"Oid por mí lo que Dios da y alegraos conmigo en él, en su palabra, caridad y verdad. Hemos emprendido la exposición de un salmo apto a vuestro deseo. Comienza este salmo por un santo deseo, y dice así el cantor: Como desea el ciervo el manantial de las aguas, así te desea mi alma, ¡oh Dios! ¿Quién dice esto? Si queremos, nosotros. ¿A qué buscas fuera de ti quién sea éste, cuando está en tu poder ser lo que buscas? Sin embargo, no es un hombre, sino un cuerpo, y el cuerpo de Cristo es la Iglesia. Tampoco se encuentra este deseo en todos los que entran en la Iglesia. Sin embargo, quienes gustaron la suavidad del Señor y percibieron el contenido del cántico, no piensen que son solos, sino crean que tales arbustos se hallan plantados en el campo del Señor, que ocupa toda la tierra, y que de cualquier unidad cristiana es esta voz: Como desea el ciervo el manantial de las aguas, así te desea mi alma, ¡oh Dios!"
(Comentario al salmo 41, 1).
No hay comentarios:
Publicar un comentario