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Inmutable Verdad

"No escuchemos a los que dicen que el Hijo de Dios no asumió un verdadero hombre ni nació de mujer, sino que mostró a los que lo vieron una carne falsa y una imagen simulada de cuerpo humano, ignoran que la sustancia divina, al gobernar todas las criaturas, no puede recibir mancilla en absoluto. Ellos mismos confiesan que este sol visible esparce sus rayos sobre toda la inmundicia y corrupción de los cuerpos, y esos rayos se mantienen limpios y puros. Si, pues, cosas visibles y limpias pueden ser tocadas sin mancharse por cosas visibles y sucias, ¿cuánto mejor pudo la inmutable Verdad, al tomar el alma por el espíritu y el cuerpo por el alma, asumir al hombre entero y liberarlo de todas las enfermedades sin padecer contaminación? Por eso se angustian sobremanera temiendo lo imposible, a saber, que la Verdad se mancille con la carne humana" 
El combate cristiano 18,20.

Caminamos en el Señor

“En consecuencia, ésa es la vida verdadera, la vida eterna, que aún no hemos alcanzado mientras dura nuestra peregrinación lejos del Señor; pero la alcanzaremos, porque, mediante la fe, caminamos en el mismo Señor, si permanecemos con toda constancia en su palabra… Así, pues, en esta peregrinación y en esta vida, es decir, en la fe, ¿con qué os puedo exhortar sino con las palabras del Apóstol, que dice: Teniendo estas promesas, amadísimos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, llevando a perfección la santificación en el temor del Señor? Pues quienes desean que le sea otorgada, antes de creer, aquella luz de la purísima e inmutable verdad, al no poder contemplarla sino mediante la fe, una vez purificado el corazón —dichosos los limpios de corazón, pues ellos verán a Dios—, son semejantes a hombres ciegos, que desean ver primero la luz corpórea de este sol para curarse de la ceguera, siendo así que no pueden verla si antes no son sanados”
 (Sermón 246, 2).

La Escritura dice Verdad

"No hagáis caso de las sugerencias del diablo, que dice: "Si fueses justo, ¿no te enviaría pan el Señor por un cuervo como se lo envió a Elías? ¿Cómo se cumple lo que leíste: Jamás vi al justo desamparado ni a su estirpe pidiendo pan? Tú responde al demonio: La Escritura dice verdad: Jamás vi al justo abandonado ni a su estirpe buscando pan, porque tengo un pan que tú desconoces. ¿Qué pan? Oye al Señor:No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ¿Creéis que es pan la Palabra de Dios? Si no fuese pan la Palabra de Dios, por la que fueron hechas todas las cosas, no diría ella misma: Yo soy pan vivo que bajé del cielo. Luego aprendiste a responder a tu tentador en las apreturas del hambre"
(Comentario al salmo 90, s.2, 6).

Escuchemos el Evangelio

"A la lección del santo evangelio que expliqué hace tiempo a vuestra caridad, sigue la lección de hoy, que ahora se ha leído. Oían hablar a la Verdad los veraces y los mentirosos, e igualmente oían amigos y enemigos a la Caridad, que hablaba, y al Bien, que estaba hablando, le oían buenos y malos. Oían ellos, pero el Señor discernía y veía y preveía a quiénes serviría de provecho el sermón. En los entonces presentes veía, y en nosotros, lo que en el futuro seríamos, preveía. Nosotros escuchemos el evangelio lo mismo que si estuviera el Señor presente. No se diga: ¡Oh, qué felices los que pudieron oírle!, ya que muchos que le vieron lo mataron, y, por el contrario, muchos entre nosotros, que no le vieron, creyeron en El. Lo que brotaba, como algo precioso, de la boca del Señor, se escribió y se guarda y se lee para nosotros, y se leerá para nuestros descendientes hasta que se acaben los siglos. El Señor está arriba, pero también está aquí el Señor Verdad. El cuerpo del Señor resucitado puede estar en un lugar, pero su verdad está difundida en todas partes. Escuchemos, pues, al Señor, y lo que de sus palabras nos diere a entender, digámoslo nosotros también"
 (Comentario a Juan 30, 1).

Los Amantes de la Palabra

"En efecto, lo que hemos querido encarecer a los amantes de la palabra de Dios y a los entregados a la santa verdad es esto: aunque Juan anuncia y proclama en su obra al mismo Cristo -verdadero y veraz- que los otros tres evangelistas y que los otros apóstoles que no se propusieron dejar un relato escrito, pero que cumplieron su deber con la predicación, él, elevado ya desde el mismo comienzo de su libro a la faceta más excelsa de Cristo, rara vez acompaña a los otros"
 (Concordancia de los evangelistas 4, 10, 19).

La verdad del Evangelio


"La verdad del Evangelio obtuvo la cima suprema de la autoridad para la palabra de Dios que permanece eterna e inmutable sobre toda criatura, palabra dispensada mediante la criatura a través de signos temporales y lenguas humanas. En este mismo hecho aparece -cosa que afecta al máximo a nuestro tema- que no debemos pensar que miente alguien si muchos que oyeron o vieron algo, al recordarlos, no lo refieren del mismo modo o con las mismas palabras; o si se cambia el orden de las palabras, o si se utilizan unas en lugar de otras, siempre que signifiquen lo mismo; o si se calla algo que o no viene a la mente a quien intenta recordarlo o puede deducirse de lo que se dice; o si alguien, en función del relato de alguna otra cosa que estableció decir, para ajustarse al tiempo debido, toma algo no para explicarlo en su totalidad, sino para tocarlo parcialmente; o si para ilustrar o explicar una sentencia, aquel a quien se le ha concedido autoridad  para narrarla añade algunas palabras, no contenidos, o si teniendo clara la idea, no logra, aunque lo intente, repetir de memoria en su integridad las palabras que incluso oyó"
 (Concordancia de los evangelistas 2, 12, 28).

La profundidad de las Escrituras

Porque es tal la profundidad de las Escrituras cristianas, que mi adelantamiento no tendría fin, aunque me ocupara en estudiarlas a ellas solas desde la primera infancia hasta la decrépita senectud, con holgura completa, con extremo afán y con mayor ingenio.
No es tanta la dificultad cuando se trata de saber las cosas que son necesarias para la salvación.
Pero una vez afianzada la fe, sin la cual no se puede vivir piadosa y rectamente, quedan para los eruditos tantos problemas, tan velados entre múltiples sombras misteriosas; hay tan profunda sabiduría no sólo en las palabras en que los problemas se presentan, sino también en los problemas reales que se pretenden desvelar, que a los más veteranos, agudos, ardientes en el afán de conocer, les acaece lo que la misma Escritura dice en cierto lugar: Cuando el hombre termina, entonces empieza
(Carta 137, 1, 3).

Ahí está la verdad absoluta


"Créeme, todo lo que se encierra en esos libros es grande y divino: ahí está la verdad absoluta y ahí la ciencia más a propósito para alimento y medicina de las almas, y tan a medida de todos, que nadie que se acerque a beber de ella según lo exige la auténtica religión, queda insatisfecho. La prueba de esto exige una disertación amplia con abundantes argumentos; pero hay que lograr primero que desaparezcan de ti los movimientos de aversión que tienes para esos autores; después, que llegues a amarlos, siguiendo un camino que no sea la exposición de sus opiniones y escritos"
(De la utilidad de creer 6, 13).

Verdad y autoridad de la Escritura

"Se ha establecido como en cierta sede, a la que ha de servir toda inteligencia fiel y piadosa. Si algo crea dificultad en estos libros, no está permitido decir: el autor de este libro no dijo verdad, sino o el códice es mendoso, o se equivocó el traductor, o tú no entiendes. Por el contrario, en las obras de autores posteriores, contenidas en innumerables libros, pero que en ningún modo pueden equipararse a la excelencia sacratísima de las Escrituras canónicas, aunque se encuentre en cualquiera de ellas la misma verdad, su autoridad es muy distinta"
(Contra Fausto 11,5).

Es verdadera tu Escritura

"¡Oh Señor!, ¿acaso no es verdadera esta Escritura tuya, cuando tú, veraz y la misma Verdad, eres el que la has promulgado? ¿Por qué, pues, me dices tú que en tu visión no hay tiempos, si esta tu Escritura me dice que por cada uno de los días viste que las cosas que hiciste eran buenas, y contando las veces hallé ser otras tantas? A esto me dices tú, y lo dices con voz fuerte en el oído interior a mí, tu siervo, rompiendo mi sordera y gritando: ¡Oh hombre!, lo que dice mi Escritura eso mismo digo yo; pero ella lo dice en orden al tiempo, mientras que el tiempo no tiene que ver con mi palabra, que permanece conmigo igual en la eternidad" 
(Confesiones 13, 29, 44).

Investigar la esencia divina


"Dos son los defectos, difícilmente tolerables, en el error de los mortales: la presunción antes de conocer la verdad y la testarudez en defender el error una vez demostrada la verdad. De estos dos vicios tan opuestos a la verdad y a la reverencia debida a las Escrituras inspiradas, espero verme libre, si el Señor me defiende, como se lo suplico y espero, con el escudo de su bondad y la gracia de su misericordia; y prometo no ser indolente en la investigación de la esencia divina a través de la creación visible y de las Sagradas Escrituras"
 (La Trinidad 2, prefacio, 1).

Las Escrituras son la Verdad


"Confieso a tu caridad que sólo en aquellos libros de las Escrituras que se llaman canónicos he aprendido a ofrendar esa reverencia y acatamiento, hasta el punto de creer con absoluta certidumbre que ninguno de sus autores se equivocó al escribir. Si algo me ofende en tales escritos, porque me parece contrario a la verdad, no dudo en afirmar o que el códice tiene una errata, o que el traductor no ha comprendido lo que estaba escrito, o que yo no lo entiendo. Mas, cuando leo a los demás autores, aunque se destaquen por la mayor santidad y sabiduría, no admito que su opinión sea verdadera porque ellos la exponen, sino porque lograron convencerme, recurriendo a los autores canónicos o a una razón probable que sea compatible con la verdad"
 (Carta 82,3).

La verdad está con nosotros


"Se llama día del nacimiento del Señor a la fecha en que la Sabiduría de Dios se manifestó como niño y la Palabra de Dios, sin palabras, emitió la voz de la carne. La divinidad oculta fue anunciada a los pastores por la voz de los ángeles e indicada a los magos por el testimonio del firmamento. Con esta festividad anual celebramos, pues, el día en que se cumplió la profecía: La verdad ha brotado de la tierra y la justicia ha mirado desde el cielo. La verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La verdad que contiene al mundo, ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de mujer. La verdad que alimenta de forma incorruptible la   bienaventuranza de los ángeles, ha brotado de la tierra para ser amamantada por pechos de carne. La verdad a la que no le basta el cielo, ha brotado de la  tierra para ser colocada en un pesebre. ¿En bien de quién vino con tanta humildad tan grande excelsitud? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos. ¡Despierta, hombre; por ti, Dios se hizo hombre!"
(Sermón 185, 1).

La luz fascinadora de la Verdad

“La sustancia, y hablando con más propiedad, la esencia de Dios, por lo poco que nosotros podemos rastrear del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, puesto que en ningún modo es mudable, se sigue que no puede ser por sí misma visible. Es, pues, manifiesto que todos aquellos fenómenos contemplados por los patriarcas cuando Dios se les aparecía en aquellos remotos tiempos, según la disposición de su economía, tenían lugar por mediación de la criatura… Tenemos, pues, la autoridad de las Sagradas Escrituras, de cuyo testimonio no es lícito a nuestra mente desviarse, para no precipitarnos en los abismos de las conjeturas, abandonando el fundamento rocoso de la palabra divina, donde ni el sentido terreno tiene poder ni esplende la luz fascinadora de la verdad” (La Trinidad 3, 11, 22).

Dios es luz y verdad

“Y en lo espiritual, nada de lo que se nos ocurra mudable se tenga por Dios. No es pequeño conocimiento, cuando del abismo de nuestra vileza nos elevamos a estas cumbres, y antes de comprender lo que es Dios podemos saber ya lo que no es. Dios, ciertamente, ni es cielo, ni tierra, ni algo semejante al cielo o a la tierra, ni algo parecido a lo que vemos en el cielo o a lo que no vemos, pero cuya existencia quizá es posible en el cielo… ¡Oh alma, sobrecargada con un cuerpo corruptible y agobiada por varios y múltiples pensamientos terrenos; oh alma, comprende, si puedes, cómo Dios es verdad! Está escrito: Dios es luz; pero no creas que es esta luz que contemplan los ojos, sino una luz que el corazón intuye cuando oyes decir: Dios es verdad. No preguntes qué es la verdad, porque al momento centenares de corpóreas imágenes y nubes de fantasmas se interponen en tu pensamiento, velando la serenidad que brilló en el primer instante en tu interior, cuando dije: Verdad. Permanece, si puedes, en la claridad inicial de este rápido fulgor de la verdad; pero no te es posible, volverás a caer en los pensamientos terrenos en ti habituales. Y ¿cuál es, te ruego, el peso que te arrastra hacia la sima, sino la viscosidad de tus sórdidas apetencias y los errores de tu peregrinación?” (La Trinidad 8, 2, 3).

Tarde te amé...

Tarde te amé..., Hermosura..., tan antigua y tan nueva..., tarde te amé... Tu estabas dentro de mi..., y yo fuera..., y por fuera te buscaba... (San Agustín)