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No alejarse de la Palabra


"La diferencia que existe entre la paja verdadera y estos hombres carnales radica en que la paja no tiene libre albedrío, mientras que Dios se lo otorgó al hombre. Y el hombre, si quiere, aunque ayer hubiera sido paja, hoy puede convertirse en trigo; y, si se aleja de la palabra de Dios, hoy mismo vuelve a convertirse en paja. Y lo único de que ha de preocuparse es de cuál será su estado en el tiempo de la última aventación" 
(Sermón 252, 6).

No echarnos a dormir


"Todo proviene de Dios, sin que esta afirmación signifique que podemos echarnos a dormir o que nos ahorremos cualquier esfuerzo o hasta el mismo querer (la gracia de Dios no se impone al hombre por la fuerza, se requiere siempre su aceptación). Si tú no quieres, no residirá en ti la justicia de Dios. Pero aunque la voluntad no es sino tuya, la justicia no es más que de Dios... Pero Dios te hizo a ti sin ti. Ningún consentimiento le otorgaste para que te hiciera. ¿Cómo podías dar el consentimiento si no existías? Quien te hizo sin ti, no te justificará sin ti. Por lo tanto, creó sin que lo supiera el interesado, pero no justifica sin que lo quiera él. Con todo, es él quien justifica: para que no sea justicia tuya, para no volver a lo que para ti es daño, perjuicio, estiércol, hállate en él desprovisto de justicia propia"
(Sermón 169, 13).

Dios te espera convertido


"Y de nuevo comienzan a decir en sus corazones: En cualquier día que me convierta de mi perverso camino, el Dios misericordioso, como prometió verazmente por boca del profeta, olvidará todas mis iniquidades; si esto es así, ¿por qué convertirme hoy y no mañana? ¿Por qué hoy y no mañana? Transcurra el día de hoy como el de ayer; transcurra envuelto en el perversísimo placer, en el abismo de los crímenes; revuélquese en la delectación mortífera; mañana me convertiré y es el fin... Bien, alégrate, porque el día de mañana será el fin de tus maldades. ¿Y qué, si tu fin llega antes de mañana? Con razón te alegras de que Dios te ha prometido el perdón de tus iniquidades una vez convertido; pero nadie te ha prometido el día de mañana... No lo difieras; no cierres contra ti lo que está abierto. Mira que el dador del perdón te abre la puerta: ¿por qué tardas? Deberías alegrarte de que te abriera si alguna vez hubieras llamado; te abrió sin haber llamado, ¿y te quedas fuera? No lo difieras, pues... Escuchaste el precepto de no diferir el ser misericordioso con otro, y ¿eres cruel contigo con tu dilación? No debes diferir el dar el pan, y ¿difieres el recibir el perdón? Si no difieres el compadecerte de otro, apiádate de tu alma agradando a Dios. Da también a tu alma una limosna. No te decimos que le des tú, sino que no rechaces la mano del que da"
 (Sermón 87, 11).

Corred a Él


"Corred a Él y os hará volver; Él es, en efecto, quien hace volver a los alejados, persigue a los fugitivos, encuentra a los perdidos, humilla a los soberbios, alimenta a los hambrientos, suelta a los encadenados, ilumina a los ciegos, limpia a los inmundos, reconforta a los cansados, resucita a los muertos y libera a los poseídos y cautivos de los espíritus perversos. Os he demostrado que vosotros estáis ahora libres de ellos; al mismo tiempo que os felicito, os exhorto a conservar también en vuestros corazones la salud que se ha manifestado"
 (Sermón 216, 11).

Liberado de la cautividad

"Desde el mismo comienzo de mi fe, por la que me trocaste, me enseñaste que nada precedió en mí, para que yo no dijera que se me debía lo que me diste. ¿Quién se convierte a Dios si no es procediendo de la iniquidad? ¿Quién es redimido a no ser que se halle cautivo? ¿Quién puede decir que fue injusta su cautividad, siendo así que abandonó al Emperador y cayó en manos del desertor?... Luego ya liberado de la cautividad, pero aún en la fe, no en la realidad, caminando en fe, no en visión, dice: ¡Oh Dios!, tú me enseñaste desde mi juventud. Desde el momento que me dirigí a ti fui trocado por ti, que me creaste; fui renovado, porque fui creado; fui reformado, porque fui formado. Desde el instante de mi conversión aprendí que no precedieron méritos míos, sino que me diste gratuitamente tu gracia para que me acordase de tu sola justicia”
(Comentario al Salmo 70, 2, 2-3).

Dios goza de estabilidad

"No debes increpar a aquel cuyas obras no comprendes. ¿Quién se atreve a decirle: qué has hecho? También esto está bien hecho si es que lo ha hecho Dios, porque Dios no puede hacer cosas si no las hace bien. Él conoce a fondo las obras de los malvados, su obrar no es fruto de la maldad. Por eso, pretende que se entienda que este, a quien considera malvado, reprendió a Dios de manera insensata, pues pensó que él hablaba así. Pero el hombre actúa de manera distinta, con palabras de duda y vacilación: unas veces le satisface Dios, otras le resulta algo desabrido, como si Dios no gozara de estabilidad. Y el hombre nacido de mujer será como el asno salvaje en el desierto: respirando ansias de libertad, incapaz de aguantar al que trata de dominarle o domarle" 
(Anotaciones a Job, 11).

Adherirse a Dios

“El hombre siente su propia inestabilidad tanto más cuanto menos se adhiere a Dios, que es sumamente. Dios es sumamente, porque ni crece ni mengua por mutualidad alguna. El hombre, en cambio, ve que la mutación le conviene cuando le ayuda a unirse perfectamente a Dios, del mismo modo que es viciosa toda mutación que entraña defecto… Los que esto no ven y consideran las facultades del alma humana y la gran hermosura de sus hechos, colocando el sumo bien en el alma, aunque no osen ponerlo en el cuerpo, lo han puesto en lugar inferior a aquel en que por una auténtica razón hay que ponerlo" 
(Epístola 118, 3, 15).