es hermoso oírla, ¡cuánto más será el llevarla a la práctica! Si no la escuchas, si no pones interés en oírla, nada edificas. Pero si la oyes y no la llevas a la práctica, edificas una ruina… Por tanto, el escuchar la palabra y cumplirla equivale a edificar sobre roca. El sólo escuchar es ya edificar"

(Sermón 179, 8)

Abre la Escritura quien quita el velo

"La valla que respetan es la divina Escritura. ¿Y quién abre la Escritura sino aquel a quien se pasa para que le quite el velo? Ha llegado el tiempo del destape de éstos, es decir, de su exteriorización y manifestación, cuando llegue el Señor e ilumine los escondrijos de las tinieblas y manifieste los proyectos de los corazones, y entonces cada uno obtendrá la alabanza de Dios. Sólo Él hará esto a su tiempo: porque cuando se manifieste Él, que es nuestra vida, entonces también nosotros nos manifestaremos gloriosos con Él. Y los conducirá sobre el edificio: quien hará que posean lo que aquí dejaron edificado. Porque aquel cuya vivienda se mantiene firme recibirá su premio"
(Anotaciones a Job, 38, 33).

Estoy al servicio de la Palabra

"Se han clavado en mi cuerpo las saetas del Señor. Trátase de las Palabras de Dios que traspasan el alma cuando intiman la confesión... Así pues, estas palabras son comida del que las desea; es decir, son una ayuda, pero nunca del que tiene impaciencia en el dolor. ¿Se come el pan sin sal? Como si se le preguntara: ¿Por qué dices todo esto de modo figurado? Y la respuesta es: Porque si lo dijera a título personal resultaría un plato insípido. ¿Tienen sabor las palabras vanas? Se refiere a las conversaciones frívolas de los hombres, porque las palabras de Dios son pan, pero pan celestial. Mi alma no puede estar ociosa. Al igual que el pan sin sal es inaguantable, así estoy ahora al servicio de la palabra de Dios, a tenor del texto: ¿Cómo oirán si nadie les predica? Porque estoy viendo mis alimentos malolientes como el hedor del león.Porque mis palabras son malolientes y apestan como el león, sea a causa de la soberbia que los hace jactanciosos, sea porque, al abrazar las realidades carnales, los que se gozan de sus propias palabras apestan como el león"

(Anotaciones a Job, 6).

Meditación para el tiempo de Pascua

Puedes descargar la meditación que hemos preparado para este tiempo de Pascua aquí.


Este sería el esquema


LA PASCUA.

1.      El misterio pascual à Sermón 220
La fe en la resurrección à La Trinidad 2,17,26.
            La resurrección ha de ser celebrada à Sermón 220.
                        La vigilia símbolo de eternidad à Sermón 223 I
            Vigilar en la noche pascual à Sermón 219.
             La pascua es participar en la alegría à Sermón 223 G,1
                        Pasar de la muerte a la vida à Sermón 229 D,1-2.

2.      El encuentro con el resucitado à Sermón 235,3.
La experiencia post-pascual à Sermón 236 A,4.
            Los discípulos de Emaús à Sermón 232 I,6
                        Cristo les devuelve la esperanza à Comentario al salmo 147,17.
            Reconocer a Cristo en el pan partido à Sermón 228 B,2.

3.      La alegría pascual à Sermón 255,1.5.
La gran obra es la alabanza à Comentario al salmo 44,9.
            El cántico nuevo à Comentario al salmo 32,2, s.1,8.
                        El tiempo del aleluya à Sermón 229 B,2.
            Vivir la alegría pascual à Sermón 256,1.
            La verdadera resurrección del hombre à La Trinidad 4,3,5-6.
            Por la resurrección somos miembros de Cristo à Sermón 224.