"Atienda vuestra caridad. Por eso, cuando el Señor aparecía como admirable a las multitudes por los milagros y prodigios que obraba, mostrando lo que en la carne estaba oculto, hubo almas que, llenas de admiración, gritaban: ¡Bienaventurado el vientre que te llevó! Y El, sin embargo: Felices más bien los que oyen la palabra de Dios y la observan. Esto es como decir: Y mi madre, a quien proclamáis dichosa, es dichosa precisamente por su observancia de la palabra de Dios, no porque se haya hecho en ella carne el Verbo de Dios y haya habitado entre nosotros, sino más bien porque fue fiel custodio del mismo Verbo de Dios, que la creó a ella y en ella se hizo carne. No se alegren los hombros de la prole temporal. Alégrense si con el espíritu están unidos con Dios"
(Comentario a Juan 10, 3).
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