"Dos son los defectos, difícilmente tolerables, en el error de los mortales: la presunción antes de conocer la verdad y la testarudez en defender el error una vez demostrada la verdad. De estos dos vicios tan opuestos a la verdad y a la reverencia debida a las Escrituras inspiradas, espero verme libre, si el Señor me defiende, como se lo suplico y espero, con el escudo de su bondad y la gracia de su misericordia; y prometo no ser indolente en la investigación de la esencia divina a través de la creación visible y de las Sagradas Escrituras"
(La Trinidad 2, prefacio, 1).
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