Ved que Alegría

"Ved qué alegría, hermanos míos;
alegría por vuestra asistencia,
alegría de cantar salmos e himnos,
alegría de recordar
la pasión y resurrección de Cristo,
alegría de esperar la vida futura.

Si el simple esperarla nos causa tanta alegría, ¿qué será el poseerla?
Cuando estos días escuchamos el 'Aleluya', ¡cómo se transforma el espíritu! ¿No es como si gustáramos un algo de aquella ciudad celestial?
Si estos días nos producen tan grande alegría, ¿qué sucederá aquel en que se nos diga:
Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino; cuando todos los santos se encuentren reunidos,
cuando se encuentren allí quienes no se conocían de antes, se reconozcan quienes se conocían;
allí donde la compañía será tal que nunca se perderá un amigo ni se temerá un enemigo?"
 (Sermón 229 B,2).

Nos alegramos en Esperanza


"El ejercicio de nuestra vida presente debe tender a alabar a Dios, porque el regocijo sempiterno de nuestra vida futura será la alabanza de Dios; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura si no se hubiere ejercitado ahora en orden a ella.

Ahora alabamos a Dios, pero también le pedimos. Nuestra alabanza lleva consigo el gozo, la oración, el gemido. Se nos prometió algo que aún no tenemos; pero como es veraz el que prometió, nos alegramos en esperanza; sin embargo, como todavía no lo poseemos, gemimos en el deseo. Nos conviene perseverar en el deseo hasta que llegue lo prometido, y así desaparecerá el gemido y le sustituirá únicamente la alabanza.

Por estos dos tiempos: por el uno, que tiene lugar ahora en las tentaciones y tribulaciones de esta vida, y por el otro, que sobrevendrá entonces en seguridad y gozo perpetuo, se estableció también aquí la celebración de estos dos tiempos, el uno antes de la Pascua, y el otro después de la Pascua.

El que se estableció antes de la Pascua simboliza la tribulación, en la que ahora nos hallamos; el que ahora vivimos, después de la Pascua, simboliza la Bienaventuranza, en la que estaremos después. El que celebramos antes de la Pascua, representa el que ahora tenemos; el que celebramos después de la Pascua, significa lo que ahora no tenemos.

Por eso nos ejercitamos en el primero con ayunos y oraciones; pero, pasados los ayunos, dedicaremos el tiempo a las alabanzas. Y esto es el Aleluya que ahora cantamos, cuya palabra, cosa sabéis se traduce por alabad al Señor”
(Comentario al salmo 148,1).

Alaba a Dios


"La máxima obra del hombre es alabar a Dios.
A Él le corresponde agradarte con su rostro, y a ti alabarle con la acción de gracias.

Si tus obras no alaban a Dios, comienzas a alabarte a ti mismo. Y perteneces a aquellos de quienes dice el Apóstol: Son hombres egoístas.

Desagrádate a ti mismo y te agrade el que te hizo, porque en Él te desagrada lo que en ti hiciste. Luego sea tu obra la alabanza de Dios, prorrumpa tu corazón palabra buena.

Di, pues, tus obras al rey, porque el rey hizo que las dijeses y te dio lo que ofreces.
Dale de lo tuyo; no pretendas, recibida la parte de tu herencia, alejarte y malgastarla y apacentar cerdos.

Recordad lo que dice el Evangelio, pues también se dijo de nosotros, Había muerto, y revivió; se había perdido, y fue encontrado"
(Comentario al salmo 44,9).

El gozo de la Esperanza


“He aquí que la esperanza nos amamanta, nos nutre, nos afianza y nos consuela en esta afanosa vida. Viviendo en esta esperanza, cantamos el Aleluya. Ved cuánto gozo causa la esperanza.

¡Cómo será la realidad! ¿Preguntas cómo será? Escucha lo que sigue:
Se embriagarán de la abundancia de tu casa. Esto es lo que esperamos.
Sentimos hambre y sed de ella; es preciso saciarla. Pero el hombre está en camino, y la saciedad en la patria.

 ¿Cuándo seremos saciados? Me saciaré cuando se manifieste tu gloria. Actualmente está oculta la gloria de nuestro Dios, la gloria de nuestro Cristo, y con ella está escondida la nuestra. Pero cuando aparezca Cristo, vuestra vida, también vosotros apareceréis con él en la gloria.

Entonces será realidad el Aleluya, ahora lo poseemos sólo en esperanza. La esperanza es la que lo canta; el amor lo canta ahora, y lo cantará también entonces; pero ahora lo canta el amor hambriento, y entonces lo cantará el amor gozoso.

¿Qué es entonces el Aleluya, hermanos míos? Ya os lo he dicho: es la alabanza de Dios. Ahora escucháis una palabra, y el escucharla os deleita, y, envueltos en el deleite, alabáis.

Si tanto amáis la rociada, ¡cómo amaréis la fuente misma!"
(Sermón 255, 5).

Recibe a este huésped


"Mira con vistas a qué has de gemir.
Desprecia tu propio espíritu, recibe el Espíritu de Dios. No ha de temer tu espíritu que, cuando comience a habitar en ti el Espíritu de Dios, vaya a sufrir estrecheces en tu cuerpo.
Cuando el Espíritu de Dios comience a habitar en tu cuerpo, no expulsará de él a tu propio espíritu; no tengas miedo...
Acoge al rico Espíritu de Dios; te sentirás dilatado, nunca en estrecheces; al llenar mi celda, no me expulsaste a mí, sino a la estrechez que padecía.
Cuando dice: La caridad de Dios ha sido derramada, con este último término se indica anchura.
No temas hallarte en estrecheces, recibe a este huésped, pero no pensando en uno que está de paso. Nada va a darte en el momento de la partida. Al venir habite en ti y éste es su don.
Hazte suyo, que no te abandone ni se aleje de ti; sujétale de todas todas y dile: Señor, Dios nuestro, poséenos"
(Sermón 169,15). 

Camina a vuestro lado


"Eso esperabais; ¿habéis perdido ya la esperanza? Habéis caído de la altura de vuestra esperanza. Quien camina a vuestro lado os levanta.
Eran sus discípulos, le habían escuchado, habían vivido con Él, le reconocían como maestro, habían sido instruidos por Él, y no fueron capaces de imitar y tener la fe del ladrón colgado en la cruz...
Dudaron quienes vieron a Cristo resucitar muertos y creyó él en quien veía que colgaba del madero a su lado. Cuando aquellos dudaron, precisamente creyó él… El ladrón dice: Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. No sólo creía que iba a resucitar, sino hasta que iba a reinar.
A un hombre colgado, crucificado, ensangrentado y pegado al madero le dice: Cuando llegues a tu reino. Y aquellos discípulos, en cambio: Nosotros esperábamos.

Donde el ladrón encontró la fe, allí la perdió el discípulo"
(Sermón 232,5-6)

Reconocer al Señor en la Fracción del Pan


"Atención, hermanos; ¿dónde quiso que le reconocieran?
En la fracción del pan. No nos queda duda: partimos el pan y reconocemos al Señor…
Cuando el Señor hablaba con ellos, no tenían ni siquiera fe, puesto que no creían que hubiese resucitado, ni tenían esperanza de que pudiera hacerlo. Habían perdido la fe y la esperanza.
Muertos ellos, caminaban con el vivo; los muertos caminaban con la vida misma. La vida caminaba con ellos, pero en sus corazones aún no residía la vida.
También tú, pues, si quieres poseer la vida, haz lo que hicieron ellos para reconocer al Señor. Lo recibieron como huésped… Dale hospitalidad si quieres reconocerlo como salvador.
La hospitalidad les devolvió aquello de lo que les había privado la incredulidad.
Así, pues, el Señor se hizo presente a sí mismo en la fracción del pan. Aprended dónde debéis buscar al Señor, dónde podéis hallarlo y reconocerlo: cuando lo coméis. "
(Sermón 235, 3).

Se hizo para vosotros Camino

"Entonces les abrió las Escrituras, pensando en las cuales habían dicho llenos de desesperación: Nosotros esperábamos que Él redimiera a Israel. ¡Lo esperabais, oh discípulos; ya no lo esperáis!

Ven tú, ladrón, amonesta a los discípulos.
¿Por qué habéis perdido la esperanza por haberle visto crucificado, por haberle contemplado colgado, por haberle considerado débil? Así lo reconoció el ladrón, pendiente de la cruz también, creyendo al instante en aquel compañero de suplicio; vosotros, en cambio, habéis olvidado al autor de la vida. Llámalos, ¡oh ladrón!, desde la cruz; tú, criminal, convence a los santos. ¿Por qué a ellos? Nosotros esperábamos que iba a redimir a Israel. ¿Por qué el ladrón? Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

Esperabais, pues, que Él iba a redimir a Israel. Si Él va a redimir a Israel, vosotros habéis caído; pero Él levanta, no abandona.
Quien se convirtió en vuestro compañero de camino, se hizo para vosotros camino"
(Sermón 236A, 4).

Aleluya, Canto para el Camino


"Espero no seros molesto recordándoos lo que ya sabéis, de la misma manera que repetimos diariamente el Aleluya y diariamente nos causa satisfacción.

Sabéis que Aleluya se traduce por alabad a Dios. De esta forma, cantando lo mismo y con idénticos sentimientos, nos animamos recíprocamente a alabar al Señor.
Sólo a Él puede alabarle el hombre tranquilamente, porque nada tiene que pueda desagradarle.

También en este tiempo de nuestra peregrinación cantamos el Aleluya como viático para nuestro solaz; el Aleluya es ahora para nosotros cántico de viajeros.
Nos dirigimos por un camino fatigoso a la patria tranquila, donde, depuestas todas nuestras ocupaciones, no quedará más que el Aleluya"
(Sermón 255,1).

Participar de este altar


"Así, pues, Cristo nuestro Señor, que en su pasión ofreció por nosotros lo que había tomado de nosotros en su nacimiento, constituido príncipe de los sacerdotes para siempre, ordenó que se ofreciera el sacrificio que estáis viendo, el de su cuerpo y sangre.

En efecto, de su cuerpo, herido por la lanza, brotó agua y sangre, mediante la cual borró los pecados del mundo. Recordando esta gracia, al haber realizado la liberación de vuestros pecados, puesto que es Dios quien la realiza en vosotros, acercaos con temor y temblor a participar de este altar.


Reconoced en el pan lo que colgó del madero, y en el cáliz lo que manó del costado.
En su múltiple variedad, aquellos antiguos sacrificios del pueblo de Dios figuraban a este único sacrificio futuro"
(Sermón 228 B, 2).

Celebremos diariamente la Pascua


Toda la enseñanza para obtener nuestra paz está en aquel por cuyas llagas hemos sido sanados.
Por tanto, amadísimos, celebremos diariamente la Pascua meditando asiduamente todas estas cosas.
La importancia que concedemos a estos días no debe ser tal que nos lleve a descuidar el recuerdo de la pasión y resurrección del Señor cuando cada día nos alimentamos con su cuerpo y sangre; con todo, en esta festividad el recuerdo es más brillante; el estímulo, más intenso, y la renovación, más gozosa, porque cada año nos coloca, como ante los mismos ojos, el recuerdo del acontecimiento.
Celebrad, pues, esta fiesta transitoria y pensad que el reino futuro ha de permanecer por siempre.
Si tanto nos llenan de gozo estos días pasajeros en los que recordamos con devota solemnidad la pasión y resurrección de Cristo, ¡qué dichosos nos hará el día eterno en que le veremos a Él y permaneceremos con Él, día cuyo solo deseo y expectación presente ya nos produce alegría!" (Sermón 229D, 2).

Vivamos para Dios


"Cristo sufrió la pasión;muramos al pecado; 
Cristo resucitó;vivamos para Dios; 
Cristo pasó de este mundo al Padre: no se apegue aquí nuestro corazón,antes bien sígale al cielo; 
nuestra cabeza pendió del madero: crucifiquemos la concupiscencia de la carne; 
yació en el sepulcro: sepultados con él, olvidemos el pasado;
está sentado en el cielo; transfiramos nuestros deseos a las cosas sublimes; 
ha de venir como juez: no llevemos el mismo yugo que los infieles;
ha de resucitar también los cadáveres de los muertos: merezcamos la transformación del cuerpo transformando la mente; 
pondrá a los malos a su izquierda y a los buenos a su derecha: elijamos nuestro lugar con las obras; 
su reino no tendrá fin: no temamos en absoluto el fin de esta vida"
                                 (Sermón 229D, 1).

Satisfacción en el Vaticano tras el encuentro con bloggers

Video publicado por Romreports

Allí tuvimos la suerte de estar, para descubrir en persona el "ministerio del bloguero"

Celebrar a los santos para imitarlos

"No hay que pensar que se otorga algo a los mártires por el hecho de celebrar estas fiestas. Ellos no tienen necesidad de nuestras festividades, porque gozan en los cielos en
compañía de los ángeles; pero gozan con nosotros no si los honramos, sino si los imitamos. 
El mismo hecho de honrarlos a ellos es de provecho para nosotros, no para ellos. Pero honrarlos y no imitarlos no es otra cosa que adularlos mentirosamente.

Con esta finalidad ha dispuesto estas festividades la Iglesia de Cristo: para que a través de ellas la comunidad de los miembros de Cristo se sienta invitada a imitar a los mártires de Cristo. Esta es, sin duda alguna, la utilidad de esta fiesta, no otra.

Si luego se nos propone, para que lo imitemos, el ejemplo de Jesucristo, aquí replica la fragilidad humana: «¿En qué nos parecemos Cristo y yo? Aunque él es carne, es, sin embargo, Palabra y
carne, pues la Palabra se hizo carne para habitar entre nosotros; asumió la carne, pero no dejó la Palabra; recibió lo que no era sin perder lo que era.

Para quitar toda excusa a la fragilidad carente de
fe, los mártires nos han abierto un camino empedrado. Había de ser pavimentado con piedra tallada para que caminásemos tranquilos por él. Esto fue obra de los mártires, que lo realizaron con su sangre y sus confesiones". 
(Sermón 325, 1)

AUGUSTINUM HIPPONENSEM

Con motivo del XVI centenario de la conversión de San Agustín, el beato Juan Pablo II escribió una carta apostólica: "AUGUSTINUM HIPPONENSEM"


"Cristo, hombre-Dios es el único mediador entre Dios justo e inmortal y los hombres mortales y pecadores, pues es mortal y justo contemporáneamente; por lo tanto es la vía universal de la libertad y de la salvación. Fuera de esta vía, que "nunca faltó al género humano, nadie ha sido jamás liberado, nadie es liberado, nadie será liberado".
La mediación de Cristo se realiza en la redención, que no consiste sólo en el ejemplo de justicia, sino sobre todo en el sacrificio de reconciliación que fue absolutamente verdadero, libérrimo , perfectísimo . La redención de Cristo tiene como carácter esencial la universalidad, la cual demuestra la universalidad del pecado. En este sentido Agustín repite e interpreta las palabras de San Pablo: "Si uno murió por todos, luego todos son muertos" (2 Cor 5, 14), muertos a causa del pecado. "Toda la fe cristiana consiste, pues, en la causa de dos hombres", "uno y uno: uno que lleva a la muerte, uno que da la vida". De donde se sigue que "todo hombre es Adán, como en los que creen todo hombre es Cristo"."

http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_26081986_augustinum-hipponensem_sp.html

Contemplación del Padre

"Porque Jesucristo hombre, mediador entre Dios y los hombres, ha de conducir a todos los justos, en los cuales reina ahora por fe, a la contemplación denominada por el Apóstol facial, se dice: 'cuando entregue el reino a Dios Padre', que es decir: cuando conduzca a los creyentes a la contemplación de Dios Padre. 
Dice: Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelárselo. El Padre será revelado por el Hijo cuando destruya todo principado, toda dominación y todo poder; es decir, cuando sean innecesarias las semejanzas distribuidas por angélicos principados, potestades y virtudes" (La Trinidad 1, 8, 16).

Oremos humildemente

"Esta solemnidad tan grande y tan santa nos exhorta, amadísimos, a velar y a orar. En efecto, nuestra fe está en lucha contra la noche de este mundo a fin de evitar que nuestros ojos interiores se duerman en la noche del corazón… 

En esta vida celebramos la muerte de aquel cuya vida esperamos para después de esta muerte. Así, pues, traigamos a la memoria la humildad de nuestro Señor Jesucristo mediante nuestra propia humildad. 

Velemos humildemente, oremos humildemente, con fe devotísima, esperanza firmísima y caridad ardentísima, pensando en el día que ha de poseer nuestra claridad si nuestra humildad convierte la noche en día. Dios, por tanto, que dijo que la luz brillase en medio de las tinieblas, hágala brillar en nuestros corazones para hacer interiormente algo semejante a lo que hemos hecho con las antorchas encendidas en esta casa de oración. Adornemos con las antorchas de la justicia la auténtica morada de Dios, nuestra conciencia. Pero no lo hagamos nosotros, sino la gracias de Dios con nosotros" (Sermón 223 I).

Mi riqueza es vuestra vida santa

"Ayer advertí e hice ver a vuestra caridad que la resurrección de Cristo se realiza en nosotros si vivimos bien, si muere nuestra antigua vida mala y progresa a diario la buena… ¿Por qué te has dañado a ti mismo? ¿Por qué sientes que debes tratarte mal a ti mismo? Entre todos tus bienes, ninguno quieres que sea malo, a excepción de ti mismo… ¿Qué queréis? Yo cumplo con mi deber y busco el fruto en vosotros. De vosotros sólo quiero el gozo de vuestras obras, no dinero. No me hace rico quien vive bien. No obstante, viva bien y me haré rico. Mis riquezas no son otras que vuestra esperanza en Cristo. Mi gozo, mi descanso y alivio en mis dificultades y en mis pruebas no es otro que vuestra vida santa. Os suplico que, si os habéis olvidado de vosotros mismos, os compadezcáis, al menos, de mí" (Sermón 232,8).

Vino la vida a la muerte

"La resurrección de nuestro Señor Jesucristo es nueva vida para los que creen en Jesús. Y este es el misterio de su pasión y resurrección, que debéis conocer bien y vivirlo. Pues no sin motivo vino la vida a la muerte; no sin motivo, la fuente de la vida, de la que se bebe para vivir, bebe este cáliz que no le correspondía... Jesucristo el Señor, vino a  morir, no a pecar. Participando de nuestra pena sin culpa, deshizo la culpa y la pena. ¿Qué pena deshizo? La que merecíamos para después de esta vida. Así, pues, fue crucificado, para mostrar en la cruz la muerte de nuestro hombre viejo, y resucitó, para mostrar en la vida la novedad de nuestra vida… El Señor yació en el sepulcro el día del sábado, es decir, el séptimo, y resucitó al octavo. Su resurrección nos renueva" (Sermón 231, 2).

Resucite la vida nueva

"Del mismo modo que su pasión era símbolo de nuestra antigua vida, así su resurrección encierra el misterio de la vida nueva… Has creído y te has bautizado: murió la vida antigua, recibió la muerte en la cruz, fue sepultada en el bautismo. Ha sido sepultada la vida antigua, en la que viviste mal; resucite la nueva. Vive bien; vive para vivir; vive de manera que, cuando mueras, no mueras… Hermanos míos, reflexionad sobre lo que estoy diciendo: quien es amigo de la enfermedad es enemigo del médico. Si enfermas en el cuerpo y viene el médico a ejercer su profesión, dime lo que pretende con su venida; ¿qué quiere sino sanarte? Si es amigo tuyo, necesariamente ha de ser enemigo de la fiebre; pues si ama tu fiebre, no te ama a ti. Él odia, por tanto, tu fiebre; para luchar contra ella entró en tu casa, subió a tu habitación, se acercó a tu lecho, te tomó el pulso, te dio consejos, te recetó medicamentos y te los aplicó; todo lo hizo para luchar contra ella, todo por ti. Si Él hizo todo eso contra la fiebre y en bien tuyo, amando la fiebre, sólo tú estarás contra ti… Lejos de nosotros pensar que Cristo médico vaya a ser vencido en aquellos a los que conoció de antemano y a los que predestinó" (Sermón 229 E, 3).

Cristo murió por nosotros

"Sabemos, hermanos, y retenemos con fe inquebrantable que Cristo murió una sola vez por nosotros; el justo por los pecadores, el Señor por los siervos, el libre por los cautivos, el médico por los enfermos, el dichoso por los desdichados, el rico por los pobres, el que los busca por los perdidos, el redentor por los vendidos, el pastor por el rebaño y, lo más maravilloso de todo, el creador por la criatura. Mantuvo lo que es desde siempre, entregó lo que en Él había sido hecho; Dios oculto, hombre visible; dador de vida por su poder, sometido a la muerte por su debilidad; inmutable en su divinidad, pasible en su carne; como dice el Apóstol: Quien fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Sabéis que esto tuvo lugar una sola vez. Con todo, como si tuviera lugar más veces, esta fiesta solemne repite cada cierto tiempo lo que la verdad proclama mediante tantas palabras de la Escritura, que se dio una sola vez. Pero no se contradicen la realidad y la solemnidad, como si esta mintiese y aquella dijese la verdad" (Sermón 220).

Celebremos la Pascua

"Celebramos en esta vigilia, amadísimos hermanos, la solemnidad anual de aquella noche en que Jesucristo el Señor resucitó de entre los muertos. No trato de enseñároslo ahora, sino que, como ya lo sabéis, os exhorto a no olvidarlo. Y como la festividad misma con su retorno solemne en la fecha oportuna no nos enseña nada nuevo, pero evita que el olvido borre lo que ya sabemos -pues renueva el recuerdo, sin añadir conocimiento alguno-, del mismo modo, mis palabras, aunque no se dirigen a gente ignorante, requieren, no obstante, su atención, pues no pretendo que oigáis algo que os sea desconocido, pero sí que recordéis con gozo lo que sabéis" (Sermón 223 F,1).