Liberado de la cautividad

"Desde el mismo comienzo de mi fe, por la que me trocaste, me enseñaste que nada precedió en mí, para que yo no dijera que se me debía lo que me diste. ¿Quién se convierte a Dios si no es procediendo de la iniquidad? ¿Quién es redimido a no ser que se halle cautivo? ¿Quién puede decir que fue injusta su cautividad, siendo así que abandonó al Emperador y cayó en manos del desertor?... Luego ya liberado de la cautividad, pero aún en la fe, no en la realidad, caminando en fe, no en visión, dice: ¡Oh Dios!, tú me enseñaste desde mi juventud. Desde el momento que me dirigí a ti fui trocado por ti, que me creaste; fui renovado, porque fui creado; fui reformado, porque fui formado. Desde el instante de mi conversión aprendí que no precedieron méritos míos, sino que me diste gratuitamente tu gracia para que me acordase de tu sola justicia”
(Comentario al Salmo 70, 2, 2-3).

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