La concordia fraterna

"Estos días santos en que nos entregamos a las prácticas cuaresmales nos invitan a hablaros  de la concordia fraterna, para que quien tenga alguna queja contra otro acabe con ella antes que ella acabe con él. No echéis en saco roto estas cosas, hermanos míos. En esta vida frágil y mortal, llena de peligros por las numerosas tentaciones de esta tierra, ningún justo que ora para no verse sumergido en ellas puede hallarse libre de todo pecado; y único es el remedio que nos permite vivir: lo que Dios, nuestro maestro, nos mandó decir en la oración: Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Hemos llegado a un acuerdo con Dios y hemos pactado con Él las condiciones de nuestro perdón; en señal de garantía hemos plasmado allí nuestra firma. Con plena confianza pedimos que nos perdone, pero a condición de perdonar también nosotros; si no perdonamos nosotros, no soñemos en que se nos perdonen nuestros pecados; no nos hagamos ilusiones. Que ningún hombre se llame a engaño, pues a Dios nadie le engaña" (Sermón 211, 1).

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