Tener horas libres para leer

"No arrojo sobre vosotros cargas pesadas ni abrumo vuestros hombros con pesos que ni con un dedo quiera tocar yo. Preguntad e informaos de la fatiga de mis ocupaciones, de los achaques de mi salud para ciertos trabajos, de la costumbre de las iglesias a cuyo servicio vivo, y que no me permite entregarme a esa actividad que os aconsejo a vosotros. Aparte de que yo podría decir:¿Quién hace la guerra a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Quién apacienta el rebaño y no participa de la leche del rebaño? Pero pongo por testigo sobre mi alma a Jesucristo, en cuyo nombre os digo estas cosas sin vacilar; por lo que toca a mi comodidad, preferiría mil veces ocuparme en un trabajo manual cada día y a horas determinadas, y disponer de las restantes horas libres para leer, orar, escribir algo acerca de las divinas Escrituras, en lugar de sufrir las turbulentas angustias de los pleitos ajenos acerca de negocios seculares, que hay que dirimir con una sentencia o hay que arreglar con una intervención" 
(El trabajo de los monjes 29, 37).

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