El hombre nuevo canta el cántico nuevo

“Es conveniente que tributemos a nuestro creador cuantas alabanzas podamos. Cuando alabamos al Señor, amadísimos hermanos, algún beneficio obtenemos mientras estamos en tensión hacia su amor. Hemos cantado el Aleluya. Aleluya es el cántico nuevo. El hombre nuevo canta el cántico nuevo. Lo he cantado yo; lo habéis cantado también vosotros, los recién bautizados, los que acabáis de ser renovados por Él. Voy a exhortaros según las exigencias de la caridad fraterna; pero no sólo a nosotros; mi exhortación se dirige también a cuantos me escuchan en cuanto hermanos e hijos: hermanos porque nos engendró una misma madre; hijos, porque yo os he engendrado para el Evangelio. Vivid bien, amadísimos míos, para que después de haber recibido tan grande sacramento podías presentaros ante el tribunal con conducta intachable. Corregid los vicios, ordenad las costumbres, dad cabida a las virtudes; esté presente en cada uno de vosotros la piedad, la santidad, las castidad, la humildad y la sobriedad, para que, ofreciendo tales frutos a Dios, Él se deleite en vosotros, y vosotros en Él… Amad al Señor, puesto que Él os amó a vosotros; visitad frecuentemente esta madre que os engendró. Ved lo que ella os ha aportado: ha unido la criatura al creador, he hecho de los siervos hijos de Dios, y de los esclavos del demonio, hermanos de Cristo. No seréis ingratos a tan grandes beneficios si le ofrecéis el obsequio respetuoso de vuestra presencia. Nadie puede tener propicio a Dios Padre si desprecia a la Iglesia madre. Esta madre santa y espiritual os prepara cada día alimentos espirituales, mediante los cuales robustece no vuestros cuerpos, sino vuestras almas” 
(Sermón 255 A).

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