"A veces es arriesgado decir lo que sientes, penoso no decirlo y dañoso decir lo que no sientes. ¿Qué hacer cuando no oculto mi juicio respecto a puntos que no apruebo en las palabras o escritos de los que están dentro de la Iglesia... creyendo que eso es propio de la libertad de la caridad fraterna, y luego se imaginan que lo hago, no por benevolencia, sino por envidia? ¡Cuánto se peca contra mí! Asimismo, ¡cuántos otros reprenden mis opiniones, y sospecho que quieren herirme más bien que corregirme! ¡Cuánto peco contra los otros! Sin duda de aquí se originan con frecuencia enemistades entre personas amigas" (Carta 95, 4).