"El Señor, en un lugar de su Evangelio, dice que el sabio auditor de su palabra debe asemejarse al hombre que, queriendo construir un edificio, ahonda cavando hasta llegar a la estable y firme roca y sobre ella levanta ya con seguridad su fábrica contra la violencia impetuosa de las aguas. Y así, cuando esas aguas se lancen con violencia sobre ella, se estrellan contra su solidez antes que convertir en ruinas aquella construcción. Hay que pensar que la Escritura divina es como un campo en el que se va a levantar un edificio. No hay que ser perezoso ni contentarse con edificar sobra la superficie; hay que cavar muy hondo, hasta llegar a la roca viva. Esta roca viva es Cristo"
(Comentario a Juan 23, 1).
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