No tardes en convertirte

"Hemos escuchado, hermanos, a Dios que dice por boca de su profeta: No tardes en convertirte a Dios, ni lo difieras de un día para otro, porque vendrá su ira de repente y te perderá al tiempo de la venganza. Te ha prometido que el día en que te conviertas, ese mismo día olvidará tus pecados pasados. Pero ¿acaso te ha prometido alargar la vida un solo día? ¿O no te la prometió Dios, sino que te la prometió el astrólogo, para que Dios os condene a ti y a él? Muy sabiamente estableció Dios que fuera incierto el día de la muerte. Piense cada uno salutíferamente en su último día. Fruto de la misericordia de Dios es que el hombre ignore cuándo tiene que morir. Se nos oculta nuestro último día para que vivamos bien día a día"
 (Sermón 39, 1).

Dios prometió el perdón

"Por todas parte te rodea misericordiosamente la providencia divina. ¿Qué dices ahora? Dios me prometió el perdón; cuando me convierta me lo otorgará. Ciertamente que te lo dará cuando te conviertas, pero ¿por qué no te conviertes? Porque cuando me convierta me lo dará. Pero ese cuando, ¿cuándo es? ¿Por qué no es hoy mismo? ¿Por qué no es ahora mismo, mientras me escuchas? ¿Por qué no ha de ser ahora mismo, cuando clamas? ¿Por qué no ahora mismo, cuando alabas? ¡Hermano! Que mi clamor te ayude; y que tu clamor sea un testigo contra ti. ¿Por qué no hoy, por qué no ahora? Y tú dices: 'mañana'. Dios me prometió el perdón. ¿Tú te lo prometes para mañana? Quizá me muestras el códice sagrado para leerme que Dios te prometió el perdón si te conviertes, pero ¿te lo prometió en forma que puedas diferirlo de un día a otro? ¿Acaso no te intimó primero el terror medicinal, acaso no te dijo, increpándote: No lo dejes de un día para otro; su ira se presentará de improviso?" 
(Sermón 20, 4).

Jornada


Queridos amigos, con motivo del tiempo de Cuaresma, tendremos una jornada de reflexión y encuentro, el día 24 de marzo, sábado, en el Monasterio de Santa María de La Vid, para todo el que quiera y pueda y abierto a todos vuestros amigos.

El programa será muy sencillo:
A las 11 de la mañana, tendríamos un primer encuentro-reflexión
A las 13 misa.
A las 14 comida.
A las 16,30 un segundo encuentro y despedida.
El precio de la jornada es de 15 €
Para poder tener los datos para la comida, envía un correo a santisie51@gmail.com antes del jueves 22 de marzo.
Esperamos veros


Información: En el blog, buscadores de Dios, en una sección que se llama "sermones cuaresmales", están colgados los Sermones cuaresmales de san Agustín, por si alguien quiere leerlos o bajarlos…

Dios te espera convertido


"Y de nuevo comienzan a decir en sus corazones: En cualquier día que me convierta de mi perverso camino, el Dios misericordioso, como prometió verazmente por boca del profeta, olvidará todas mis iniquidades; si esto es así, ¿por qué convertirme hoy y no mañana? ¿Por qué hoy y no mañana? Transcurra el día de hoy como el de ayer; transcurra envuelto en el perversísimo placer, en el abismo de los crímenes; revuélquese en la delectación mortífera; mañana me convertiré y es el fin... Bien, alégrate, porque el día de mañana será el fin de tus maldades. ¿Y qué, si tu fin llega antes de mañana? Con razón te alegras de que Dios te ha prometido el perdón de tus iniquidades una vez convertido; pero nadie te ha prometido el día de mañana... No lo difieras; no cierres contra ti lo que está abierto. Mira que el dador del perdón te abre la puerta: ¿por qué tardas? Deberías alegrarte de que te abriera si alguna vez hubieras llamado; te abrió sin haber llamado, ¿y te quedas fuera? No lo difieras, pues... Escuchaste el precepto de no diferir el ser misericordioso con otro, y ¿eres cruel contigo con tu dilación? No debes diferir el dar el pan, y ¿difieres el recibir el perdón? Si no difieres el compadecerte de otro, apiádate de tu alma agradando a Dios. Da también a tu alma una limosna. No te decimos que le des tú, sino que no rechaces la mano del que da"
 (Sermón 87, 11).

Todo es obra de Dios

"Si ya ha desaparecido de vuestra ciudad lo que tanto nos entristecía; si el endurecimiento del corazón humano, que se negaba a la verdad evidente y en cierto modo pública, se ha rendido a la fuerza de la misma verdad; si se gusta la dulzura de la paz y el amor de la unidad no hiere los ojos enfermos, sino que ilumina y vigoriza a los que ya están sanos, todo eso no es obra nuestra, sino de Dios. Yo no lo atribuiría en absoluto a diligencias humanas, aunque una tal conversión de la muchedumbre hubiese acaecido cuando yo os estaba hablando y exhortando, cuando me encontraba entre vosotros. Esto lo obra y realiza aquel que se vale de sus ministros para amonestar desde fuera con señales de la realidad, pero que enseña desde dentro por sí mismo con las realidades mismas. No deberé sentir pereza para visitaros, porque esa obra laudable que se ha realizado entre vosotros no es obra mía, sino de aquel que solo hace maravillas. Porque con mayor afán debemos correr a contemplar las obras divinas que las nuestras"
 (Epístola 144, 1).

La misericordia del Pastor


"Por eso Él mismo los encamina hacia sí llamándolos y compadeciéndose mediante la gracia, puesto que por ellos mismos no pueden volver. Pues ¿cómo vuelve la carne, soplo que pasa y no vuelve, al estimularse a sí misma al profundísimo abismo por el peso de las detestables acciones, si no es eligiendo la gracia? La cual no se da  como paga por méritos, sino como don gratuito, para  que se justifique el impío y vuelva la oveja perdida, no como por sus propias fuerzas, sino transportada sobre los hombros del pastor, la cual pudo perderse al vagar libremente, pero no pudo encontrarse a sí misma ni en absoluto se encontraría, a no ser que la misericordia del pastor la encontrase... El hombre puede andar por camino perverso, pero no puede volver por sí mismo si no es llamado por la gracia"
 (Comentario al Salmo 77, 24).

Corred a Él


"Corred a Él y os hará volver; Él es, en efecto, quien hace volver a los alejados, persigue a los fugitivos, encuentra a los perdidos, humilla a los soberbios, alimenta a los hambrientos, suelta a los encadenados, ilumina a los ciegos, limpia a los inmundos, reconforta a los cansados, resucita a los muertos y libera a los poseídos y cautivos de los espíritus perversos. Os he demostrado que vosotros estáis ahora libres de ellos; al mismo tiempo que os felicito, os exhorto a conservar también en vuestros corazones la salud que se ha manifestado"
 (Sermón 216, 11).

Conviértanse


"Conviértanse, pues, y te busquen, por­que no como ellos abandonan a su Criador así abandonas tú a la criatura. Conviértanse y al punto estarás tú allí en sus corazones, en los corazones de los que te confiesen, y se arrojen en ti, y lloren en tu seno a vista de sus caminos difíciles, y tú, fácil, enjugaras sus lágrimas; y llorarán aún más y se gozarán en sus llantos, porque eres tú, Señor, y no ningún hombre, carne y sangre, eres tú, Señor, que les hiciste, quien les repara y consuela"
 (Confesiones 5, 2, 2).

Devuélvete a mí

"Claramente nos muestras cuán grande hiciste la criatura racional, para cuyo descanso feliz nada es bastante que sea menos que tú, por lo cual ni aun ella misma se basta a sí... Dáteme a mí, Dios mío, y devuélvete a mí. He aquí que te amo, y si aún es poco, que yo te ame con más fuerza. No puedo medir a ciencia cierta cuánto me falta del amor para que sea bastante, a fin de que mi vida corra entre tus abrazos y no me aparte hasta que sea escondida en lo escondido de tu rostro. Esto sólo sé: que me va mal lejos de ti, no solamente fuera de mí, sino aun en mí mismo; y que toda abundancia mía que no es mi Dios, es indigencia"
 (Confesiones 13, 8, 9).

Liberado de la cautividad

"Desde el mismo comienzo de mi fe, por la que me trocaste, me enseñaste que nada precedió en mí, para que yo no dijera que se me debía lo que me diste. ¿Quién se convierte a Dios si no es procediendo de la iniquidad? ¿Quién es redimido a no ser que se halle cautivo? ¿Quién puede decir que fue injusta su cautividad, siendo así que abandonó al Emperador y cayó en manos del desertor?... Luego ya liberado de la cautividad, pero aún en la fe, no en la realidad, caminando en fe, no en visión, dice: ¡Oh Dios!, tú me enseñaste desde mi juventud. Desde el momento que me dirigí a ti fui trocado por ti, que me creaste; fui renovado, porque fui creado; fui reformado, porque fui formado. Desde el instante de mi conversión aprendí que no precedieron méritos míos, sino que me diste gratuitamente tu gracia para que me acordase de tu sola justicia”
(Comentario al Salmo 70, 2, 2-3).

Convertido a Él

"¿Pero qué? ¿Te proporcionaste para ti, ¡oh hombre!, el merecimiento de la misericordia de Dios por haberte convertido a Él, de tal suerte que quienes no se convirtieron no alcanzaron la misericordia, sino que consiguieron el enojo? ¿Cómo hubieras podido convertirte sino hubieras sido llamado? ¿Por ventura aquel que te llamó apartado, no te ayudó para convertirte? No te arrogues la misma conversión, porque si no te hubiese llamado Él a ti que huías, no hubieras podido convertirte... No te goces en estas cosas; gózate en aquella luz indeficiente; gózate en aquella luz a la cual no le precedió el día de ayer ni le seguirá el de mañana. ¿Cuál es esta luz? Yo soy, dice Cristo, la luz del mundo. Quien te dice: Yo soy la luz del mundo, te llama a sí. Cuando te llama, te convierte; cuando te convierte, te sana; cuando te hubiere sanado, verás a tu Conversor"
 (Comentario al Salmo 84, 8).

Renovarnos

"Cierto, esta renovación no se realiza en el preciso momento de la conversión, como la renovación bautismal, que es instantánea al perdonarse los pecados, sin quedar ni uno solo sin perdonar, sea de la especie que fuere... La segunda tiene por fin curar la debilidad, obra lenta en la renovación de esta imagen... Él sana todas tus enfermedades; obra ésta del crecimiento cotidiano por la renovación de la imagen... Se renueva en el conocimiento de Dios, esto es, en justicia y santidad verdaderas... Y el que se renueva en el conocimiento de Dios, en justicia y santidad verdaderas, al crecer en perfección de día en día, transfiere sus amores de lo temporal a lo eterno, de las cosas visibles a las invisibles, de las carnales a las espirituales, y pone todo su empeño y diligencia en frenar y debilitar la pasión en aquellas y unirse a estas por caridad. Y lo conseguirá en la medida de la ayuda divina" 
(La Trinidad 14, 17, 23).

Volverse a Ti

"Sólo con humilde piedad se vuelve uno a ti, y es como tú nos purificas de las malas costumbres, y te muestras propicio con los pecados de los que te confiesan, y escuchas los gemidos de los cautivos, y nos libras de los vínculos que nosotros mismos nos forjamos, con tal de que no levantemos contra ti los cuernos de una falsa libertad, sea arrastrados por el ansia de poseer más, sea por el temor de perderlo todo, amando más nuestro propio interés que a ti, Bien de todos" 
(Confesiones 3, 8, 16).

Vestirnos del hombre nuevo

"Como estos vicios pertenecen a la vida antigua y al hombre viejo, del que debemos desnudarnos para vestirnos del nuevo, rectamente se dijo envejecí. En medio de todos mis enemigos: o dice que envejeció entre todos estos vicios o entre los hombres que no quieren volverse a Dios, porque éstos, aunque agraden, aunque perdonen, aunque se hallen en los mismos convites, casas y ciudades, sin haber de por medio reyerta alguna, y tengan conversaciones frecuentes y hasta cordiales, sin embargo, por la intención contraria son enemigos de aquellos que se vuelven a Dios... Muchas veces, encauzada la mente a caminar hacia Dios, agitada, trepida en el mismo camino, y por esto las más de las veces no lleva a cabo el propósito bueno por no ofender a aquellos con quienes vive y que aman y persiguen otros bienes caducos y perecederos" 
(Comentario al Salmo 6, 9).

Volvernos a Él

“Nuestra vuelta perfecta encuentra a Dios preparado, según lo que dice el profeta: Como de mañana le encontramos preparado. Nuestra separación hizo que le perdiésemos, no su ausencia, puesto que se halla presente en todas las partes... Cuando nos volvemos a Él, es decir, cuando renovamos nuestro espíritu por el cambio de la vida vieja, experimentamos lo duro y trabajoso que es retroceder de la oscuridad de los deseos terrenos a la serenidad y sosiego de la luz divina. En tal embarazo decimos: Vuélvete, Señor, esto es, ayúdanos para que la vuelta se lleva a cabo en nosotros, la cual te encuentra preparado y ofreciéndote a ser gozado de tus amadores... Sálvame, dice, por tu misericordia: entiende que no es curada debido a sus méritos, ya que se debía la justa condenación al pecador, que traspasó el mandato impuesto. Luego sáname, dice, no por mis méritos, sino por tu misericordia" 
(Comentario al Salmo 6, 5).

Sermón 206: Oración, ayuno y limosna.

 Un año más ha vuelto la cuaresma, tiempo en que es mi obligación dirigiros una exhortación, porque tenéis el deber de ofrecer a Dios obras que vayan de acuerdo con estos días del calendario; obras que, sin embargo, sólo pueden seros útiles a vosotros, no a Él. También en las restantes épocas del año debe entregarse el cristiano con ardor a la oración, el ayuno y a la limosna; pero esta solemnidad debe estimular incluso a quienes de ordinario son perezosos al respecto; y aquellos que ya se aplican con esmero a tales ocupaciones deben realizarlas ahora con mayor intensidad.

Sermón 207. La oración, el ayuno y la limosna


Las tentaciones del mundo, las asechanzas del diablo, la fatiga de esta vida, los placeres de la carne, el oleaje de estos tiempos tumultuosos y todo tipo de adversidad, corporal o espiritual, han de ser superados, contando con la ayuda misericordiosa de Dios nuestro Señor, mediante la limosna, el ayuno y la oración. Estas tres cosas han de enfervorizar la vida entera del cristiano, pero sobre todo cuando se acerca la solemnidad de la Pascua, que, al repetirse todos los años, estimula nuestras mentes, renovando en ellas el saludable recuerdo de que nuestro Señor, el Hijo único de Dios, nos otorgó su misericordia, ayunó y oró por nosotros. En efecto, limosna es un término griego que significa “misericordia”. ¿Qué misericordia pudo descender sobre los desdichados mayor que aquella que hizo bajar del cielo y revistió de un cuerpo terreno al creador de la tierra? Al que desde la eternidad permanece igual al Padre, le hizo igual a nosotros por la mortalidad, otorgó forma de siervo al señor del mundo, de forma que el pan sintió hambre, la saciedad sed, la fortaleza se hizo débil, la salud fue herida y la vida murió. Y todo ello para saciar nuestra hambre, regar nuestra sequedad, consolar nuestra debilidad, extinguir la iniquidad e inflamar la caridad. El creador es creado, el señor sirve, el redentor es vencido, quien exalta es humillado, quien resucita muere: ¿hay mayor misericordia?

Sermón 208 - El ayuno, la limosna, el perdón.

Ha llegado el momento solemne de amonestar y exhortar en el Señor a vuestra caridad a que os entreguéis, con fervor más intenso y alegre de lo acostumbrado, al ayuno, a la oración y a la limosna. En realidad, esa amonestación y exhortación os la brinda ya la misma época, aunque yo me calle. Pero se añade el servicio de nuestra palabra, para que, con el sonido de trompeta de esta voz, vuestro espíritu recoja sus fuerzas para la lucha contra la carne. Vuestros ayunos han de estar libres de querellas, gritos y muertes, de manera que hasta quienes os están sometidos experimenten un alivio prudente y benigno, que no signifique echar por tierra la disciplina siempre saludable, sino moderar su severidad y aspereza. Cuando os abstenéis de alguna clase de alimento, incluso de los permitidos y lícitos, para mortificar el cuerpo, acordaos de que todos son puros para los puros; a ninguno consideréis impuro, si no lo ha manchado la infidelidad, pues, como dice el Apóstol, para los impuros e infieles nada hay puro.

Sermón 209 - La oración, la limosna y la continencia.

Ha llegado el tiempo solemne de exhortar a vuestra caridad a pensar más seriamente en el alma y a mortificar el cuerpo. Estos cuarenta días son sagrados para todo el orbe de la tierra, que al acercarse la Pascua celebra con devoción, digna de ser pregonada en el mundo entero, que Dios reconcilia consigo en Cristo. Si existe alguna enemistad que nunca debió nacer o, al menos, debió morir luego, pero que fue capaz de perdurar en la vida de los hermanos hasta estas fechas, sea por dejadez, sea por obstinación o vergüenza, fruto no de la modestia, sino de la soberbia, que al menos ahora deje de existir.

Sermón 210 - El ayuno cuaresmal.

Ha llegado el tiempo solemne que nos invita a humillar nuestras almas y a mortificar nuestros cuerpos mediante la oración y el ayuno con mayor intensidad que en cualquier otra época. ¿Por qué tiene lugar cuando se acerca la solemnidad de la pasión del Señor? ¿Cuál es el misterio que se celebra en el número de cuarenta días? Puesto que estas preguntas traen intrigados a algunos, me he propuesto presentar a vuestra caridad lo que el Señor se digne concederme que os diga al respecto. Su fe y su piedad —pues nos consta que les mueve no el ansia de litigar, sino de conocer— nos serán de gran ayuda para que Dios nos otorgue decir algo.

Sermón 211 - La concordia fraterna y el perdón de las ofensas.

          Estos días santos en que nos entregamos a las prácticas cuaresmales nos invitan a hablaros de la concordia fraterna, para que quien tenga alguna queja contra otro acabe con ella antes que ella acabe con él. No echéis en saco roto estas cosas, hermanos míos. En esta vida frágil y mortal, llena de peligros por las numerosas tentaciones de esta tierra, ningún justo que ora para no verse sumergido en ellas puede hallarse libre de todo pecado; y único es el remedio que nos permite vivir: lo que Dios, nuestro maestro, nos mandó decir en la oración: Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Hemos llegado a un acuerdo con Dios y hemos pactado con él las condiciones de nuestro perdón; en señal de garantía hemos plasmado allí nuestra firma.

Sermón 211 A - El sentido de la cuaresma.

En su pasión, nuestro Señor Jesucristo pone ante nuestros ojos las fatigas y dolores del mundo presente; en su resurrección, la vida eterna y feliz del mundo futuro. Toleremos lo presente y esperemos lo futuro. Por eso, en estas fechas nos encontramos en los días que significan las fatigas del siglo presente —la mortificación de nuestras almas con el ayuno y las prácticas cuaresmales—; en las fechas próximas, en cambio, significamos los días del siglo futuro, al que aún no hemos llegado. He dicho «significamos», no «tenemos». Por tanto, hasta el día de la pasión estamos en tiempo de contrición; después de la resurrección, en tiempo de alabanza. Así, pues, en aquella vida, en el reino de Dios, nuestra ocupación será ésta: ver, amar, alabar.