De aquí es que el mismo Señor dijo a sus discípulos: Muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron; de suerte que también de ellos es esta voz: Mi alma desfalleció por tu salud. Luego, ni antes cesó este deseo de los santos, ni cesa ahora hasta el fin del siglo en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, hasta tanto que venga el Deseado de todas las gentes, como se prometió por el profeta Ageo. Por esto dice el Apóstol: Sólo me resta la corona de justicia, la cual me dará el Señor, justo juez, en aquel día; y no solamente a mí, sino también a todos los que aman su manifestación o aparición. Así, pues, este deseo del que ahora tratamos procede del amor de su manifestación de la cual dice así mismo: Cuando apareciere Cristo nuestra vida, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria
(Comentario al Salmo 118, s.20, 1).
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