"Porque en éste se ejercita todo el estudio de las divinas Escrituras, no encontrado en ellas otra cosa más que se ha de amar a Dios por Dios y al prójimo por Dios; a Este con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente; al prójimo como a nosotros mismos, es decir, que todo amor al prójimo como a nosotros ha de referirse a Dios. De estos dos preceptos hemos tratado en el libro anterior al hablar de las cosas. Es, pues, necesario que ante todo cada uno vea, estudiando las divinas Escrituras, que si se halla enredado en el amor del mundo, es decir, en el de las cosas temporales, está tanto más alejado del amor de Dios y del prójimo cuanto lo prescribe la misma Escritura"
(Sobre la doctrina cristiana 2, 7, 10).
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