"A la lección del santo evangelio que expliqué hace tiempo a vuestra caridad, sigue la lección de hoy, que ahora se ha leído. Oían hablar a la Verdad los veraces y los mentirosos, e igualmente oían amigos y enemigos a la Caridad, que hablaba, y al Bien, que estaba hablando, le oían buenos y malos. Oían ellos, pero el Señor discernía y veía y preveía a quiénes serviría de provecho el sermón. En los entonces presentes veía, y en nosotros, lo que en el futuro seríamos, preveía. Nosotros escuchemos el evangelio lo mismo que si estuviera el Señor presente. No se diga: ¡Oh, qué felices los que pudieron oírle!, ya que muchos que le vieron lo mataron, y, por el contrario, muchos entre nosotros, que no le vieron, creyeron en El. Lo que brotaba, como algo precioso, de la boca del Señor, se escribió y se guarda y se lee para nosotros, y se leerá para nuestros descendientes hasta que se acaben los siglos. El Señor está arriba, pero también está aquí el Señor Verdad. El cuerpo del Señor resucitado puede estar en un lugar, pero su verdad está difundida en todas partes. Escuchemos, pues, al Señor, y lo que de sus palabras nos diere a entender, digámoslo nosotros también"
(Comentario a Juan 30, 1).
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