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Dos Nacimientos

"Mira, estaba aquí y estaba en el cielo. Estaba aquí por su carne y por su divinidad, estaba en el cielo; mejor dicho, por su divinidad estaba en todas las partes. Nace de la madre sin que se aleje del Padre. Conocemos dos nacimientos de Cristo: uno divino, otro humano; uno por el que nos creó, y otro por el que nos recreó. Los dos son admirables; aquel sin madre y este sin padre... ¡Ea, hermanos! Dios ha  querido ser hijo del hombre y ha querido también que los hombres sean hijos de Dios. Por nosotros bajó El mismo, subamos nosotros por El. Sólo subió y bajó el que dice: Nadie subió al cielo sino quien descendió del cielo. ¿No subirán al cielo los que son hechos hijos de Dios? Subirán sin duda; tenemos esta promesa: Serán como los ángeles de Dios. ¿Cómo, pues, no sube sino el que baja? Porque no hay más que uno solo que sube y baja. ¿Qué pensar de los demás sino que serán sus miembros, para que sea uno el que sube?"
Comentario al evangelio de Juan 12, 8.

Hijo de Dios y del hombre

"Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios e hijo del hombre, en cuanto
nacido del Padre sin madre, creó todos los días; en cuanto nacido de
madre sin padre, hizo sagrado este día. En su nacimiento divino es
invisible, visible en el humano, y en uno y otro admirable. En
consecuencia, es difícil afirmar a cuál de los dos nacimientos se
refiere lo predicho por el profeta: Su generación, ¿quién la narrará?:
si a aquel en que nunca estuvo sin nacer siendo coeterno al Padre, o a
éste, en el que nació en el tiempo después de haber hecho a la madre
en la que iba a ser hecho" (Sermón 195, 1).

Vino Pobre

Vino a tener hambre y a alimentar, vino a tener sed y a dar de beber, vino a vestirse de nuestra mortalidad y a vestir de inmortalidad, vino pobre para hacer ricos. Con todo, no perdió sus riquezas al tomar nuestra pobreza, porque en Él se encuentran encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Si tuviere hambre, no te lo diré, porque mío es el orbe de la tierra y cuanto contiene. No trabajes en vano buscando algo que darme, porque sin trabajo tengo todo lo que quiero
(Comentario al Salmo 49, 19).

Dame una lámpara

Dame una lámpara que dé testimonio del día; pero engrandece hasta el límite esta lámpara, de modo que quien sea más que ella sea ya día: Entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista. ¡Oh Providencia inefable! A mí, hermanos, cuando pienso estas cosas, me llena más de admiración lo que afirma Juan de Cristo, según atestigua el evangelio: No soy digno de desatar la correa de su calzado. ¿Qué puede decirse que incluya mayor humildad? ¿Qué hay más excelso que Cristo? ¿Qué más humilde que un crucificado? El que tiene la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo se mantiene en pie y le escucha, y se llena de gozo por la voz del esposo, no por la suya… Llegan algunos a Juan y le dicen: Aquel de quien tú diste testimonio bautiza, y todos se van a él, para que, como rival envidioso de Cristo, hablase mal de él. Pero en esa ocasión la lámpara arde más vigorosamente, resplandece con mayor claridad, se nutre mejor: a mayor distinción, mayor seguridad. Ya os he dicho, respondió, que yo no soy el Cristo. Quien tiene la esposa es el esposo; quien ha venido del cielo está por encima de todos. Los que creían en Cristo se llenaban de admiración, mientras que sus enemigos quedaban confundidos precisamente entonces, cuando se sentía impulsado a anunciarlo quien podía creerse que sintiera celos por él. El siervo se ve obligado a reconocer al Señor, y la criatura a dar testimonio del Creador; mejor, no se siente obligado, sino que lo hace libremente, pues es un amigo, no un envidioso; no mira por sí mismo, sino por el esposo”
 (Sermón 293, 6).

La Natividad del Señor

En primer lugar, debes saber que el día de la Natividad del Señor no se celebra como sacramento. Sólo se hace conmemoración del nacimiento, y para eso basta señalar, como festividad, el día correspondiente del año en que el suceso tuvo lugar. Hay sacramento en una celebración cuando la conmemoración se hace de modo que se sobrentienda al mismo tiempo que hay un oculto significado y que ese significado debe recibirse santamente. Cuando celebramos la Pascua, no nos contentamos con traer a la memoria el suceso, esto es, que Cristo murió y resucitó. En la celebración de ese sacramento ejecutamos las demás cosas que el sacramento entraña... Lo que se celebra, pues, en la pasión y resurrección del Señor, es el tránsito de esta vida mortal a la inmortal, de la muerte a la vida
 (Epístola 55, 2).

Los profetas desearon verlo

De aquí es que el mismo Señor dijo a sus discípulos: Muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron; de suerte que también de ellos es esta voz: Mi alma desfalleció por tu salud. Luego, ni antes cesó este deseo de los santos, ni cesa ahora hasta el fin del siglo en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, hasta tanto que venga el Deseado de todas las gentes, como se prometió por el profeta Ageo. Por esto dice el Apóstol: Sólo me resta la corona de justicia, la cual me dará el Señor, justo juez, en aquel día; y no solamente a mí, sino también a todos los que aman su manifestación o aparición. Así, pues, este deseo del que ahora tratamos procede del amor de su manifestación de la cual dice así mismo: Cuando apareciere Cristo nuestra vida, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria
(Comentario al Salmo  118, s.20, 1).

El hombre Dios

"Luego, hermanos, atended: existen dos nacimientos, el de Cristo y el de Adán. Son dos hombres, pero uno de ellos es hombre hombre; el otro hombre Dios. Por el hombre hombre somos pecadores; por el hombre Dios nos justificamos. El nacimiento primero hace caer en la muerte; el segundo hace resurgir a la vida. El primer nacimiento trae consigo el pecado; el segundo libra del pecado. Por eso vino Cristo hombre, para perdonar los pecados de los hombres"
 (Comentario a la Epístola de Juan 4, 11).

Extinguió todo orgullo

"Extinguió así todo el orgullo de la nobleza carnal. Además, nació en la ciudad de Belén, que entre las demás ciudades de Judea era tan pequeña, que aun hoy se llama aldea, no quiso que nadie se gloriara de la nobleza de ninguna ciudad de este mundo. Y también se hizo pobre el que es el dueño de todo y por quien todo fue creado, para que ninguno de los que crean en él se atreva a enorgullecerse de las riquezas de aquí abajo. No quiso que los hombres le proclamaran rey, aunque todas las creaturas atestiguan su reino sempiterno, porque así mostraba el camino de la humildad a los desgraciados que la soberbia había separado de su lado. Padeció hambre el que a todos da de comer; sufrió sed el creador de toda bebida y el que es espiritualmente pan para los hambrientos y fuente para los sedientos. Se cansó en los caminos de este mundo el que se hizo a sí mismo camino hacia el cielo para nosotros" 
(La catequesis de los principiantes 22, 40).

Epifanía


"El término 'epifanía' se traduce en nuestra lengua por manifestación. Hace pocos días, Cristo el Señor se manifestó, mediante su nacimiento, a los judíos; pero hoy se reveló a los gentiles sirviéndose de una estrella... Los magos que vinieron a adorar a Cristo y simbolizan las primicias de los gentiles, ni recibieron la ley ni escucharon a los profetas: la lengua del cielo fue una estrella... Mientras los magos se marcharon a adorarlo, ellos (los judíos) permanecieron inmóviles. Son piedras en el campo: indican el camino, pero ellas no caminan. Los magos, en cambio, se dirigieron a Belén; mas localizada la ciudad, ¿cómo podrán encontrar la casa? He aquí que la estrella que había resplandecido en el cielo descendió a la tierra y se paró sobre el lugar donde estaba el Señor"
 (Sermón 375).

Vinieron para adorar


"Hoy, el Salvador condujo a sí a los magos, originarios de un pueblo tan lejano. Vinieron para adorar a un niño aún sin habla, la Palabra de Dios. ¿Por qué vinieron? Porque vieron una estrella nueva. ¿Y cómo reconocieron que era la estrella de Cristo? Ellos, en efecto, pudieron ver la estrella; mas ¿acaso pudo ella hablarles y decirles: Soy la estrella de Cristo? Sin duda, les fue revelado de otra forma mediante alguna revelación. Lo cierto es que, de forma desacostumbrada, había nacido un rey que iba a ser adorado también por gente extraña... Cuando nació, lo adoraron los pastores israelitas, avisados por los ángeles. Pero los magos no pertenecían al pueblo de Israel... Vieron, pues, cierta estrella desconocida y se llenaron de admiración: sin duda preguntaron de quién era señal aquello que estaban viendo, tan nuevo e insólito. Y oyeron la respuesta, ciertamente de los ángeles, mediante algún aviso revelador. Preguntarás acaso: ¿De qué ángeles, de los buenos o de los malos? Efectivamente, que Cristo es Hijo de Dios lo confesaron hasta los ángeles malos, es decir, los demonios. Mas ¿por qué no oírlo también de boca de los ángeles buenos, si al adorar a Cristo lo hacían buscando su salvación y no dominados por la maldad?"
 (Sermón 374, 1).

Los magos partieron


"¿Qué decir de los desdichados judíos que mostraron el testimonio de la profecía a los magos, que preguntaban por Cristo, y les indicaron la ciudad de Belén? Fueron semejantes a los constructores del arca de Noé: dieron a los otros con qué escapar del diluvio y ellos perecieron en él; semejantes a las piedras miliarias: mostraron el camino sin poder andarlo ellos. Les preguntaron dónde tenía que nacer Cristo, y respondieron: En Belén de Judá, pues así está escrito en el profeta: «Y tú Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre los jefes de Judá. De ti saldrá un rey que ha de regir a mi pueblo de Israel».  Los que preguntaron, lo oyeron y se fueron; los doctores lo dijeron, y se quedaron; separados por los distintos afectos, unos se convirtieron en adoradores y otros en perseguidores"
(Sermón 373, 4).

El hacedor del hombre se hizo hombre


"La Palabra del Padre, por la que fueron hechos los tiempos, al hacerse carne nos regaló el día de su nacimiento en el tiempo; en su origen humano quiso tener también un día aquel sin cuya anuencia divina no transcurre ni un día. Estando junto al Padre, precede a todos los siglos; naciendo de la madre, se introdujo en este día en el curso de los años. El hacedor del hombre se hizo hombre, de forma que tomó el pecho quien gobierna los astros; siente hambre el pan; sed la fuente; duerme la luz; el camino se fatiga en la marcha; la verdad es acusada por falsos testigos; el juez de vivos y muertos es juzgado por un juez mortal; la justicia, condenada por gente injusta; la disciplina, castigada con azotes; el racimo, coronado de espinas; la base, colgada de un madero; la fortaleza, debilitada; la salud, herida; la vida muere"
 (Sermón 191,1).

Celebremos con gozo este día


"En este día de hoy, celebrad con gozo y solemnidad el parto de la virgen, vosotras las vírgenes santas, nacidas de la virginidad inviolada; vosotras que, despreciando las nupcias terrenas, elegisteis ser vírgenes también en el cuerpo. Ha nacido de mujer quien en ningún modo fue sembrado por varón en la mujer. Quien os trajo lo que ibais a amar, no quitó a su madre eso que amáis. Quien sana en vosotras lo que heredasteis de Eva, ¡cómo iba a dañar lo que habéis amado en María!"
(Sermón 191, 3).

Exultad todos


"Por tanto, celebremos el nacimiento del Señor con la asistencia y aire de fiesta que merece. Exulten de gozo los varones, exulten las mujeres: Cristo nació varón, pero nació de mujer; ambos sexos quedan  honrados. Pase, pues, ya al segundo hombre quien había sido condenado con anterioridad en el primero. Una mujer nos indujo a la muerte: una mujer nos alumbró la vida… Exultad, vírgenes santas: la virgen  os parió a aquel con quien podéis casaros sin corrupción alguna, vosotras que no podéis perder lo que amáis ni concibiendo ni pariendo. Exultad, justos: ha nacido el justificador. Exultad, débiles y enfermos: ha nacido el salvador. Exultad, cautivos: ha nacido el redentor. Exultad, siervos: ha nacido el señor. Exultad, hombres libres: ha nacido el libertador. Exultad todos los cristianos: ha nacido Cristo"
 (Sermón 184, 2).

La Palabra se hizo carne

"En aquel lecho nupcial, es decir, en el seno de la virgen, la naturaleza divina unió a sí la naturaleza humana; en él se hizo carne por nosotros la Palabra para habitar en medio de nosotros naciendo de una madre y para prepararnos nuestra morada, precediéndonos en el camino hacia el Padre. Celebremos, pues, con gozo y solemnidad este día y llenos de fe deseemos el día eterno, que, siendo eterno, nació en el tiempo para nosotros"
(Sermón 195, 3).

Se edificó una casa humilde

"Pero yo, que no era humilde, no tenía a Jesús humilde por mi Dios, no sabía de qué cosa podía ser muestra su flaqueza. Porque tu Verbo, verdad eterna, transcendiendo las partes superiores de tu creación, levanta hacia él a las que le están ya sometidas al mismo tiempo que en las partes inferiores, se edificó para sí una casa humilde de nuestro barro, por cuyo medio abatiera en sí mismo a los que había de someterse y los atrajese a sí, sanándoles el tumor y fomentándoles el amor, no sea que, fiados en sí, se fuesen más lejos, sino por el contrario, se hagan débiles viendo ante sus pies débil a la divinidad por haber participado de nuestra túnica pelícea, y, cansados, se arrojen en ella, para que, al levantarse, ésta los eleve"
(Confesiones 7, 18, 24).