"Quien tiene su corazón lleno de amor, hermanos míos, comprende sin error y mantiene sin esfuerzo la variada, abundante y vastísima doctrina de las Sagradas Escrituras, según las palabras del Apóstol: La plenitud de la ley es el amor; y en otro lugar: El fin del precepto es el amor que surge de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe no fingida. ¿Cuál es el fin del precepto sino el cumplimiento del mismo? ¿Y qué es el cumplimiento del precepto sino la plenitud de la ley? Lo que dijo en un lugar: La plenitud de la ley es el amor, es lo mismo que dijo en el otro: El fin del precepto es el amor... El mismo Señor que los alimentó con la palabra de la verdad y del amor que es el mismo pan vivo que ha bajado del cielo, dijo: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Y también: En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros"
(Sermón 350, 1).
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