"La verdad del Evangelio obtuvo la cima suprema de la autoridad para la palabra de Dios que permanece eterna e inmutable sobre toda criatura, palabra dispensada mediante la criatura a través de signos temporales y lenguas humanas. En este mismo hecho aparece -cosa que afecta al máximo a nuestro tema- que no debemos pensar que miente alguien si muchos que oyeron o vieron algo, al recordarlos, no lo refieren del mismo modo o con las mismas palabras; o si se cambia el orden de las palabras, o si se utilizan unas en lugar de otras, siempre que signifiquen lo mismo; o si se calla algo que o no viene a la mente a quien intenta recordarlo o puede deducirse de lo que se dice; o si alguien, en función del relato de alguna otra cosa que estableció decir, para ajustarse al tiempo debido, toma algo no para explicarlo en su totalidad, sino para tocarlo parcialmente; o si para ilustrar o explicar una sentencia, aquel a quien se le ha concedido autoridad para narrarla añade algunas palabras, no contenidos, o si teniendo clara la idea, no logra, aunque lo intente, repetir de memoria en su integridad las palabras que incluso oyó"
(Concordancia de los evangelistas 2, 12, 28).
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