Enojarse por los pecados

"¿Qué cosa más justa que enojarse cada uno más bien por los pecados propios que por los ajenos, y, castigándose a sí mismo, sacrifique a Dios? ¿O acaso el sacrificio de justicia son las obras justas que se hacen después de la penitencia? El diapsalma (el silencio musical), interpuesto aquí, quizá con razón, insinúa también el tránsito de la vida antigua a la vida nueva, de modo que, extinguido y debilitado el hombre viejo por la penitencia, ofrezca a Dios el sacrificio de justicia conforme la regeneración del hombre nuevo cuando se ofrece la misma alma ya purificada y se inmola en el altar de la fe consumida por el fuego divino" 
(Comentario al salmo 4, 7).

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