(Sermón 301 A, 1).
La Palabra viva de Dios
"El Evangelio y la palabra viva de Dios, que penetra hasta el fondo de nuestras almas y busca el quicio del corazón, se nos ofrece saludablemente a todos nosotros y a nadie pasa la mano adulatoriamente, si el hombre no se la pasa a sí mismo. He aquí que se nos ha propuesto como un espejo en el que podemos mirarnos todos; si tal vez advertimos una mancha en nuestro rostro, lavémosla con esmero para no tener que avergonzarnos cuando volvamos a mirarnos al espejo… En efecto, si ahora se hiciese presente en su carne Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, pero se quedase callado de pie ante nosotros, ¿de qué nos aprovecharía? Si, pues, fue provechoso por su palabra, también ahora sigue hablando cuando se lee el evangelio"
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