(Sermón 23, 3).
La Escritura es Santa
"La Escritura es santa, es veraz, es irreprensible. Toda Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para argüir: útil para la exhortación, para la doctrina. De nada hay que acusar a la Escritura si, tal vez nosotros, no habiéndola entendido, nos desviamos en algo. Cuando la comprendemos, somos rectos; cuando, no entendiéndola, somos malos, es porque la abandonamos a ella, que es recta. Aunque nosotros nos corrompamos, no la corrompemos a ella, que se mantiene recta, para que volvamos a ella para ser corregidos. Con el fin de ejercitarnos a nosotros, la misma Escritura habla en muchos lugares como carnalmente, aunque la ley es siempre espiritual... Aunque ella es espiritual, con frecuencia, no obstante, con los carnales camina casi carnalmente. Pero no quiere que permanezcamos carnales, como la madre que gusta de nutrir a su pequeño, pero no desea que permanezca pequeño. Lo lleva en su seno, lo atiende con sus manos, lo consuela con sus caricias, lo alimenta con su leche. Todo esto hace al pequeño, pero desea que crezca, para no tener que hacer siempre tales cosas"
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