El templo de Dios es Santo
“Así, pues, como este edificio visible ha sido construido para reunirnos corporalmente, de la misma manera construimos el edificio que somos nosotros mismos para Dios, que ha de habitarlo espiritualmente. El templo de Dios es santo, dice el Apóstol, y ese templo sois vosotros. Como este lo construimos con piezas terrenas, de idéntica manera hemos de levantar el otro con costumbres bien arregladas. Este se dedica ahora, con motivo de mi visita; el otro, al final del mundo, cuando venga el Señor, cuando esto nuestro corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se revista de inmortalidad, porque nuestro cuerpo humilde se modelará según el cuerpo de su gloria. Ved, pues, lo que dice en el salmo de la dedicación: Tornaste mi llanto en gozo, rompiste mi saco y me ceñiste de alegría para que mi gloria te cante a ti y no me sienta triste. Mientras somos edificados, gime ante Él nuestra humildad; cuando seamos dedicados, le cantará a Él nuestra gloria, porque la edificación requiere fatiga y la dedicación pide alegría” (Sermón 337, 2).
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