La luz fascinadora de la Verdad

“La sustancia, y hablando con más propiedad, la esencia de Dios, por lo poco que nosotros podemos rastrear del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, puesto que en ningún modo es mudable, se sigue que no puede ser por sí misma visible. Es, pues, manifiesto que todos aquellos fenómenos contemplados por los patriarcas cuando Dios se les aparecía en aquellos remotos tiempos, según la disposición de su economía, tenían lugar por mediación de la criatura… Tenemos, pues, la autoridad de las Sagradas Escrituras, de cuyo testimonio no es lícito a nuestra mente desviarse, para no precipitarnos en los abismos de las conjeturas, abandonando el fundamento rocoso de la palabra divina, donde ni el sentido terreno tiene poder ni esplende la luz fascinadora de la verdad” (La Trinidad 3, 11, 22).

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